Muchas personas sienten algún tipo de alteración en su vida cotidiana cuando dos veces al año estamos obligados a cambiar de hora; así pues, iniciar el horario de primavera/otoño supone adelantar o atrasar una hora, respectivamente, e ir en contra de nuestro «reloj biológico». Aparentemente, la vida sigue curso normal pero nuestro organismo de alguna manera protesta porque, aunque parezca extraño, todos los parámetros del cuerpo humano siguen un ritmo. Todo tiene un periodo. Esto lo estudia la cronobiología, disciplina que forma parte de la fisiología, hasta hace poco tiempo una ciencia desconocida para casi todos pero a la que se la augura un gran futuro.
El poder de la luz
La luz es el eje vital de los seres vivos; su presencia o ausencia es crucial para organizar su vida; debemos adaptarnos a la alternancia de la luz y la oscuridad de la misma manera que a los ciclos del planeta tierra (estaciones, mareas, etc.). ¿Qué dos estrategias hemos desarrollado para adaptarnos?: la inteligencia y los relojes biológicos. Ambas han permitido a todos los seres vivos adaptarse a las condiciones cambiantes de este planeta y continuar con su existencia para que los genes llegaran a la siguiente generación. De esta forma las especies podían anticiparse a los regulares y periódicos cambios de luz, temperatura, disponibilidad de alimento o de pareja fértil y prever acciones tales como la reproducción o, también, la obtención de alimento. En definitiva, la puntualidad importa mucho en la evolución del planeta y, por lo tanto, en la nuestra.
Se podría citar como ejemplo el descubrimiento del cronobiólogo Russell Foster en torno a las abejas. Estos animales cuentan con un maravilloso reloj de veinticuatro horas que utilizan para calcular su llegada a las flores pues han aprendido que las anteriores solamente abren sus pétalos a horas concretas del día y no podrán disponer del néctar si no van en el momento preciso.
El paradigma homeostático
Aunque, como ciencia multidisciplinar la cronobiología puede adoptar múltiples enfoques, en este artículo se ha elegido el enfoque biomédico. Bajo la biomedicina, el estudio del tiempo biológico nos muestra que las funciones de nuestro organismo cambian a medida que avanza el día; esto se puede observar en los siguientes ejemplos: la presión arterial, la función renal y la frecuencia cardiaca son más elevadas por la noche, la temperatura corporal es más alta por la tarde y baja por la noche para favorecer el sueño, la cantidad de hormonas es mayor durante el día, la ingesta de azúcares es más adecuada por la mañana porque al haber más insulina y sangre se aprovechan mejor y engordan menos; y como los anteriores se podrían citar muchos ejemplos más.
Hasta ahora la medicina ha estudiado la fisiología (función de los órganos) y la anatomía (estructura de los mismos); es decir, dónde y cómo ocurren las funciones del organismo, pero todavía les falta el estudiar el cuándo. Gracias a los numerosos trabajos que siguen el enfoque de la cronobiología se está empezando a demostrar que un agente quimioterápico, por citar un ejemplo, es más activo sobre el tumor a unas horas del día que a otras y que además en esos momentos presenta menos efectos indeseados para el paciente. También se podría empezar a prevenir enfermedades si se intentara contestar a las siguientes preguntas: ¿qué ocurre cuando se producen descompensaciones horarias por trabajos a turnos, o por el jet-lag?, y si estamos por la noche expuestos a la luz eléctrica ¿puede tal motivo producir insomnio?
Nuestro reloj biológico
Y ¿quién controla todo esto? Mucho antes de que se inventaran los relojes artificiales, los seres vivos comenzaron a desarrollar mecanismos para medir el paso del tiempo. De la misma manera en la actualidad se ha descubierto la existencia de un reloj biológico que controla los ciclos de veinticuatro horas. En los mamíferos corresponde con un grupo de células cerebrales que están en el hipotálamo y que se las llama núcleo supraquiasmático (NSQ). El funcionamiento de este reloj es el resultado de la actuación de relojes moleculares de cada una de las neuronas que lo componen dando un ritmo al funcionamiento del mismo. Con esta actividad rítmica nuestro reloj biológico es el responsable de los cambios biológicos que suceden a lo largo del día y de la noche, e incluso del mes: Apetito, control hormonal, sueño, alteraciones del ánimo en cambios estacionales, etc.
Es importante señalar que para que este reloj funcione es necesario que se ponga «en hora» periódicamente por la actuación del ciclo luz-oscuridad; así, a través de la retina de nuestros ojos conecta con este marcapasos dando la información a nuestro reloj sobre la luz u oscuridad y sincronizando de esta forma su funcionamiento. De ahí que es necesario que respetemos las señales de luz que nos llegan del día y de la noche con el fin de poder reequilibrar el funcionamiento de este reloj biológico; esto es especialmente importante en casos de insomnio.
Cronoterapia
Diversas investigaciones recientes han demostrado que las enfermedades crónicas muchas veces resultan ser consecuencia de la alteración del orden temporal interno. Si el organismo adapta sus constantes vitales a las distintas horas del día (mes, año, etc.) el efecto de los tratamientos administrados sobre esas constantes también va a verse afectado.
La necesidad de estudio y aplicación del horario de mayor eficacia para las medidas terapéuticas llevó a la creación de la «cronoterapia» y de la «cronomedicina», disciplinas que consisten en adaptar los efectos de dichos tratamientos a las variaciones del día/noche, estaciones del año, etc. De hecho, en las medicinas naturales tradicionales siempre se marcaban ritmos de depuración en determinadas épocas del año teniendo en cuenta de forma empírica este reloj biológico.
Los primeros estudios sistemáticos en esa área confirmaron que los medicamentos para la epilepsia, el cáncer, el asma, las enfermedades cardiovasculares y las alergias muestran obtener mejores resultados y con menores efectos secundarios cuando se administran en horarios determinados. Después de lo expuesto, me atrevo a afirmar que la cronobiología puede ser muy útil para mejorar la salud y la calidad de vida de las personas.
Ciertos principios cronobiológicos pueden ayudar a aumentar la eficacia de los tratamientos y prevenir la enfermedad. Por ejemplo, los componentes activos de una tableta de ácido acetilsalicílico (aspirina) permanecen más tiempo en el cuerpo si se ingieren hacia las siete de la mañana que si se toman por la tarde. La gran mayoría de las patologías y trastornos poseen componentes temporales tanto en su susceptibilidad de diagnóstico y tratamiento como en sus manifestaciones.
Los síntomas de muchas enfermedades varían a lo largo de ciclos diarios, mensuales o estacionales de esta forma el conocimiento de los tiempos puede hacer que la evaluación de una enfermedad sea mucho más precisa y, lo que es más importante, que la toma de medicamentos y/o sustancias naturales sea mucho más efectiva según la hora del día o la estación del año en la que los tomemos, e incluso se podrían disminuir los efectos secundarios (en el caso de sustancias químicas) o incrementar los efectos de los tratamientos, como consecuencia los costes económicos causados por la enfermedad disminuirían y se mejoraría la calidad de vida de las personas sometidas a múltiples tratamientos con fármacos.