La Perdonanza
¿Se puede perdonar a un maltratador o a un terrorista?, ¿y a tu vecino o compañero de oficina? Si practicas «la perdonanza» lo conseguirás.
Como muchas cosas en la vida, la teoría y el conocimiento no es suficiente. Pero si tienes determinación y sigues la guía práctica que se indica, encontrarás que tu vida mejora en todos los sentidos.
No te será difícil porque, una vez que empiezas, «la perdonanza» es un tema alegre porque te aporta paz y tranquilidad. Perdonanza es una palabra antigua que significa «indulgencia o tolerancia». El sufijo «anza» indica acción por lo que también significa «perdón en acción». He aprovechado el término, para referirme al perdón completo y al más difícil, el perdón de los enemigos.
Tenemos que hacer un poco de historia. Hace 2000 años, un Maestro llamado Jesús, revolucionó la sociedad de su época, cuando dijo:
«Habéis oído que amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen».
«Habéis oído que se dijo: ojo por ojo, diente por diente, pero yo os digo: no hagáis frente al mal: si tu enemigo quiere tu túnica, dale también el manto, si te pide que le acompañes una milla, acompáñale dos, si tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber…
Y 2000 años después, la pregunta es: ¿quién lo hace?, y si se hace ¿porqué nos cuesta tanto?, ¿puede estar equivocado Jesús?, ¿cómo es que no se siguen sus enseñanzas? Y ya os podéis imaginar que en esto del perdón, coinciden todos los libros sagrados: El Bhagavad Guita de los hindúes, el Corán de los musulmanes, el Tao Te Ching de los tibetanos,… En la actualidad, el perdón se ha convertido en uno de los valores éticos universales.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, perdonar entre otras acepciones, es «librar a alguien de una obligación o castigo», «renunciar a un derecho, goce o disfrute» y los sinónimos de perdonar, serían, absolver, indultar, eximir, etc. Así parece, que cuando se perdona, el ofensor, el atacante, el deudor… es el beneficiado. Pero algo nos dice que esta forma de ver el perdón es incompleta, porque por experiencia sabemos que cuando perdonamos, nos sentimos bien.
Si nos vamos a la definición que da el Diccionario de Oxford de la lengua inglesa, perdonar consiste en «dejar de estar enfadado o resentido hacia alguien por una ofensa o error». Y si yo consigo perdonar, si yo dejo de estar enfadado o resentido por algo, ¿quién es el primer beneficiado? La respuesta es clara y lo que hacemos es poner el foco de atención en la persona que perdona y no en el agresor.
Y así llegamos a un entendimiento del perdón que es el siguiente:
- El perdón es completo e incondicional. Es una decisión libre que se tiene que hacer desde el corazón. Hay personas que dicen que tienen la sensación de que no consiguen perdonar completamente, porque cuando rememoran el agravio o se encuentran con el ofensor, vuelven a sentirse molestos. Por eso decimos que el perdón tiene que ser completo. Hay otras personas que dicen: «yo perdono pero no olvido», y respetando esta forma de pensar, no nos estamos refiriendo a ese tipo de perdón. Cuando perdonamos es cierto que nunca se va a olvidar el suceso, porque no se puede borrar de la memoria, pero el recuerdo ya no nos trae sufrimiento. Es como si pasáramos por alto lo sucedido y somos capaces de continuar en paz.
- El perdón es un proceso que requiere un tiempo. A una persona que le han matado un ser querido o sufre una ofensa, o cuando está envuelta en un fuerte conflicto sin resolver, no se la puede decir que se ponga a perdonar, porque eso sería añadir dolor al dolor. Es necesario que pase un tiempo, similar al tiempo de duelo, el que necesitamos cuando sufrimos la muerte de un ser querido. Cuando se está más calmado es cuando se puede tratar de entender todo lo sucedido. Al perdonar, lo que hacemos es acortar el tiempo que estamos enfadados o resentidos. De lo contrario nos llevaríamos el agravio a la tumba, cosa que también sucede.
- Perdonar no significa que no nos defendamos o que no ejerzamos nuestros derechos. Tampoco significa que soportemos comportamientos inaceptables por parte de los demás. No hay que confundir, con eso que llamamos, el falso perdón, el que se hace como si la persona fuera condescendiente con el ofensor, como si fuera superior a él. O esos casos de perdón que se hacen por el qué dirán, o por miedo, es decir, que no se hacen de corazón.
- Hablamos de un perdón que para que sea completo no requiere petición por parte del ofensor, porque si no, significaría que dejar de estar enfadado o resentido estaría en manos del agresor. Otra cosa es que pueda existir dicha petición lo cual facilita las cosas al ofendido. Tampoco requiere comunicación, es decir, una vez que se perdona, comunicarlo o no dependerá de las circunstancias.
Perdonar es algo difícil porque cuando nos insultan, agravian, nos traicionan, nos sentimos mal, nos duele… y el hecho de que no se haga justicia es algo que nos perturba y nos hace perder la paz. Pero cuando analizamos sus ventajas, cuando comprendemos que todo lo que nos ocurre es por algún motivo o razón, cuando comprendemos al enemigo y lo que es mejor aún, nos comprendemos a nosotros mismos, es cuando nos damos cuenta que lo que mejor podemos hacer es seguir nuestra vida, sin que nos pueda amargar la existencia aquello que nos haya sucedido.
Las principales conclusiones a que nos ha llevado este trabajo de investigación, serían:
La primera y esta si que no os sorprende, es que Jesús tenía razón, como no podía ser de otra manera. Resulta que al perdonar al enemigo, y desearle que le vaya bien en la vida, eso es precisamente lo que le ocurre a la persona que perdona:
- Mejora su estado físico
- Mejora su estado mental y emocional
- Mejoran sus relaciones personales
- Recupera la paz y la tranquilidad
Por el contrario, el odio y la venganza son energías negativas que destruyen a la persona.
- La segunda es que perdonar se consigue a base de cinco pasos:
- Es perdonarse primero a sí mismo
- Hay que aceptar la realidad de lo sucedido
- Nos tenemos que hacer responsables de todo lo que nos ocurre. Hay una frase del jesuita Anthony de Mello, que lo resume muy bien: «La felicidad y la desdicha dependen de cómo afrontemos los acontecimientos, no de los acontecimientos en sí». Cuando nos hacemos responsables, dejamos de ser las víctimas.
- El cuarto paso es un trabajo interior, la introspección para averiguar: ¿cómo se comprende lo ocurrido? Citando a Don Ramón de Campoamor:
- En este mundo traidor
- Nada es verdad ni mentira
- Todo es según el color
- Del cristal con que se mira.
¿Y cómo miramos las cosas? ¿Con qué color se miran?
Las respuestas no están fuera, están dentro. Primero es la proyección y luego la percepción. Hay una frase de San Agustín que dice: «No salgas fuera de ti, vuelve a ti, en el interior del hombre habita la verdad». ¿Y cuál es la verdad de lo que vemos? Pues que vemos en los demás nuestros propios defectos. Y por supuesto, los demás ven en nosotros sus propios defectos.
Por eso en los Evangelios se nos dice: «En lo mismo que juzgas a otro, a ti mismo te condenas, porque haces eso mismo que condenas». Y esto otro igual os suena más: ¿cómo es que ves la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el tuyo?, ¿cómo osas decir a tu hermano, deja que te quite esa paja, teniendo tú una viga en el tuyo?
Es sabiduría milenaria. Hay un viejo aforismo chino que dice: «si ves un hombre bueno, imítale; si ves un hombre malo, examínate a ti mismo». Por otro lado, esa sentencia popular que dice: «piensa mal y acertarás», no siempre se cumple porque a menudo nos equivocamos. Si dijera: «piensa mal y acertarás… si te miras a ti mismo», se cumpliría el ciento por ciento de las veces.
- Por lo tanto, es a través del perdón como te conoces a ti mismo. El enemigo se convierte en tu ayudante. Es el que te permite aprender cómo eres en realidad y como se desarrolla tu vida. Recurriendo otra vez a los refranes: «Se aprende más de lo malo que de lo bueno y no hay mal que por bien no venga». Quizás llegues a la conclusión que lo que te parecía una desgracia, con el paso del tiempo se ha convertido en una de tus mayores bendiciones, y que todo te ha ocurrido por alguna razón, que sólo uno mismo puede averiguar.
5- Pero la conclusión definitiva, la que permite perdonar a los enemigos es que después de mucho practicar, te darás cuenta de que no hay nada que perdonar, ni nada por lo que pedir perdón. Todos somos Uno, formamos parte de la Unidad, y cuando perdonas a tu enemigo, te estás perdonando a ti mismo.
Dicen que la libertad es ausencia de miedo, una persona se siente libre si no tiene miedo, pero ¿qué es el miedo?, y la mejor definición que he encontrado, es que el miedo es la ausencia de amor. Por eso el amor es libertad, el que ama se siente libre, es el «ama y haz lo que quieras» de San Agustín de Hipona. Si perdonas y sólo lo haces con amor, ya no necesitas perdonar, ya sólo amas.
Hemos analizado qué es perdonar y las principales conclusiones. El cómo hay que perdonar también se explica. Y como una última reflexión, me gustaría resaltar que perdonar nos hace romper las cadenas que nos atan al pasado. Que al perdonar, avanzamos. Se ha dicho que la continuación de la humanidad se ha debido a que el hombre ha perdonado.
La perdonanza nos ofrece ser pacíficos, tolerantes y comprensivos. El odio y la venganza no es un camino aconsejable. Dicen que el perdón es la llave de la felicidad. Sólo tenéis que comprobarlo y sentir el júbilo y la alegría. Así de simple.
Gregorio Lubiano
Presidente de la Fundación Albacea