Los alimentos cárnicos generan resistencia al antibiótico

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Los consumidores son ahora más resistentes al efecto de los antibióticos que hace 30 años debido a la ingesta de productos derivados de los animales, como la carne o los huevos, que llevan residuos de los medicamentos con los que han sido tratados en las granjas, según han explicado expertos en la materia.

Esto origina que el paciente, ante una infección, sea más inmune al efecto del fármaco que antes, y que por lo tanto haya que buscar otro más “fuerte”, con unos efectos secundarios seguramente “más potentes”.

Así lo ha afirmado a Efe el director de la Cátedra Bernal Castejón de Química y Farmacia de la Universidad de Zaragoza, Juan Cacho, quien ha inaugurado una reunión científica sobre “Los antibióticos en la dieta y la resistencia a los mismos”, en la capital aragonesa.

Cacho ha explicado que la producción de alimentos derivados de los animales se realiza a través de la ganadería intensiva, en granjas donde se acumulan una gran cantidad de animales, a los que se les suministra una serie de antibióticos, como medida preventiva, para evitar la aparición de enfermedades.

Estos animales van acumulando trazas de fármacos, sobre todo en las zonas de grasa, de tal forma que cuando el consumidor ingiere un trozo de carne, está consumiendo también estos residuos de medicamentos.

En los últimos años, se ha detectado que los microorganismos, es decir las bacterias, son más resistentes a los medicamentos que hace treinta años, debido a los cambios de hábito de la producción alimenticia.

Para evitar una mayor incidencia de estos efectos en la población, Cacho ha afirmado que primar la ganadería extensiva podría ser una solución, aunque poco realista, ya que hoy en día con ella no se puede abastecer todas las necesidades de la población mundial.

Tampoco se pueden retirar los medicamentos que se aportan a los animales, porque entonces habría riesgo de que apareciera una infección o enfermedad, que acabara con ellos, ha indicado.

Por lo tanto, se trata de un “círculo vicioso”, del que las instituciones sanitarias son conscientes, pero que es “muy difícil de romper”, ha apuntado Cacho.

Fuente: Efe.