Cuando hablamos de felicidad se nos hace extraño tener una única definición ya que es un concepto muy subjetivo. La felicidad es un ideal abstracto al cual todos los seres humanos podemos llegar a aspirar y según nuestras propias idiosincrasias, hace que pueda tomar infinitas formas.
¿Pero y si pudiéramos medir elementos que se vinculan con nuestra felicidad?
¿Y si pudiéramos contabilizar los factores que pueden ser universales a todos los humanos?
¿Y si pudiéramos registrar los indicadores que están presentes en nuestro cerebro?
De esto trata este artículo, de poder adentrarnos en las profundidades de uno de los órganos más misteriosos que es nuestro cerebro.
Podemos entender la felicidad como un estado mental en el cual se dan toda una serie de reacciones neuroquímicas. Por ejemplo, hay un aumento de hormonas como son: la dopamina, la serotonina, la oxitocina o las endorfinas (Breuning, 2015). De esta manera, aunque cada persona tiene su propia definición de felicidad, sí que existe un estado cerebral que puede ser compartido por todos/as.
Pongamos como caso aquella pareja que acaba de tener un bebé, probablemente si les preguntas si son felices te responderán que sí, ya que el nacimiento de un hijo/a genera toda una serie de reacciones neuroquímicas en las que están implicadas las hormonas anteriores.
Lo mismo ocurriría si le preguntas a alguien que acaba de irse de vacaciones a ese lugar donde hacía tantos años que quería ir. O a la persona que acaba de terminar esos estudios que tanto le costaron de lograr.
La diferencia será el grado y la intensidad en la que estas sustancias se encuentran presentes en el organismo de esa persona. Esto hará que cada persona, en sus circunstancias, viva la felicidad de una manera distinta, pero químicamente muy parecida.
Podemos cambiar nuestros estados de felicidad
Aun así, la felicidad se puede generar y trabajar a través de nuevas acciones y hábitos. A continuación, vamos a compartir algunas pautas que podemos aplicar en nuestro día a día.
Una de los primeros pilares que podemos cambiar son nuestras expectativas. En la obra el “Algoritmo de la Felicidad” (Gawdat, 2017), el autor nos plantea la fórmula de equilibrar nuestras expectativas en relación a la realidad. Cuando existe una gran diferencia entre lo que esperamos que ocurra con lo que finalmente acaba pasando (eventos) entonces generamos todo un conjunto de emociones o sentimientos vinculados con la frustración, la tristeza, la apatía, la rabia… Estas emociones a la vez acaban también originando toda una serie de sustancias cerebrales que se vinculan con estados de bloqueo, estrés o desactivación (por ejemplo, las hormonas del cortisol). Si cada vez que vas a tomar un tren o un autobús sabes que vas a llegar tarde, toma el anterior o no te pongas reuniones a primera hora.
Otro aspecto para incrementar nuestra felicidad es el de mantener en unos niveles elevados de satisfacción áreas personales como: el amor, el sexo, el trabajo (alineado con nosotros), la economía personal, nuestro ocio (sobre todo que podamos reír) y la amistad. Estas áreas según el neurocientífico Dean Burnett (2018) son capaces de ayudarnos a cambiar la neuroquímica de nuestro cerebro.
También podemos seguir los consejos de la neurocientífica Wendy Suzuki (2016), quien nos sugiere que añadamos ejercicio diario a nuestras vidas, la práctica de la meditación o mindfulness y la acción o compromiso para mantenernos activos/as. Según comenta, con estas prácticas podemos mejorar nuestras conexiones cerebrales, generar estados de calma y satisfacción y a la vez disfrutar de las hormonas del placer.
Cuidado con los engaños de la felicidad
Por otro lado, no todo es tan fácil y sencillo. Gracias a las aportaciones del escritor especializado en ciencia David DiSalvo (2011) nos advierte de algunos engaños que nos genera nuestro propio cerebro y que nos dificultan el ser felices. Por ejemplo, cuando escogemos el placer inmediato podemos encontrarnos con una insatisfacción muy elevada en el futuro. Si decidimos posponer nuestras obligaciones (estudio o trabajo) y decidimos pasárnoslo bien (ir al cine o salir de fiesta, en su lugar), esta felicidad momentánea, no nos compensará el sufrimiento de no alcanzar nuestras metas (posible suspenso o despido).
Además, tenemos que tener presente que cuando nos centramos en expectativas demasiado elevadas, lo que podríamos llamar un exceso de optimismo, podemos entonces padecer de mayor infelicidad. La creencia de todo irá bien sin ninguna razón o justificación puede ser dañina. Se ha estudiado como los niveles de optimismo no realista pueden llegar a causarnos mucho malestar emocional (Sharot, 2011).
También es interesante la aportación del autor Raghunathan (2016), que desmonta la correlación de dinero y felicidad. Él afirma que el dinero es un elemento higiénico que nos permite sentirnos satisfechos, pero que a partir de cierto nivel no aporta más felicidad. Sí que nos ayuda a sentirnos más felices cuando estamos realizando actividades solidarias o altruistas. Este tipo de acciones generan también hormonas vinculadas con la felicidad. Y luego aboga por la aceptación de la incerteza como una manera de poder lidiar mejor con todos los eventos que nos ocurren.
La felicidad en tu cerebro
Una vez exploradas las dos corrientes de cómo podemos hacer que nuestro cerebro sea más feliz, y descartar aquellas falsas premisas o elementos que no nos ayudan, nos quedamos con el concepto de Neuroplasticidad. Este término significa la capacidad que tiene nuestra estructura cerebral de hacer nuevos aprendizajes y de cambiar su forma. Como resultado de esta capacidad cerebral, los seres humanos disponemos siempre de margen para mejorar, para transformarnos, para crecer y desarrollarnos.
Es cuestión de que cada persona asuma su responsabilidad y pueda seguir algunas pautas a diario, no de forma puntual y espontánea. Esto es lo que marcará la diferencia entre tener un cerebro más o menos feliz. Y también así podemos desechamos las fórmulas rápidas o milagrosas, que la ciencia ya ha empezado a desmentir.
“Tú puedes escoger hoy tener un cerebro un poco más feliz”
Oriol Lugo y Ana Farré
Psicólogos e investigadores en la Universidad Ramon Llull de Barcelona. Co-directores del Owl Institute, centro de referencia en el estudio de las Neurociencias aplicadas al campo Psicoterapéutico.
Fuentes
- Burnett, D. (2018).The Happy Brain: The Science of Where Happiness Comes From, and Why. Nueva York: Norton & Company.
- Breuning, L. G. (2015). Habits of a Happy Brain: Retrain Your Brain to Boost Your Serotonin, Dopamine, Oxytocin, & Endorphin Levels. Nueva York: Simon and Schuster.
- DiSalvo, D (2011).What Makes Your Brain Happy and Why You Should Do the Opposite.Nueva York: Prometheus Books
- Gawdat, M. (2017). El algoritmo de la felicidad: Únete al reto de los 10 millones de personas felices. Barcelona: Zenith
- Raghunathan, R. (2016). If You’re So Smart, Why Aren’t You Happy? Londres: Vermilion.
- Sharot, T. (2011). The optimism bias: A tour of the irrationally positive brain. Nueva York: Pantheon.
- Suzuki, W. y Fitzpatrick, B. (2016). Healthy Brain, Happy Life: A Personal Program to to Activate Your Brain and Do Everything Better. Nueva York: Harper Collins,