Paisaje como instrumento pedagógico – Centenario de Francisco Giner de los Ríos, maestro de maestros
Miguel Herrero Uceda, autor de “El alma de los árboles”
En febrero de 2015 se cumplió 100 años de la muerte de Francisco Giner de los Ríos, una figura clave a la que nuestro país debe muchísimo. No es exagerado decir que las páginas más nobles de la reciente historia de la cultura española se escribieron bajo su impulso.
Como muestra de su importancia, pensemos simplemente en el concepto de montaña. En la actualidad representa una fuente de inspiración de artistas, y recreo para cualquier alma sensible. Pero eso no siempre ha sido así, en siglos pasados, los montes se consideraban sólo como una muralla que la naturaleza o los dioses habían erigido, por lo que muchos de ellos se decían que eran moradas de divinidades. En la literatura antigua las montañas no se referencian por su belleza, sino por sus inconvenientes y por el temor a franquearlas, cuando no había otro remedio que cruzarlas.
Hasta fines del siglo XIX en España no se comenzó a sentir la dimensión paisajística de las montañas. Fue Francisco Giner de los Ríos quien descubre la belleza de las sierras españolas y organiza todo su movimiento pedagógico como un acercamiento a la naturaleza. –Un día de campo vale mucho más que un día de clase– era su máxima. Organizó frecuentes excursiones para mostrar la riqueza de los paisajes de la naturaleza, en especial hacia la Sierra de Guadarrama donde aún se le recuerda. En aquella época el sistema educativo español era muy deficiente, por lo que decide poner en práctica sus ideas con la fundación de la Institución de Libre Enseñanza, un centro de estudio moderno sin las ataduras de la tutela religiosa, ni del clientelismo político. Este centro tuvo una enorme repercusión en la vida intelectual de todo el país. El amor del fundador a la naturaleza influyó poderosamente en la generación del 98, en la que se conoció una exaltación del paisaje como nunca antes se había visto. Antonio Machado, discípulo de Giner, volcó toda su alma en las tierras agrestes y en los árboles.
¡Oh sí! llevad amigos
su cuerpo a la montaña,
a los azules montes
del ancho Guadarrama.
Allí hay barrancos hondos
de pinos verdes donde el viento canta,
su corazón repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas…
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.
(Antonio Machado, a Francisco Giner de los Ríos)
A la sombra de la Institución, se creó todo un movimiento regeneracionista apoyado en la pedagogía, así aparecieron nuevos organismos, como la Junta para la Ampliación de Estudios para fomentar la investigación y acercar la ciencia y la cultura al ciudadano (dirigido por Ramón y Cajal).
Otra de las instituciones que se crearon por el impulso innovador de Giner fue la Residencia de Estudiantes, situada en la colina de los Chopos, nombre dado por Juan Ramón Jiménez y que él mismo ayudó a ajardinar. Esta residencia fue, hasta el estallido de la Guerra Civil, el más floreciente foco cultural de creación e intercambio científico y artístico que ha existido jamás en España. Constituyó un elemento aglutinador clave para la generación del 27. Siguiendo el principio multidisciplinar de Giner, fue importante también en la pintura (Dalí), el cine (Luis Buñuel) y la ciencia (en su laboratorio de fisiología trabajó el premio Nobel Severo Ochoa). A parte de los mencionados, figuraban como residentes o visitantes asiduos Federico García Lorca, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Gerardo Diego. Muy relacionado con la Residencia fueron Miguel de Unamuno, Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Eugenio d’Ors, Manuel Machado, Valle-Inclán, Américo Castro, Leonardo Torres Quevedo, Blas Cabrera, Rey Pastor y el propio Ramón y Cajal: una lista interminable. La editorial de la residencia publicó obras de Azorín, Antonio Machado y Emilia Pardo Bazán. En aquellos años fue un gran referente internacional; entre las personalidades que acudieron a sus salones destacaron Albert Einstein, Marie Curie, Louis de Brogie, Igor Stravinsky, John M. Keynes, Walter Gropius, H. G. Wells, Paul Valéry, Henri Bergson y Le Corbusier, entre muchos otros.
Las semillas que Giner de los Ríos sembró en la fecunda Colina de los Chopos florecieron en la llamada Edad de Plata de Cultura Española, una época donde las artes y las ciencias brillarían como nunca antes o después sucedería. Un esfuerzo titánico abrupta y violentamente segado por la atroz Guerra Civil.
Hoy la Colina de los Chopos sigue languideciendo en el centro de Madrid, semioculta entre altos edificios, esperando que aparezcan nuevos Gineres que den más importancia a la Cultura, la Ciencia, la investigación y el bienestar que a las engañosas cifras macroeconómicas, para situar a nuestro país donde merece estar dentro de la cultura mundial.