Entre
los muchos placeres y sorpresas de la naturaleza están las fragancias. Ya sea
entrando en un cálido bosque de pinos o paseando por un jardín, el perfume del
arrayán o de la rosa sorprenden y regalan nuestros sentidos.
Las fragancias además, generan estados de
ánimo. Pueden serenar y clarificar la mente, relajar o dar energía. Esta cultura
de abrirse completamente a la fragancia en Japón se llama «escuchar el
incienso». En todas las culturas, la capacidad de las esencias de producir
cambios mentales ha facilitado desde siempre su uso como vehículo de
comunicación con lo trascendente.
Cuando el hombre aprendió a usar el fuego
descubrió que determinadas cortezas, resinas, hojas y raíces desprendían
fragancias intensas cuando se quemaban. Ahí radica el origen de la palabra
perfume, del latín per fumun, que significa aroma que se difunde «a
través del humo». Es el inicio del incienso, relacionado desde sus orígenes con
el uso ceremonial. Ya en el antiguo Egipto la reina Hapsepshut en el s. XV a.C.
relata expediciones al reino de Punt en busca de incienso y maderas aromáticas.
Los romanos tomaron de los egipcios la perfumería y el aseo diario en las termas
y combinaron aromas y sensualidad con vigorosa extravagancia. La mujer de Nerón,
Popea, se bañaba en aceite de rosas. Con la llegada del cristianismo la iglesia
prohibió los baños públicos. Durante siglos, el mal olor se apoderó de Occidente
y sólo el incienso en la iglesia aliviaba el hedor. Aún así, los ricos seguían
buscando resinas y agua de rosas para ocultar su mal olor y poco a poco se
fueron desarrollando los perfumes. En Oriente, como la gente nunca dejó de
bañarse, el tratamiento de las sustancias aromáticas produjo una rica cultura
del incienso que viajó con el budismo hasta los confines de Asia y llegó a
Japón.
En Japón el incienso entró en el siglo VI.
El incienso ayudaba ?y todavía hoy lo hace- a generar una atmósfera de
profundidad y concentración en la meditación. A la entrada de los templos de
Japón hay un gran pebetero para quemar barritas de incienso. Los fieles se lavan
con el humo perfumado para ocultar a los dioses el desagradable olor de los
humanos.
El incienso pasó de los templos a la corte
imperial dónde se desarrolló hasta extremos de sofisticación sorprendentes. Se
convirtió en un pasatiempo en el que los cortesanos competían por hacer las
mezclas de aromas más sugerentes. Poco a poco el uso del incienso evolucionó
hasta convertirse en un arte que llaman Koh Do: el camino del incienso, similar
a la ceremonia del te o el arte del arreglo floral (ikebana) y se convirtió en
una de las grandes tradiciones de Japón. Hoy en día los japoneses usan incienso
cada día para perfumar sus casas y los aromas que eligen se convierten en parte
integrante del hogar.
¿Cómo se hace el incienso en Japón? Los
principales ingredientes del incienso japonés son:
Tabu: árbol de China sin aroma cuya corteza molida es la
base del incienso.
Madera de aloe: también llamado agáloco o jinkoh, o kyara,
es una madera preciosa originaria del sureste asiático. El árbol que la produce,
aquilaria agallocun, tiene una madera ligera y anodina. Como consecuencia
de lesiones, ataques de insectos o bacterias, produce una resina para
protegerse. La madera impregnada de esta resina es oscura y pesada. Al quemar
produce un inigualable aroma que la hace más valiosa que el oro en toda Asia y
en los países islámicos, dónde se la conoce como "oud". Alan Watts,
sacerdote cristiano y uno de los grandes divulgadores de la espiritualidad
orientas decía que el aloe es el aroma del zen.
Madera de Sándalo: puede ser rojo o blanco. Como el
jinkoh, es una madera esencial para Oriente Medio, China, India y Japón. Es un
árbol parásito, casi arbusto, originario de las zonas áridas de Indonesia. Los
árabes ampliaron su cultivo a la India y hoy en día también se planta en
Australia. La parte fragante es el duramen y la raíz.
Benjuí: resina del Stirax benzoin y del Stirax
tonkinensis. Su aroma dulce, como de vainilla, tiene la particularidad de
mezclar bien con otras fragancias y reforzarlas.
Borneol: resina extremadamente preciosa que proviene de
árboles de 1000 años de edad en buen estado. Muy apreciado en Asia porque
facilita la concentración (por eso en Japón se usa para perfumar la tinta de
caligrafía) y en la medicina ayurvédica para combatir el dolor de cabeza. No
confundir con el alcanfor, con quien está emparentado.
Olíbano o incienso de iglesia:
resina de la Boswellia carterii originaria de Etiopía, Somalia y Oriente Medio.
Tiene propiedades fumigantes y mejora la acústica del local donde se quema.
Un reciente estudia de la Hebrew
University of Jerusalén, sugiere que es antidepresivo y ansiolítico.
Anís estrellado: fruto desecado del Illicium verum. Da al
aroma del incienso un toque delicado y chispeante.
Canela: corteza del canelo, usada desde tiempo inmemorial
como especia, condimento e, incluso, en el antiguo Egipto, como preservador en
el proceso de momificación.
Pachuli: hojas secas y fermentadas del Postogenom pachuli.
Su amaderado aroma se ha usado desde tiempos remotos en elixires y filtros de
amor, o sea, como afrodisiaco..
Nardo: la raíz del Nardostachis jatamansi se ha usado en
todo el Mediterráneo desde la antigüedad, siendo muy apreciada. Da un olor
animal y por eso se usa en pequeñas dosis. Se le atribuían propiedades místicas
y en la medicina Ayurvédica es el aroma del amor.
Otros ingredientes son:
cedro, mirra, ámbar gris, almizcle, estoraque, vetiver, clavo de olor, casia,
gálbano, láudano?
El proceso de la fabricación del incienso
japonés es totalmente artesanal. En una muela se mezclan la proporción exacta de
ingredientes: los sólidos finamente molidos, los aceites esenciales en líquido y
los colorantes para distinguir unas barritas de otras. Todo se mezcla con agua
hasta que el buen hacer del maestro obtiene la consistencia adecuada. La masa
así obtenida se pasa por una pletina perforada de donde salen las barritas en
forma de espaguetis. Cuidadosamente se colocan en bandejas y se cortan los
extremos, igualándolas. La pasta húmeda también se puede presionar en moldes
para hacer espirales y conos. Se deja secar durante unos días y ya está
preparado para usar.
Hoy en día se usa incienso en todo el
mundo como parte de una cultura universal de armonía y bienestar.