Cómo acabar con el tráfico de especies amenazadas

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    Alrededor de 622 especies de animales y plantas, se encuentran en peligro de
    extinción como consecuencia directa de la captura en sus hábitats
    naturales y posterior comercialización. Además, unas 2.300 especies
    de animales y cerca de 24.000 plantas, están amenazadas por esta misma
    causa. Cada año, las listas aumentan.
    El precio que pagamos por este desmesurado comercio, adquiere cada vez más,
    una mayor gravedad, al romperse el equilibrio ecológico en el cual vivimos.
    Numerosos informes científicos, demuestran que estamos rompiendo la balanza
    que equilibra nuestro único planeta, exponiendo nuestra propia subsistencia.
    A pesar de ello, el holocausto continúa y con él, va disipándose
    la esperanza de la razón y la sensatez que deberían primar en
    el ser humano.
    El comercio internacional con especies de fauna y flora silvestres, sus restos
    y productos derivados, es hoy un gran negocio que mueve más de 6.000
    millones de dólares al año. Una gran parte de este volumen corresponde
    a transacciones comerciales legales, reguladas por los distintas leyes nacionales
    y tratados internacionales. Pero una tercera parte de este comercio, responde
    a actividades ilegales de tráfico de especies en peligro introducidas
    de contrabando, en los distintos países del mundo.
    El 14 de septiembre de 1990, en un intercambio cultural entre España
    e Hispanoamérica para celebrar el V Centenario del Descubrimiento, zarpó
    del puerto de Huelva, el buque “Guanahani”, de la expedición
    “Aventura 92” con 430 estudiantes y 30 miembros de la tripulación.
    Tras su travesía por la península del Yucatán, Costa Rica,
    Panamá, Cartagena de Indias y Puerto Rico; el 22 de octubre entraba en
    el puerto de Cádiz, finalizando felizmente el viaje que duró 40
    días y cuyo Jefe de Expedición era Miguel de la Cuadra Salcedo.
    Posterior al recibimiento y protocolo organizado a su llegada, nadie esperaba
    lo que tres horas después fue confirmado. La bodega del barco fue inspeccionada
    por la Guardia Civil, encontrando más de sesenta loros y guacamayos,
    dos primates, cinco caimanes disecados y dos tucanes. Un total de 81 animales
    protegidos y en peligro de extinción, fueron decomisados. Todos ellos
    se encontraban en deplorable estado y según algunos testigos, muchos
    más murieron en el viaje de regreso a España.
    Este caso, no es un hecho aislado. Estados Unidos, Japón, Europa y los
    países del Este, son los principales consumidores de naturaleza silvestre
    del mundo, destino principal de un comercio que tiene en los países en
    vías de desarrollo (Sudamérica, África y Este de Asia),
    sus principales proveedores.
    Cada año, más de 5.000 especies desaparecen de la faz de la Tierra.
    Esta alarmante pérdida de diversidad biológica, compromete seriamente
    el futuro de un desarrollo sostenible.
    Especies cómo el Tigre de bengala, el Elefante asiático y africano,
    el Rinoceronte blanco y negro, el Panda gigante, el Loro negro asiático,
    los Grandes Simios, la Tortuga marina, el Tucán, árboles de madera
    preciosa como la Caoba, Palo Santo, los Guacamayos, Ranas, Orquídeas,
    Cactus… etc., se encuentran al borde de su extinción, estando incluidas
    en una lista roja que cada día aumenta vertiginosamente.

    Di ¡No! Tú decides
    El destino de la humanidad, parece estar atado a seguir viviendo en la Tierra
    y de la Tierra, y ahora ya sabemos, que los recursos que ésta nos ofrece
    son limitados, por lo que no podemos dilapidarlos alegremente. Debemos cuidar
    “nuestro huerto”, y sobre todo, aprender a no usarlo por encima
    de su capacidad de regeneración.
    No olvidemos, que de nosotros depende que este tráfico ilegal termine.
    La solución, es bien sencilla. Si no hay cliente no existe vendedor.
    Sin el vendedor, desaparece el mayorista y con él, el tráfico
    se hunde y se disipa. Una fórmula sencilla, pero que requiere una suficiente
    concienciación por parte de los ciudadanos, a la hora de poseer mascotas
    y animales exóticos.
    Disfrutar de un loro parlanchín o un guacamayo, significa que otros muchos
    han muerto en el camino, para que lo podamos lucir en nuestro domicilio. No
    merece la pena tanto sacrificio por sólo un capricho.
    Decir no a la compra de un ejemplar exótico (reptil, peces tropicales,
    loros, etc.), es decir no al tráfico ilegal de especies.
    La falta de sensibilidad e información sobre este tema, es la causante
    de muchos problemas. Así, una gran parte del volumen de animales que
    se captura anualmente, se utiliza para satisfacer la demanda de animales de
    compañía cada vez más exóticos, de objetos decorativos
    (trofeos, pieles…), ode animales utilizados en laboratorios de investigación,
    incluidos primates superiores como los chimpancés. En realidad, la mayoría
    de las infracciones se deben a los patrones de conducta de los países
    desarrollados. Unos patrones generadores de una demanda que convierte en desorbitadas
    las cifras de captura necesarias para satisfacerla.
    Los cinco millones de pájaros vivos que circulan anualmente por el mercado
    mundial, el millón y medio de reptiles importados sólo en EE.UU.,
    y destinados al mercado de “mascotas”, o los más de 25 millones
    de mariposas que exporta anualmente Taiwán para los coleccionistas, demuestran
    la magnitud del desbordamiento de una actividad fruto de la idea de “que
    cualquier animal puede convertirse en un animal de compañía, y
    cuanto más exótico mejor” o de “que un elemento decorativo
    natural” en nuestros hogares, es signo de buen gusto y de aprecio por
    lo natural.
    Ante esto, tanto a nivel personal, como social, debemos:
    • Tomar conciencia, cuando compremos un animal exótico o algún
    producto derivado, de si su captura ha afectado negativamente a las poblaciones
    silvestres o al propio individuo. Si resultará peligroso o podrá
    influir negativamente en los ecosistemas autóctonos, en caso de que se
    nos escape. Si es justificable privar de libertad a un ser vivo, con el único
    propósito de poseerlo, recluyéndolo en espacios que no tienen
    nada que ver con los de sus hábitats naturales.
    • Informarnos sobre cómo vive la fauna y flora en la naturaleza,
    desterrando ideas equivocadas y caprichos que resultan nefastos.
    • Evitar el consumo de animales, plantas y sus derivados que perjudique
    claramente a individuos y poblaciones silvestres.
    • Potenciar la tenencia de los animales de compañía tradicionales,
    frente al exotismo de las nuevas “mascotas”.
    • Divulgar la problemática que comporta el comercio de especies
    y la masificación de la demanda.
    La conservación de la biodiversidad, está íntimamente atada
    al comercio de animales y plantas. Tanto es así, que se la considera
    el segundo factor de importancia en la desaparición de especies, después
    de la destrucción de sus hábitats. Como dice el naturalista británico
    Gerald Durrell:
    “La clave para prevenir la terrible violación de seres en su estado
    natural que supone el tráfico ilegal de animales, es la educación.
    Es necesario enseñar a la gente, que todos los elementos de la naturaleza,
    son un recurso renovable, si se utilizan con cuidado y no se malgastan. Si se
    le enseña que su herencia natural es algo que debe enorgullecerle, y
    que debe protegerla y no malgastarla para obtener ganancias egoístas
    a corto plazo, el resultado será, probablemente, una utilización
    más prudente de la naturaleza, en beneficio de todos”.
    El mantenimiento de la diversidad biológica se consigue, entre otras
    maneras, mediante la protección de sus hábitats naturales, manteniendo
    áreas de interés especial con programas específicos de
    conservación.
    Hoy en día, el comercio de especies aporta pocos beneficios económicos
    reales a los países en proceso de desarrollo (mayores exportadores).
    La falta de estrategias de explotación que aseguren una producción
    sostenible, ha hecho de este comercio una actividad básicamente predadora,
    en la que los grandes beneficiarios son los intermediarios y los comerciantes
    de los países ricos.
    Vaya como ejemplo, y según datos aportados por TRAFFIC-WWF, que una cacatúa
    negra cuesta en el país de origen por su captura “6 dólares”
    y llega al consumidor a un precio de 9.231 dólares. Un chimpancé
    cuesta por su captura en origen 77 dólares, llegando al consumidor a
    un precio de más de 8.000 dólares. La diferencia es abismal y
    el negocio “redondo”.
    Decir ¡NO! a la compra de animales exóticos, es decir ¡NO!
    al Tráfico Ilegal de Especies y a la pérdida de la riqueza genética
    del planeta en el cual habitamos. La naturaleza no debe estar en venta.

    España: uno de los puntos clave
    España acoge una riqueza faunística envidiable en el contexto
    europeo e internacional. Esto induce a furtivos, pajareros, cazadores desaprensivos,
    delincuentes y mafias organizadas, a peinar campos y montes españoles
    en busca de víctimas que cazar y vender. Desde osos pardos, rebecos,
    urogallos y linces; hasta águilas imperiales o halcones peregrinos, pasando
    por toda suerte de pajarillos o galápagos. De esta forma, huevos de aves
    en peligro de extinción y animales protegidos, son cazados furtivamente,
    disecados, almacenados y posteriormente comercializados, pasando a engrosar
    colecciones particulares o de ciertos museos, vendidos en mercadillos o en las
    trastienda de numerosos locales conocidos por todos los expertos.
    A escala internacional, España ocupa una posición estratégica
    privilegiada, desde el punto de vista geográfico, para la realización
    de todo tipo de actividades comerciales y también de comunicación,
    tanto marítimas como aéreas.
    Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y la red TRAFFIC, España
    es, junto con Argentina, Indonesia y Tailandia, uno de los cuatro países
    más afectados por el Tráfico Ilegal de Especies Amenazadas de
    Fauna y Flora Silvestres. Tampoco hay que olvidar, que nuestro país mantiene
    un importante volumen de comercio interno, sobre todo de reptiles y sus pieles,
    primates, aves y peces exóticos, ocupando un lugar destacado a nivel
    internacional.
    Según las mismas fuentes, en España se da en la actualidad y principalmente
    debido al tránsito, más del 30% del comercio ilegal de animales
    y plantas protegidos en todo el mundo.

    Tráfico organizado
    Las ramas de este comercio fraudulento y criminal de la fauna y flora salvaje,
    son muy diversas y especializadas. Existen ramificaciones para los animales
    vivos, para el marfil, los cuernos de rinocerontes, pieles de reptiles, etc.
    Cada una de ellas tiene una particular forma de proceder.
    En lo que a los animales vivos se refiere, por dar sólo un ejemplo y
    según datos obtenidos por la Interpol, existen dos grandes tipos de organizaciones.
    Las dos se basan en la recogida de animales entre las poblaciones locales. Estas
    llevan sus hallazgos a una persona encargada de recogerlos tras el pago de algunas
    monedas o bien van a capturar animales que se les indica, a cambio de un pequeño
    salario. Se pueden presentar dos situaciones:
    1 • Un comerciante mayorista (generalmente europeo o americano), se instala
    en el país de exportación. Las personas que capturan los animales
    se los entregan. Él tiene su red de mayoristas en los países de
    destino y realiza el transporte mediante métodos de contrabando adaptados
    a estas mercancías. Estas personas, aunque con frecuencia son muy conocidas,
    generalmente son difíciles de coger en flagrante delito, ya que saben
    utilizar la corrupción y tienen la posibilidad de cambiar rápidamente
    de país en caso de problemas.
    2 • El comerciante mayorista vive en un país de destino (Europa,
    Norteamérica. Extremo Oriente.). Cuando es europeo, frecuentemente es
    una persona que vivió durante mucho tiempo en los países de los
    que se abastece. Tiene su red de personas que recogen los animales en sus países
    proveedores y utiliza a veces los servicios de los mayoristas locales. Tiene
    una actividad de apariencia legal (frecuentemente ligada al comercio de animales
    comunes o de productos para animales) y también es muy conocido. Pero
    su situación le obliga a tomar precauciones (utilización de intermediarios,
    de gente que pasan las fronteras, venta de animales sin que lleguen a su establecimiento,
    centro de tránsito clandestino, corrupción de personal en aeropuertos,
    etc.). Y generalmente será él, quien inventará los sistemas
    de fraude más perfeccionados.
    Tras estas dos posibles situaciones, los mayoristas darán salida a la
    mercancía. Bien directamente a los compradores por medio de una red de
    personas conocidas, bien por medio de tiendas especializadas que ignoran la
    procedencia fraudulenta de la mercancía o que practican la venta de trastienda.
    Este ejemplo ilustra bien la complejidad de la cadena que comienza por la captura
    y que termina en la casa de un particular, generalmente inconsciente de qué
    ha pasado antes. La ilegalidad puede producirse en uno o en varios ámbitos
    de esta cadena: Caza furtiva, comercio ilegal, contrabando, utilización
    de documentos falsos o falsificación de documentos auténticos.
    Es importante señalar, que el tráfico de animales o plantas, no
    sólo tiene como consecuencia la violación del CITES, sino también
    el incumplimiento de las legislaciones nacionales sobre la caza o la conservación
    de la naturaleza, y más frecuentemente, el de las legislaciones fiscales,
    aduaneras y sanitarias.

    Convenio de Washington (CITES)
    El CITES o popularmente conocido como el Convenio de Washington, es la abreviatura
    utilizada para denominar al Comercio Internacional de Especies Amenazadas de
    Fauna y Flora Silvestres. Este Convenio fue firmado en la citada ciudad estadounidense,
    el 3 de marzo de 1973. Es uno de los “logros del Derecho Internacional”
    en cuanto a la conservación de la naturaleza se refiere, aunque las múltiples
    deficiencias que afectan a su aplicación, merman su eficacia de forma
    decisiva.
    En enero de 1986, España ratifica el tratado, al incorporarse a la Comunidad
    Europea, siendo obligada su aplicación en nuestro territorio.
    Para alcanzar este objetivo, se establecieron tres niveles de protección:
    Anexo I: Incluyen las especies consideradas en peligro de extinción.
    Su comercio sólo se permite cuando se trata de actividades cuyos fines
    no son “primordialmente comerciales”. La vaguedad de esta expresión,
    ha provocado problemas de aplicación del Convenio.
    Anexo II: Componen especies que pueden verse amenazadas como consecuencia de
    su comercio incontrolado.
    Anexo III: Especies Amenazadas en un determinado país. El mecanismo de
    inclusión de una especie en este apartado comienza con una petición
    de apoyo del propio país al CITES, con el fin de controlar el comercio
    de la especie en cuestión. De esta forma, la especie es incluida en el
    Convenio, pero sólo en cuanto a los ejemplares procedentes del país
    interesado.
    El primer síntoma de fragilidad del CITES, es su voluntariedad. La posibilidad
    de abandonar el Comercio está abierta para los Estados miembros en cualquier
    momento, lo que debilita la fuerza de las decisiones que se tomen. En caso de
    que la inclusión de una determinada especie perjudique los intereses
    económicos de un país, existe un alto riesgo de que éste,
    se retire del Convenio impidiendo su adecuada aplicación.
    Para ser incluida una determinada especie en el Anexo I del CITES, tienen que
    darse una serie de circunstancias como son: • la población adulta
    sea menos de 5.000 individuos;
    • haya desaparecido en un 50% en los últimos cinco años
    o en dos generaciones consecutivas;
    • y cuyo dominio geográfico se extienda por una superficie de 10.000
    kilómetros cuadrados.
    Según muchos expertos y naturalistas, esta directriz no debería
    tenerse en cuenta, ya que se olvida de otros factores que ponen en peligro a
    muchos animales que necesitan protección.

    Problemas en la aplicación del CITES en
    España

    Existe una falta en el desarrollo de normas legales aplicadas a nuestro país,
    para poner en práctica el CITES. Desde 1986, no se han elaborado normas
    que faciliten la incautación de especímenes, sanción de
    los infractores del Convenio, etc., por lo que se están teniendo serias
    dificultades para aplicar real y eficazmente el CITES.
    Por otro lado, la ausencia de un Centro de Rescate donde depositar los animales
    intervenidos, son problemas graves que está imposibilitando la atención
    adecuada de especies muy valiosas que requieren los cuidados de expertos cualificados.
    Otro de los problemas que convendría solventar lo antes posible, es la
    disponibilidad de un mayor número de técnicos, especialistas en
    los diferentes aspectos del Convenio de Washington, para garantizar la aplicación
    del mismo. Actualmente, no existe suficiente cubertura en el control de todas
    las operaciones de movimiento ilegal de especies, o la identificación
    de los distintos especímenes incluidos en el CITES, que pasan por multitud
    de aduanas españolas.

    Inconvenientes en la aplicación del CITES
    • Al no existir normalmente un centro de animales especializado ni medios
    para el transporte, los animales intervenidos, quedan en manos del propio infractor,
    erigiéndose depositario de la mercancía, pudiendo manipular e
    incluso venderla.
    • No existen Centros de Recuperación Oficiales, donde puedan ser
    llevados los animales incautados. Sólo hay acuerdos con Centros de Recuperación
    ya existentes y al entrar los animales, no perciben dinero alguno para su manutención.
    Muchas veces, los animales intervenidos tienen que quedar bajo custodia del
    propio infractor.
    • El documento CITES que acompaña la entrada legal de una determinada
    especie, noespecifica la mercancía concreta, con lo que con un mismo
    CITES se pueden amparar “x” animales que hayan entrado ilegalmente.
    • Al existir en la UE libre mercado, se presenta un problema difícil
    de solventar en el control y registro de especies que hayan entrado por las
    fronteras de los distintos países miembros. Por ejemplo: Un animal de
    venta en España, puede estar amparado al ser válido, por un CITES
    de origen Alemán. Al comprobar la partida, nos encontramos con que no
    existe una base de datos que centralice todos los CITES que han entrado en la
    UE. Resultado: El servicio realizado, aún pudiendo ser una aprehensión
    de importancia, queda anulado o sin efecto.
    • No se cuenta con los suficientes especialistas para la identificación
    de especies CITES.
    • Con relación a las piezas de marfil (colmillo de elefante, cuerno
    de rinoceronte, etc.), entran por la frontera con un número de clasificación,
    pero al ser tallados, ese número se pierde y se hace imposible saber
    si verdaderamente la pieza ya tallada le corresponde al número indicado
    en el CITES que se presenta cuando se realiza una inspección.

    Falsificación de documentos
    Esta actividad se ha desarrollado enormemente en los últimos años,
    a causa del aumento de controles.
    La lista de los casos enumerados por la Secretaría del CITES y según
    la Interpol, es bastante larga:
    • Documentos auténticos obtenidos fraudulentamente. Son los permisos
    o certificados facilitados por corrupción, mediante documentos falsos
    y declaraciones falsas.
    • Documentos auténticos falsificados por modificación de
    los nombres de las especies, de la procedencia, del número de ejemplares,
    etc.
    • Documentos falsos. Pueden concederse por formularios auténticos
    o por imitaciones. Las firmas o los sellos pueden ser imitados.
    Existen fraudes sobre el origen y la procedencia de la especie, reexportación
    de mercancías distintas a las importadas, utilización abusiva
    de la reexportación, etc.

    Flora silvestre
    Cuando hablamos sobre el Tráfico Ilegal de Especies Amenazadas, debemos
    incluir y prestar atención, a las relacionadas con la flora silvestre,
    menos conocida, pero que adquiere gran importancia debido a la constante destrucción
    de los hábitats, cuyos primeros perdedores son la flora.
    Un ejemplo importante lo tenemos en el sistema de explotación de la Caoba
    y que está perfectamente diseñado para originar el mayor grado
    de destrucción medioambiental posible. El árbol de la Caoba, no
    crece en grupo, sino que se encuentra muy disperso en el bosque, de modo que
    para explotar este comercio, los madereros deben crear una serie de caminos
    para poder acceder a él. El resultado final, es que por cada árbol
    de Caoba talado, se destruye una hectárea de bosque.
    Todos sabemos, que muchas plantas poseen propiedades curativas para el tratamiento
    del cáncer y otras enfermedades graves. Los científicos han afirmado,
    que aún se desconoce las propiedades de numerosas especies de plantas
    que podrían dar solución a las dolencias que padecemos los humanos.
    Con su extinción, desaparece para siempre un remedio que la propia naturaleza
    nos entrega.
    Debemos esforzarnos, tanto los ciudadanos como las Administraciones, para que
    el Comercio Ilegal de Especies sea erradicado de nuestra sociedad. De nosotros
    depende. Tenemos los medios adecuados para ello. No compremos animales exóticos
    ni partes o derivados de animales catalogados en peligro de extinción.
    Denunciemos cualquier agresión a cualquier establecimiento sospechoso
    de traficar con especies. Seamos respetuosos con la vida. Destruir a la larga
    nos destruye a nosotros mismos. Es más hermoso observar en un documental
    a un loro en su propio hábitat, que tenerlo entre rejas en un espacio
    reducido en nuestra casa. Amemos la vida y la vida nos amará.