P.- ¿Porqué te hiciste vegana?
R.- No me hice vegana por ideología, fue por la salud de mi bebé, Ágata, que
nació con una alergia a la proteína animal. Esta alergia se manifestó a los
cuatro meses porque a través de la leche materna ella tomaba la proteína animal
que yo iba ingiriendo. Yo comía mucha carne y lácteos. Ágata, tuvo una fuerte
reacción cutánea, su piel se hizo débil, cualquier roce le causaba una herida.
Le diagnosticaron dermatitis atópica. En la Seguridad Social no me ofrecieron
soluciones, me dijeron que tenía que aguantar así hasta que la niña cumpliera
tres años con una crema de corticoides cuando tuviera eccemas o manifestaciones
cutáneas fuertes. Busqué soluciones alternativas hasta que encontré un grupo de
gente naturista que me orientó muy bien. Me explicaron que era un problema de
rechazo a la proteína animal. Empecé a reducir los lácteos en mi dieta. Durante
un mes sustituí la leche de vaca por leche de almendra y de arroz. La niña
mejoró bastante. Después suprimí por completo las carnes, pescados y huevos en
mi dieta. Me costó mucho, pero lo hice. La niña dejó de tener los ojos tristes,
dejó de rascarse y de sangrar, ya no se la veía dolorida. Así pues, entré en el
veganismo para salvar a mi hija y mejorar su calidad de vida. Hasta ese momento,
hace un año exactamente, yo no tenía ninguna cultura dietética. Ni siquiera
sospechaba lo importante que es una comida sana y lo insidioso que son los
aditivos, los pesticidas, etc.
P.- Has dicho antes que eras una forofa de la carne ¿Comíste mucha carne durante
el embarazo?
R.- Antes del embarazo comía bastante carne, incluso cruda. Cuando quedé
embarazada los médicos me recomendaron que comiera mucha proteína, que era
necesaria para el desarrollo del feto, así que comí mucha carne, incluso más que
antes si cabe. Comía carne y pescado en la comida y en la cena. Ahora sé que
esto es un grave error, no sólo no es necesario sino que es pernicioso, a pesar
de que en todos los servicios de tocología te digan lo contrario. Ahora se que
la dermatitis atópica que sufren muchos niños se puede evitar simplemente con
una dieta correcta durante el embarazo, reduciendo o eliminando la proteína
animal y reforzando a la vez la proteína vegetal. Esto no quiere decir que no
existan casos de dermatitis atópica en familias vegetarianas, que sí los hay
porque es una enfermedad congénita, pero el pronóstico es mejor.
P.- Además de la dieta sana, ¿qué otras soluciones se pueden ofrecer para curar
la dermatitis atópica?
R.- Van muy bien los baños de lodo o de arcilla. Son un remedio naturista
eficaz, pero sólo sirven para mitigar la enfermedad. Desde la medicina
convencional se ofrecen toda una serie de medicamentos, pastillas, jarabes,
cremas… Son medicinas carísimas, agresivas y con efectos secundarios. La
medicina oficial sigue negando que la dermatitis atópica sea una alergia
alimentaria o dice que ?no está probado?. Aquí esta mi hija para probarlo, a los
cuatro meses tenía una dermatitis galopante y hoy en día tiene dieciocho meses y
está sana.
P.- ¿Es fácil ser vegano? ¿Cómo te afecta en tu vida cotidianda?
R.- Te cambia toda tu vida, existe un antes y un después. El veganismo es una
solución integral para la dermatitis atópica y para muchos otros problemas. Los
cambios que cada uno tenga que hacer en su vida tendrán un calado mayor o menor
según el caso, en el mío la opción del veganismo ha venido determinada por la
necesidad de curar a mi hija. El detonante para mi fue la maternidad, que me ha
hecho cuestionarme muchas cosas. He dejado atrás una vida profesional intensa y
he tenido que realizar un esfuerzo para cambiar muchas coordenadas en mi vida.
El deseo de los padres de que sus hijos estén sanos y sean felices es una fuerza
poderosa que puede con todo. A mi, el cambio a una alimentación vegana me ha
sentado muy bien. Ahora siento la necesidad de divulgar mi experiencia y estoy
escribiendo un libro sobre veganismo para intentar ayudar al máximo número de
personas que tengan en casa este problema de la dermatitis atópica con sus
bebés. El veganismo es difícil, pero una vez que se superan los problemas de
adaptación es una maravilla, se descubre una nueva visión de la vida y de uno
mismo. También se descubre toda una nueva gastronomía que es un goce para el
cuerpo. El goce del chuletón de Avila es un goce agresivo, el cuerpo se
resiente. Sin embargo, con la alimentación vegana el cuerpo goza y no sufre. El
veganismo te da una imagen diferente de ti mismo. Al sentirte distinto empiezas
a pensar un poco por libre, ya no eres como los demás y esto se nota enseguida.
Entras en un supermercado y lo único que te sirve es la sección de frutas y
verduras y eso al principio te hace sentirte como alienígena, como fuera de la
sociedad. Te hace cambiar tu autoimagen. Personas muy integradas en la sociedad
y que se identifican mucho con lo que hacen, se pueden sentir un poco extrañas y
marginadas. Para mi es un proceso de maduración. Si esta constatación te cae
como una bomba, te puede poner las cosas muy difíciles. Hay que acostumbrarse a
ser distinto, a seguir tu propio camino y no depender de la aprobación de los
demás. Luego hay un aspecto logístico complicado. El aprovisionamiento ya no se
puede hacer en el supermercado o en grandes superficies y tienes que empezar a
buscarte la vida y a invertir tiempo en ello. Estas dificultades logísticas
hacen que la familia que esté planteándose este cambio de dieta deba dedicar
mucho tiempo y concentrarse mucho en el aprovisionamiento, porque necesitas
ingredientes y cosas que no son fáciles de encontrar. Implica un cambio de
hábitos y cierta incompatibilidad en familias donde todo el mundo trabaja. Para
realizar una transición con éxito tienes que estudiar mucho dietética y
renunciar a una serie de cosas que hacías antes, por ejemplo a trabajar tantas
horas como antes. Lo más difícil es encontrar proveedores, porque con los
herbolarios no es suficiente. Y sobre todo cuando tienes que viajar. Cualquier
desplazamiento con un bebé vegano es complicado.
P.- Pero el veganismo es también una opción ética…
R.- Por supuesto, he dicho antes que un chuletón de Avila es un placer para el
cuerpo aunque luego se resienta y he olvidado mencionar al pobre choto, que es
sacrificado para que este chuletón llegue al plato. Aquí radica el núcleo del
pensamiento vegano, la motivación principal viene generalmente del horror ante
el sufrimiento animal, las torturas que sufren los animales durante su crianza y
en el matadero… Los animales no son objetos, son seres sensibles, tienen
emociones como nosotros. Yo nunca me había planteado esto, aunque era incapaz de
matar un animal. Una vez me tocó un gallo vivo en una rifa y se suponía que
había que matarlo y usarlo para hacer sopa. Era un animal joven, lleno de vida,
con ganas de corretear, lleno de colores, de belleza absoluta. Pensar que tenía
que matarlo para comer un día un guiso me parecía horrible. No fuí capaz. Ahora
comprendo que una persona se haga vegana por amor a los animales, para evitar
esa explotación. Yo no me hice vegana por ideología sino por necesidad, pero
comparto esa conciencia y entiendo ahora mejor esas motivaciones éticas. En
cierta ocasión conocí a Francisco Martín, el presidente de la Asociación Vegana
Española, y me dijo que con el tiempo te vas acercando a ese sentimiento de
respeto a los animales, y es verdad.
P.- ¿Cual es ahora tu punto de vista sobre la medicina convencional?
R.- Para los veganos, bregar con médicos y pediatras es difícil, aunque no
imposible: hay una progresiva apertura en este terreno. Muchos no se dan cuenta
del exceso de proteína animal que tenemos en la dieta habitual y de ahí los
problemas de hipertensión, obesidad, diabetes, gota, cardiopatías… que son la
consecuencia de una inmensa acumulación de grasas y toxinas. La medicina
convencional no es eficaz para prevenir muchas enfermedades, se sustenta sobre
una cultura sanitaria y nutricional desastrosa, pero no todo es achacable a los
médicos; el sistema entero está montado así.