La búsqueda científica de la felicidad y las emociones favorables son el primer pilar de la
nueva psicología positiva que aporta métodos y soluciones que han obligado primero a evaluar la cuantía de la felicidad y para ello se han necesitado emplear varios parámetros. El más simple es un único elemento utilizado en cientos de miles de personas al hacerles la sencilla pregunta de si son felices: mucho bastante o nada. Las respuestas quizá no fueron sinceras puesto que la mayoría se han confesado felices dentro de una escala variable y demasiado influidas por el propio entrevistador. Así las diferencias se hicieron más notorias cuando la misma pregunta se hizo en el seno de las familias entre los miembros de una relación sentimental, en los ambientes de recreo o en el trabajo habitual. Por ejemplo: cuando un hijo pequeño hace esa pregunta a su padre –papá ¿eres feliz?– la respuesta es siempre muy optimista pues no hay que preocupar al niño con las desventuras de su padre.
Hogareñamente muy próxima en la alcoba si es la pareja quién formula esa interrogante el negativismo se hace patente como esperando que el cónyuge tome parte activa en nuestra felicidad. Y al jefe que nos paga todos los meses tampoco podemos mencionarle nuestro infortunio ya que un empleado deprimido no suele proporcionar rendimientos óptimos. Y finalmente en una sala de ocio –una discoteca por ejemplo– el optimismo suele ser manifiesto pues las lágrimas a flor de ojo suponen un revulsivo para todos.
Otros investigadores emplean medidas de felicidad de distintos modos y algunos evalúan la diferencia entre felicidad cognitiva y física. ¿Se siente la felicidad en todo el cuerpo o nos consideramos felices cuando razonamos nuestra existencia? Es decir ¿hacemos juicios de satisfacción con la vida o el componente afectivo por el contacto físico social nos lleva a sentirnos bien?
Es seguro que la felicidad supone un objetivo importante para la mayoría de las personas aunque existe poca investigación científica centrada en la cuestión de cómo se puede aumentar la felicidad y luego mantenerla probablemente por el pesimismo engendrado por la genética. Como conclusión podríamos añadir que existen nuevas fuentes de optimismo respecto a la posibilidad de aumentos permanentes de felicidad como la adaptación y los procesos dinámicos lo que nos lleva a un dato todavía no contemplado: la felicidad supone esfuerzo.
Así que le pedimos que reconsidere de ahora en adelante el riesgo de asegurar que no es feliz (de tanto decirlo terminará creyéndolo) pues existen múltiples sistemas métodos y herramientas que dispone el ser humano para ser feliz. Son tantos y la mayoría tan al alcance de nuestras manos que nos parece imposible que todavía haya gente que se considere infeliz.
¿Quién es feliz?
Características de la gente feliz:
- Podemos apreciar que hay extraversión
- Autoestima
- Optimismo y un sentido de control personal que nos hace pensar que llevan una vida feliz.
Estudios en gemelos revelan que algunos de estos rasgos como la extraversión están genéticamente influenciados lo mismo que la felicidad misma pero también está sujeta al control de la voluntad al querer hacer.
Vamos a ver cómo influyen ciertos factores:
- Edad: La emotividad disminuye con la madurez y la felicidad cambia con la edad (como la satisfacción con la salud por ejemplo que se vuelve más importante). Sin embargo las encuestas mundiales de valores indican que tiene que ver con la vida útil. Por ejemplo, la felicidad autopercibida cae bruscamente en los hombres durante los 40s con la «crisis de la mediana edad» o más adelante con el «síndrome del nido vacío» de los padres.
- Género: Hay diferencias de género relacionadas con la infortunio emocional. Los varones a menudo se vuelven alcohólicos mientras que las mujeres con más frecuencia manifiestan su desdicha y se muestran deprimidas o ansiosas. Sin embargo en muchas encuestas en todo el mundo las mujeres y los hombres han sido igualmente propensos a declararse «muy felices» y «satisfechos» con la vida.
- Estudios: Los afroamericanos tienen sólo ligeramente menos probabilidades que los europeos-americanos para manifestar sentirse muy felices. A igualdad de estudios los negros tienen niveles de autoestima igual o superior a la de los blancos.
- Trabajo: Las personas en los grupos desfavorecidos económicamente mantienen la autoestima valorando las cosas en las que destacan al hacer comparaciones dentro de sus propios grupos y atribuyendo los problemas a fuentes externas al igual que los prejuicios.
- Ocio: Parece que la calidad de vida en el trabajo y el ocio son parte de las habilidades de cada uno. Entre la ansiedad de estar abrumado por el trabajo y el aburrimiento de estar decepcionados con los ratos libres hay bastante paralelismo. Las vacaciones largas terminan siendo aburridas.
- Las relaciones sociales: Los seres humanos son animales sociales con una evidente necesidad de pertenecer. Aunque la libertad es un concepto perseguido realmente se busca siempre la pertenencia a un grupo. Para la mayoría de la gente el aislamiento es la miseria. Tener buenos amigos, familia y estar con ellos es un placer.
- Matrimonio: En las encuestas del Centro Nacional de Investigación de Opinión de más de 42.000 estadounidenses desde 1972 el 40 por ciento de los adultos casados se han declarado muy felices al igual que el 23 por ciento de los adultos que nunca se casaron. La dificultad para la felicidad conyugal también se da en otros países y es similar para hombres y mujeres. Las dirección entre el matrimonio y la felicidad parece apuntar hacia dos cosas: un matrimonio íntimo al igual que las amistades cercanas ofrecen apoyo social; pero la gente feliz también parece tener más probabilidades de atraer y retener amigos.
- Creencias: La fe hace a la gente feliz. Las mismas encuestas del Centro Nacional de Investigación de Opinión revela que el 23 por ciento de los que nunca asisten a servicios religiosos informan que son muy felices al igual que el 47 por ciento de los que asisten una o más veces por semana. Al explicar la mayor felicidad y la capacidad de hacer frente a la pérdida de seres queridos entre quienes se mueven en comunidades de fe se confirma que estas redes pueden ofrecer apoyo social y ayudan a entender el significado de la muerte eliminando el «terror» de lo inevitable.
- Riqueza y bienestar: A principios del siglo XXI los economistas y los defensores de la sostenibilidad del medio ambiente llegaron a compartir el interés de los psicólogos para averiguar en qué medida el dinero y el consumo pueden traer la felicidad. Tres de cada cuatro estudiantes universitarios estadounidenses (en las encuestas anuales de la UCLA) dicen que es muy importante o esencial «estar muy bien financieramente» y el 73 por ciento de los estadounidenses en 2006 respondió «sí» cuando Gallup preguntó «¿Podría ser más feliz si tuviera más dinero?» ¿Son las personas más felices si viven en los países ricos? Hay una cierta tendencia a que las naciones prósperas tengan personas más felices y más satisfechas (aunque esto también tiende a darse en los países con alto nivel de alfabetización donde hay derechos civiles y democracias estables). Sin embargo la correlación entre la riqueza nacional y el bienestar se estrecha por encima de un cierto nivel. Aunque muchos investigadores han encontrado que la correlación entre el ingreso económico personal y la felicidad es «sorprendentemente débil» (como informó Ronald Inglehart en 1990) las encuestas recientes indican que la relación es curvilínea: la asociación entre el ingreso y la felicidad disminuye progresivamente una vez que la gente tiene ingresos suficientes para costear las necesidades de la vida. Así que debemos concretar si es cierto que la felicidad de un pueblo se eleva con el aumento de la riqueza. La respuesta es claramente no. El crecimiento económico en los países ricos no ha mejorado demostrablemente la moral y la felicidad humana. Lo mismo ocurre con China donde las encuestas de Gallup desde 1994 revelan un enorme aumento en los hogares con televisión en color y teléfono pero la satisfacción de vivir ha quedado disminuida.
- Experiencias positivas: Los psicólogos han tratado de explicar por qué las circunstancias objetivas de la vida –experiencias positivas especialmente– tienen tan modesta influencia a largo plazo sobre la felicidad. Una explicación es nuestra capacidad humana de adaptación. Más pronto de lo que podríamos esperar la gente se adapta a las mejoras o pérdidas en su vida y vuelve a calibrar sus emociones en torno a un nuevo «nivel de adaptación». Por lo tanto las emociones tienen una vida media más corta de lo que la mayoría de la gente supone. Quizá es que una vez alcanzado cierto umbral necesitamos siempre subir un escalón más. La felicidad no sólo refleja nuestras adaptaciones a las experiencias recientes sino también nuestras comparaciones sociales. «El césped del vecino siempre nos parece más verde que el nuestro». Y cuando la gente sube la escalera del éxito tienden a comparar lo que hay más arriba. Siempre hay un piso más. Y con el aumento de la desigualdad de los ingresos como en la China contemporánea mucho me temo que la felicidad de nuevo se escape. En la mayoría de los países es probable que siempre tengamos ejemplos disponibles de personas que están en una mejor situación y a la cual nos gustaría llegar. Esta tendencia a compararnos con el vecino nos lleva a la insatisfacción salvo que nuestro vecino esté peor que nosotros en cuyo caso los momentos de felicidad aumentan. En los experimentos las personas que participan en una comparación a la baja –comparándose con los empobrecidos o de poco éxito– expresan una mayor satisfacción con la propia vida y se consideran afortunados.
La ciencia de la felicidad
Tradicionalmente, la psicología y su hermana mayor la psiquiatría ha estado preocupada por curar nuestros males pero no estamos seguros de que se hayan hecho muchos progresos hacia esta meta. Más recientemente la atención se ha ampliado para incluir la toma de productos químicos que abreviarían el camino hacia la felicidad y que en otro capítulo detallaremos. De lo que se trataría es de llegar al bienestar psicológico positivo a partir del cual lograríamos la felicidad. La siguiente cita da una idea de la percepción anterior:
«Un fenómeno importante e indiscutible en el estudio psicológico de la felicidad se conoce como adaptación y la alegría o la tristeza dependen básicamente de ella».
Pero cuidado con la «aceptación» frecuentemente ligada a resignación ya que nada puede tener un efecto permanente y la felicidad no se escapa a esta ley. El ser humano es una especie dominada más por la acción que por la reflexión y nada en nuestro interior nos indica otro camino diferente.
También es cierto que tratar de hacerse feliz a uno mismo es inútil así que esa creencia de que la felicidad no puede depender de los demás deberíamos cuestionarla. Frase trampa donde las haya es «hay que ser feliz con uno mismo». Necesitamos al grupo y aunque la naturaleza ha condenado a los hombres a vivir en una rutina hedonista buscando nuevos niveles de estimulación simplemente para mantener los viejos niveles de placer subjetivo casi nunca se logra alcanzar una satisfacción permanente. Así que muy probablemente la hipótesis de que podemos tratar de mejorar la propia felicidad es inútil pues la felicidad está determinada en su totalidad por una combinación de genes y de efectos aleatorios la mayoría de los cuales dependen del entorno.
Afortunadamente ahora tenemos una comprensión mucho mejor de dónde viene nuestra felicidad individual y la mayoría admite que estos factores pueden estar influenciados aunque el 50% –genética y personalidad– son difíciles de cambiar. Aún nos queda un 40% que proviene de nuestras actividades y relaciones y el último 10% de los ingresos y el medio ambiente lo que significa que hay un amplio margen para mejorar lo felices que somos.
El dinero y la felicidad
También entendemos que la felicidad no depende como se pensaba de un espectro económico y que menos miseria no necesariamente significa más felicidad. La pobreza obviamente tampoco hace feliz a casi nadie. Esta toma de conciencia es en realidad bastante instintiva pero hasta hace relativamente poco ha sido ignorada por aquellos que desean explorar la ciencia de la felicidad. Imposible comprarla pero algo podemos hacer para mejorarla. ¿Podemos comprar el amor? Seguramente no pero podemos comprar el entorno favorable al amor Es importante tener en cuenta el carácter científico del estudio del bienestar psicológico que incluye la comprensión de la estructura del cerebro las reacciones químicas implicadas y cómo diversos sistemas están interconectados. La felicidad en este nivel realmente se ha convertido en una ciencia con las afirmaciones hechas sobre la base de pruebas metodológicas sólidas. Por desgracia la psicología positiva se confunde a menudo con el pensamiento positivo que carece de evidencia científica para sus pretensiones aunque es un concepto más familiar para muchos.
Fundamentalmente, los medios de conocimiento y la evidencia que hemos ido adquiriendo ahora nos demuestra que estamos preparados para llevar a cabo una acción positiva un camino correcto. Podemos, en efecto, crear felicidad dotando a los demás con este conocimiento y con las habilidades necesarias para vivir y enriquecer la vida en un ambiente que los apoye para ello.
Entonces ¿podemos realmente hacer «crecer» la felicidad? Generalmente se acepta que se pueden tomar medidas para aumentar la felicidad individual y colectiva y todos los capítulos de este libro están dirigidos a identificar las estrategias basadas en la investigación para hacerlo. Además vale la pena señalar que la economía no ha sido despreciada en este camino así que quien acuñó el refrán de «el dinero no da la felicidad» confundió durante años a las personas. El dinero quizá nos nos asegure la felicidad pero la miseria tampoco es el camino.
Como ya sabemos las personas parecen ser «más felices» cuando su dinero aumenta pero no indefinidamente. Después de un cierto punto deja de tener un impacto. Más allá del momento en que se satisfacen las necesidades parece que la felicidad y la sociedad materialista son cada vez más incompatibles pues la búsqueda del dinero y los bienes materiales puede ir en detrimento de los placeres más fundamentales de la vida.
En lo que todos parecen estar de acuerdo es en que tenemos poca capacidad para desarrollar la felicidad. Medios hay en abundancia y quizá nuestro deseo intenso de lograrla suponga el mayor freno pues magnificamos sus efectos. Cuando no la perseguimos volvemos de nuevo a un estado placentero que se asemeja a la felicidad como sentimiento intenso. ¡Qué paradoja!
Esto explica por qué los ganadores de un premio de lotería y aquéllos que han sufrido una enfermedad grave y se han curado puede aparecer igualmente «felices» una cierta cantidad de tiempo. Pero también se ha sugerido que con el tiempo este punto de ajuste se puede cambiar de manera fundamental. Por fin podremos desenrredar esta cinta sin fin aunque seguiremos encontrando fluctuaciones.
Adolfo Pérez Agustí
Extraído del libro “Psicología de la felicidad”. Ediciones Masters