La escucha: desde el sentido físico a la capacidad de integración evolutiva

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El sentido del oído es uno de los primeros que se configuran en el vientre materno. El bebé en ciernes ya es capaz de “percibir” o “escuchar” de forma primaria a las cuatro semanas de la gestación. También se ha descrito científicamente que es el último órgano sensorial en “apagarse”. Estamos abiertos a poder oír hasta el último aliento de vida.

Lo interesante de comprender tanto el fenómeno de la escucha como los tramos de su capacidad, parece guardar como un cierto desarrollo “misterioso” en su actividad. Desde la parte más fisiológica hasta la más conciencial, encontramos un mecanismo “equipado” para su propia auto transformación. Quiero decir, que se auto impulsa, a través de la apertura de la conciencia personal, se auto impulsa a su siguiente capacidad. Alcanzando un nuevo “tramo del dial” en el espectro de ondas. Es como si tuviera incorporado en ese mecanismo, en preprogramas instalados, la capacidad de acceder a la siguiente tecnología, que en su mayor desarrollo ya es de percepción sutil y evolutiva.

Desde aquel tradicional “Escucha, Israel”, que encontramos en la cultura hebrea hasta la descripción científica del Dr. Tomatis, cuando manifestaba “on chante avec son oreille” (“uno canta con su oreja/oído”) hay una gran distancia recorrida en la comprensión de lo que significa “recibir información sensorial de forma audible”.

De hecho, los procesos evolutivos siempre se dan a través de lo que podemos “integrar” en lo más profundo de nosotros, cuando comprendemos, interiorizamos y ponemos en acción los conceptos y valores que nos hacen realmente humanos, que nos ayudan a crecer como seres conscientes de sí mismos. Las palabras nos llevan a conceptos, se vinculan en pensamientos y avanzan hacia una determinada actitud de conciencia que nos rige, según decidimos e integramos en nuestra vida.

Progreso de escucha

Nos resulta mucho más fácil comprender lo que sentimos a través del sentido del gusto, por ejemplo. Lo que sentimos a través de los alimentos ricos, de una comida exquisita, tiene una fisicidad contundente. El registro que realizamos, ya desde la primera infancia, al descubrir distintos sabores y texturas, es una impronta real y muy personalizada: decidimos qué nos gusta y qué no nos gusta.

Toda la progresión que el ser humano ha podido realizar en el ámbito de la escucha, se ha dado casi “sin darnos cuenta”. Por ejemplo, con los registros que tenemos ya en el siglo XX, la forma de emitir, tanto en el mundo operístico como en la voz natural (canciones populares, expresiones colectivas y tradicionales cantadas, himnos militares o religiosos y otros), podemos darnos cuenta de cómo se van produciendo los cambios tanto en la emisión vocal como en las preferencias musicales.

Algunas películas de los años cincuenta, manifiestan en su banda sonora estas transiciones, presentando temas cantados o melódicos con distintos estilos musicales. En alguna ocasión, simultáneamente, como si la propia película manifestara ese movimiento de transición.

El paisaje, la sociedad del momento, el medio cinematográfico y teatral, la prensa… Todo son factores importantes en la perspectiva de cómo empleamos la facultad de expresión a través de la voz y, por ende, de cómo se desarrolla el fenómeno de la escucha.

Cambiando el “Beat”, cambiando el ritmo

Considero que, durante mucho tiempo, el aspecto rítmico ha sido preponderante. Tanto en la vertiente de creaciones de música clásica (orden, estudio, formas de componer) como en la vertiente mas “chamánica”, en donde el ritmo “conectado con la naturaleza” ha ido impregnando tanto el movimiento como la expresión del sonido.  En este momento actual, desde la transición de los años noventa hacia la actualidad del siglo XXI, década entre 2020 y 2030, está teniendo lugar un fenómeno energético especial: el punto de referencia ya no es el ritmo, en el sentido que queda expresado, sino una franja del oído fisiológico que estaría mas en la zona media.

Es como si estuviéramos ya en el siguiente tramo de percepción auditiva. Evidentemente, se siguen realizando composiciones y ritmos desde “lo conocido”, claro que sí. Pero está tomando mucha fuerza una especie de “corriente inspirativa” que nos mueve a buscar nuevas composiciones. Yo lo he denominado como “atmósferas”, aunque no es un término exacto.

Todo esto es permeable con el movimiento de cambio que estamos viviendo: tiempo más acelerado (no da tiempo para nada), búsqueda interior más insistente: “quién soy yo”, gran contraste de valores positivos con las situaciones sociales, colectivas y planetarias, que parecen seguir ancladas (guerras, traiciones, imposibilidad de avances positivos, estados regresivos en derechos humanos, etc.).

El nuevo tramo de escucha

Tiene sentido que, para evolucionar, para estar acorde con las ráfagas inspirativas de cambio y evolución que nos toca vivir, se nos abra este nuevo tramo de “captación sonora”, a través de este oído fisiológico que también se está transformando en un “receptor de ondas sutiles”. Todo lo que nos puede estar llegando a través de la palabra verdadera, de una música inspirada, de un canto sanador emitido por la persona que se abre a su “propia verdad de ser”, a su esencia, tiene una recepción mayor y más rápida. Podemos hacer los cambios con mayor capacidad consciente de comprensión y de acción.

Impregnar nuestros sentimientos en la palabra y en las alturas tonales de las partituras, parece parte del reto, como componente esencial que desarrolla nuestra sensibilidad, en lo que estamos analizando. El amor que se filtra a través de la escucha humana, que se sutiliza y sube de nivel hacia nuestra Escucha Supraconsciente.

Si a través de la historia, tanto lo cultural como lo familiar, religioso, lo político, trataba de “convencer” con la imposición de ideas, filosofías y compromisos morales, para dar un camino de vida, en la actualidad nos encontramos con el hecho real de poder ejercitar nuestra libertad de pensamiento. La capacidad de discernimiento nos permite contrastar antiguos paradigmas, modelos repetidos por inercia, por herencia o acomodación…

La sobre-información, como está denominada en nuestros días, tiene el aspecto positivo de ofrecernos tantas facetas y puntos de vista, que permiten el acceso a una reflexión muy personalizada. Contrastar, pasar “nuestro propio filtro”, en el vocabulario vigente.

Emitir y escuchar está en este nuevo nivel: con mayor capacidad fisiológica y de captación sutil, nos encontramos en un nuevo territorio del dial: ampliar la interacción más íntima con la información más adecuada para nuestros propósitos evolutivos.

¿Cómo puedo describirme a mí mismo, a mí misma?, ¿Qué comprendo realmente como “amor verdadero”?, ¿Cuáles son mis verdaderos intereses en la vida?, ¿Qué me voy contando en el día a día?, ¿Qué deseo comunicar, desde mi verdad, desde la autenticidad de mi ser?, ¿Cómo es mi compromiso con mi palabra expresada?, ¿Qué tipo de música me inspira?

Macarena Miletich
Escritora. Especialista en Técnicas Vocales. Oratoria.
Terapeuta de Sanación Evolutiva y PEC (Evolución Consciente).
Sanación Sonora.