La enfermedad como punto de partida emocional

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    En el tiempo que
    llevo de terapeuta, he ido evolucionando según me enriquecía profesionalmente,
    ganando experiencia y evitando los errores de los comienzos, que de forma
    pasional me impulsaban a querer curar a todo el mundo, sin fijarme en mí mismo
    como espejo de mis pacientes y de lo que me rodeaba, que solían ser los mismos
    problemas generales, viviéndolos según su personalidad e influencias del entorno
    social, familiar, laboral y afectivo, además del educacional adquirido desde que
    formamos nuestra personalidad a partir de cuatro años, donde se fijan nuestros
    miedos, fustraciones, complejos, desvalorizaciones…. dándome cuenta que los
    conflictos son parecidos en el entorno social y personal, diferenciándose en el
    contenido de cómo se viven de dos formas: la biológica (no da tiempo a razonar),
    es la que no te esperas, cuando de repente te sobreviene un choque emocional
    importante, no dándote tiempo a reaccionar (no lo ves venir), y según la
    intensidad y el tiempo de duración produce cambios en los tejidos que denominan
    cáncer (fase de solución). Las crónicas o degenerativas, asociadas a relaciones
    tristes donde las personas aguantan día a día y año tras año, un raíl en forma
    de sierra con subidas y bajadas que van degenerando los órganos y tejidos a lo
    largo plazo (enfermedades que se denominan crónicas y degenerativas), en las que
    da tiempo a pensar y a analizar la situación.

    Según te vas dando cuenta que cada persona puede vivir un
    conflicto de diferente forma, aunque el proceso sea igual para varias personas
    (despido, fallecimiento, herencias, etc.), empiezas a comprender la dificultad
    del tratamiento, para hacer entender al paciente que cuando nos afecta algo, el
    problema de cómo lo está viviendo no es de nadie, sino de él mismo y para poder
    salir tiene que tomar conciencia y no ver la viga en el ojo ajeno. Después
    vienen las influencias del entorno y las personales propias de sus miedos, que
    hacen que el terapeuta tenga que luchar en varios frentes, entendiendo que la
    primera premisa básica del tratamiento, si queremos ayudar a la persona con
    buenos resultados, es que te pida ayuda él mismo y no a través de terceros,
    procurando no influir en el paciente cuando nos pregunta cuál es la decisión a
    tomar, informándole de lo que le afecta y si podemos, dándole herramientas de
    ayuda.

    Según vas evolucionando como persona y terapeuta en el camino
    del conocimiento interno, vas comprobando en el laboratorio, que es tu consulta,
    los logros y avances de tus pacientes, valorando su evolución que te permite
    contrastar la tuya y poder predicar con el ejemplo, empezando por ir luchando
    contra las prisas y ganando en paciencia hasta alcanzar la serenidad suficiente
    para vivir el presente, siendo consciente de lo que te rodea y así poder
    utilizar los conocimientos adquiridos hasta la fecha, sin pretender curar a
    nadie, sólo mejorar el proceso personal por el que nos viene el paciente,
    procurando ayudarle en el presente, dejando que sea él cuando crea conveniente
    el que empiece la guerra con su pasado, poniendo el terapeuta el granito de
    arena para quitar parte de la ansiedad que le bloquea y le mantiene rígido de
    cuerpo y mente, dejando que pueda ver la salida.

    Si nos ponemos a analizar los textos de patología
    comprobaremos que la mayoría de las enfermedades son de origen idiopático
    (desconocido), quitando las exógenas por traumas, tóxicos o exposiciones a
    radiaciones, realizándose el tratamiento por un lado de las enfermedades
    corporales y por otro de las psíquicas, sin unir las piezas del rompecabezas que
    permitiría integrarlas y relacionarlas, sabiendo hoy en día que un componente
    emocional produce una somatización afectando a los tejidos y células
    (degenerándolas) y pasado el proceso de conflicto emocional una regeneración y
    alivio psicológico, pasando por una fase exudativa de limpieza y otra cicatrizal
    de reparación que cursan con dolor e inflamación.

    Es importante para el terapeuta saber que no se puede cambiar
    a nadie si queremos ayudar a los demás, siendo muy difícil que el paciente
    cuente la verdad de lo que le ocurre en su entorno, y lo que cuenta es como lo
    vive, por lo que debemos ser lo mas neutrales posible, procurando indagar en los
    condicionamientos sociales, educacionales, religiosos, familiares, sexuales,
    etc. Si el paciente nos pide ayuda tenemos algo ganado, pero nos encontramos con
    problemas añadidos cuando el paciente se va a casa, que son los miedos
    personales, influencias del entorno médico que aumentan sus temores, influencias
    familiares, encontrándose en su propia cárcel cerebral rodeado de miedos que le
    van a condicionar toda su vida sino va poco a poco eliminándolos según sus
    circunstancias y necesidades, y no de golpe como pretenden algunos terapeutas, y
    así podrá cambiar según va tomando consciencia y no por lo que le digan. Cuando
    el paciente desde el presente va poco a poco eliminando sus miedos va
    fortaleciéndose, y poniendo un ejemplo metafórico podríamos decir que si la
    planta tiene buenas raíces sobrevivirá a los cambios climáticos adversos. No
    podemos pretender andar el camino de evolución de la persona que nos pide ayuda,
    dependiendo de la ilusión y motivación, para que pueda plasmar la intención de
    forma personal. El terapeuta puede enseñarle a utilizar herramientas que le
    permitan buscar su salida al conflicto, saliendo de la espiral que le aprisiona,
    ¿hemos sido capaces de ser buenos educadores de salud?

    Después de veintisiete años de profesional en las terapias
    llamadas complementarias, naturales o alternativas, y quince años conociendo la
    Nueva Medicina del Dr. Hamer, una vez estudiadas sus leyes y evaluando sobre
    todo la relación órgano-psiquis y sus fases (a través de la valoración global
    del tejido conectivo y sus planos), me fui dando cuenta que coincidía el tipo de
    tejido y su fase con el colorido emocional, al poder valorar las membranas o
    fascias que unen los órganos y restos de los tejidos (tejido conectivo), que
    mantiene la cohesión del cuerpo en su conjunto, uniendo el resto de las
    estructuras, permitiendo su nutrición (espacio extracelular) e informando del
    estado crónico o agudo (receptores sensitivos) o lo que es lo mismo
    simpaticotonía o vagotonía. Al poder tener una valoración global utilizando el
    tejido conectivo que está formado por el mesodermo que sostiene el resto de las
    estructuras, que a nivel ontogénico forma el resto de los tejidos
    (endodermo-ectodermo), dándonos una información de la fase según esté inflamada
    (agudo-vagotónico) o retraída-isquémica (simpaticotónica-crónica),
    corroborándolo con los síntomas locales a través del interrogatorio, diagnóstico
    por imagen y TAC cerebral a ser posible, para localizar exactamente el tejido
    afectado que forma el órgano, que puede tener hasta tres capas distintas
    (endodermo, mesodermo y ectodermo) teniendo que coincidir el colorido emocional
    (conflicto) con la manifestación histológica que corresponde al tejido según su
    función, así como la manifestación microbiana en la fase en que se encuentra,
    tiempo de instauración y relación con la localización cerebral, sobre todo en
    las fases de solución entre la exudativa y cicatrizal (fase epileptoide), que es
    cuando mas riesgo corre la persona.

    El ir integrando poco a poco la Nueva Medicina del Dr. Hamer
    a mis pacientes me ha enriquecido como profesional ayudándome a integrar y
    relacionar aún mas en el camino o búsqueda de un enfoque lo mas global posible
    dentro de la especialidad que uno más domina, permitiéndome en el momento actual
    llegar a una conclusión, que es mejor prevenir que curar y para aclarar el
    concepto no se me ocurre otra cosa que utilizar una metáfora, poniendo los
    conflictos como una mascota y a lo que nos diferencia en su contenido de cómo lo
    vivimos como el collar, resumiendo, diríamos que lo que nos diferencia es el
    collar, siendo la generalidad (la mascota) para todas las personas igual. Esto
    quiere decir que a través de condicionamientos educacionales de como hemos
    formado nuestra personalidad, si no desaprendemos (trabajo personal de
    conocimiento de uno mismo) para aprender con claridad, difícil será cambiar a la
    persona, por lo que creo que la labor mas importante del descubrimiento del Dr.
    Hamer está en la educación, para que todas las personas conozcan sus leyes
    biológicas y les permita tener una visión mas amplia, consiguiendo que cada
    persona pueda coger las riendas de su vida, sabiendo que en la naturaleza todo
    tiene un sentido y pueda vivir su presente, sin la angustia de creerse que tiene
    algo maligno (cáncer), que al pasar a sangre transmuta e invade nuestro
    organismo viviendo un estado de ansiedad añadido esperando que llegue un milagro
    rápido que les cure.

    Es por ello que creo que hay que educar y enseñar para
    recoger lo que se siembra, recogiendo los frutos del sentido común, que parte
    del conocimiento y de la sabiduría de la naturaleza, que siempre tiene un
    sentido y la sensatez de que todo tiene un por qué y una causa y efecto, no
    trabajando anárquicamente y cometiendo errores por mucho que nos hagan creer
    algunos aprendices de brujo.

    Para terminar, me gustaría dar las gracias y mi más sincero
    reconocimiento al Dr. Hamer, haciendo hincapié en la importancia de su
    descubrimiento, dejando un legado a la humanidad, que aunque se encuentre en sus
    inicios, permitirá seguir investigando en tantas incógnitas que podemos ir
    resolviendo, sobre todo en las enfermedades mentales donde se abre un campo de
    esperanza importante y en el resto del organigrama para completar el mapa de
    integración y relación del triángulo de la enfermedad psiquis-cerebro-órgano.