Puede que resulte
imposible encontrar un sistema terapéutico sobre el que se hayan generado tantas
visiones diferentes. La consecuencia de ello podría traducirse en un mensaje
algo disperso y en ocasiones superficial. Uno de los factores que parece haber
contribuido a ello es el enorme número de usuarios que emplean la auto
prescripción de las esencias, así como la gran cantidad de terapeutas
autodidactas.
Todo ello se entiende también por la enorme bibliografía
existente sobre el tema, el «boca a boca», en forma de tradición oral, que ha
acompañado a las flores desde su creación y, por supuesto, a la efectividad de
la terapia bien empleada. No han ayudado desde luego quienes han incorporado las
flores como una especie de magia líquida para la que creían no necesitar ningún
tipo de capacitación técnica. A todo esto ha contribuido también la falta de una
regulación clara sobre el ejercicio de este tipo de Terapias Naturales.
Así las cosas, para unos la terapia de Bach consiste en una
técnica superficial que ayuda en algunos problemas emocionales domésticos. Una
especie de botiquín casero para algunas pequeñas incidencias de la vida
cotidiana. Para otros, una simpática terapia en la que basta con mirar una
pequeña lista de indicaciones o leer un libro para prescribir sencillamente las
flores.
Pero para los que estamos inmersos desde hace años en el
estudio y aplicación de las flores, constituye un sistema terapéutico complejo y
apasionante: una verdadera herramienta de medicina holística y de crecimiento
personal, cuyo límite estamos muy lejos de vislumbrar, aunque a veces se
confunda con nuestras propias limitaciones personales. Una disciplina para la
que se requiere una alta y continuada capacitación, como para cualquier otra
profesión seria.
De todas formas, es bien cierto que existen diferentes
niveles prescriptivos de complejidad que van desde las aplicaciones domésticas a
tratamientos personalizados de fondo.
Se entiende por Terapia Floral del Dr. Bach o Flores de Bach,
un sistema terapéutico cerrado, compuesto por 36 esencias de flores, una esencia
de agua solarizada (Rock Water) y otra hecha del brote del Castaño de Indias (Chestnut
Bud). Total: 38 esencias, más una fórmula envasada de origen compuesta de cinco
flores del sistema: Impatiens, Star of Bethlehem, Rock Rose, Clematis y
Cherry Plum, cuyo nombre varía según el fabricante: Rescue Remedy, Five Flower
Remedy, Estratto Universale, Plantis Elixir de Urgencia, etc.
El sistema fue creado por Edward Bach, médico inglés
(1886-1936) entre los años 1928 y 1935. Se basa en la utilización de esencias
obtenidas de plantas y árboles silvestres o en algunos casos de cultivo, por el
procedimiento de solarización y el de cocción. El primer método fue el que
utilizó para preparar las primeras 19 esencias, y consiste en cortar las flores
con unas ciertas precauciones y condiciones que sería largo de enumerar y
dejarlas en agua al sol una media de entre cuatro y seis horas.
Las restantes esencias, (salvo White Chestnut), se preparan
por cocción de alrededor de media hora. Ambos procedimientos se basan en la
obtención de la energía de la planta, concentrada en la flor, mediante el sol o
el fuego, y la vehiculización de la misma en ese diluyente universal que es el
agua. No estamos aquí ante un tipo de fitoterapia, ya que se trabaja con una
dilución mínima, sin una concentración molecular que pueda hacernos presumir la
existencia de un principio activo bioquímico.
De los dos procedimientos de preparación citados se obtiene
una cantidad de líquido, que los fabricantes diluyen en una proporción similar
de coñac, el que tiene por función conservar el agua y la información energética
contenida en ella. Esto es lo que conocemos como Tintura Madre.
Ahora bien, esta tintura es patrimonio de los fabricantes,
los que preparan sus stocks de venta al público de la siguiente forma: añadiendo
dos gotas de la misma en 30ml de coñac puro, o rebajado el mismo en una tercera
de parte de agua. Del citado producto se fabricarán los botellines de stock que
existen en el mercado y que son los que empleamos los terapeutas. Pero las
diluciones para el paciente se preparan con dos gotas de este stock por 30 ml de
agua y un poco de conservante, sea este coñac, glicerina vegetal, vinagre de
manzana u otros. Es un error muy arraigado el creer que todos los tratamientos
se realizan con cuatro gotas de la mezcla tomadas cuatro veces al día. Nadie
sabe a ciencia cierta de dónde procede esta afirmación ya que, en los casos
tratados por Bach y colaboradores, en ocasiones las pautas de ingesta son muy
superiores: incluso cada pocos minutos, como él mismo se encarga de especificar
en «Los Doce Curadores y Otros Remedios».
La práctica cotidiana nos demuestra que, si bien no parece
transmitirse más información al ingerir más de cuatro gotas, sí que se pueden
acelerar los resultados en frecuencias de toma más altas, siendo muy usual
establecer pautas de seis u ocho dosis al día.
En casos de emergencia, es obvio que se pueden tomar las
flores correspondientes a demanda. Por otra parte, resulta lógico suponer que la
receptividad energética de cada persona es diferente y que, por tanto, la
frecuencia de tomas debe adaptarse a cada caso en particular y naturalmente a la
evolución del mismo.
Otro tema controvertido es el de la cantidad de flores que
pueden coincidir en una misma mezcla. A mi modo de ver, no creo que el efecto
dependa de emplear más o menos flores, y aquí todos los autores tenemos
criterios diferentes. En mi caso particular no suelo rebasar las nueve esencias,
pero más que nada por una cuestión metodológica de seguimiento, ya que más
complicado resulta cuantos más remedios se empleen. Pero en cualquier caso, el
problema de algunos terapeutas que darían muchas flores, se soluciona al
entender que lo urgente siempre predomina sobre lo importante y que una buena
entrevista y la empatía terapeuta/cliente, son los elementos que nos ayudan a
jerarquizar las prioridades y objetivos de la terapia a corto, medio y largo
plazo.
Por qué Bach se centró sólo en
unas flores determinadas
Sin duda esta es una de las preguntas más frecuentes. En
realidad, cuando hablamos de las Flores de Bach, salta a la vista que no estamos
hablando propiamente de una flora autóctona. Muchas de las flores del sistema
tienen otras procedencias o hábitats diferentes. Por ejemplo, el olivo y la vid,
es de dominio público que no resultan familiares en las islas. Mimulus
Guttatus procede del oeste americano, Ceratostigma Wilmottiana e
Impatiens Glandulifera, del Tíbet. Castanea Sativa (nuestro popular
castaño) fue probablemente subido a Inglaterra por los romanos. En cualquier
paseo primaveral o veraniego podemos encontrar, sin salir de España, plantas tan
mediterráneas como la Agrimonia Eupatoria, Verbena Officinalis,
Cichorium Intybus (Achicoria) y un largo etcétera.
En algunos casos, Bach intentó sustituir algunas plantas no
autóctonas por otras del lugar pero no lo consiguió, como en el caso del
Prunus Cerasifera (Cherry Plum) y la mencionada Ceratostigma. La
conclusión es que no estamos ante la flora británica sino ante una flora
arquetípica, y que, por tanto, no puede ser más variopinta, integrando plantas
arbustivas o no, árboles, una gramínea, una planta acuática, alguna de montaña,
etc.
Bach escribe en 1934 lo siguiente: «A través de su alta
vibración, determinadas flores, arbustos y árboles silvestres de un orden
superior, tienen el poder de aumentar nuestras vibraciones humanas y dejar
expeditos nuestros canales a los mensajes de nuestro Yo Espiritual, inundar
nuestra personalidad con las virtudes que nos son necesarias y de este modo
lavar los defectos que causan nuestros males (…) No curan atacando
directamente la enfermedad, sino invadiendo nuestro cuerpo con las bellas
vibraciones de nuestro Yo Superior, ante cuya presencia la enfermedad se derrite
como la nieve al sol. No hay una verdadera curación sin un cambio en la
orientación de la vida, sin paz en el alma y la sensación interior de
felicidad».
Resulta evidente que las flores seleccionadas debían de tener
una cualidad terapéutica energética muy específica, que resonase en la misma
frecuencia que determinados patrones disarmónicos presentes en los seres
vivientes.
A través de los escritos de su socia y biógrafa, Nora Weeks,
hoy sabemos que Bach fue un gran sensitivo y que sustituyó su laboratorio
convencional por su propio cuerpo.
Las Flores de Bach se inscriben dentro de las denominadas
terapias naturales energéticas o vibracionales, como ya señala su creador unas
líneas más arriba, y como ya podíamos deducir al reseñar su modo de preparación.
No es el objetivo de este artículo adentrarse en un tema
suficientemente desarrollado por numerosos autores, pero a grandes rasgos
podríamos simplificar diciendo que los elixires florales conservan parte del
patrón vibracional de la planta, concentrado en la flor. Este patrón vibracional
tiene cualidades terapéuticas, ya que coincide, en el ser humano, animales y
plantas, con patrones vibratorios armónicos y en equilibrio, constitutivos de lo
que entendemos por salud. La enfermedad, se expresa mediante patrones
vibracionales en desarmonía o desequilibrio, ya sean estos mentales, emocionales
o físicos. Las esencias, mediante sus frecuencias armónicas, ayudan, por
resonancia, a corregir estos patrones en desequilibrio.
La enfermedad para Bach
El hecho de que esta terapia se asiente sobre una atractiva
base filosófica, es lo que ha hecho que muchos profesionales nos sintiéramos más
predispuestos a adentrarnos en el mundo de las Flores de Bach, ya que
entendíamos que el sistema era mucho más que una herramienta terapéutica: un
verdadero modelo de crecimiento personal, espiritual o de desarrollo de la
inteligencia emocional, según qué concepto se acerque más a la visión del lector
(para mí los tres son sinónimos). Para otros, sin embargo, la pre-citada
filosofía ha despertado prejuicios que les ha impedido considerar siquiera la
toma de las esencias.
Pero habría que saber que para emplear la terapia o disfrutar
de sus resultados, no se necesita comulgar con la filosofía implícita en ella.
Sin embargo, para entender el efecto más sutil de algunas esencias y sacar sus
máximos resultados, ayuda el conocer profundamente sus fundamentos. Somos muchos
los profesionales provenientes de la Medicina, Psicología y otras carreras para
los cuales los conocimientos adquiridos en ellas no han representado un problema
a la hora de asumir las flores, sino más al contrario, una ayuda.
En realidad, no creo que haya nada nuevo en la filosofía de
Bach, ya que podría definirse como un sincretismo que agrupa conceptos presentes
en el cristianismo, budismo, hinduismo y antroposofía. Lo que sí resulta
sorprendente es la creación de un sistema de sanación acorde con estos
preceptos. Intentaré esbozar telegráficamente algunos conceptos básicos.
Según Bach, la existencia (la encarnación, como dice) tiene
por objeto el aprender todo lo que podamos en lo que él denomina «este día de
colegio». Este aprendizaje lo sintetiza en doce lecciones maestras. El alma
emite unos dictados, a través de la intuición, que intentan dirigir a la
personalidad en el sentido del aprendizaje y la perfección. Pero la citada
desarmonía o desconexión, puede ocurrir por defectos de la personalidad en su
intento de predominio sobre el alma, influencias externas que nos desvíen de
nuestro camino, etc.
Para Bach, la enfermedad es el resultado último de una
desarmonía que comenzó a un nivel más sutil. Una desconexión entre el alma, por
una parte, y la personalidad por otra.
Siguiendo con esta línea, la enfermedad se inicia pues a un
nivel sutil, detectable de forma embrionaria en el plano mental y emocional. La
no corrección de esta tendencia cristalizará posiblemente en una enfermedad.
La medicina, tarde o temprano, deberá reconocer la influencia
que existe entre la mente o cuanto menos las emociones y la enfermedad. Ahora
bien, existe la posibilidad de prevenir la génesis de la enfermedad, detectando
y corrigiendo esas anomalías con la ayuda de las esencias. Una vez producida la
enfermedad, los síntomas y signos inherentes a ella no constituyen un castigo,
sino que son el aviso de una serie de patrones de pensamiento y conducta que
deben ser rectificados.
Ahora bien, como quiera que este circuito de enfermedad que
describe (patogenia) no siempre consigue tener ese efecto didáctico que según
Bach persigue, se siente llamado a crear el sistema floral que venimos tratando,
con la finalidad de ayudarnos a hacer este camino y disminuir nuestro
sufrimiento.
Todas las flores trabajan en la repermeabilización del
circuito alma/personalidad, por lo que pueden considerarse como
repermeabilizadoras de una información que ya poseemos, aunque en estado de
bloqueo.
Visto esto, podemos inferir que las flores no nos aportan
nada que no tengamos previamente: son en realidad auténticos catalizadores.
Clasificaciones florales
La clasificación tradicional de los siete grupos, de todos
conocida, no resulta muy práctica, ya que cada uno de ellos depende de un
epígrafe muy escueto, y en cierta forma incontinente, como por ejemplo Grupo I
del miedo, Grupo II de la indecisión e incertidumbre, etc. Desde esta
perspectiva hay tendencia, por ejemplo, a pensar que las flores que «tratan» el
miedo son exclusivas del primer grupo. El hecho es que miedos muy específicos,
como al abandono, al concepto de «sombra», al fracaso, están amparados por
esencias pertenecientes a otros grupos. Este mismo razonamiento se hace
extensivo a todos los demás grupos.
Una clasificación floral, para mí más adecuada, podría ser la
expuesta en la tabla siguiente. El orden de las flores en la tabla sigue la
preparación cronológica original de Bach. Las doce tipológicas y los siete
ayudantes se preparan por solarización, las 19 restantes (salvo White Chestnut),
por cocción.
El Patrón Transpersonal
Como explicaba al inicio de este artículo, se asiste en
muchos casos a una simplificación excesiva en el uso de las esencias. Tanto es
así, que no es extraño que se confunda la pequeña descripción esbozada por Bach,
a todas luces destinada a una auto aplicación casera, con el efecto total de la
esencia.
Pero el potencial terapéutico de una esencia, no es media
página de un libro, sino muchísimo más, como puede comprobar cualquier terapeuta
con un nivel de observación medio. En realidad, las pequeñas descripciones
coloquiales de Bach, son sólo un pequeño archivo doméstico, inscrito en un
directorio mucho más amplio. Por ejemplo, la indecisión entre dos cosas de
Scleranthus, es un reflejo personal que se inscribe en el contexto de algo
mucho más universal (el directorio al que me refería antes), llamado
Inestabilidad.
Si nos limitamos a la primera visión reduccionista, es lógico
que sólo empleemos las flores en casos puntuales que se adapten a las
descripciones ya mencionadas, con lo que la terapia se reduce a algunos aspectos
mentales, emocionales y conductuales. Si por el contrario adoptamos una macro
perspectiva como óptica, el campo terapéutico de las esencias aumenta
considerablemente.
Durante los últimos trece años me ha preocupado mucho este
tema, lo que me ha llevado a desarrollar una herramienta que denomino Patrón
Transpersonal. Se parte, en este nuevo paradigma, de la base que la naturaleza
se rige y expresa por analogías (similitudes). Si consideramos que los diversos
patrones y arquetipos que conforman la naturaleza se expresan analógicamente en
todos los planos existentes, porque comparten un mismo principio esencial que
los configura (una vibración), las diversas manifestaciones de dicho principio
(ya sean mentales, emocionales, físicas, fisiológicas, etc.), presentarán una
semejanza y deberán ser tratadas de la misma manera.
En realidad, ya sabemos que las mismas geometrías pueden
verse tanto por un telescopio como por un microscopio. Así, tan adecuado será
administrar Scleranthus a una persona que sufre crónicamente de
indecisión entre dos cosas, como a otra que presenta problemas con su equilibrio
en el espacio o temblores en las manos. En el primer caso, estamos prescribiendo
la flor de manera personal; en los dos restantes, lo hacemos de forma
transpersonal. Esto es lícito, porque sabemos que el Scleranthus vibra en
una frecuencia que hace posible mejorar la inestabilidad o, si se quiere, la
toma de esta esencia aporta estabilidad.
De manera que el Patrón Transpersonal es el término que ayuda
a definir el modelo vibracional genérico en desequilibrio, y por tanto engloba
la acción de la esencia, forzosamente transpersonal, a todo nivel y engloba
todas las acciones de la flor, sean personales o no.
Incluso los bachianos más literales deben aceptar que en los
casos tratados por el mismo Bach existen evidencias de esta visión más amplia
del efecto de las flores.
El uso del Patrón Transpersonal nos ayuda a comprender mejor
el efecto universal de la esencia. Añade, a las visiones tradicionales (mental,
emocional y conductual) una cuarta óptica, que traduce el signo y el síntoma a
un lenguaje floral, como transmisor de información que en realidad es. Algo así
como una sintonía fina del tratamiento floral convencional, que valora la forma
en la que se presenta cierta información. Por otra parte nos abre el uso de las
aplicaciones locales de manera muy simple, así como el tratamiento de animales y
plantas.
Naturalmente, el Patrón Transpersonal, es un complemento de
las esencias personalizadas ligadas a la individualidad del paciente y de ningún
modo un sustituto alopatizado. Es obvio que la jerarquía del tratamiento subyace
en lo personal. Lo transpersonal es, como comentaba anteriormente, una
importante herramienta complementaria.
A continuación se ofrece una tabla de los Patrones
Transpersonales. Las famosas listas englobadas como Palabras Clave, representan
el «archivo pequeño» coloquial, y figuran en cualquier libro de divulgación.
Encuentro más interesante reflejar la siguiente, que representa lo que
entenderíamos como «directorio principal, arquetípico o primordial».
Campo de actuación de las Flores
de Bach
Como ya anticipaba, existen unas aplicaciones florales que
podríamos definir como menores y que quedan circunscritas a situaciones
coyunturales, como las siguientes: bloqueos ocasionales como exámenes, sustos,
heridas, quemaduras, estados de ofuscación, etc. En suma, el nivel de «botiquín
doméstico» tan apreciado y popularizado, que incluye flores en uso oral o alguna
aplicación local como la de la crema del rescate. Todas ellas están muy
implantadas en el acervo popular siendo, por consiguiente, autogestionadas por
el propio paciente; los tiempos de empleo de las esencias suelen ser muy cortos.
También resulta bastante fácil abordar otras situaciones,
tales como rupturas afectivas, el duelo en general, cualquier situación de
estrés, etc.
Más allá de estos temas, hay otros niveles de complejidad
creciente que requieren un profundo conocimiento de los mecanismos que regulan
el comportamiento humano, la mente, los sentimientos y emociones. Por otra
parte, resulta obvio que este nivel profesional requiera un conocimiento técnico
muy diferente de la terapia que en los supuestos explicados en un principio. Los
tiempos de tratamiento se alargan aquí considerablemente.
Yo diría que un requisito imprescindible es que el terapeuta
tenga un buen nivel de conocimiento no sólo técnico, sino de sí mismo
(autoconciencia). Sólo de esta manera se puede entender a los demás desde su
propio marco de referencia (empatía). Dicho de otra forma, el buen terapeuta
tiene que tener altas dosis de inteligencia emocional.
De todo lo dicho, podemos ya deducir que un manejo eficaz y
responsable de las flores entiende al cliente como una globalidad mental,
emocional, física y espiritual interconectada (visión holística), y por tanto
resulta muy bueno aquel viejo axioma de que no tratamos enfermedades sino
enfermos. Pero yo añadiría, puesto que las Flores de Bach no están concebidas
sólo para enfermos, lo siguiente: no tratamos problemas, sino personas con
situaciones problemáticas, puesto que las flores sobre todo ayudan a desarrollar
recursos personales y habilidades interpersonales.
Resumiendo, las flores siempre tienen algo que aportar en
cualquier situación, bien como terapia de fondo, o como ayudante de otras
terapias que se hayan escogido como principales, y lo bueno del caso es que la
compatibilidad con cualquiera de ellas es indiscutible.
Una terapia autónoma
Como ya habrá deducido el lector, la Terapia Floral de Bach
es una disciplina autónoma de cualquier otra, ya que no procede de la medicina,
psicología, enfermería, naturopatía, homeopatía, etc. Posee un cuerpo doctrinal,
una filosofía propia y un sistema prescriptivo personalizado e independiente de
las mencionadas.
Se entiende mejor esto, cuando consultamos la bibliografía
exclusiva y vemos que existen congresos específicos sólo de terapia floral,
tanto internacionales como nacionales. Por lo tanto, debe ser estudiada,
regulada y concebida, de forma autónoma. Esta es una importante reivindicación,
en la que SEDIBAC (Sociedad para el Estudio y Difusión de la Terapia Floral de
Bach de Catalunya) viene invirtiendo no pocos esfuerzos desde su creación en
1993.
Desde luego, para que la terapia funcione al cien por cien de
sus posibilidades, necesitamos que se desarrolle en un marco terapéutico
adecuado. Seguramente el mostrador de un herbolario o la mesa de un bar no son
el mejor lugar.
Cuestión de ética
La Terapia Floral es una terapia de fondo, algo serio, no un
simpático juego de salón ni un ritual mágico. Como quiera que resulta
imprescindible la sintonía terapeuta/cliente, sobre la cual se desarrollará
posteriormente la confianza, la entrevista oral se erige como el mejor método
para construir ese entorno terapéutico, esa relación de acompañamiento empática
necesaria para el seguimiento del proceso.
Las visitas deben ser pautadas, al igual que las tomas, y
deben existir objetivos en la terapia, articulados en el tiempo. Los mismos
tienen que ser específicos, positivos, éticos, ecológicos, auto comprometidos,
manejables?
Pero lo más importante es que todo debe suceder dentro de un
marco de ética profesional. Lo más alarmante en la actualidad es la enorme
cantidad de supuestos terapeutas que carecen de la más mínima perspectiva ética
en la relación terapeuta/cliente. En suma «no saben que no saben». Por
consiguiente, transforman la terapia en una especie de pseudopsicoterapia, de
proyección de sus propias limitaciones, donde materializan (o paternalizan) la
relación, tratan al cliente como a un niño desvalido al que imponen deberes,
amonestan, premian, «dan toques», aconsejan compulsivamente, etc. En suma,
confunden la relación para obtener un provecho que mitigue su carencia afectiva
(terapeutas Chicory y Heather). Todo esto puede generar una dependencia hacia el
terapeuta que no contribuye al proceso, confunde al cliente y desacredita la
terapia.
Si el lector se encuentra con un terapeuta que habla más que
él, no lo escucha, atiende el móvil delante suyo, le hace recomendaciones muy
insistentes, le obliga a que lo llame varias veces a la semana, quiere ser su
amigo, es indiscreto (le dice que ha tratado a personalidades concretas), le
garantiza que lo va a curar y a desarrollar poderes, le da a entender que él
mismo tiene poderes, le sugiere otras terapias que no estaban pactadas en un
principio, no lo dude, simplemente ¡Salga corriendo! Y estas prevenciones pueden
extenderse a cualquier otro tipo de terapias.
La terapia floral, goza, cuando esto escribo, de buena salud,
a pesar de los peligros que acabo de citar. Un número creciente de usuarios y
profesionales de diversas ramas de la salud, recurre a este tipo de terapias
naturales, no agresivas y respetuosas con los procesos naturales del paciente.
En algún punto, la medicina oficial debe permeabilizarse a
otras corrientes terapéuticas más humanistas. Esto es por ejemplo lo que ha
ocurrido en un complejo país llamado Cuba, donde la terapia floral fue incluida
en el sistema sanitario con estatus de pleno derecho en 1998. Tanto es así, que
fue creado un Diplomado en Terapia Floral al que tienen acceso médicos,
psicólogos, farmacéuticos y otros. El mencionado Diplomado, que ya ha capacitado
a cientos de profesionales, se imparte en el Instituto de Ciencias Médicas de la
Universidad de Sta. Clara, Cienfuegos y algunas otras ciudades y consta de 250
horas, cien de las cuales están destinadas a metodología de la investigación en
terapia floral.
Quien esto escribe, ha tenido el privilegio de impartir 15
horas en cada uno de los diplomados dictados en los últimos cinco años. Un
elemento muy interesante es que ya están disponibles trabajos de investigación y
validación, realizados con metodología científica.
Otras muestras, más modestas pero de una gran importancia, ya
se empiezan a ver en nuestra geografía en algunos postgrados de escuelas
universitarias de enfermería y fisioterapia como la de la Blanquerna
(Universidad Ramon Llull) y Sant Joan de Deu en Barcelona, Universidad Rovira i
Virgili de Tarragona) etc.
El principal reto parece ser el poder mantener una terapia
tan válida como la de Bach, fuera del alcance de charlatanes e intrusos, todo
ello sin renunciar a las bases filosóficas de su creador. Por otra parte, es
importante el ayudar a concienciar a muchos profesionales de la conveniencia de
considerar otras terapias naturales y a menudo complementarias, perfectamente
válidas y aceptadas por una amplia capa de la población y por un importante
número de colegas que han tenido su misma formación.
Existen, en este momento, muchas líneas de trabajo diferentes
y complementarias dentro de la terapia floral en diversos países, además de
España y Cuba, como Italia, Chile, Argentina, Alemania, Suiza, etc. Y esto
parece ser sólo el principio.
Ventajas de las Flores de Bach
? Carencia de contraindicaciones
? Carencia de efectos adversos, secundarios, colaterales o
iatrogenia (todas las enfermedades producidas por medicamentos o la acción de la
medicina alopática).
? Compatibilidad con cualquier tratamiento
? Accesibilidad
? Bajo coste
? Seguridad
? Acción a nivel energético sutil
? Actuación en la posible causa real de la enfermedad
? Efecto holístico
? Polarizadas a nivel evolutivo
? Selectividad de actuación
? Evidente efecto preventivo