Nei-Kung y Tensegridad. Terapias Orientales: lo que desconocemos en Occidente
La Osteología estudia los sistemas óseos. Y hay dos formas de enfocar el estudio profundo del cosmos del que formamos parte y parece que nos rodea: descriptivamente o energéticamente, o como decía Carlos Castaneda, por sintaxis o por intensidad.
De los huesos se deducen varias funciones. La estructural que es la que implica que los huesos soportan al cuerpo con sus componentes, y le permiten la verticalidad o, al menos, una cierta independencia de la gravedad.
Otra función es la locomotora, en combinación con los músculos y las articulaciones, que es la función que gradúa y conforma el cómo la ley de la gravedad es dominada.
También está la función hematopoyética, un misterio que nace de la médula ósea amarilla y médula ósea roja, que se encuentra en el interior mismo de los huesos, y que produce la sangre, el fluido vital que hace posible la vitalidad; y finalmente, el hecho de que el calcio y el fosfato se regulen como materia prima.
Pero hay una quinta función, una quinta-esencia, que es pasada por alto en occidente, y es la energética. Es una función que une los dos mundos, el físico y el paralelo, el del doble, o «doppelganger», y que es muy sensible cuando la atención interna del ser vivo se dirige a su sistema óseo.
Si nos fijamos en la estructura ósea del ser humano podemos distinguir tres formaciones envolventes, que protegen vísceras distinguidas, pero que, a su vez, implican centros de concentración energética. Hablamos de los huesos de la cadera, de las costillas, y de los huesos del cráneo, que envuelven, respectivamente, las partes sexuales y renales (donde existe el Tan Tien inferior o caldera energética del poder vital puro), los pulmones y el corazón (donde existe el Tan Tien medio o caldera energética de las expresiones compasivas y devocionales), y el cerebro (donde existe el Tan Tien superior o caldera energética de las glándulas maestras a través de las cuáles se intensifica el contacto con los universos paralelos).
La terapia (palabra muy manida y que deriva del griego, con el significado de «tratamiento») consiste en un «reset» de la estructura vital del ser desequilibrado para volverlo a su estado perfecto originario. Pero cuando lo que intentamos es aprovechar lo que se tiene (esté o no en su máximo vigor y equilibrio), para conquistar lo conocido y lo desconocido, estamos en el Arte de la Guerra. De ahí la, también manida, expresión de «guerrero» en términos más o menos espirituales, y de lucha como denominación de la tarea de avanzar en el universo que nos rodea para conseguir la meta del Más Allá.
Aquí investigamos sobre la capacidad máxima de una estructura vital para ir a la guerra, y no tocamos la terapia como modo de volver a su estado perfecto lo que se ha deteriorado. Contamos con un bagaje energético, y ése es el que hay.
Nei Kung significa «técnica interna», y se utiliza por los artistas marciales para potenciar desde dentro la energía subyacente en los huesos, los músculos y los tendones, a fin de extraerla y expandirla, como si infláramos un neumático para que con su tensión adecuada funcione al máximo de eficiencia. Varios de los textos divulgativos más claros sobre el sistema del Nei Kung chino están escritos por el Dr. Yang Jwing-Ming, sobre todo «Chi kung del cambio músculo/tendón y lavado médula/cerebro», bien complementado por el texto «NeiKung de la Médula Ósea», de Mantak Chia, prologados mutuamente entre ambos maestros.
Como explica Yang Jwing-Ming, el trabajo se hace para sacar el mayor partido a lo que los budistas chinos denominaron «insigne saco pellejudo», en relación al cuerpo con todos sus componentes, como maquinaria equivalente a una cápsula espacial para atravesar el espacio universal, una vez se descubren sus capacidades ocultas. Por eso el cuerpo no es sólo el armazón físico, sino lo que hay en su interior a un nivel psíquico y energético. Para ser gráficos es como un hardware cuyo teclado pulsamos de una determinada manera, haciendo funcionar el software que se aloja en él, siendo que con las debidas claves, se puede hacer detonar una bomba nuclear. Y sólo hemos tecleado en un orden dado.
Las prácticas descubiertas a lo largo de decenas de siglos, en Oriente y en América, encaminan la busca del dominio de la energía del Más Allá, de los Mundos Paralelos, instruyendo al cuerpo físico con ciertos ejercicios y calistenias que, acompañadas de un intento específico, convierten lo cotidiano en mágico, convierten lo ordinario en extraordinario. Como los yogas hatha, que no pasan de ser meros actos de contorsionismo si no se acompañan de la disciplina interna (Nei Kung dirían los chinos) que despierta la Kundalini (dirían los indostánicos).
De esta manera podemos entender que si partimos del acopio de energía con las técnicas de Chikung, y pasamos a dinamizar la energía repartiéndola por el cuerpo con la realización de las formas de Tai Chi y su efecto en los tendones, la verticalidad y la masa ósea, para luego reforzar la imbatibilidad del cuerpo con las artes marciales, podemos ver cómo, igualmente, podemos tomar el camino contrario, interno, y del ChiKung pasar a la meditación de la fusión de los cinco elementos taoísta, y de ahí al dominio de la respiración y los pulsos, hasta llegar a las yogas del Kan y Li y, por ende, a la fabricación con energía pura de un embrión interno, o de una perla de energía concentrada, con lo que el contacto con el «doppelganger» está garantizado, la entrada al mundo sutil está abierta, y es en el mundo sutil donde se originan como ideas las cosas existentes en el mundo relacional en el que nos estamos comunicando ahora.
El mundo sutil es el mundo del sueño, o como dice Castaneda, el mundo del ensueño, no en sentido fantasioso, sino en un sentido puramente energético, paralelo a éste, pero infinitamente más grande.
Y aquí es donde queríamos terminar para hablar de la Tensegridad. En los tiempos que corren, la Tensegridad es un chasco y es un tesoro. La primera vez que me tropecé con la Tensegridad fue con el propio Carlos Castaneda, en 1991, en Madrid, en un gimnasio improvisado «ad hoc», cuyo dueño practicaba artes marciales, y mostraba su preocupación porque no le hicieran daño al tatami, ya que Castaneda explicaba que la tensegridad debía hacerse con zapatos, pues de otra manera, los seres energéticos que siempre están acechando para devorarnos, como las bacterias están esperando para enfermarnos, accederían con facilidad a nuestro ser doble y nos parasitarían. Era la forma en que Castaneda, en aquellos viejos tiempos, impartía su conocimiento.
Los ejercicios de tensegridad que nos enseñó entonces eran de lo más simples, casi que lo que nos mostraba era una actitud específica con la que luego cualquier movimiento afín sería válido. De hecho, luego en México, aprendíamos cientos y cientos de pases distintos, que ejercitábamos hasta la extenuación, pero al fin es como los ejercicios gimnásticos de musculación, pueden ser miles, pero una tabla adecuada de unos cuantos basta, y tablas puede haber muchísimas, y casi todas valen si los movimientos son apropiados.
Un artículo científico del osteópata Lluís Torné publicado en la «Revista de Posturología y Podoposturología» dice: «La Tensegridad es un concepto que nació hace 50 años en el mundo de la arquitectura y que progresivamente interesó a otras disciplinas científicas y humanistas. Se trata de un modelo explicativo sobre la estructura y su estabilidad que no sigue las leyes newtonianas».
El origen preciso de la tensegridad es del arquitecto Richard Buckminster Fuller (fallecido en 1983, y de quien Castaneda tomó el concepto para sus pases mágicos) que empezó a estudiar el fenómeno de compresión y tensión en los años treinta del pasado siglo, siendo que Snelson, un alumno de Fuller, en 1948, fabricó la primera estructura tensegrítica. Técnicamente, Fuller describe la tensegridad como «un sistema estructural constituido por elementos de compresión discontinuos conectados por elementos de tensión continuos».
Los elementos comprimidos, que pueden ser barras, no se tocan, sino que están unidos por cables en red tensada continua. De esta forma una construcción tensegrítica puede elevarse a lo alto con total estabilidad sin que las barras se toquen en ningún momento y siempre en tensión por los cables en red. Como dice Lluís Torné, «La tensión generada por la gravedad en el modelo newtoniano es reemplazada por las tensiones multidireccionales de cada uno de los elementos de la estructura tensegrítica. En Biología, de la mano del patólogo Ingber, se ha propuesto el modelo de tensegridad para explicar el citoesqueleto celular, y cómo la variación del mismo provoca cambios bioquímicos y genéticos importantes. Es impresionante ver como las fotos del esqueleto de una célula en el microscopio electrónico son tan parecidas a una estructura de tensegridad».
Y sigue Torné: «En anatomía y biomecánica se consideraba el cuerpo humano según el modelo newtoniano, o sea que se mantiene por el esqueleto como soporte principal en compresión, con las partes blandas actuando como tensores y las vísceras como soportes. Ahora el modelo de tensegridad considera que los huesos son componentes de compresión discontinuos que se encuentran flotando en un tejido de tensión continua de las partes blandas. Y aquí hemos de recordar a las fascias como un tejido continuo corporal, que sin duda tiene el papel de red tensional. Y si recordamos las fascias tenemos que valorar el concepto y el tratamiento de las cadenas musculares (y a Françoise Mézières como la descubridora)».
Finalmente, atendiendo a las terapias cráneosacrales, termina Torné: «Para los osteópatas es un placer saber que en 1939 Shuterland utilizó el nombre de membranas de tensión recíproca refiriéndose a la duramadre espinal y craneal, para explicar la relación y el comportamiento sincrónico entre cráneo y sacro. Puede entenderse como un sistema de tensegridad (o de tensión recíproca como él lo llamó) con los huesos del cráneo (sobre todo los de la sínfisis esfeno basilar) y el sacro como elementos de compresión y la duramadre como elementos de tensión».
Si nos mudamos a las prácticas para abordar y redirigir la energía sexual interna, en el taoísmo, justamente se utiliza como vehículo principal de reconducción las denominadas bomba sacra y bomba craneal, para provocar que la energía sexual se dirija hacia lo alto y, luego, una vez excitada, redistribuirla por las órbitas micro y/o macrocósmica por todo el cuerpo, lo cual es una técnica tensegrítica en el sentido en que acabamos de ver.
Al remover dentro del «insigne saco pellejudo» las energías de forma tensegrítica, Carlos Castaneda utilizó el concepto justo que permitía aislar la energía interna y mágica, desprendiéndola del físico, como se desprende el embrión de la matriz, o como se desprende el feto o el «nasciturus» del cordón umbilical, para entrar en una nueva relación de libertad en el universo. Una relación mágica, extraordinaria, antigravitatoria, y que es un paso hacia el infinito mar de la conciencia, muchísimo más amplio que el estrecho mundo unitario y secuencial donde transcurre nuestra existencia social.
En resumen, la tensegridad, como la respiración de los huesos en un sentido más sutil, siempre encaminadas a la reconducción de la energía vital y sexual para recargar el cuerpo doble o paralelo y mutar de mundo contextual, o en palabras de Carlos Castaneda, cambiar el punto de encaje con las maniobras del acecho, son tareas que comenzando con un orden físico secuencial pueden obturar el raudal de energía cotidiano hacia otros surcos del universo general, los surcos de los universos paralelos.
Cuando las actuales directoras de Cleargreen (la entidad mercantil que Carlos Castaneda dejó encargada de la enseñanza de la tensegridad y las prácticas afines) hablan del Teatro del Infinito, una forma de interacción que estudiaba Castaneda en sus últimos tiempos en Los Ángeles, y que tiene mucho que ver con la magia profunda de las constelaciones de Bert Hellinger, están señalando una forma de cambio del punto de encaje por la vía de la danza, del teatro, pero en sentido extraordinario. Realmente un ir hacia el dominio de los «nahualabrijes» que enfrentaban los conquistadores españoles en tiempos de la conquista de América y que, mientras éstos se acercaban a los nativos, de entre ellos surgía el «nahualabrije» mudando su aspecto de humano a animal en suma variedad. Dice Nyei, una de las directoras de Cleargreen: «El Teatro del Infinito tiene sus raíces en los movimientos físicos y energéticos que se originaron en el linaje de don Juan miles de años atrás, secuencias de movimientos en los que uno hace un llamado a la conciencia de otras formas de vida, tales como el coyote, los crustáceos, la mariposa, el ave, la serpiente emplumada, y así sucesivamente. En estas secuencias, uno de manera momentánea se sale de la perspectiva humana para vislumbrar la conciencia de estas otras criaturas, y así, obtener una visión más amplia de la forma humana y de sí mismo. Esto hace al humano o a la perspectiva personal, menos sólida, menos final; ya no es la única manera de ver las cosas. Liberados de la finalidad de tan limitada visión, nos ponemos en contacto con el infinito».
Y añade Nyei: «Esta forma moderna del teatro tiene sus orígenes muchas generaciones atrás, con los naguales Elías y Amalia, quienes liberaron las secuencias de movimientos del contexto ritual que habían adquirido a lo largo de los siglos y así poder abordarlos puramente como movimientos que nos ayudan a recuperar la energía propia natural. Sus estudiantes, los naguales Julián y Talía (los maestros de don Juan), introdujeron la práctica de estos movimientos en el contexto del teatro y danza moderno. Hoy en día el teatro es accesible como práctica para cualquier persona que quiera recuperar energía y repasar su vida de una manera alegre y atractiva que es algo que el teatro puede proveer. Este teatro se puede actuar con o sin público. Al interpretar un papel, nos volvemos conscientes de ese papel y del punto de encaje y por lo tanto la percepción de los intérpretes y el público, cambia».
Esto es lo que está detrás de los movimientos de tensegridad, desprovistos de la parafernalia mercantil. La actuación, con ciertas secuencias físico-psíquicas, dentro de un contexto, puede llevar a cambios, tanto al actor como a los espectadores, que son parecidos a los de una sesión de hipnosis y alucinaciones, una mutación de los puntos de encaje de forma que el practicante se encuentra en otro mundo o, al menos, nota en su vida cómo se cambia de surco, cómo las corrientes vitales, repentinamente, empiezan a transcurrir por donde menos se esperaba, en función del bagaje energético de cada quien.
La fusión de ambas fórmulas, la dinámica y de compresión o descompresión temporal de la tensegridad, y la interna, de investigación a través de los pulsos, la respiración y los huesos del taoísmo y otros sistemas orientales (inspeccionados en los sesenta por Castaneda y sus adláteres), es el reto en estos tiempos que, como en toda época, parecen convulsos, y lo son, pero justamente «ad maiorem gloriam» de lo extraordinario como meta de los humanos evolutivos, por la vía del océano de la conciencia.
Juan Morales
Trapped in the Tremendous
carlos.borromeo.martin@gmail.com