Vivir en un entorno saludable nos
permite dormir mejor y estar menos expuestos a diferentes transtornos. Para ello
es importante tener en cuenta los estudios que se han llevado a cabo, según los
cuales, es fundamental poner en marcha lo que se denomina «la búsqueda del buen
sitio». Este artículo nos aproxima a ellos
Conocer
los factores de riesgo para la salud en el entorno de la vivienda ayuda a
prevenir aquellas patologías relacionadas directa o indirectamente con el
medioambiente más habitual y permite vivir en una casa más saludable y
ecológica.
La salud es quizás el bien más preciado.
Gozar de un estado de salud global óptimo depende de múltiples factores, algunos
de ellos bien conocidos, como hacer ejercicio regularmente, alimentarse
adecuadamente con productos sanos y regeneradores o disfrutar de relaciones,
actitudes y pensamientos positivos, así como otros menos divulgados, como es la
influencia en la salud de la casa o del lugar en el que vivimos, trabajamos,
estudiamos o descansamos.
La vivienda es una necesidad básica, y en
su elección, se busca además de una protección del medio externo, una calidad de
vida y un confort, pero también es preciso considerar otros aspectos que son
importantes para la salud de las personas que vivirán en ella.
Tal y como nos muestra la geobiología y la
biohabitabilidad, una vivienda puede resultar amiga para la salud y el bienestar
de sus moradores, o bien al contrario, puede concentrar toda una serie de
factores de riesgo que merman o deterioran poco a poco nuestra salud.
De hecho, en la elección de un lugar para
vivir, al construir, comprar o alquilar una vivienda se presentan múltiples
posibilidades.
A menudo, priman en esta elección factores
como el entorno (campo, ciudad, periferia, centro?), el tipo de construcción
(casa, apartamento, piso) y las disponibilidades económicas.
En cambio, no suelen considerarse
criterios de salud, y son pocas las personas que valoran aspectos relacionados
con las radiaciones naturales o artificiales del entorno en donde van a vivir.
Estudio del hábitat saludable
La geobiología es la ciencia que estudia
la relación entre las radiaciones o energías provenientes de la tierra
-naturales y artificiales- y las del cosmos, analizando los efectos de dichas
radiaciones en los seres vivos, aportando opciones y soluciones para que una
vivienda sea más saludable, a partir de los criterios que establece la
biohabitablidad.
Un estudio de geobiología y de
biohabitabilidad analiza los parámetros clave para que una vivienda sea
saludable, como son: la valoración del entorno (ubicación, paisaje); la
valoración de los factores de contaminación ambiental en el exterior y en el
interior de la vivienda (contaminación sonora y lumínica, presencia de fuentes
de campos electromagnéticos, como torres de alta tensión, antenas de telefonía
móvil, red eléctrica).
También influye la contaminación por
sustancias químicas tóxicas (presentes en el aire, materiales de construcción,
pinturas, mobiliario), así como el estudio de las alteraciones geofísicas o la
presencia de intensas radiaciones terrestres a fin de localizar la correcta
ubicación, especialmente de los lugares de máxima permanencia y de descanso,
introduciendo el concepto de «búsqueda del buen sitio».
Entendemos como buen sitio el lugar
favorable para la vida, libre de radiaciones alteradoras de la salud
provenientes de la tierra o de otros factores de riesgo naturales o
artificiales.
Dormir en la vertical de una zona de
intensa radiación telúrica -venas de agua subterránea, fisuras, grietas, fallas,
redes energéticas de la tierra, como la red Hartmann o la red Curry, entre
otras- puede resultar perjudicial para la salud.
Esta asociación entre el lugar de
descanso, es decir, donde está ubicada la cama, y la salud de la persona que en
ella duerme diariamente fue ampliamente estudiada e investigada por el médico
alemán Ernst Hartmann a principios de los años 50.
El Dr. Hartmann observaba cómo algunos de
los pacientes que acudían a su consulta, después de un diagnóstico y un
tratamiento, no mostraban mejoría y, en cambio y para su sorpresa, remitían los
síntomas cuando estos pacientes cambiaban de lugar de residencia durante un
tiempo.
De las investigaciones de Hartmann, así
como las de muchos otros investigadores en Geobiología, como R. Endrös, E. Lotz,
B. Mertz, R. Alexandre, M. Bueno, se sabe cómo la vivienda tiene una influencia
en la salud, y principalmente, cómo influyen los lugares de máxima permanencia,
como es el caso de la cama, en la que de promedio se pasa un tercio de la vida.
Podríamos hacer un paralelismo con la
energía del sol, ya que si bien es recomendable tomar el sol diariamente, pues
entre sus múltiples beneficios conocemos que propicia la síntesis de la vitamina
D, estimula el sistema inmune, revitaliza y aporta optimismo, no es aconsejable
tomar el sol durante muchas horas seguidas, ya que una sobre-exposición puede
causar insolación o quemaduras en la piel.
Al igual que sucede con la radiación
solar, hay que aprender a relacionarse con las energías o las radiaciones de la
tierra, provenientes del subsuelo, ya que son necesarias e imprescindibles para
la vida, aunque procurando evitar una sobreexposición a las mismas.
Es por ello, que dormir en la vertical de
una zona de intensa radiación telúrica -como una vena de agua, una falla, o un
cruce de líneas Hartmann o Curry- puede resultar perjudicial para el bienestar y
la salud.
Una prolongada exposición a estas
radiaciones influye en los sistemas de regulación inherentes a todos los seres
vivos, tanto el sistema nervioso, el neurovegetativo o el sistema inmunológico,
pudiendo resultar tan alterado que, tras una serie de disfunciones generales,
puede aparecer la enfermedad. De aquí, que a la Geobiología se la haya
denominado la Medicina del Hábitat.
Sensibilidad personal
En este punto, hay que señalar que no
todas las personas reaccionan de la misma forma ante una sobrexposición a las
radiaciones o energías naturales.
Aquí entra en juego la sensibilidad
personal. Al igual que sucede con la radiación solar, hay personas que pueden
tomar el sol durante tres o cuatro horas sin problemas aparentes, así como hay
una parte de la población que se cataloga como sensible o hipersensible y que,
con sólo una hora por ejemplo, ya tienen síntomas de rojez en la piel, picor, o
dolor de cabeza.
Y con las radiaciones naturales de la
tierra, las llamadas energías o radiaciones telúricas, también sucede lo propio:
hay personas que son más sensibles a ellas y notan sus efectos mucho antes.
Por ello, para poder disfrutar de un
estado de salud más óptimo, se recomienda evitar los lugares o las zonas de
intensa radiación telúrica, ubicando el lugar de descanso, la cama, en una zona
libre de estas intensas fuentes de radiación natural, en lo que se denomina el
«buen sitio» o también «zona neutra», en el lenguaje de la Geobiología.
Y en estas zonas más favorables para la
vida habría que ubicar también la mesa y la silla de trabajo, el lugar de
estudio de los niños, las camillas de terapias, es decir, todos los lugares
donde pasamos mucho tiempo a diario, a fin de que el organismo pueda estar
relajado y pueda realizar sus funciones vitales de manera natural.
Independientemente de la sensibilidad
personal específica, puede resultar interesante el estudio Geobiológico o de
Biohabitabilidad de los espacios vitales de nuestra casa, sobre todo si se dan
con frecuencia algunos de los síntomas vinculados a una sobreexposición a
radiaciones naturales o artificiales.
Problemas de conciliar el sueño,
despertarse más cansado y agotado que cuando se ha acostado, moverse
constantemente durante la noche, pesadillas, tener sudores o frío súbito durante
la noche, bebés que lloran desesperadamente despertándose a menudo o cambiando
de posición en la cuna, levantarse con dolores que desaparecen durante el día,
despertarse entre las 2 y las 4 de la madrugada (horas de máxima radiación
terrestre), etc. son síntomas que pueden hacer pensar que se está descansando en
una zona de fuerte radiación telúrica (una corriente de agua subterránea, una
falla, un cruce de líneas energéticas…).
Además de las radiaciones naturales,
también hay que considerar las radiaciones artificiales, debido a la
introducción desmesurada de la tecnología que invade la mayoría de los hogares
-electrodomésticos, ordenadores, teléfonos móviles, sistemas inalámbricos, camas
eléctricas, y un largo etcétera-, creando ambientes con un intenso campo
eléctrico y electromagnético perturbador para la salud, especialmente en los
dormitorios y, sobre todo, durante las horas de descanso.
Incidencia en la salud
Los estudios científicos indican que
dormir expuesto a un intenso campo electromagnético (CEM) interfiere en la
actividad de la glándula pineal, inhibiendo la producción de la melatonina,
hormona clave para gozar de una buena salud, ya que interviene en múltiples
procesos biológicos, entre los que destaca las propiedades de modular el sistema
inmune, actuar como un potente antioxidante y ejercer una clara acción
antimutagénica y regeneradora.
Dormir expuesto a CEM inhibe la producción
de la melatonina, por lo que el organismo se resiente en su proceso de
reparación celular y de regeneración.
Y teniendo en cuenta que la melatonina se
produce principalmente por la noche, está más que justificado el evitar estar
expuestos a CEM durante el descanso nocturno.
En este contexto, se evitará tener cerca
de la cabecera de la cama aparatos eléctricos tan comunes como el
radio-despertador, fácilmente sustituible por uno de pilas, o el cargador del
móvil con su transformador incluido, el equipo de música, sistemas inalámbricos,
etc.
También evitaremos tener estos equipos en
la habitación adyacente a la del dormitorio y, sobre todo, al otro lado de la
pared que da con el cabezal de la cama, ya que estos campos electromagnéticos
atraviesan las paredes y, por lo tanto, nos afectarían de igual modo.
Hacia una medicina preventiva
Muchos de los problemas de salud
relacionados con el hábitat y el entorno se derivan de los estilos de vida y de
sociedad actuales, que nos alejan de una cierta armonía con la naturaleza.
Pasamos el 80-90% del tiempo en el
interior de espacios cerrados: el edificio del trabajo, la vivienda, la escuela,
los lugares de ocio.
Todos ellos se han convertido para la
mayoría de la población actual en lugares de máxima permanencia. De ahí, la
importancia de tener muy presentes las opciones de viviendas y edificios más
saludables y óptimas para la vida, primando aquellos aspectos que favorecen la
biohabitabilidad y construidos según los criterios de la bioconstrucción.
Chequear la salud de nuestra vivienda
implica una toma de conciencia del impacto que puede ejercer el entorno más
inmediato en la salud física, psíquica, y mental, como un factor de salud
global.
A través de la Geobiología y la
Biohabitabilidad aprendemos a buscar los lugares favorables para la vida, a
reequilibrar el hábitat y a vivir en él como parte de un conjunto más amplio del
concepto de vida y salud plena.
Cuando surgen dudas respecto a cómo
influye en la salud nuestra casa o el lugar de trabajo vale la pena investigar,
aprender a reconocer las posibles causas de nuestros trastornos y, para ellos,
la lectura del cuaderno monográfico «Geobiología y Biohabitabilidad: La salud a
través del hábitat», publicado por la Asociación de Estudios Geobiológicos GEA.
Esto puede ser un buen principio y si la
temática nos interesa, podemos profundizar con obras ya clásicas como «El gran
libro de la casa sana» -de Mariano Bueno- o el libro, recientemente publicado,
«Casa Saludable», libro extenso y ampliamente ilustrado, en donde se sintetiza y
recoge toda la información teórica y práctica, analizando los diferentes
factores de riesgo para la salud en el entorno del hábitat y en donde se ofrecen
opciones que nos ayudan a disponer de una casa más sana y también más respetuosa
con el entorno.