Ante una situación de estrés
mantenido se produce un desequilibrio tan grande en nuestro cuerpo que todos los
sistemas orgánicos se ven afectados. Este desequilibrio comenzará en el sistema
neurovegetativo, el endocrino y el inmunológico encargados de mantener la
homeostasis del cuerpo y la salud
Llevo
muchos años trabajando con la reflexoterapia podal y han sido muchos los casos
que he tratado en los que el estrés estaba detrás de la enfermedad. Estrés es
una palabra que utilizamos para definir muchas cosas, pero si vamos al aspecto
biológico, el estrés aparece como una respuesta a todos los estímulos que
recibimos del medio externo, por lo que no es malo, sino necesario. Cuando
comienza a tener connotaciones negativas es cuando determinadas situaciones,
principalmente de tipo emocional, se mantienen en el tiempo hasta el punto en
que, habiendo desaparecido, no somos capaces de interpretarlo así, y el cuerpo
llega a agotarse entrando en lo que se denomina distrés (estrés que nos
enferma).
Hoy en día, sobre todo en el momento de
incertidumbre en el que nos encontramos, nos vemos sometidos a una gran presión.
Muchas veces observamos reacciones violentas ante cualquier cosa que moleste,
llegando incluso a una total falta de control al sentirnos constantemente
agredidos. Este tipo de reacciones están reguladas por los niveles hormonales,
uno de los primeros sistemas que se desequilibra.
En la vida cotidiana hacemos frente a
situaciones de estrés menores, como cuando perdemos una cosa, los atascos de
tráfico, inclemencias del tiempo, discusiones, problemas familiares,
decepciones, etc. Son cosas que nos molestan e irritan provocando un malestar
emocional.
En cambio, también tenemos que ver las
satisfacciones que nos compensan, las experiencias positivas, como cuando
tenemos una buena relación amorosa, recibimos buenas noticias, conseguimos
terminar un trabajo a tiempo y nos felicitan, etc. Estos efectos positivos van a
actuar como amortiguador emocional del estrés causado por las otras
circunstancias.
Cada uno tenemos diferentes formas de
afrontar el estrés, de ahí que en situaciones similares reaccionemos de distinta
manera. Hay personas que reprimen e interiorizan el problema, mientras que otras
más expansivas tienden a exteriorizarlo. Tenemos que ver si lo que ha provocado
el estrés es algo que influye de manera determinante en la vida de la persona
(aumentando la probabilidad de enfermar), o es la suma de varios sucesos que le
obligan a cambiar su rutina.
Las respuestas fisiológicas al estrés son
varias. En primer lugar se activan los sistemas neuroendocrinos, implicando
prácticamente a todas las hormonas: adrenalina, noradrenalina, tiroxina, hormona
del crecimiento, y posteriormente los andrógenos, estrógenos e insulina. El
primer grupo hormonal aumenta su producción, mientras que el segundo la
disminuye. Si observamos que estrógenos y andrógenos (testosterona) disminuyen,
podemos entender por qué algunas mujeres muy estresadas tienen problemas de
amenorrea (falta de regla) antes de llegar a la edad normal de la menopausia, ya
que puede que no sean capaces de controlar la situación emocional que viven.
El aumento de la tiroxina (hormona del
tiroides) influye en que se eleve la frecuencia cardiaca y el metabolismo. El
aumento del cortisol hace que se eleven la producción de glucosa, la liberación
de los ácidos grasos libres y reduce los mecanismos inmunológicos, por lo que
disminuyen las defensas y es más fácil que las bacterias o los virus nos
ataquen. Por tanto, el sistema nervioso autónomo que trabaja para mantener todo
el equilibrio homeostático de nuestro cuerpo se ve seriamente alterado.
Con todo lo expuesto, es fácil entender
que, incluso cuando la causa que produce el estrés ha desaparecido, el cuerpo no
es capaz de reconocerlo, manteniendo esa situación que conduce a una enfermedad
más grave. Por tanto, es muy importante romper este ciclo pero ¿cómo hacerlo?
Una de las maneras más efectivas de
retomar el control de nuestro cuerpo y nuestra mente es la relajación profunda.
Desde ella seremos más conscientes de lo que sucede, aprenderemos a conocer
nuestras verdaderas necesidades y aplacaremos las emociones negativas.
En los 20 años que llevo trabajando con la
reflexoterapia podal he tratado a muchas personas que padecían de estrés. Hace
unos años comencé a desarrollar el masaje reflejo podal antiestrés, diferente a
la reflexoterapia convencional en muchos aspectos. La base del trabajo es llevar
a la persona a una relajación profunda, por lo que el ambiente en el que lo hago
es agradable, utilizando luz reducida, aromaterapia antiestrés y música de
relajación (siempre dando a elegir a la persona, ya que he tenido casos en los
que no querían música porque les evocaba recuerdos dolorosos). Para poder
desarrollar bien el trabajo el primero que tiene que relajarse es el terapeuta,
ya que también a través de sus manos transmite esa sensación. Para ello es
importante la respiración profunda al comenzar la sesión.
Se tratan los dos pies al mismo tiempo,
para que el impulso que llega a través de los receptores nerviosos a la médula
espinal lo hagan desde ambos lados, derecho e izquierdo, lo que provoca una
respuesta de equilibrio mucho mayor. La persona puede llegar a desconectar tanto
que se quede dormida, aunque siga teniendo conciencia de estar presente.
Primero limpiamos los pies suavemente y
añadimos la aromaterapia, desbloqueamos suavemente los pies y tomamos contacto
para iniciar el masaje colocando el chakra de nuestras manos (en el centro de la
palma) sobre los del pie (situado debajo de la zona de almohadilla, entre
segundo y tercer dedo). Mecemos en esa posición los pies empujando suavemente
hacia delante y hacia atrás sin dejar de tocarlos. A partir de aquí, la persona
va entrando en una relajación cada vez más profunda.
Comenzamos tratando las zonas reflejas de
cabeza que se sitúan en los dedos, zonas del tronco: corazón y pulmones (en
planta y dorso del pie), y posteriormente los distintos sistemas: zonas reflejas
de columna vertebral, sistema endocrino, digestivo, renal, drenaje linfático
reflejo y, por último, puntos de masaje metamórfico y relajación final.
Esta forma de trabajar es diferente a la
reflexoterapia convencional, donde principalmente se presionan los puntos
reflejos buscando zonas de dolor para encontrar y tratar los desequilibrios
orgánicos. La fui desarrollando hace varios años, y surgió al tratar a una
clienta que con treinta y tres años sufría de sofocos, sudoración excesiva e
insomnio como si tuviera la menopausia y con la reflexoterapia convencional no
acababa de mejorar. Coincidió que tuve que desplazarme a un congreso en Alicante
donde estuve toda una mañana haciendo demostraciones de reflexoterapia podal a
quien quisiera ponerse en la camilla. Como eran tantas las personas y tan breve
el tiempo que tenía, decidí trabajar los dos pies a la par. Una de las señoras,
al terminar el masaje, se había quedado tan relajada que al levantarse me dio
las gracias y me dijo que nunca le habían hecho una reflexoterapia como aquella;
que la había dejado muy bien y sentía que algo había cambiado en ella, que el
cansancio con el que había llegado al congreso había desaparecido y se sentía
nueva.
Aquello me dio qué pensar, y al regresar a
Madrid decidí probarlo en mi clienta. Una semana después de la nueva sesión -al
volver a tratamiento- me dijo que se encontraba muy bien, que incluso el
insomnio había mejorado. Poco después se recuperó por completo, aunque su
actividad seguía siendo la misma.
Seguí trabajando con esta técnica dándole
forma, un año después introduje al final del masaje antiestrés los puntos de la
técnica metamórfica, la razón principal fue porque si el masaje metamórfico nos
ayuda a reconectar con nuestro ser interior y a cambiar nuestra actitud ante la
vida, el estrés nos daña precisamente por la actitud que mostramos a la hora de
enfrentarnos a él.
Un tiempo después traté a otra clienta que
tenía problemas con su pareja y era incapaz de verbalizarlos, lo que le hizo
desarrollar nódulos en el tiroides. Al volver a la siguiente sesión me dijo que
había dejado a su marido, que según había salido de la consulta sintió que no
podía continuar así y al llegar a casa le dijo que hasta allí habían llegado. En
aquel momento me sentí un poco responsable y le pregunté que cómo se encontraba
anímicamente, me respondió que mejor de lo que se había sentido en mucho tiempo.
Después de varios años seguimos viéndonos
de vez en cuando, continúa muy bien, sabe que aquella sesión fue el primer paso
para cambiar una actitud que la estaba enfermando. Los nódulos del tiroides los
tiene muy disminuidos, se los controlan, pero no le dan ningún problema.
Uno de los casos más interesante que he
tratado con este masaje fue el de un varón de 22 años que sufría de narcolepsia
por estrés, aunque dormía por la noche su cerebro no entraba en la fase REM del
sueño, y al levantarse por la mañana era como si no hubiera descansado nada. Se
sentía agotado y se quedaba dormido en cualquier parte, trabajaba como mecánico
de camiones de alto tonelaje, y había llegado a quedarse dormido debajo de los
ejes de uno. Aquello le hizo plantearse que tenía que ir al médico. Le hicieron
las pruebas del sueño y se lo detectaron. El tratamiento que le mandaron, y que
tomaba cuando vino a consulta por primera vez, eran unos comprimidos para
mantenerse despierto durante el día, similares a las anfetaminas.
Cuando llegamos a la tercera sesión
empezaba a sentirse descansado cuando se despertaba, el mal humor y la
irritabilidad estaban desapareciendo. A la quinta sesión me dijo que había
dejado las pastillas y que ya no se dormía durante el día. Después de la octava
sesión le repitieron las pruebas del sueño. Cuando fue a por los resultados, el
médico le dijo que tenía mejor calidad de sueño que él y que todo estaba
perfecto. Han pasado cinco años desde entonces, alguna vez le he vuelto a
tratar, pero su madre que viene a menudo me dice que nunca más ha vuelto a tener
ese problema, a pesar de haber tenido hace poco bastante estrés, pues estuvo sin
trabajo dos meses porque la empresa cerró.
Hoy en día suelo intercalar parte del
masaje antiestrés en los tratamientos convencionales de reflexoterapia podal,
pues ¡quién no sufre de estrés en una ciudad como Madrid! Todas las personas que
vamos tratando nos enseñan a ir mejorando en nuestro trabajo, por lo que no
dejamos nunca de aprender.
Al hacer este masaje el terapeuta también
se relaja y reconecta consigo mismo. De hecho, cuando termino un tratamiento
antiestrés yo también me siento mejor porque es como entrar en meditación
gracias a la relajación que consigo a través de la respiración profunda y los
mecimientos del cuerpo mientras lo voy realizando.
En los cursos avanzados que imparto de
reflexoterapia podal todos los alumnos coinciden en que es el tratamiento que
más les gusta y uno de los que posteriormente más utilizan en su trabajo. Es
fundamental que en nuestra vida cotidiana aprendamos a afrontar con paciencia
los reveses, ya que nos van a enseñar que necesitamos cambiar, y esa es la
oportunidad que se nos brinda de aprender.