Las relaciones entre ego y ego

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    Cada nueva relación que se empieza es el
    reflejo de cada uno de nosotros. El de momento «amado» es un espejo en el que
    vemos nuestros propios deseos hasta que ese mismo espejo nos enseña una y otra
    vez lo que somos. Cuando esta imagen no nos gusta solemos cambiar de pareja,
    pero antes o después vuelven los temores y la historia se repite. La buena
    noticia es que una relación enferma puede sanar, sólo hay que ser valientes y
    aceptar la realidad.

    Parece como si las relaciones se hubieran
    convertido en una auténtica locura, una pesadilla. Y así lo corroboran
    comentarios y noticias sobre el tema. Cada vez más se apartan de ser una
    bendición y se acercan más a una maldición. ¿En qué hemos convertido nuestras
    relaciones? Decimos que las relaciones son difíciles, sin caer en la cuenta de
    que son, ni más ni menos, lo que hemos hecho de ellas y que en realidad,
    nosotros somos difíciles. Nuestras mentes y nuestros egos son realmente
    «difíciles» e intratables. Lo que sí es cierto es que todo cuanto echamos de
    menos en una relación es precisamente aquello que no le hemos dado antes. La
    mayoría de relaciones se establecen entre ego y ego, basta una rápida mirada a
    los medios de comunicación.

    Esa clase de relaciones sólo contemplan el
    cuerpo del otro y como mucho su «personalidad» pero no a la persona, al ser
    humano, que hay detrás. Apenas perciben un carácter o personalidad, alguna
    cualidad, y por supuesto, una larga lista de defectos. Con esta perspectiva, las
    personas buscan personas que cumplan sus exigencias. Exigen que sus relaciones
    les hagan felices y esa es precisamente la raíz del problema. Renuncian a ser
    felices por sí mismas; prefieren poner en manos de la otra persona todas sus
    expectativas de futura felicidad. Con la siguiente salvedad: si las cumplen, van
    a quererle; pero si no las cumplen, le odiarán por no hacerlo.

    Cuando eso ocurre, empieza la búsqueda de
    otra persona. No es de extrañar que las relaciones sean una experiencia de
    sufrimiento en la que el resultado de la decepción se repite una y otra vez.
    ¡Cuántos problemas se evitarían si fuéramos capaces de acercarnos a nuestra
    pareja apreciando el regalo de su paso por nuestra vida! ¡Reconociendo el ser
    espiritual que hay en él y no meramente un cómplice de nuestros sueños de amor
    que son cualquier locura menos amor incondicional! El romanticismo y el amor
    romántico no tienen nada que ver con el amor incondicional. Su confusión es
    causa de un gran sufrimiento. El romanticismo es necesidad y la necesidad es una
    falta de amor.

    El amor romántico se basa en que el amor
    se halla en el otro y en lo que puede darle. Al no encontrarlo en sí mismo,
    trata de conseguirlo afuera como si de una conquista se tratara. Y de hecho, así
    suele expresarse el amor romántico: conquistar un corazón como si se tratara de
    un trofeo de caza. Ahora, el amor se convierte en una posesión y la relación, en
    un acuerdo de mutua conveniencia. Parece que para que uno lo consiga el otro
    debe perderlo. Es el juego: ganar-perder. La visión romántica del amor ha hecho
    mucho daño a hombres y mujeres que han sido víctimas de historias fantasiosas,
    utopías absurdas e historias engañosas. El supuesto amor, por desgracia, ha
    llevado a muchas personas a la tumba: ¡menuda contradicción! Hemos dado
    credibilidad a nuestros sueños locos de amor y así hemos convertido en dolorosas
    pesadillas nuestros deseos de amor.

    El peligro de la «proyección»

    Solamente siendo conscientes de qué hemos
    hecho de nuestras relaciones, podremos reparar las relaciones del pasado y
    construir relaciones sanas en lo sucesivo. No era el amor lo que falló, eran
    nuestros planes irreales sobre lo que queríamos que fuese. Por lo general,
    proyectamos en los demás todo nuestro dolor no resuelto con la esperanza de que
    así nos libraremos de él. A este fenómeno se le llama «proyección» y consiste en
    sacar «allá afuera» lo que «aquí adentro» se empieza a volver intolerable.

    A partir de este momento, cada uno
    representa su propia versión de una misma vieja historia: la falta de amor y la
    necesidad de amor. Ensayamos infinidad de relaciones y estrategias, y cada vez,
    parece y suena diferente; pero en realidad es siempre la misma mentira de amor
    proyectándose de diferente manera. Toda relación es un encuentro con uno mismo
    reflejado en el espejo del otro. Cada vez que alguien descubre que ya no le
    gusta lo que ve, cambia el espejo ?es decir, se busca otra pareja? sin
    comprender que una y otra vez verá lo mismo en todas sus parejas hasta que no
    cambie lo que pone delante del espejo.

    Cada nueva persona ?y cada nueva rel ación?
    que encuentra es un reflejo de sí mima. Aún no sabe que toda relación es la
    enésima oportunidad para transformarse y volver a la consciencia. ¿Por qué razón
    la inconsciencia en las relaciones es causa de tanto sufrimiento? Lo extraño
    sería que una fantasía pudiera ofrecer algo distinto. Sin embargo, el ego sabe
    mentir con bastante credibilidad, y vuelve a hacerlo en cada situación para que
    el culpable siempre sea el otro implicado.

    Para el ego las relaciones son difíciles y
    el ser «amado» también, cuando en realidad lo único difícil es su particular
    visión de las relaciones. ¿Se puede llamar a esto amor? Una relación
    inconsciente se centra en el miedo y el miedo significa ausencia total de amor.
    Se centra también en las diferencias que el ego establece y en el propósito de
    lograr del otro lo que cree que le falta a él. Si lo consigue, le amará; sino le
    odiará. Y ya vemos en nuestros días qué fácil es pasar de uno a otro extremo.
    Con la ingenua idea de completarse, algunas personas se emparejan pensando que
    juntos estarán completos. Se miran con afán por conseguir su botín en el otro y
    una vez que lo ha obtenido, o que no lo ha hallado, se desinteresa y le
    abandona. Este comportamiento se repite una y otra vez sin fin en un bucle
    desesperanzador. El mundo parece habitado por extraños que hacen de las
    relaciones algo hostil y un vínculo desprovisto de corazón y calidez.

    Tal vez esas personas unen sus cuerpos
    bajo un mismo techo, pero sus almas se hallan a miles de años luz de distancia.
    Conviven poniendo su atención en tratos que afectan a lo superficial. Su actitud
    atrae circunstancias que concuerdan con sus expectativas y las confirman; así
    reciben mensajes que repiten, una y otra vez, que son seres separados y que
    siempre lo estarán; y que en encontrar alguien «especial» está su salvación.
    Cuando el ego escucha este tipo de razonamientos suele alterarse y argumentar
    que él no es responsable del comportamiento de los demás. Y en efecto, no lo es
    aunque se esfuerza en serlo. Sin embargo, sí lo es de haber atraído esa persona
    a su vida y de mantenerla a su lado.

    Las cosas no ocurren por casualidad en un
    universo de responsabilidad y si hay alguien en tu vida, alguna razón debe
    haber. Alguien le habrá invitado. Y entonces, vuelta a empezar. Siempre la misma
    situación, la misma clase de persona, las mismas relaciones, el viejo problema
    se repite, el mismo dolor ?y que ya estaba presente? reaparece. Sólo que cada
    vez el dolor es más agudo y la esperanza se pierde. El mismo dolor, cada vez más
    intenso. La misma decepción, cada vez más desesperanzada. Te propongo algunas
    preguntas poderosas para contestar con toda sinceridad: ¿Qué solidez puede tener
    una relación para la cual del amor al odio sólo media un paso? ¿Qué expectativa
    no ha cumplido para que todo haya cambiado tanto? ¿Qué le pediste que no te dio?
    ¿Qué buscabas que no has encontrado? ¿Qué puedes recibir que no hayas ofrecido
    antes?

    Conviene revisar el concepto «amor»

    Si todo esto ha ocurrido o está ocurriendo
    en tu vida, bien valdría la pena revisar a qué llamaste «amor» que no tiene nada
    que ver con él. Es curioso comprobar lo mucho que se habla de un sentimiento del
    que muy pocos saben lo que significa. Detente y piensa por un momento en qué has
    convertido tu relación o de qué la has privado. Una relación sólo puede carecer
    de aquello que tú mismo no le concediste. Si una relación con el paso del tiempo
    parece significar nada, tú mismo te atribuyes esa falta de significado. Muchas
    veces, se le echa la culpa al tiempo del desamor, pero el tiempo no forma parte
    de la relación aunque se establezca en él. El tiempo es un medio y los medios no
    pueden formar parte del resultado. El tiempo no hizo nada, más bien: ¿Qué
    hicisteis vosotros de la relación con el paso del tiempo? Buscar culpables es
    sencillo pero asumir responsabilidades es complicado.

    En tus relaciones, como en todo, te
    enfrentas siempre a una sola elección y esta consiste en elegir entre el temor y
    el amor. Todas las decisiones que tomas en tu vida esconden esta única elección
    que se repite a cada instante. Para romper el círculo vicioso del temor en las
    relaciones, y entrar en el círculo virtuoso del amor, tenemos una pauta de
    comportamiento: «Deja de poner atención en tus fantasías de amor. Deja de creer
    en las increíbles historias que te cuentas». No necesitas decidir dónde has de
    poner tu atención porque ese segundo paso es innecesario: cuando te libres de
    tus fantasías irracionales sólo podrás ver el amor en tus relaciones. En toda
    relación inconsciente parece que cada integrante posee el extraño derecho de
    señalar las faltas del otro. Y atribuirse la dudosa finalidad de tener que
    corregirle por el bien de la relación.

    Esto no es más que la enésima repetición
    de una pesadilla, en la cual el ego insiste en que los demás deben cambiar para
    que las cosas vayan mejor. El pensamiento que refleja esto es: «Yo sería feliz
    si tan sólo tú fueras de otro modo». Al trasladar la necesidad de corrección del
    uno al otro, nadie cambia nada y todo sigue igual; o mejor dicho: empeora. ¿Qué
    te hace pensar que alguien debe cambiar para ser diferente a como es? Buscar el
    amor, buscar relaciones adecuadas cuando uno mismo no es adecuado sólo atrae
    relaciones inadecuadas. Dejar de buscar por un tiempo, hacer una dieta de
    relaciones, te permite entre otras cosas: reunir recursos, recuperar energía,
    ordenar el espacio emocional propio y dar una tregua para poder relacionarse
    desde otra posición mucho más sólida.

    ¿Qué mejor manera para aprender a estar en
    compañía que aprendiendo antes a estar solo? Tal vez lo veas así y sin embargo
    muy pocas personas están dispuestas a disciplinarse para obtener una mejora a
    largo plazo. Todo el mundo quiere tener una buena relación, pero casi nadie está
    dispuesto a mudar su piel para que eso sea posible. Y lo que sucede es que en
    cada relación inconsciente todos los recuerdos pasados de relaciones anteriores,
    y toda la carga de su dolor, se vuelven en contra de la relación actual.

    Es el mismo miedo una y otra vez en
    relaciones diferentes. Los amantes no son dos, sino la suma de todos sus
    fantasmas del pasado, la suma de todos sus miedos, todos sus fracasos puestos en
    fila como un desfile de fantasmas del desamor. Y si el ego empezó mirando un
    cuerpo pero no un alma, ahora ya ni siquiera se fija en el cuerpo y sólo ve su
    doloroso pasado. Como el ego es incapaz de ver al otro, lo inventa. Lo modela a
    su semejanza y capricho. Lo idealiza con la esperanza de no encontrarse de
    frente con la realidad. Incluso llega a desear la ausencia del ser amado para
    suplantarlo con su absurda fantasía. Una vez más, el círculo del dolor se hace
    más profundo y cada vez más grande la transformación interior necesaria para
    salir de él. Entra en funcionamiento la ley de la onda, que conduce a las
    personas a dar vueltas y vueltas alrededor de su propio dolor con más velocidad
    y fuerza cada vez. Hasta que por la propia fuerza centrífuga, es expulsado hacia
    el exterior, del mismo modo que una honda lanza la piedra. Terrible. Las
    relaciones entre alma y alma.

    Relaciones conscientes y sanas

    Y por oposición: ¿cómo son las relaciones
    en el marco de una nueva consciencia? En general, las relaciones conscientes se
    establecen entre dos seres completos en sí mismos, y que no se sienten
    necesitados. Eso, por supuesto, no significa que no quieran compañía: todos
    queremos estar acompañados, amar y ser amados. Lo único que digo es que no lo
    necesitan para «soportar» la vida, porque la vida es muy generosa. Los corazones
    conscientes atraen corazones conscientes. Lo completo atrae lo completo, y lo
    incompleto a lo incompleto.

    Cuando dos seres se reúnen, y se reconocen
    no necesitados en sí mismos, ninguno pretende apropiarse de nada de lo que cree
    carecer. Establecen relaciones de amor y no de temor como es, por desgracia, tan
    frecuente en las parejas de hoy y tal vez de siempre. Y ahora bien, ¿cómo
    encontrar un ser completo en sí mismo y no necesitado? Obviamente siéndolo.

    Sé tú mismo el cambio que deseas en el
    mundo, dijo alguien. Se puede buscar compañía pero no una relación. No puede
    buscarse lo que sólo puede atraerse. La diferencia entre ambos conceptos es
    grande. La afirmación, de que no puede buscarse una relación, suele ser muy mal
    recibida por el ego quien desea creer en sus tretas, artes, estrategias, suerte,
    mérito, y cualquier otra opción en la que él asuma el control.

    De poco sirve buscar a la persona adecuada
    con tal o cual cualidad. En su lugar, sé tú misma la persona adecuada, posee tú
    esas cualidades. Y como los iguales se atraen, no pasará mucho tiempo hasta que
    aparezca alguien con esas cualidades y que se reconozca en las tuyas. Las
    relaciones, ya lo sabes, siguen la atracción de iguales, no de los contrarios.
    Muchas personas no entienden por qué siempre llega a su vida un mismo
    estereotipo de persona. Una y otra vez sus parejas parecen fotocopias de un
    mismo patrón. Parece que no haya otra cosa en el mundo para ellas. Y de hecho,
    no la habrá hasta que no dejen de emitir y transmitir sus propias carencias.

    Nadie que esté en su sano juicio desearía
    trasladar su dolor a una relación de amor. Volcar el propio dolor en el otro es
    un acto egoísta y la antítesis del amor incondicional. A través de la relación
    consciente se cura el dolor del pasado. Éste es el regalo que te ofrece una
    relación consciente. Nunca habrías curado tus viejas heridas si no estuvieras
    dispuesto a entregarlas por la única razón capaz de conseguir ese milagro: por
    amor. Únicamente por amor puedes desprenderte de todas las armas que usaste
    contra ti en el pasado y que a la vez usaste en tus relaciones. Todo aquello que
    entregas a la visión del amor deja de ser una fuente de dolor para siempre.

    Las relaciones conscientes te libran del
    pasado, te enseñan lo dañina que fue tu pesadilla, te muestran que una nueva
    forma de relacionarse es posible, te brindan el amor en ausencia de todo dolor y
    culpa. Cuando contemplas a tu pareja como a un ser completamente inocente de
    todos los miedos que proyectaste en ella, la pareja se halla por fin bendecida.
    La relación está inspirada por el amor, porque éste se ha unido a ambos
    previamente por separado.

    La relación sanada es aquella que antes
    estuvo enferma pero que gracias a la auto corrección se convierte en una
    bendición. No es el resultado de la suerte, la providencia, el destino, del
    karma, o de haber encontrado a la persona ideal. La persona adecuada llega
    cuando uno es adecuado a su vez. Así de simple es. No hay nada que buscar en el
    exterior, sino que corregir en el interior. Muchas personas se preguntan «qué
    tienen que hacer» para obtener una relación satisfactoria. Ser amado es la
    segunda mejor cosa del mundo; amar a alguien es la primera. Y siempre sucede en
    este orden. Cuando entregas tu relación a una comprensión más profunda, se
    produce un acontecimiento milagroso.

    Una pareja que se deshace para rehacerse
    fortalece a ambas personas; aunque es posible que perciban ese momento como la
    destrucción de lo conocido. Sanar una relación inconsciente es un auténtico acto
    de valentía. ¿Cómo si no ambos iban a asumir la parte de responsabilidad que
    tienen en el colapso de la vieja relación? Sanar significa depositar la fe en el
    nuevo propósito de vivir una relación consciente. Significa fe en el otro. Y
    significa valentía al poner en una situación de precario la vieja relación con
    el único fin de hacerla verdadera.

    Ve la oportunidad de la sanación y no como
    una amenaza que pretende destruir la relación. No caigas en la tentación de
    culpar al otro de la situación caótica. Ambos habéis sido interrogados acerca de
    vuestra voluntad de sanar la relación, y vuestra respuesta afirmativa será
    suficiente para atraer lo medios que salvarán la relación. Uno de los dos, se
    preguntará: Pero ¿cómo puedo amarle si no hay amor? La respuesta es a través del
    comportamiento, amándole. El comportamiento, amar, atrae el sentimiento, el
    amor. El amor es el resultado de amar. Esperar que el amor se presente sin amar
    antes es una auténtica fantasía loca.

    Entrega tus relaciones al amor. Y ya no
    podrás decir: «nuestra relación» sino la relación que fluye «a través de
    nosotros». Recuerda que ahora la relación tiene como objetivo «amar» y no
    «querer». Ya no existe necesidad de control, manipulación, ni expectativas
    egoístas. Hay un plan mucho mejor al que inicialmente estableció el ego, el del
    amor incondicional.