La Ciencia del Bioplasma

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    Todo en cosmos, tanto nuestro planeta Tierra como nuestro cuerpo, está
    compuesto de ELEMENTOS, tales como: Oxígeno, Sodio, Potasio, Selenio, Carbono,
    Silicea y muchos más. Existen
     aproximadamente 100 Elementos que han sido
    descubiertos y son conocidos hasta la fecha. Son conocidos como oligoelementos y
    cada profesional de la medicina conoce su gran importancia.

    El Elemento número 86 se llama RADÓN.

    En los últimos años la prensa, la radio y la televisión, y también las
    Autoridades públicas, nos advierten que el Radón, gas noble que fluye de la
    tierra, es nocivo.

    La creación alimenta con Radón a algunas de las plantas más antiguas como
    por ejemplo el helecho y el muérdago. Éstas utilizan el Radón para su
    crecimiento y total madurez de la semilla. Allí donde crece el helecho se trata
    de un lugar nocivo para el hombre. Ahora bien, mucho más peligroso es el Radón
    generado de manera artificial y que fluye constantemente y se escapa a través
    del agua de refrigeración de los reactores nucleares.

    El Dr. Josef Oberbach ha podido reconocer que la mayoría de las
    enfermedades no tienen su origen en los virus, sino en el Radón.

    El Radón igual que el oxígeno penetra en nuestro organismo por la piel, a
    través de la alimentación y la respiración. En la corriente sanguínea el Radón
    conduce a los glóbulos rojos a una explosión o a una implosión. Los muchos
    fragmentos que de esta explosión resultan contienen el radical Radón. Estos se
    pueden depositar en cualquier parte del cuerpo, para proliferar en los tejidos
    allí donde se encuentren.

    De esta manera la sangre se carga eléctricamente y el valor del pH
    celular es cambiado hasta tal punto que este ambiente se vuelve apto para que
    los virus puedan establecerse y prosperar. Los glóbulos rojos estallados tienen
    que ser aniquilados, en tanto que materias tóxicas, por lo que con gran rapidez
    nuestro organismo encauza un ejército de glóbulos blancos en la corriente
    sanguínea. Esta nueva composición sanguínea tendrá a partir de aquí un exceso de
    leucocitos.

    Como consecuencia de los glóbulos rojos explotados surge una
    bilirrubinemia en el hígado, en el conducto biliar y en la circulación de la
    vena porta. Nuestro cuerpo no consigue eliminar ni evacuar esta materia
    colorante. Por todas partes se producen congestiones, en el intestino delgado y
    grueso y en especial en el sistema linfático. Surgen diarreas, estreñimientos y
    perturbaciones digestivas.

    Los síntomas visibles son un color de la piel pálida y frecuentemente la
    ictericia. Quien ha tenido ya la ictericia está bajo constante amenaza, lo que
    se ha vuelto patente a través de la Ciencia del Bioplasma.

    Pero lo más peligroso es que el Radón vuelve inactivo el oxígeno
    bioactivo, lo que hasta ahora no ha sido reconocido oficialmente. El Radón lo
    convierte en un veneno mortal. Esto ocurrió también durante los 5 primeros
    viajes espaciales y que llevó a los astronautas a pasar varios meses en
    cuarentena. Se ha demostrado una y otra vez que el tratamiento de curación por
    el oxígeno o el ozono, no ha aportado ningún resultado duradero. El Radón
    paraliza en el organismo humano la actividad del oxígeno, también en el caso de
    que se emplee oxígeno activado.

    En Europa se ha medido un creciente flujo de Radón de la tierra, e
    igualmente en Australia y Nueva Zelanda, donde se realizan numerosos estudios.
    Las causas no se dan a conocer, pero se trata de accidentes en los reactores
    nucleares, de los experimentos atómicos, que bajo tierra irritan hasta tal punto
    de radiactividad, como hace muchos millones de años sólo pudieron superarla
    algunas plantas tales como los helechos; y otro motivo es también la
    electricidad artificial proviniente de reactores nucleares.

    La mayoría de la gente no lo tiene en cuenta, porque las radiaciones, en
    muy pequeñas dosis, tal y como las percibimos a diario, no producen dolores ni
    un efecto inmediato visible. Pero tenemos que ser conscientes de que estas
    radiaciones comienzan a irritar el núcleo celular, hasta 35 años antes de que la
    enfermedad como tal se manifieste. Por el correspondiente diagnóstico del
    Bioplasma se demuestra que la mayoría de las enfermedades provocadas por tales
    radiaciones, tienen curación mientras que nuestras células reaccionen todavía a
    las fuerzas del Sol, a los fotones.