Cuando el bebé tiene problemas
para dormir, llora sin que sepamos el motivo, no hace bien la digestión, sufre
de gases, etc., provoca una sensación de impotencia en la madre que empeora la
situación. El estado nervioso del hijo se traslada a la madre y ésta vuelca su
desesperación en el bebé. Para colmo de males los médicos suelen tranquilizar a
los progenitores diciéndoles que en unos tres meses todo pasará. La osteópata
Pilar Paredes alienta a las madres dando unas pautas sobre cómo tratar esta
situación en Osteoapatía y averiguar qué le pasa realmente al bebé para poder
tomar las medidas oportunas en cada caso.
El bebé irritable es aquel que no logra
dormir más de una o dos horas seguidas; grita cuando aparentemente está
contento; llora sin parar y durante largo tiempo; sufre de gases, flatulencia,
problemas digestivos y hasta es capaz de golpearse la cabeza. Sentimos que nos
necesita pero aparentemente nos rechaza; está airado, enfadado y un largo
etcétera. Esta situación lleva a los padres hacia la desesperación, máxime si
llega la noche y muchas veces el entorno familiar se altera y tenemos a una
madre eternamente cansada, nerviosa, y lógicamente también irritable. Ahí se
cierra el círculo vicioso de mamá e hijo y lo que debería ser una etapa feliz y
llena de dicha se vive como una tormenta, que muchas veces también se extiende a
los otros hijos.
La situación empeora cuando la madre duda
de sí misma y de su capacidad como madre, mientras se supone que ha de ser
fuente de felicidad para los hijos. Esto nos puede pasar siendo madre primeriza
o madre experimentada o multípara. Esta inseguridad da un tinte bastante triste
en la relación entre la madre y el niño, más aún si ésta no se ha recuperado de
la depresión post-parto en la cual hay como una depleción de origen hormonal que
agudiza la impaciencia.
En casos más graves incluso podemos
encontrar un rechazo hacia el bebé, que detectamos en pequeños gestos, actitudes
y que provocan un gran sentimiento de culpabilidad en la madre. Toda esta
situación es superable, así que, vamos a ello:
Cuando llevamos al bebé al pediatra, nos
da el gran consuelo de que esto pasará a los tres meses, y muchas veces es
cierto. Una vez que descartamos que el bebé esté afrontando una enfermedad real,
la cual se manifestaría por los siguientes síntomas:
? Fiebre: signo de infección.
? Pañales secos, sobre todo los primeros
días después de nacido.
? Vómitos de coloración verdosa o
amarillenta, lo cual indicaría alguna obstrucción en el sistema digestivo.
? Lengua blanca, que sería un signo de
infección por hongos, o cualquier signo que descartará su pediatra.
Pues como decía, una vez descartado por el
pediatra cualquier atisbo de enfermedad, podemos decir que estamos con un bebé
irritable. También nos preguntamos qué pasa cuando ya pasaron los tres meses de
espera ?tiempo durante el cual el propio organismo del niño madura en sus
diferentes sistemas: digestivo, neurológico, funcional?, y el niño continúa
inquieto. Esta situación de alterabilidad del sistema nervioso del niño, muchas
veces debida a una compresión durante el parto, también se puede deber a
dificultades que todas las madres afrontamos durante la gestación, estrés,
caídas, infecciones, etc. Para poder tratar a un bebé que presenta esta
sintomatología, evalúo los siguientes ítems. Además de un examen neurológico
minucioso para descartar cualquier desorden observamos:
Localización, origen y cuadro clínico de
disfunciones del cráneo. Esto significa buscar: dónde, cómo y qué en la cabeza,
cuerpo u órganos de un bebé. Para ello resumiré lo que buscamos en un bebé
irritable, sin otra patología.
? Disfunciones óseas
Las disfunciones óseas las buscamos en
todos los huesos del cráneo, la columna y el sacro. Pero en especial, aunque la
patología se pueda encontrar en cualquier hueso; fundamentalmente en el
occipital, el esfenoides, el sacro y el hueso temporal. Incluimos en este
análisis a las suturas que son tan móviles en el recién nacido y se encuentran
en continua evolución y además todas las articulaciones.
? Disfunciones musculares.
? Disfunciones ligamentosas.
? Disfunciones de las fascias.
? Disfunción de la hoz y de la tienda del
cerebelo.
? Trastornos de los nervios y de los
órganos del encéfalo.
? Trastornos vasculares y conductos de la
endolinfa.
Cada uno de los ítems tienen maniobras
específicas.
Cómo se aplica el tratamiento
Ante todo, cuenta la formación y el
desarrollo interno del terapeuta. Pienso que todo tiene Consciencia, máxime en
los niños y bebés. Esta Consciencia lo rebosa todo y está no sólo en el cráneo,
sino en sus órganos, en su cerebro, en el pelo y en sus pequeñas articulaciones.
Ante ello y dado que para la conciencia de los bebés nosotros los terapeutas
somos un libro abierto, cabe preguntarse sobre la idoneidad del que aplica la
terapia y no me parece de más escribir sobre la humildad en el terapeuta, sin la
cual el pequeño o gran organismo no se abre.
La ausencia de contradicciones en la vida
es algo que se refleja en la terapia, y a más formación y conocimiento
intelectual acompañaremos el saber que somos un pequeño engranaje del Cosmos.
Entonces hablamos de:
? Aplicar la terapia en «estado neutro».
El estado neutro se puede palpar como un
punto de equilibrio de las tensiones recíprocas que se encuentran en todo el
cuerpo, dentro del cual se produce una integración de cuerpo, mente, espíritu.
? No presuponer las cosas, sino respetar
el principio de resonancia.
Es decir, resonar con el cuerpo, con los
órganos, las fascias, con los sentimientos, los traumas y el encéfalo y la
médula espinal.
La reacción específica de un tejido ante
las incidencias de fuerza de origen traumático nos informan también del nivel y
el plano de la disfunción.
? Palpación del ritmo del Movimiento
Respiratorio Primario (MRP).
? Probamos la movilidad de los huesos del
cráneo.
? Probamos las rotaciones.
Pero ¿qué es lo que encontramos de forma
reiterada en un recién nacido? Una disfunción de la sínfisis esfeno basilar. El
bebé siente incomodidad y no se siente bien en su propio cuerpo, le produce
molestias y un mal humor constante. Una compresión del agujero rasgado
posterior, es decir una compresión entre el hueso occipital y el hueso temporal
que puede llegar a irritar el X par craneal, el cual puede ser uno de los
factores que irritan el sistema digestivo del niño. Una incongruencia en la
flexo-extensión del hueso sacro y el occipital, lo cual produce una tensión
adicional en el sistema de tensiones de la dura madre.
Por todo lo descrito anteriormente, es una
responsabilidad delicada el tratar a un recién nacido y sobre todo si se
encuentra en las primeras semanas de nacido, pues es hasta los dos años el
tiempo en el cual se encuentra en activo la «plasticidad cerebral» y es
ciertamente una época de oro en la cual se puede lograr mucho en poco tiempo.