Editorial Otoño 2004 – Adiós a las armas

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    Bush, Aznar y Blair, la cuadrilla de las Azores, nos engañaron haciéndonos creer que Irak era un país peligroso y una amenaza para el mundo porque estaba lleno de armas de destrucción masiva. Con ello pretendieron justificar una guerra ilegal, injusta e innecesaria que se ha cobrado ya ?y se sigue cobrando? decenas de miles de víctimas inocentes.

    Ahora sabemos, como nuestro gran poeta Leon Felipe, que todo son cuentos, ?que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre? ha inventado todos los cuentos?.

    Sabemos que los gobiernos más poderosos del mundo almacenan arsenales de armas nucleares, químicas y biológicas, capaces de exterminar toda forma de vida sobre el planeta.

    Sabemos quién fabrica, comercia, se lucra y utiliza las armas que minan nuestra civilización. Y gracias a la campaña emprendida este verano por Amnistía Internacional y otras ONGs, a la que Natural se suma sin reservas, sabemos que las armas ligeras son también armas de destrucción masiva porque matan a medio millón de personas en el mundo cada año. Un número mucho mayor que el número de bajas producidas por las armas de guerra convencionales como tanques, aviones de combate o barcos de guerra.

    Fabricar y vender armas ligeras es un gran negocio. El 75% se fabrican en EE UU y la Unión Europea. Las armas ligeras están devastando comunidades porque alimentan conflictos armados y el crimen por todo el mundo. Debido a su durabilidad, las armas son recicladas de un área de conflicto a otra, exacerbando la conflictividad y fomentando crisis humanitarias.

    Además, las armas ligeras matan a 200.000 personas más cada año en naciones ?pacíficas? por los homicidios, suicidios, disparos accidentales… En países como EE UU, Brasil y Sudáfrica, las armas de fuego son la principal causa de muerte entre los hombres jóvenes.

    La proliferación de armas ligeras desalienta la inversión extranjera y daña las perspectivas de desarrollo en naciones ya de por sí empobrecidas.

    En julio de 2001, Naciones Unidas aprobó un Plan de Acción para atajar el tráfico de armas que incluía regulaciones restrictivas para controlar la producción, exportación, importación y transporte de armas ligeras y pequeñas, identificar y perseguir a los implicados en el comercio y producción ilícita de armas ligeras, asegurar que las armas ligeras confiscadas, capturadas o recogidas sean destruidas, etc.

    Los resultados dejan mucho que desear. Por eso IANSA, Intermón-Oxfam y Amnistía Internacional han unido sus fuerzas en esta campaña para comprobar el cumplimiento de estos compromisos y concienciar a la opinión pública.

    Anualmente se fabrican 16.000 millones de balas, un proyectil por persona cada cuatro meses. La fabricación de armas de fuego sigue siendo un comercio boyante erigido sobre la injusticia y engrasado con sangre inocente. Las balas se producen en cantidades absurdas, hasta el punto de que podrían matar a balazos a todos los seres humanos dos o tres veces al año. No son sólo letales potencialmente; de hecho matan cada segundo a más de una persona en el mundo.

    El comercio de armas está fuera de control. Hay en el mundo más de 640 millones de armas ligeras (la mitad en Estados Unidos). Y cada año se fabrican 8 millones más.

    Aunque son productos que mutilan y matan, todavía no hay ninguna ley internacional que regule este mercado. A menos que los gobiernos actúen para detener la proliferación de armas, se perderán más vidas, se cometerán más violaciones de los derechos humanos y se negará a más personas la oportunidad de una vida digna.

    La presión ciudadana puede resultar efectiva si actuamos unidos frente a los dirigentes políticos. Abraham Lincoln dijo: ?El voto es más fuerte que las balas?.

    Como dice Mikel Agirregabiria en una carta enviada a esta redacción, ?nunca aceptaremos que nos sugieran que la sanidad o la educación requieren, por su elevado coste, un co-pago de los usuarios, mientras que las compras de material bélico son sufragadas íntegramente por el Estado. La cofinanciación de los servicios sociales sería aceptable sólo cuando los tanques y cazas militares se compren exclusivamente con lo recaudado en huchas voluntarias?.