La combinación de los alimentos

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    Solemos pensar que para mantener una buena alimentación es suficiente
    elegir productos naturales e incluir en la dieta frutas, verduras, cerales,
    legumbres, etc. Sin embargo, no basta con esa dieta equilibrada, sino que resulta
    conveniente conocer las propiedades de cada grupo de alimentos con el fin de
    combinarlos sabiamente. Siguiendo unas sencillas indicaciones podremos evitar
    las mezclas desaconsejables y hacer comidas más sanas que nos evitarán
    muchas enfermedades.
    Una alimentación sencilla se digiere mejor. El aparato digestivo «reconoce»
    los alimentos cuando no están demasiado mezclados entre sí y forma
    los jugos digestivos adecuados a cada uno de ellos. Las enzimas o sustancias
    que actúan en la digestión de los nutrientes son diferentes para
    las frutas o las verduras, los cereales o los frutos secos, los lácteos
    o las legumbres.
    En su estado natural, los animales llevan una alimentación sencilla y
    no mezclan varios platos en la misma comida. Lo mismo ocurre con los niños
    pequeños: cuando se les presenta un arroz con tropiezos, prefieren eliminar
    los tropiezos que sobran y comen sólo el arroz. Una comida sencilla es
    mucho más fácil de digerir y asimilar que otra con muchas mezclas.

    Las transformaciones que sufren los alimentos en el estómago e intestino
    durante la digestión son producidas por un grupo de sustancias o agentes
    químicos llamados enzimas, que están en los jugos digestivos.
    Las enzimas sólo actúan en condiciones favorables. De no ser así
    se ocasionan la fermentación y putrefacción de los nutrientes
    y la posterior intoxicación del organismo.
    Cada una de las enzimas que intervienen en la digestión produce su efecto
    sobre una clase de alimentos. Unas digieren los almidones, otras las proteínas
    y unas terceras las grasas. El reconocido fisiólogo ruso Pavlov demostró
    que cada tipo de alimento da lugar a una actividad particular en las glándulas
    digestivas. La capacidad de acción del jugo gástrico varía
    de acuerdo con los alimentos que se consumen. Por ejemplo, se forma un jugo
    ácido con la carne y uno casi neutro, con poco ácido clorhídrico,
    con el pan; es decir, varía su pH.

    Aprendiendo a comer sin mezclas
    Las mezclas en la misma comida de los alimentos concentrados o de más
    costosa y larga digestión (pan, cereales, leche y sus derivados, legumbres,
    frutos secos, huevos y, por supuesto, las carnes y los pescados) dan lugar a
    una mala digestión. La fermentación y la putrefacción de
    sus componentes origina sustancias tóxicas que, al ser absorbidas, perjudican
    a todo el organismo. Se ocasionan entonces un sinnúmero de trastornos
    digestivos que intentamos aliviar con bicarbonato, medicamentos antiácidos
    y otros fármacos. Es decir, dañamos primero el estómago
    y el intestino y luego los intentamos aliviar.
    Las malas mezclas son, sin duda, una de las causas más importantes de
    enfermedades.
    Para evitar estos problemas aconsejamos una comida sencilla, sin muchas mezclas.
    Es mejor comer un poco más de lo mismo que añadir otros platos
    diferentes que dificulten el proceso digestivo. Al mismo tiempo, podemos aprender
    a comer de forma más compatible, teniendo en cuenta que algunas mezclas
    son más recomendables que otras. Estamos hablando de asociaciones de
    alimentos, de combinaciones correctas o compatibilidad de alimentos que faciliten
    la digestión de lo ingerido.
    Si, por ejemplo, mezclamos arroz con queso, legumbres con carne, frutos secos
    con leche, pan con legumbres, cereales con leche, huevos con queso, pescado
    con carne, etc., provocamos una mala digestión. Además, las mezclas
    de estos alimentos concentrados son mucho más perjudiciales cuando los
    ingerimos en grandes cantidades. Ello no ocurre con los alimentos más
    digeribles: verduras, hortalizas o frutas.
    Como regla general podemos elegir sólo un alimento concentrado en cada
    comida. Si añadimos otro diferente, que sea siempre en muy pequeñas
    cantidades. Si comemos una ensalada y unas verduras, podemos añadir unas
    patatas; otro día, pan, arroz o cereales; otro, unas pastas italianas
    o frutos secos; y alguna vez unas legumbres o huevo.
    Además de las combinaciones correctas hay otros consejos a tener en cuenta:
    tomar alimentos crudos (ensaladas y frutas); no comer en exceso o sin hambre;
    eliminar embutidos, conservas, fritos, etc.; masticar e insalivar bien los alimentos;
    no utilizar condimentos fuertes…
    Las combinaciones correctas ayudan a mejorar la digestión de los alimentos,
    pero tampoco es necesario romperse la cabeza pensando si se puede mezclar la
    lechuga con el tomate, por ejemplo. Para muchas personas será suficiente
    la información que aparece seguidamente sobre las combinaciones menos
    aconsejables.

    Combinación ácido con almidón
    Los alimentos más ricos en almidón son los tubérculos (patata,
    boniato, batata…), los cereales (trigo, arroz, cebada, centeno, maíz…),
    las raíces (zanahoria, remolacha, nabo…), la castaña y la
    calabaza.
    El almidón de estos alimentos se digiere por una enzima secretada en
    las glándulas salivares: la ptialina o amilasa salivar. Ahora bien, el
    contacto con cualquier sustancia ácida impide la acción de esta
    sustancia. Los ácidos de los tomates, naranjas, limones, pomelos, manzanas
    ácidas, piña… son suficientes para impedir una buena acción
    de la ptialina salivar; ya no digamos los ácidos más fuertes del
    vinagre, bebidas alcohólicas, tomate frito…
    Cuando acompañamos los alimentos ricos en almidón con una sustancia
    ácida ya comienzan a no digerirse bien en la boca. A pesar de todo, continúa
    su digestión en el duodeno (primera porción de intestino delgado
    a la salida del estómago), bajo la acción de los jugos del páncreas.
    Pero cuando no se empieza una digestión en condiciones en los primeros
    tramos, difícilmente tendrá lugar una correcta digestión
    en los siguientes, y al cuerpo le resulta un gasto de energía extra.
    Cuanto más perfecto sea el trabajo en la boca, más aliviada quedará
    la tarea del páncreas y mucho mejor será la digestión del
    almidón. Por ello no se aconseja unir en la misma comida almidones (patatas,
    pan, arroz y otros cereales, castañas…) con fruta ácida,
    vinagre, tomate frito…

    Combinación almidón con proteína
    Los alimentos más ricos en proteínas son los frutos secos, en
    el siguiente orden de mayor a menor calidad: nueces, avellanas, almendras, pistachos,
    piñones, coco, pipas de girasol y calabaza… No hay que confundirlos
    con la fruta seca dulce (higos secos, uvas pasas, ciruelas pasas, dátiles,
    etc.) que, como su propio gusto indica, son ricos en azúcares; los derivados
    de la leche (leche, yogur, queso o requesón), los huevos, y, finalmente,
    los pescados y las carnes. También los cereales y las legumbres contienen
    bastantes proteínas.
    El investigador Chittenden demostró que el ácido clorhídrico
    libre, en un porcentaje de tan sólo el 0,003%, es suficiente para suspender
    la acción de la ptialina o amilasa salivar sobre el almidón, y
    que un ligero aumento de esa acidez no sólo detiene dicha acción,
    sino que destruye la enzima. Los alimentos ricos en proteínas son digeridos
    por la pepsina del estómago, pero esta reacción sólo puede
    llevarse a cabo en presencia de un medio ácido que es proporcionado por
    el ácido clorhídrico. Las condiciones de acidez requeridas para
    la digestión de las proteínas son las que impiden la acción
    de la saliva sobre los almidones.
    El fisiólogo Stiles afirma que la ptialina es extremadamente sensible
    al ácido. Puesto que el jugo gástrico es muy ácido es obvio
    que la digestión salivar debe detenerse en el estómago. No siempre
    el jugo gástrico es ácido, ya que cuando comemos los almidones
    solos o acompañados de verduras o grasas –y ésta es la mejor
    manera de comerlos– el jugo formado en el estómago es alcalino.
    En esas condiciones, la ptialina o amilasa salivar trabaja de forma óptima
    en la digestión de los almidones.
    Como vemos, las proteínas requieren un medio ácido para su digestión,
    mientras que los almidones, por el contrario, lo necesitan alcalino. Si comemos
    un alimento proteico (carne, pescado, huevo y queso, en especial) junto con
    un almidón (los de más difícil digestión son los
    cereales), se vierte enseguida un jugo gástrico para digerir la proteína,
    y, debido a esa acidez, la digestión del almidón queda inhibida
    de forma inmediata. La ptialina no puede actuar y surge la mala digestión.
    Ejemplos de esta mala combinación son sobre todo: pan, arroz o patatas
    con carne o pescado; bocadillo de queso; pan, galletas y cereales con leche;
    huevos fritos con pan; carne y pescado en la misma comida… Las combinaciones
    más suaves de este grupo son algo tolerables si las tomamos en pequeñas
    cantidades: patatas y frutos secos, patatas con verduras y un poquito de queso…

    Combinación almidón con azúcares
    La digestión del almidón comienza normalmente en la boca con la
    saliva y continúa durante algún tiempo en el estómago,
    si las condiciones son adecuadas. Los azúcares sólo se digieren
    en el intestino delgado. Cuando tomamos azúcares solos, pasan rápidamente
    del estómago al intestino. Si los tomamos con otros alimentos, permanecen
    en el estómago por algún tiempo, hasta que se completa la digestión
    del resto de los alimentos. Como los azúcares tienden a fermentar muy
    rápidamente en las condiciones de calor y humedad que existen en el estómago,
    ese tipo de espera casi garantiza su fermentación.
    Las mermeladas, compotas, azúcares industriales (blanco, moreno o fructosa)
    o la miel, añadidas al pan, galletas, pasteles, cereales, etc., producen
    fermentación. El pan relleno de pasas, dátiles, ciruelas pasas
    o higos fermenta con mucha facilidad.
    Se ha comprobado, además, que al ingerir azúcar con almidón
    se obstaculiza infaliblemente la digestión de este último.

    Combinación proteína con azúcares
    Algo similar a lo anterior ocurre con esta combinación. El azúcar
    fermenta con facilidad esperando que las proteínas se digieran en el
    estómago y, además, se frenan la formación de los jugos
    gástricos y la actividad del estómago.

    Combinación grasa con proteína
    El profesor Mc. Leod dice: «Se ha demostrado que la grasa ejerce una marcada
    influencia inhibiendo la secreción del jugo gástrico. La presencia
    de grasa en los alimentos disminuye la secreción gástrica y frena
    la digestión de las proteínas. Las carnes grasas son de muy difícil
    digestión».
    Los alimentos como la mantequilla, la nata, los aceites y las salsas con mucha
    grasa no deberían ser consumidos junto con frutos secos (nueces, avellanas,
    almendras…), quesos, huevos, carne y pescado.
    Es bueno saber que las verduras en abundancia, especialmente crudas (ensaladas),
    contrarrestan los efectos negativos de la grasa.

    Combinación de proteínas diferentes
    La unión en la misma comida de diferentes alimentos ricos en proteínas
    dificulta una buena digestión. Si en la misma comida introducimos carne
    y queso; frutos secos y carne o pescado; huevos y pescado; huevos y leche; carne
    y pescado; queso y frutos secos, etc., aseguramos una mala digestión.

    Al mezclar las proteínas sobrepasamos además con facilidad la
    necesidad del organismo por este elemento. El exceso de proteínas es
    perjudicial para el cuerpo y puede favorecer la obstrucción de los vasos
    sanguíneos y dar lugar a sustancias muy tóxicas: urea, ácido
    úrico, etc.
    Otra combinación importante a tener en cuenta es la de no mezclar fruta
    ácida con fruta muy dulce en la misma comida. De lo contrario provocamos
    una fermentación y mala digestión, ya que necesitan una digestión
    diferente. Un ejemplo muy claro sería mezclar higos secos con naranjas.

    El melón y la sandía son alimentos que necesitan escasa digestión
    en el estómago y cuando los tomamos solos pasan en pocos minutos al intestino.
    Cuando los ingerimos con otros alimentos son retenidos en el estómago,
    donde fermentan y producen gases. Si comemos melón con jamón,
    nos sientan mal el jamón y la mezcla, no el melón.
    Los postres se suelen tomar siempre después del resto de los alimentos,
    una vez que se ha comido hasta la saciedad y frecuentemente más de lo
    que uno realmente necesita. Estos postres, que consisten normalmente en pasteles,
    tartas, natillas, helados, frutas dulces, etc., fermentan, ocasionan gases y
    nos trastornan el estómago. Es mejor comerlos solos, a media tarde, con
    una infusión suave, por ejemplo.
    Quiero dejar constancia de que el tema de las combinaciones alimenticias, aun
    siendo un punto importante, se sitúa por detrás de otras recomendaciones
    alimenticias. Antes de conocer y practicar al menos un poco de lo visto en este
    apartado, recomendamos hacer una comida sencilla, elegir alimentos “vivos”
    (frutas y verduras), comer despacio y en tranquilidad, sentarnos a la mesa olvidando
    las preocupaciones de la vida diaria, iniciar la comida con alimentos crudos,
    comer de la forma más consciente posible, elegir alimentos de buena calidad,
    eliminar los alimentos perjudiciales para la salud, descansar lo más
    posible después de comer, masticar y ensalivar bien los alimentos, no
    comer sin hambre, no comer en exceso sino levantarnos ligeros de la mesa Todas
    estas recomendaciones son más importantes que el hecho de respetar las
    compatibilidades.
    Para aquellos que se inician en una alimentación sana es suficiente,
    en un principio, hacer una comida lo más sencilla posible, sin muchas
    mezclas de alimentos, y eligiendo un alimento concentrado por vez. Si elegimos
    dos diferentes, que de uno de ellos haya poca cantidad. Recordemos siempre que
    es mejor comer dos platos que siete platos, el postre, la copa y el puro. Esto
    último es garantía de mala digestión, y de mala salud.

    Debemos tomarnos el tiempo suficiente para conocer y probar poco a poco las
    compatibilidades más importantes, sin prisas y sin exigirnos demasiado.
    El mismo cuerpo nos indicará la buena o mala asociación de alimentos.
    Cuando hacemos muchas mezclas y mal combinadas, sufriremos con más frecuencia
    trastornos digestivos, gases intestinales, pesadez digestiva, etc. Es otra manera
    de aprender… por exclusión.

    La mesa, lugar de encuentro
    Si queremos aplicar todo de repente, correremos el peligro de no entender nada
    y nos sentiremos mal por no llevar bien las combinaciones. Para evitarlo, podemos,
    en un principio, intentar hacer una comida sencilla, en la que haya alimentos
    fáciles de digerir. Elegiremos sólo un alimento concentrado en
    cada comida o como mucho dos, y uno de ellos en muy poca cantidad: pan, patatas,
    arroz y otros cereales, frutos secos, derivados lácteos (yogur, cuajada,
    queso fresco, requesón), huevos, legumbres… La comida debe ser
    algo “ágil” y agradable, aunque en un principio nos cueste
    el cambio. No necesitamos sentirnos mal ni culpabilizarnos por no llevarlo mejor.
    Poco a poco recorremos el camino y «aprenderemos» no sólo
    lo que nos va bien, sino también algo tan importante como la actitud
    ante la mesa. La mesa es un lugar de encuentro, un momento para compartir y
    agradecer, no para tragar y rellenar el “hueco” del estómago.
    Cualquier cambio positivo, por pequeño que sea, representará un
    paso de gran valor en el camino de la salud y de la armonía. Mira dónde
    te encuentras y recorre el camino sin mirar lo que te falta; ponte a caminar
    y no busques una disculpa para no hacerlo. Nunca te sientas culpable de no llevar
    a cabo las cosas perfectamente; la perfección ideal no existe en nuestro
    planeta, por lo que está bien si haces lo mejor que puedes y sin engañarte.
    “Quien quiere cambiar, busca los medios; quien no lo quiere, busca una
    disculpa”, dice el proverbio. No olvides que una mezcla excesiva de alimentos
    es mucho peor cuando comemos en exceso.

    PRÁCTICA DE UNA ALIMENTACIÓN SANA
    A continuación presentamos un ejemplo sencillo para llevar una alimentación
    sana teniendo en cuenta las combinaciones de alimentos con el fin de mejorar
    la digestión. Puede ser una pequeña guía para comenzar
    a desarrollar la propia creatividad en la preparación de una alimentación
    equilibrada y rica.

    Desayuno
    Medio kilo de fruta fresca del tiempo, de una sola clase, o un zumo. Si queremos,
    podemos añadir un poco de yogur o queso fresco tipo Burgos. En tiempo
    frío también podemos añadir un infusión: menta-poleo,
    manzanilla, hierbabuena, melisa, anís…

    Comida
    Un primer plato de ensalada variada (lechuga, zanahoria, remolacha, pimiento,
    pepino, nabo, rábano, media docena de aceitunas negras, col finamente
    cortada, semillas germinadas, escarola, maíz tierno, guisantes, tomate
    bien maduro, aguacate…). Para cada día es suficiente elegir cinco
    o seis de estos alimentos, variándolos de un día a otro. Se puede
    aliñar con un poco de aceite de oliva crudo, de primera presión
    y en frío, sin refinar, y un poquito de limón. Podemos sustituir
    el aceite por una salsa de aguacate u otra salsa suave.
    Si queremos, sustituimos la ensalada por un zumo de zanahoria, zanahoria con
    manzana, apio con manzana, zanahoria con remolacha roja y manzana, zanahoria
    con pepino y manzana…, etc.
    Un segundo plato de verduras con patata, arroz (otros cereales), calabaza, castañas,
    boniato, etc…

    Cena
    Tenemos dos alternativas sanas:
    a) Una ensalada variada de primero. Un segundo plato de verduras
    no demasiado cocidas, enteras o en puré. Podemos añadir un puñado
    de nueces, almendras, avellanas o cantidades equivalentes de frutos secos; o
    un derivado lácteo (yogur, cuajada, queso fresco, requesón) en
    las cantidades arriba citadas.
    Ocasionalmente, acompañando a la verdura podemos tomar algún huevo
    pasado por agua, cocido o en tortilla (tortilla de calabacín, pimientos,
    espárragos, espinacas, perejil, puerros, guisantes, etc.). Debemos cocer
    la verdura antes de hacer la tortilla. Recomendamos no comer más de dos
    huevos a la semana.
    De vez en cuando, para el que no quiera dejarlo, se puede tomar un poco de pescado
    o carne no grasa; cocidos, a la plancha o al horno con muy poco aceite.
    b) Si no tienes mucha hambre, durante el verano o cuando estás
    algo delicado, puedes comer medio kilo de fruta fresca del tiempo o un poco
    más Es recomendable que sea de una sola clase o, al menos, sin mezclar
    frutas ácidas con frutas muy dulces.
    Añadimos, si queremos, uno o dos yogures o cuajadas, o un poco de queso
    fresco sin sal o requesón. Otra posibilidad es la de comer fruta ácida
    y acuosa (naranja, piña) acompañada de frutos secos (nueces, almendras,
    avellanas), o uno o dos aguacates bien maduros. Estos alimentos, fáciles
    de digerir y a la vez muy energéticos, nos ayudarán a recuperarnos
    de los excesos de la comida, tan frecuentes en estos tiempos.
    Si nos conviene, podemos alternar y cambiar la comida por la cena sin ningún
    problema.
    ¡A comer!