Los españoles engordan una media de 2 a 4 kilos durante las Navidades, víctimas del hambre hedonista que se produce por la tentación que provocan ciertos alimentos, generalmente ricos en calorías, grasas y azúcares, cuya ingesta genera placer.
Aunque hasta ahora se atribuía a la falta de voluntad el hecho de no poder resistirse a la comida, la evidencia científica revela que nadie escapa al comer por placer.
El deseo hacia los alimentos viene generado por mecanismos de recompensa del cerebro que se activan a través de neurotransmisores como la dopamina, ha explicado en rueda de prensa el doctor Carlos Diéguez, del Centro de Investigación Biomédica e Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn).
“Esto no solo desencadena nuestro apetito, sino que hace, además, que la ingesta de alimentos nos produzca placer”, ha señalado este catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela.
Cada día nos vemos obligados a adoptar hasta 220 decisiones alimentarias, de las que solo 19 se toman de manera consciente.
Estas decisiones no siempre son las más apropiadas para conservar nuestro peso, ya que no solo responden a necesidades fisiológicas, sino que en gran parte son respuestas a impulsos cerebrales que activan mecanismos de placer.
Por ello, los expertos diferencian entre hambre fisiológica y hambre hedonista.
“En la evolución humana hemos dado un mal paso, ya que del ‘homo sapiens’ hemos llegado al ‘homo obeso'”, ha señalado el doctor Diéguez, quien ha advertido sobre “la pandemia de la obesidad” que afecta también a España, que se encuentra ya al mismo nivel que Alemania o Estados Unidos.
Pero, ¿Por qué se engorda? En la mayoría de los casos viene asociado a un desequilibrio entre la ingesta de alimentos y el gasto energético.
En condiciones normales, una persona, entre los 25 y los 65 años, va a ingerir en los próximos 30 o 40 años una media de 20.000 kilos de comida y, “a pesar de ello, los cambios de peso corporal son relativamente pequeños”, lo que “habla a favor de lo bien que funciona el cuerpo humano”.
Pero “pequeños desequilibrios en el día a día van a conllevar un aumento del peso”, ha explicado. “Por ejemplo, medio cruasán al día de exceso sobre lo que debemos comer es suficiente para que al cabo de un año ganemos 3 kilos o al cabo de diez años, treinta kilos”.
Este investigador ha asegurado que el mecanismo que hace que comamos más o menos “es bastante complicado”.
“Son circuitos que ocurren a nivel de sistema nervioso central, que intentan decirnos cuándo y qué tenemos que comer para poder sobrevivir”.
Y todo ello se procesa en el cerebro, que también nos empuja a comer por placer.
“Cuando nos ponen una bandeja de queso después de una comida copiosa, cuanto más comemos más queremos comer porque cada trozo que ingerimos nos activa unos circuitos neuronales que nos empujan a comer más”. Y lo mismo pasa con los bombones u otros alimentos.
Pero es que, además, se produce un condicionamiento que nos dice que si comemos chocolate vamos a tener una sensación de placer. Y todo ello ocurre en ausencia de necesidad energética.
“Es cómo si tuviéramos dos cerebros; uno ligado a nuestras necesidades nutricionales, y otro al placer de comer”, ha indicado este investigador, quien ha precisado que el efecto recompensa de la comida “tiene mucho que ver con el fracaso de las dietas”.
La adicción a la comida o a algunos tipos de alimentos en determinados sujetos está relacionada con la activación de grupos neuronales en el sistema nervioso central, que liberan dopaminas.
Así, en sujetos obesos hay un componente de adicción a la comida “relativamente importante”, que varía entre el 15 y el 25 por ciento.
El doctor Diéguez ha reconocido que evitar la ingesta hedónica es “complicado”, ya que no existen fármacos para ello, por lo que la única vía es incorporar cambios en la conducta, a través de mecanismos o estrategias que conlleven un menor componente de placer en la comida.
El investigador ha puesto de relieve los “extraordinarios beneficios” que reporta cualquier bajada de peso en una persona obesa, de tal forma que una disminución de cinco centímetros de la cintura “disminuye en gran medida” el riesgo de diabetes y de eventos cardiovasculares.
Sobre la importancia de los cambios de conducta ha incidido también la doctora María Sáinz, presidenta de la Fundación de Educación para la Salud, quien ha considerado que muchas veces el problema está “cuando se come en exceso y en solitario”.
Esta doctora ha insistido también en que a la pandemia de obesidad hay que sumar una pandemia de sedentarismo.
Fuente: Efe.