La creatividad no es algo que
se tiene o no se tiene. Es el talento de todos. Hemos sido creados
creadores. Es nuestro propósito como seres humanos. Es lo que es natural.
Ser creativos es el destino de la humanidad. Por eso en todas las personas
hay una búsqueda, a veces muy inconsciente, de poder expresar la
creatividad.
La mayoría de las personas no sabe que es creativa. No
reconoce este potencial que tiene infinitas posibilidades de desarrollo. En
rasgos generales la sociedad no educa para crear, sino para producir-consumir.
El ritmo de vida habitual tiende a recluirnos en una rutina, en hábitos, en
formalidades, nos enseña a copiar modelos y a repetirnos. Incluso las personas
«artistas» poseen un potencial más vasto del que han podido expresar y muchas
veces en lugar de crear, recrean. Muchos artistas trabajan la mayor parte del
tiempo desde el ego, y el ego humano no es nada creador.
Hace muchos siglos que se ha disociado de la vida el aspecto
intuitivo, sensible y mágico de la expresión creativa. Desde niños se nos
orienta rápidamente hacia el lado racional, y acabamos creyendo que esto es lo
real y lo normal. Crecemos así disociados de nuestra naturaleza esencial. De
espaldas a nuestro infinito talento.
Cuando hablamos de creatividad a veces nos confundimos y
pensamos sólo en los artistas. No todos somos artistas. Pero todos somos
creadores. Todos tenemos un potencial riquísimo a explorar e infinitas
posibilidades de desarrollarlo. En algunas personas este potencial subyace
profundamente enterrado, en otras está más a flor de piel. Esta capacidad
creativa, independientemente del canal de expresión que se utilice, es la forma
como nos manifestamos y movemos por la vida, como nos vestimos y adornamos, como
diseñamos y decoramos nuestras casas, como organizamos la sociedad, o una
empresa; lo que elegimos vivir o no vivir, la capacidad de poder dar respuestas
nuevas a las situaciones planteadas por la vida, es hacer algo nuevo, original.
Fluir con la vida como el movimiento del agua o del aire.
Cuando por fin conectamos con nuestra creatividad, ésta se
expande; luego podemos aplicarla indistintamente y expresarnos en cualquier
faceta: mundana, mística, artística, científica. El punto es cómo reconocerla en
nuestro interior. Cómo permitirla y comenzar a manifestarnos como los auténticos
seres creadores que somos en verdad.
La creatividad es un movimiento de energía que se expande
desde el interior hacia fuera, trayendo algo nuevo. Un movimiento que fluye
desde el ser y que está en armonía con la energía vital. Y cuando la vida
plantea una situación a resolver, la creatividad nos hace responder con
espontaneidad y nos da la habilidad para encontrar la mejor solución. Es
descubrimiento, comunicación, diálogo, manifestar a través de contenidos
innovadores.
Esta capacidad innata surge cuando se produce una chispa de
conexión con nuestro ser interior, que nos traslada de la dimensión ordinaria,
donde mora el ego con su mundo de pensamientos de separación y miedo a una
dimensión de unidad. Para crear pues, la primera conexión es con uno mismo y
desde allí se desencadenan todas las posibilidades.
Expresar la creatividad es profundamente sanador, pues nos
conecta con nuestra verdadera naturaleza y nos abre a poder comunicarla. Nos
conecta con la dimensión que faltaba, con la parte que estaba reprimida,
silenciada debajo de las capas de la «normalidad».
Cada vez que creamos algo nos sentimos plenos, satisfechos.
Es una experiencia que nos hace sentir muy felices, porque nos hemos dejado SER.
El espíritu que se libera a través de la experiencia creativa es pura medicina.
Aunque se trate de momentos aislados o de creaciones pequeñas, ínfimas. No es
una cuestión de cantidad. Es un instante de unión con nosotros mismos en nuestra
verdadera dimensión espiritual y material.
Ser creativos es sencillo
Al revés de lo que podría parecer experimentar la creatividad
es algo sencillo y no requiere conocimientos previos. No hace falta saber nada.
Realmente es al revés: aprender las técnicas viene después. Requiere volver a
ser como niños. Hay que estar dispuestos a jugar. A permitir que la energía se
mueva a través nuestro.
La clave para crear es dejar la mente en silencio, relajarla,
para que podamos conectar con el ser interno, con nuestra parte sabia y
resplandeciente, ya que la creatividad no surge de la mente racional o del
intelecto. Es el resultado de estar presentes, aquí y ahora, fuera del ámbito de
la mente y de los pensamientos. El ego no es creador porque es repetitivo, no
posee imaginación, no se inspira, tiene respuestas automáticas, es rígido, tiene
miedo, depende de lo que ya conoce. Tal como está diseñada, la mente está en el
pasado o en el futuro, pero no puede estar en el ahora. Para crear necesitamos
estar en el ahora. Es nuestro Ser el que crea, nuestra chispa divina, nuestro Yo
Soy, nuestro espíritu, o como queramos llamarlo. Cuando estamos en el momento
presente nos despegamos de la mente racional y nos fundimos con el espíritu. El
acto creativo surge de este encuentro. Cuando se produce esta conexión nos
inspiramos y sentimos como si nos iluminara un haz de luz. Es como «enchufarse»
a otra dimensión, más profunda. Inspiración significa respirar dentro de uno
mismo, a la vez que nos hacemos eco de una voz que viene de un espacio más allá
de los límites de la propia piel.
Eckhart Tolle nos enseña que cuando necesitamos crear, sea lo
que sea, o cuando buscamos una respuesta o la solución de un enigma planteado
por la vida, en lugar de pensar, por un instante busquemos enfocarnos en la
sensación de la energía dentro nuestro, siendo conscientes de la quietud y del
espacio interno. O procurando cualquier otra forma de escucha interior que nos
haga sentir esa dimensión de serenidad profunda. Al regresar a nuestro tema, la
mente estará fresca y creativa. Estaremos dispuestos y el movimiento que surgirá
será algo nuevo, original. Vendrá del Ser. Eckhart Tolle, en su libro «El Poder
del Ahora» lo expresa así: «No pienses con tu cabeza, piensa con la totalidad de
tu cuerpo».
La creatividad que poseemos habla de nosotros mismos. En qué
punto estamos. Pero no sirve juzgarnos o comparar con otra persona o
disgustarnos porque lo que conseguimos hacer no posee la calidad que deseamos. O
no somos todo lo creativos que soñamos. Hay que calibrar nuestra capacidad como
un proceso que se despliega. Y observarnos con total desapego para dejar que el
proceso se desarrolle. Aquí tenemos que ser amorosos y tiernos con nosotros
mismos para no bloquear la fluidez de nuestra creatividad. El miedo y los
juicios cierran el «grifo» automáticamente. Necesitamos valorarnos y alentarnos
para poder continuar. La creatividad se va desplegando como si fuera un proceso
alquímico, donde la búsqueda del oro=luz comienza de cero, trabajando una
materia basta, oscura, rudimentaria, y poco a poco, laboriosamente, se la va
refinando hasta hacerla resplandecer como una estrella.
La excelencia viene después de pulir y pulir y volver a
pulir. Es un proceso largo, requiere paciencia y gozar del momento presente.
La experiencia de permitirnos ser creativos abre muchas
puertas, nos permite manifestar lo que queremos en cualquier área de la vida.
Nos permite aprender a transformar/nos, a cambiar, a movernos de lo viejo a lo
nuevo, a flexibilizarnos, a sanarnos. Nos permite ser libres y espontáneos.
Aumenta nuestra calidad de vida y nos prospera. Toda la riqueza humana viene de
la creatividad humana.
La dinámica creativa nos da alternativas insospechadas, nos
enseña facetas que permanecían ocultas, por ello es un camino de
autoconocimiento. Cuanto más creativos nos volvemos más belleza, aventura y
satisfacción obtenemos en la vida. La creatividad es un proceso infinito, no hay
un final, nunca.
Crear es canalizar
Canalizar es algo natural. Todos estamos haciéndolo
constantemente. Hay una interconexión entre todos los seres, a través de la
intuición y de otros sentidos sutiles. Estamos permanentemente captando
información que viene de todos los planos dimensionales, y del conjunto humano,
del inconsciente colectivo. Formamos parte de un entretejido, de una red con
millones de millones de centros pulsantes, emisores y receptores de información,
luz.
Hace poco leí un artículo sobre Bob Dylan, que además de
músico es un extraordinario poeta; cuenta que «él se ve a sí mismo como una
antena donde van a parar rayos, truenos, lluvias y vientos de todos los planetas
reales o imaginarios» y luego añade: «Es como si un fantasma las hubiera
escrito. Te regala las canciones y desaparece. Tú no sabes lo que significan,
solo que el fantasma me eligió a mí para escribirlas».
Canalizamos a nuestro Yo superior, al dios interior, al
espíritu del Sol, al espíritu de una piedra, a un antepasado, a una musa o a un
fantasma como dice Bob Dylan. Muchas veces sabemos quien viene, otras no tenemos
la menor idea. En el juego de la creación podemos invocar a los ángeles o a
Picasso. Pero a lo mejor la fuerza que se mueve viene de una galaxia del
interior de nuestro estómago. ¿Cómo saberlo? ¿Importa realmente? Si nos abrimos
a jugar las sorpresas no es que vengan a guiarnos potestades invisibles, sino
que el universo creativo se vuelva fluido, y podamos expresarnos y divertirnos
mientras lo hacemos.
La creatividad se manifiesta en el ahora
Steve Rother, canalizador de El Grupo (o canalizador de su
propio Yo superior como una vez el mismo sugirió), es muy inspirador y ha
lanzado esta visión: «Transformar nuestra acción creativa para mantenerla en un
constante fluir, gozando del proceso creativo más que de la obra y su resultado
final». Esta nueva perspectiva pone en movimiento la posibilidad de permanecer
en un estado creativo en constante fluir, no sujetos a ninguna meta, ya que
cuando buscamos el resultado de la obra acabada nos volvemos rígidos. Para
conseguirlo necesitamos alinearnos con nuestro ser infinito, creando desde allí
creaciones sin final, transformando nuestro quehacer y nuestra vida en una
creación fluida en constante movimiento. Interesante propuesta ¿verdad?
Poder crear es un regalo, una gracia concedida por la Gran
Madre. Un acto de amor. Imaginemos cuál es el mundo que queremos. Imaginemos
cómo hacer de nuestra vida una obra de arte y pongamos manos a la obra.