El oro armonizador

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    La Tradición Occidental asocia al oro con el sol. En el
    planeta Tierra aparece por todas partes, si bien en algunos lugares en una
    proporción muy pequeña. En muchos sitios lo encontramos diluido a la décima
    potencia decimal, una parte en 100 millones. Las aguas del mar contienen una
    parte en 10 millones. El granito contiene una parte por millón. La diabasa 0,7 y
    el basalto 0,2. Por lo general, las rocas más ricas en ácido sílicico son las
    más ricas en oro.

    Tan sólo podemos recuperar, mediante precisos métodos
    extractivos, una pequeña cantidad. La mayor parte sirve para «homeopatizar» la
    Tierra. Existen grandes depósitos de oro por descubrir en todos los continentes.

    África, el continente del León, es el más rico en oro.
    También es el que muestra con más claridad los efectos del sol en su clima. Este
    continente solar es también el del oro. El centro de gravedad de este metal en
    la tierra.

    Lo encontramos asociado a la sílice, portadora de una
    cualidad lumínica y muchas veces al hierro, tal como sucede en la calcopirita
    aurífera. Allí muestra su relación con el hierro y el azufre. Actúa muchas veces
    como un principio de conexión rítmica entre el cuarzo y el azufre. También en el
    centro del ser humano encontramos la sede de la actividad del oro, ya que está
    relacionado con la esfera cardíaca. Tenemos por una parte la zona neurosensoria,
    abierta al mundo de la luz y relacionada con los procesos de la sílice y la
    parte metabólica que emplea el azufre para construir sustancias y conducirlas a
    la circulación sanguínea influida por el hierro. Entre ambos extremos, en el
    centro -sistema rítmico- que trata de armonizarlos se sitúa el corazón,
    relacionado con el oro.

    El oro es un metal entre la luz y la gravedad. Es 19 veces
    más pesado que el agua. Lleva en su seno los principios de luz, fluidez elástica
    y gravedad. Los antiguos buscaban estos principios en las sustancias terrestres
    para buscar información sobre la materia según se relacionaban entre ellos.
    Consideraban un principio de la naturaleza luminosa cósmica –sulfur–, otro
    terrenal –sal– y conectando ambos uno rítmico, medio cósmico, medio terrenal
    –mercurial– En sus procedimientos alquímicos buscaban separar estos tres
    principios. Encontraron que en el oro era la tarea más difícil de realizar,
    siendo este metal incluso más difícil de destruir que de construir. Eso expresa
    de forma asombrosa sus fuerzas internas de cohesión.

    No se conoce por completo el significado de la dinámica del
    oro como oligoelemento. Se sabe que influye sobre el crecimiento y la división
    celular, que normaliza –en su estado coloidal– el aceleramiento de la velocidad
    de sedimentación, frena la coagulación sanguínea, moviliza el sistema retículo
    endotelial, favorece la oxidación, estimula el principio adeno-corticotrópico y
    coordina las acciones del sistema neurovegetativo.

    Los procesos oro de la circulación constituyen procesos de
    control global del organismo que reúne las polaridades y las mantiene en
    equilibrio.

    El Dr. Rudolf Steiner explicó cómo el oro transforma la
    sangre en portadora de lo espiritual. De este modo el sistema cardiovascular se
    constituye en el centro del ser humano, órgano solar mediante el cual el YO
    actúa por medio de la organización aérea –lo anímico– y líquida –procesos de
    vida– hasta la actividad de las sustancias físicas. El embrión en el seno
    materno es conducido a su madurez mediante el calor del sol del microcosmos –es
    decir, del corazón, del proceso oro-Paracelso–.

    El oro está relacionado con los procesos de hematopoyesis
    manteniendo la normalidad funcional dentro de la médula de los huesos. La
    intoxicación con oro paraliza estas funciones –anemia, agranulocitosis– que
    puede llegar a la aplasia medular. En dosis homeopáticas consigue influir en la
    anemia y la leucopenia.

    Un sistema de equilibrio sutil del oro actúa en el seno de la
    sangre. Se manifiesta en la constancia de sus constituyentes –isotonía–isoionía,
    composición y temperatura, que se mantienen iguales en límites muy estrechos, y
    constituyen la base fisiológica de nuestra conciencia de vigilia. Según
    Paracelso la energía del oro reúne las dinámicas básicas
    -sulfur, mercurio y sal- en una unidad funcional.

    Las perturbaciones del proceso oro se expresan mediante
    trastornos de origen cardíaco con pérdida del equilibrio psíquico y tendencia a
    la expansión maníaca de cara a su entorno o bien a la retracción en sí mismo,
    egocéntrica y depresiva. A nivel terapéutico el oro puede tratar estos
    desequilibrios.

    Cuando en una persona son insuficientes las energías solares
    se manifiestan en una necesidad de luz y calor. El sujeto sufre por una carencia
    de luz interior. Está como congelado, captado por una tendencia egocéntrica. Su
    pensar está ciego a todo ideal y como atado a lo material, incapaz de acceder al
    mundo de las ideas, y a entusiasmarse por las aspiraciones de la humanidad. Los
    ideales más elevados le dejan frío.

    Su corazón es incapaz de calentarse y de amar la vida en
    profundidad. La falta de un sano sentimiento de sí mismo y del gusto por la
    vida, la carencia de auto-estima, la melancolía, la auto-acusación sin
    fundamento, la angustia, le quitan toda seguridad y le impulsan a la
    desesperación.

    El «carente de sol» no se atreve a comprometerse a fondo y no
    se siente capaz de afrontar las tareas que le esperan. Su ojo psíquico sólo ve
    la mitad de las cosas, «el lado oscuro de la vida». La existencia se vuelve para
    ellos una carga demasiado pesada.

    La sabiduría popular habla de un «corazón de oro». De un
    «corazón cálido», lleno de benevolencia y de compasión. Un «gran corazón» reúne
    todo en su amor. El «corazón frío» o «corazón de piedra», describe a un egoísta,
    una persona «sin corazón», al que la alegría y los sufrimientos de los demás le
    dejan insensible. El «corazón que sangra» o el «corazón roto» expresa el dolor
    que le quita la vida.

    La tradición ve en el proceso oro del corazón al portador del
    YO. En este símbolo del corazón se ha concentrado el ser psíquico, moral y
    espiritual. En el corazón localizamos también el punto central en relación con
    el conocimiento de sí mismo: lo que nos mantiene en la conciencia terrestre de
    la vigilia es la fuerza que actúa en el oro. Allí donde físicamente se encuentra
    el músculo cardíaco se reúne todo lo que nos da un punto fijo de referencia. En
    el corazón está el centro por excelencia que nos impide hundirnos, escapar hacia
    arriba, desviarnos a la derecha o a la izquierda. En fin, lo que nos mantiene.
    Con el corazón se relaciona el bienestar orgánico, el coraje, la armonía.

    El YO dirige mediante la conciencia que proporciona el oro,
    por medio del corazón, toda la vida psíquica humana al igual que el Sol gobierna
    todo el sistema solar por medio de su fuerza y energía.

    El oro tiene un efecto muy armonizante que atempera el ser y
    le conduce a un equilibrio interior.

    La experiencia espiritual desvela los caracteres de la
    conciencia del corazón: en la parte superior del órgano se encuentra la fuerza
    de la conciencia, por la cual el corazón humano se diferencia del animal. Desde
    esta parte se produce auriculina un péptido que armoniza el polo superior e
    inferior. Esta fuerza viva se expresa mediante una conciencia ética que no
    recurre al intelecto: vive en el respeto y el conocimiento de Dios, en el
    conocimiento doloroso de sí mismo, la humildad, la compasión y la bondad, en
    impulsos poderosos para buscar el bien, la verdad y la belleza, que son ajenos a
    los animales.

    Esta fuerza del corazón tiene carácter puramente espiritual.
    Tiene su sede física en la parte superior del corazón, en tanto que el
    intelecto, como que fuerza anímica, tiene su sede en el cerebro.

    El corazón es la verdadera sede –como afirman todas las
    genuinas tradiciones– de la vida espiritual cuando está centrada y no influida
    por fuerzas opositoras a la evolución humana.

    En el corazón humano se generan las convicciones profundas
    que condicionan a la voluntad. Del corazón surgen los impulsos que conducen a la
    transformación interior.

    Trastornos psíquicos de origen cardíaco

    Una sobrecarga del proceso oro conduce a la excesiva
    extraversión, a la manía. Se genera un humor demasiado alegre, un aumento de la
    actividad intelectual, de energía y de fuerza para acometer todo tipo de
    empresas. Poco a poco la excitación y la prisa se incrementan. Se siente que
    nada va lo suficientemente deprisa, como uno espera. La conciencia se embota,
    con aumento de las emociones y disminución de las inhibiciones. Se hipertrofia
    el yo. Hay manifestaciones incontroladas de la voluntad. Excitación y violentas
    explosiones de cólera, a veces locura furiosa y humor maníaco.

    Un déficit del proceso conduce a la introversión, a la
    depresión. La dinámica solar se paraliza. Se incrementa el frío psíquico. Falta
    la ilusión, las ganas de vivir. Parece que la vida ya no tiene sentido. La
    persona se dirige auto-acusaciones sin fundamento. Hay falta de confianza en sí
    mismo. Falta de decisión. Muchas veces angustia, disgusto ante la vida, y a
    veces tendencias suicidas.

    Estos dos trastornos psíquicos polares se pueden mejorar
    muchísimo mediante plantas que contienen oro en pequeñísimas concentraciones o
    en el nivel etérico, como el Hypericum Perforatum o Herba de San Juan o mediante
    oro homeopatizado en la dilución adecuada adaptada a cada caso.

    También la terapia funcional con oligoelementos nos
    proporciona el cobre-oro-plata que armoniza los tres polos: neurosensorio -plata
    , rítmico
    -oro- y metabólico-motor-cobre-.

    Cuando utilizamos oro en diluciones medias –desde D12 hasta
    D15– regularizamos de modo específico el ritmo cardíaco y la circulación
    sanguínea, mejorando mucho la armonía a nivel psíquico.

    En altas diluciones –D20 a D30– actúa como fuerza de luz.
    Ayuda poderosamente en tendencias depresivas.

    En baja dilucción –D6 a D10– va mejor en casos de
    expansionismo maníaco y la excitación.

    Existen muchas sales de oro que también se pueden utilizar. Y
    también se puede utilizar combinado con hipérico. Por ejemplo Hypericum
    Perforatum aurum cultum D15. Es Hierba de San Juan cultivada en terreno
    enriquecido con alguna sal de oro.

    Son muchas las posibilidades del oro para armonizar al ser
    humano. Sirvan estas líneas para iniciaros en el conocimiento de los posibles
    usos de este maravilloso metal que no es otra cosa que sol cristalizado.