Gran Scala, el complejo de ocio
cuya proyectado en el desierto de Los Monegros no está exento de críticas
enfoncadas, sobre todo, a su impacto medioambiental
Son
pocos los que a estas alturas no han oído hablar de Gran Scala, el faraónico
proyecto que prevé construir en el desierto aragonés de Los Monegros, el mayor
complejo de juego y ocio de Europa, sólo superado en el mundo por Las Vegas. El
concepto de Gran Scala tiene algo de novedoso: se trata de un parque multi-temático
compuesto por cinco complejos ambientados cada uno en distintas épocas de la
historia de la humanidad. Dentro de ellos, casinos, parques de atracciones,
hoteles y restaurantes por doquier, con el propósito de atraer a las estériles
tierras aragonesas a más de 15 millones de visitantes por año. Lo que en un
principio parecía fantasía megalómana se ha ido concretando en pasos reales,
gracias al apoyo del Gobierno de Aragón, el cual ha impulsado una ley
prácticamente ad hoc para el proyecto, titulada con el gráfico nombre de
«Ley de Centros de Ocio de Alta Capacidad».
Impacto medioambiental
Como era de esperar, un macro proyecto de
esta envergadura ha sido abundantemente criticado,desde numerosos puntos de
vista: políticos, sociológicos y, por supuesto, ecológicos. Centrémonos en estos
últimos.
La oposición a Gran Scala, desde el lado
verde, ha venido articulada por dos colectivos formados expresamente para la
ocasión: Stop Gran Scala y Los Monegros No Se Venden. No son los únicos, claro,
y también desde Ecologistas en Acción se han pronunciado argumentos críticos
contra Gran Scala. Se afirma, como punto de partida, que un proyecto tan grande
atenta contra cualquier política de sostenibilidad. En el manifiesto inicial,
firmado por todas estas asociaciones, se estimaba que la producción de CO2
de Aragón aumentaría más de un 15% ya que, si bien desde las instituciones se
afirma que Gran Scala se va a basar en un modelo sostenible, es difícil
compatibilizar este principio con la existencia de tantos edificios, campos de
golf y lagos artificiales.
Un revelador estudio que ha publicado
ecodes.org concluía que para que Gran Scala tenga un impacto medioambiental
neutro han de asumirse unos costes económicos que se escapan a la lógica humana.
Y es que no se trata únicamente del gasto energético del propio complejo: los
desplazamientos en avión y en coche de los turistas generarían por sí solos una
cantidad de CO2 equivalente a la emitida por toda la Comunidad de
Aragón en 2003.
Otro punto conflictivo es la relación con
el agua, sobre todo porque Aragón ha sido bandera en la lucha por un reparto y
un uso racional del agua, tomando la Expo de 2008 celebrada en Zaragoza como
paradigma de una relación de sostenibilidad con el Planeta Tierra.
En este sentido, no se puede perder de
vista el hecho de que Los Monegros es un inmenso desierto: para llevar agua
hasta allí van a ser necesarias la construcción de presas y kilómetros de
cañerías, con propósitos de dudosa moralidad, como son abastecer lagos
artificiales o regar campos de golf.
Y, pese a que Los Monegros sea un
desierto, no por ello deja de constituir un ecosistema rico y variado. Desde
1999 circula por Internet el Manifiesto Científico por Los Monegros, complejo
estudio difícil de resumir, pero que arroja algunos datos reveladores: Los
Monegros son el punto de mayor diversidad biológica de Europa, un lugar en el
que todavía en ese año se descubrieron hasta 200 especies nuevas.
Más allá de todas las consideraciones
sociales, económicas y políticas que plantea un proyecto como el que nos ocupa,
parece claro que, de llevarse a cabo, pasará a la historia como otra muesca del
hombre en nuestro maltrecho planeta, en aras de otras motivaciones que no
discutiremos aquí pero que se olvidan, una vez más, de que la Tierra no se muere
con nosotros y deberá ser disfrutada también por las generaciones venideras.