Cuántas veces nos expresamos por medio de nuestras palabras
al cabo del día. Es algo que hacemos de manera mecánica, sin poner atención en
lo que decimos, ignorando la trascendencia y el alcance que nuestras palabras
tienen y su poder creador.
Vivimos en una época muy especial, todos nos estamos dando
cuenta. El paradigma de un Universo mecánico ya pasó, y estamos emergiendo hacia
un despertar de una nueva conciencia individual y planetaria, en la que el mundo
que experimentamos, nuestra realidad, no está separada de nosotros; y tal vez
también nos hayamos dado cuenta de que la materia, lo que llamamos mundo físico,
tampoco está separado del Espíritu.
Si la materia es la expresión del Espíritu Creador que se
manifiesta o cristaliza en el mundo físico, no existirá ningún obstáculo para
comprender que lo que vivimos como realidades físicas, son los efectos de una
determinada expresión creadora que sería la causa. Por lo tanto, resultaría
bastante lógico que actuar en el nivel de los efectos, en nuestras vidas
cotidianas para intentar cambiar nuestras vidas, para ser felices y experimentar
la vida en plenitud que todos estamos llamados a expresar, no es la clave para
el cambio. El cambio real solo podrá sobrevenir como consecuencia de una
transformación de nuestro interior que es la causa de nuestras vivencias. Sean
las que sean. No hay excepciones. Porque vivimos en un Universo sensible y no
estamos separados de él. Somos Uno con el Todo.
De manera que nuestra actitud ante la vida, ante nosotros
mismos y ante los demás, determina la calidad de vida a la que podemos aspirar.
O lo que es lo mismo, nuestro estado de conciencia es lo que vivimos expresado
en realidades. Somos el origen de nuestra realidad. Y nadie más lo es.
Sería un posicionamiento inteligente ante la vida, el aceptar
primeramente que no hay culpables de nuestras experiencias desdichadas, y por
mucho que nos resistamos a aceptarlo, solo nosotros somos los responsables. En
consecuencia, en lugar de distraernos en buscar fuera la causa de nuestros
problemas, podríamos iniciar un giro radical hacia dentro de nosotros mismos y
observar que solo si nosotros cambiamos, podremos cambiar nuestra realidad. Esto
afecta a la totalidad de nuestra vida, pues nada es ajeno o queda suelto al
azar. Todo depende de nosotros mismos. De nuestro estado interno.
Hoy es ampliamente aceptado el enorme poder del pensamiento
como una realidad. El pensamiento es creador. Es energía que pugna por
materializarse, porque esa es la naturaleza del pensamiento y además es una Ley
Universal, el Mentalismo de las enseñanzas Herméticas.
Expresamos nuestros pensamientos a través de palabras que
ponen en marcha aquello mismo que estamos expresando. Cuando éstas salen de
nuestra boca, no nos damos cuenta, pero despues nos lamentamos ante situaciones
no deseadas. Y con estos lamentos, seguimos expresando o afirmando una realidad
que no deseamos, pero hacia la que apuntan nuestras palabras, que son el vestido
de nuestros pensamientos.
Expresiones de rechazo de crítica o desagrado hacia nosotros
mismos, hacia los demás o hacia el mundo entero, nos hunden más en la espesura
de la que queremos salir. Y el Universo responde a nuestras expectativas, sean
las que sean, aunque de momento, lo ignoremos.
Con nuestras palabras podemos dar ánimos, ayudar, construir.
Y con ellas podemos hacer todo lo contrario: herir y criticar. Podemos tener
hacia nosotros mismos, palabras duras, destructivas, amenazadoras, que nos
deprimen, nos entristecen, nos amargan.
Y qué decir de las palabras descontroladas que podemos lanzar
hacia los niños, haciéndoles con ellas ser los creadores de sus futuros dramas
si llegan a creerlas, pues creer es crear.
¿Sería suficiente para tomar conciencia del poder de nuestras
palabras ver la sonrisa en el rostro de un niño cuando recibe aprobación y amor?
¿ Ver cómo es capaz de superarse en lograr y alcanzar cualquier meta solo con el
estímulo de una palabra amorosa y dulce?
¿Y qué hay de ese niño interno que cada uno de nosotros
llevamos, por qué seguir creando más dolor? ¿Por qué no empezar a darnos ese
Amor que tanto hemos necesitado y que por inconsciencia no nos han podido dar?
¿Y por qué no perdonar también el que no nos lo dieran?
¿Por qué no nacer de nuevo, si cada día es una promesa…?
¿Por qué no aspirar a aquel Reino de los Cielos que, según Jesús de Nazaret,
está dentro de nosotros? Usemos nuestras palabras para expresar Amor,
aprobación, aceptación. Cantemos a la Vida. Endulcemos nuestras vidas con la
ternura del Corazón, porque sin duda, todo cambiará para mejor.