La candidiasis crónica constituye hoy día una de las enfermedades más prevalentes en los países industrializados o del “primer mundo”.
Es motivo de infinidad de consultas médicas tanto en servicios de atención primaria como a especialistas.
La razón es que la candidiasis se encuentra vinculada a otras muchas enfermedades, agravando los síntomas de éstas y por tanto la calidad de vida de los pacientes.
En los años 80, los trabajos del Dr. Orian Truss con “The missing diagnosis” (El diagnóstico oculto) y del Dr. William Crook con “The yeast connection” (La conexión del hongo), dieron paso a una nueva forma de comprender y tratar esta patología.
Conociendo las levaduras
La cándida es una levadura unicelular que habita en el organismo humano desde poco después del nacimiento, encontrándose de manera natural en las mucosas de la piel, la cavidad oral, genital y el intestino, formando parte de la flora microbiana. Su función en el cuerpo aún no está del todo clara.
En la actualidad se conocen unas 150 especies de candidas de las que sólo unas pocas están implicadas en la patología humana, y entre ellas la más conocida y estudiada es la cándida albicans.
Esta levadura tiene una peculiaridad, y es que es capaz de cambiar de forma y de función según las condiciones del medio que les rodea. Es decir, es capaz de pasar de la forma de levadura (forma inofensiva) a la forma de hongo (forma patógena o invasiva), creciendo además de manera incontrolada o excesiva.
Como se encuentra ampliamente diseminada por el organismo, tiene la capacidad de colonizar cualquier tejido, aunque suele ser más frecuente el aparato digestivo (candidiasis bucal o intestinal) y genital (candidiasis vaginal).
¿Qué provoca candidiasis?
La candidiasis tiene una particularidad que la diferencia de otras infecciones, y es que por lo general, no se contrae desde el exterior, desde el medio ambiente, sino que es una infección que surge por un desequilibrio de nuestro medio interno, de nuestro terreno orgánico y celular.
Esto significa que para que este microorganismo se desarrolle de manera excesiva, deben darse unas condiciones fisiológicas favorables para que esto ocurra.
Se ha comprobado que la cándida se desarrolla más fácilmente en medios ricos en glucosa, sacarosa o fructosa. Y de hecho, su principal alimento es la glucosa. Lo que significa que si tenemos una dieta rica en alimentos azucarados como dulces, azúcar blanca, zumos de frutas no naturales, refrescos o alimentos ricos en almidón, estamos directamente alimentando al hongo, y si un ser vivo tiene abundante alimento solo puede hacer una cosa, crecer.
Otra de las causas comunes de la candidiasis la encontramos en el uso frecuente de antibióticos. Este fármaco aunque en ocasiones es necesario, suele provocar la muerte masiva de las bacterias beneficiosas del intestino, que tienen precisamente que controlar que otras bacterias dañinas y que este hongo no se desarrollen más de la cuenta.
Entre las usuarias de los anticonceptivos orales también se ha comprobado que existe un mayor crecimiento de levaduras y una mayor tasa de candidiasis vaginal.
También la candidiasis es muy frecuente en todas aquellas situaciones en las que el sistema inmunológico se encuentra debilitado o deprimido, como es el caso de los pacientes con SIDA, cáncer o malnutridos.
En ocasiones esta depresión del sistema inmunitario es inducida por fármacos, tales como los inmunosupresores selectivos utilizados en algunas enfermedades autoinmunes o la quimioterapia utilizada en el cáncer.
La diabetes también se considera un factor de riesgo para el desarrollo de candidiasis. Los pacientes diabéticos en general tienen una mayor susceptibilidad a infecciones. Sobre todo cuando hay un mal control de la enfermedad.
¿Cómo se si tengo candidiasis?
Los síntomas que va a producir la candidiasis dependen del lugar donde se esté produciendo este crecimiento excesivo. Por lo que existe una gran variedad de síntomas.
También existen diferentes métodos para poder diagnosticarla como el coprocultivo o el análisis de muestras.
De manera general, podríamos sospechar una candidiasis cuando tengamos síntomas como: mal aliento, dolores de cabeza frecuentes, estreñimiento o diarrea, fuerte deseo de alimentos dulces, cansancio, picores anales o genitales, flatulencia, incapacidad para concentrarse, irritabilidad, malas digestiones, infecciones de orina frecuentes, sarpullidos o intolerancias alimentarias.
Otro de los indicadores que pueden ser útil, sería no ya tanto por los síntomas sino por las enfermedades en las que es habitual que la candidiasis actúe como enfermedad secundaria como por ejemplo en el colon irritable, dermatitis atópica, psoriasis, hipotiroidismo, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, alergia, asma, síndrome de fatiga crónica, cáncer o enfermedades del sistema inmunitario.
El tener estas enfermedades no es sinónimo de una candidiasis, aunque si significa que hay un mayor riesgo de padecerla, y que por tanto habría que contemplar esa posibilidad a la hora del tratamiento.
Una forma diferente de entender y tratar la candidiasis
Hasta ahora el procedimiento médico habitual en los pacientes con candidiasis es el tratamiento mediante antifúngicos. Estos fármacos provocan la muerte masiva de un gran número de hongos, por lo que suele ser un alivio temporal de una parte de los síntomas derivados de la infección.
Sin embargo, estos medicamentos no tienen la capacidad de modificar el terreno de la persona. O lo que es lo mismo, las condiciones celulares y fisiológicas que han hecho que estas levaduras, a priori inofensivas, sufran una transformación en su morfología y en su química interna, expresando así su naturaleza agresiva.
Por este motivo es muy frecuente que tras un tiempo de haber tomado los antifúngicos estos pacientes vuelvan a tener recaídas y a manifestar de nuevos los síntomas que inicialmente tenían, lo que puede convertir esta situación en un proceso crónico.
Para solucionar definitivamente la candidiasis se hace necesario abordar aquellos elementos que favorecen que esta enfermedad ocurra, y sobre todo generar un ambiente en el que el hongo no se encuentre cómodo.
Independientemente del tipo de candidiasis, que como hemos hablado, la hay de varios tipos según donde se localice el sobrecrecimiento, es muy importante la salud intestinal.
Para la Nutrición celular toda candidiasis tiene su origen en un desequilibrio del intestino. Por dos razones principalmente: porque es el órgano donde se encuentra el 70% de las defensas celulares, y porque la mayor parte del total de bacterias que tiene el organismo se encuentra en el intestino grueso.
La flora intestinal es un verdadero ecosistema que se compone de cerca de 500 especies diferentes de microorganismos que viven en simbiosis con el hospedador.
Para hacernos una idea de la importancia del equilibrio microbiológico, diremos que por cada célula que existe en nuestro organismo tenemos 10 bacterias.
Para que todo marche bien, deben de guardar unas proporciones concretas, es decir, ha de haber un número determinado de cada una de las diferentes especies para que puedan convivir en armonía.
Estas bacterias intestinales cumplen funciones básicas como la síntesis de ciertas vitaminas, digestión y absorción de nutrientes, defensa frente a infecciones y ayuda al movimiento intestinal para evacuar los residuos del proceso digestivo.
Cuando este sistema está alterado, la cándida actúa como un oportunista y aprovecha esta situación para crecer.
De manera que resulta lógico que para tratar la candidiasis sea primero necesario regular todo este ecosistema como forma de facilitar que todo vuelva a una situación de equilibrio.
La Nutrición celular plantea un protocolo basado en cuatro etapas para conseguir este objetivo.
Primera etapa
En esta primera fase se interviene de manera muy significativa en la dieta de la persona. No olvidemos que los hongos crecen más fácilmente en medios ricos en azúcares, por lo tanto, una de las medidas básicas es la eliminación temporal de los alimentos ricos azucares refinados y una reducción muy significativa de la cantidad de hidratos de carbono que se consumen en la dieta.
Tal y como se hacía en las guerras de antaño, lo primero para vencer al enemigo es debilitarlo, y la mejor forma de hacerlo es mediante la reducción en el suministro de alimento.
También se hará hincapié en adquirir mejores hábitos de alimentación promoviendo el consumo de alimentos no procesados, frescos y naturales, priorizando el consumo de crudos y de aceites ricos en grasas esenciales como el aceite de Lino, girasol o sésamo. Los cuales también tienen un efecto regenerador sobre las mucosas digestivas.
Suele ser útil acompañar las pautas de alimentación también con prácticas de higiene intestinal como la hidroterapia de colon, o los enemas. Esto ayudará a evacuar residuos acumulados por largo tiempo, así como a eliminar el exceso de flora bacteriana patógena.
Según el caso se puede complementar la alimentación del paciente con suplementos vitamínicos o minerales para darle a las células todo lo necesario para que puedan poner en marcha el proceso curativo.
Funcionan muy bien también los suplementos de enzimas, que van a mejorar de manera muy significativa las digestión de los alimentos, reduciendo así muchas molestias e incomodidades.
Es importante acompañar todo lo anterior con el uso de plantas medicinales con acción drenante, diurética, y desintoxicante. Para mejorar el entorno en el que viven nuestras células y eliminar los químicos que la cándida fabrica, los cuales generan muchos síntomas.
Para ello se pueden tomar plantas como la cola de caballo, boldo, alcachofera, diente de león, cardo mariano, agracejo, fumaria, etc. Pueden ser en infusión o en suplementos que viene preparados en tintura madre.
Segunda etapa
En esta segunda fase, la persona por lo general, suele encontrarse mejor de gran parte de los síntomas que manifestaba al principio. Se siguen manteniendo las pautas de alimentación que se aconsejaron en la primera fase, y suele ser habitual que se requiera menos suplementación nutricional y de plantas medicinales.
Lo que si se va a utilizar son anfúngicos naturales (sustancias que matan al hongo o afectan a su crecimiento) como por ejemplo suplementos de cápsulas de ajo, clavo, acido caprílico, pau d’arco o extracto de pomelo. Estos antifúngicos tiene una acción sistémica, aunque también dependiendo del tipo de candidiasis se pueden complementar con antifúngicos locales como es el caso del aceite de coco y el aceite de Pompeya en la candidiasis vulvovaginal. Estos aceites tienen un efecto regenerador, y calmante. Las mujeres suelen experimentar un gran alivio cuando lo utilizan con regularidad.
Tercera etapa
En esta fase del proceso terapéutico nos centraremos principalmente en repoblar la flora intestinal mediante la administración de probióticos, que son bacterias beneficiosas que de forma natural habitan en nuestro intestino. El objetivo aquí es modificar la composición microbiológica del intestino, de manera que haya una mayor proporción de bacterias “buenas” para que sean capaces de controlar el crecimiento de otros organismos indeseables.
Es momento también de ir incorporando gradualmente a la dieta algunos de los alimentos que se retiraron en las etapas anteriores.
Cuarta etapa
Llegados a este punto, ya hemos conseguido eliminar el exceso de hongos, reducir los residuos intestinales, detoxificar el organismo y repoblar la flora intestinal, por lo que la intervención se centrará en la regeneración de la mucosa intestinal mediante la administración de suplementos nutricionales como el Betacaroteno, Omega 3 o el aminoácido Glutamina.
En definitiva, con este trabajo se pretende principalmente una modificación del terreno del paciente. Crear unas condiciones fisiológicas desfavorables para que esta infección no tenga oportunidades. Este tratamiento tiene un impacto muy positivo no solo en la candidiasis sino también en la salud global de la persona.
La idea que subyace en este enfoque es que es más importante tratar al enfermo en su conjunto y promover su salud que tratar la enfermedad. Ya que si ayudamos a nuestro organismo a eliminar lo que le estorba y crear unas mejores condiciones para la vida, él tiene todos los recursos para volver a un estado de equilibrio, que es consustancial a la naturaleza misma.
Alejandro Martos Navarro
Diplomado universitario en nutrición y dietética. Especialista en nutrición celular. Experto universitario en métodos biológico-naturistas