édico es el que cura. Médicos eran Galeno, San Lucas Evangelista,
Ficus, Paracelso, Hipócrates, Hanneman… y ¡ninguno era licenciado
en Medicina y Cirugía!
Si nosotros hacemos lo que ellos hacían, ¿por qué tenemos
que dejar de llamarnos médicos? Nosotros, los médicos naturistas,
no convencionales o parasanitarios, somos sus más legítimos seguidores,
sus herederos profesionales, continuadores de su escuela y cultura médica.
Son los propios “licenciados” los que quisieron llamarse “licenciados”,
renunciando a la palabra “médicos”. Normal, porque el médico
no intoxica y ellos es lo primero que hacen. Sólo se sienten molestos de
que nos llamemos médicos los “licenciados”. También
les molesta que curemos. Lógico porque eso les resta clientela.
Hace varios años escribí un informe en el que decía: “Médicos
Hipocráticos. Allende los siglos, la historia nos dice que los médicos
eran los esclavos. La misión del médico era la de enfermería,
higiene y aseo, con análisis de esputos, sangre, heces, sudoraciones, orina,
pus, saliva, etc. El trabajo no era grato, razón por la que esta misión
no era ejercida con agrado por la elite médica hasta que, a partir de Paracelso,
se comienza la etapa relativa al envasado farmacéutico y se incorpora a
esta profesión la clase acomodada; y posteriormente, para distinguirse
de la plebe y acotar su territorio, y ya en tiempos más recientes, se empieza
a utilizar el pomposo título de “Licenciados en Medicina y Cirugía”,
que es el título selectivo que hoy continúan emitiendo las Facultades
de Medicina, bajo el escondite de su condición selectiva de cientificismo,
olvidándose de que el válido y único cientificismo es el
acreditado por el transcurso de los milenios y no por la engañosa estadística”.
Éste es el título que hoy se continúa otorgando por las universidades
y no el de “Médicos” que no existe en la legalidad escrita.
Eran como consultores superiores.
Poco a poco, los médicos tradicionales fuimos siendo apartados de la misión
y sustituidos, en la profesión, por los universitarios. La medicina tradicional
histórica de los recursos naturales, quedó relegada por el esnobismo
de la época, pero no anulada. Los históricos y verdaderos médicos
somos nosotros, los médicos naturistas, que resurgimos ante la necesidad
impuesta por el hambre, la miseria y la indefensión especialmente en los
pueblos pobres. El mundo pobre (más de dos tercios de la humanidad) carece
de medios económicos para comprar los necesarios alimentos y los caros
medicamentos. ¿Qué deben hacer? ¿Morir por carecer de recursos
económicos o, por el contrario, recurrir a la ancestral Medicina que diariamente
y para todos los humanos regala la sabia Naturaleza, a través de la sana
alimentación y los principios activos de las plantas?
Los médicos naturistas debemos sentirnos orgullosos de este relevo. Llamarse
médico, como lo era Hipócrates, es un honor al que, por dignidad
y legitimidad, no debemos renunciar. Ellos, los alópatas quieren llamarse
“licenciados” pues mejor para ellos. Nosotros no tenemos inconveniente
en compartir con ellos la denominación de médico y la gran responsabilidad
que ello conlleva.
Hoy nuestro colectivo de médicos naturistas resurge con vigor y reclama,
ante tanta yatrogenia, su puesto en la salud y la curación, habida cuenta
de su efectividad demostrada a través de los siglos y carente de peligrosidad
y efectos secundarios. Por eso estamos aquí, evitando el caos producido
por el abuso de los tóxicos en los fármacos y la multiplicación
de “asociaciones de errores médicos” (ante las miles de reclamaciones
judiciales, por errores, incompetencias, recetas indebidas o abusivas, con manifiestas
corruptelas, especialmente en cirugías innecesarias o mutilaciones no deseadas
o admitidas (apendicitis, amigdalitis, etc.); asociaciones de médicos que
invaden nuestro campo (y que han decaído de su legitimación por
incoherencia estatutaria). El enfermo debe recuperar su inalienable derecho a
la vida y, por lo tanto, a la elección de la medicina que más le
convenga.
Los laboratorios se adueñan del mercado de la curación y los poco
más de trescientos veinte medicamentos que son precisos, según la
Organización Mundial de la Salud, se convierten en decenas de miles de
fórmulas médicas que, apoyadas por la publicidad, acosan a los ciudadanos,
sin importar los efectos curativos, pero sí los enriquecimientos disfrazados,
a costa de la salud de los humanos, a los alimentos manipulados químicamente.
¡Nos quejamos con toda razón! ¡Nadie puede jugar con la salud!
Ello se comprueba, por ejemplo, en los restaurantes, donde observamos a muchos
comensales ingiriendo de golpe varias pastillas de diferentes colores y tamaños,
obedeciendo a los “estímulos de necesidad” creados por hábiles
y falaces campañas de publicidad engañosa.
No existen enfermedades sino enfermos. Los enfermos se fabrican con la publicidad
del constante engaño y así el “negocio” de la salud
“marcha” muy bien. Y, sobre todo, el negocio de los grandes laboratorios
que someten al incauto con periódica y continuada medicación para
asegurar su negocio.
La mejor y más barata medicina es el amor. Conocer los resortes y los secretos
del cuerpo humano, así como las recomendaciones nutricionales, los principios
activos de las plantas, los recursos cósmico-telúricos que diariamente
y, de modo gratuito, ofrece la naturaleza para todos (agua, frío, calor,
arcilla, viento, oxígeno, clorofila, vitaminas, oligoelementos, masaje,
deporte, energetización, meditación, yoga, etc.) es vital. Son nuestros
remedios naturales curativos los que ofrecen al usuario la ventaja y tranquilidad
de no causar efectos secundarios o colaterales que hoy asolan y aterrorizan a
la humanidad, como flagelo fácil de suprimir.
Por el contrario, el vicio, la ira, la venganza, la soberbia, la envidia, los
complejos, los miedos, las angustias, la ansiedad, la competitividad, la vanidad,
y, sobre todo, la violencia, la grosería, el dinero fácil, etc.,
son no sólo el camino de la delincuencia, sino el del dolor, el sufrimiento
y la enfermedad. Y la solución: la Medicina Natural. Eso explica que los
médicos jóvenes vengan con nosotros, al igual que sucede con los
enfermos.
Negar a la humanidad esta posibilidad de curación con métodos naturales
equivaldría a condenarla al dolor, la enfermedad y, en no pocos casos,
a la muerte, además de conculcar los derechos humanos proclamados por la
Carta Magna. Sería simplemente y sin paliativos, una postura genocida y,
desde luego, inconstitucional. Así de claro.
Insistimos en proclamar que todos debemos sentirnos orgullosos de ser los continuadores
de las terapias de nuestros ancestros capitaneados por Hipócrates, que
tenían por bandera la curación, contrapuesta al interés económico
que hoy embarga a la humanidad.
Las multinacionales y los médicos alópatas rechazaron voluntariamente
las Medicinas Naturales en el año 1993, ante las Cortes españolas,
y ahora, como ven que se mueven millones en el “negocio” de las plantas,
quieren recuperarlas. Ellos sólo se conmueven con los “dividendos”,
sin importarles los saludables beneficios que se logran en la salud de los humanos.
Los millones de euros, son los que mandan.
Eso nos lleva a considerar que:
1. Los licenciados, renunciaron a llamarse “médicos”, por tener
ese vocablo poca categoría, y ahora quieren recuperar el nombre de médicos.
2. También renunciaron a las Medicinas Naturales por “no ser científicas”
y ahora quieren recuperarlas.
3. Ya no les basta con ser “licenciados” y quieren ser “Doctores”,
sin estudiar los cursos que exige la ley. Ellos no son médicos naturistas,
sino alópatas, pero se niegan a pagar la tributación fiscal de los
epígrafes 841 y 944, y por lo tanto, son también defraudadores fiscales.
¿Comprende el Ministerio de Sanidad y Consumo por qué los “licenciados”
quieren anular a los médicos naturistas y por qué quieren invadir
y apoderarse de nuestras actividades profesionales? Para que nadie pueda beneficiarse
del regalo de la sabia naturaleza. ¡Vomitivo e increíble, pero es
la pura verdad!
En el citado informe, decía algo que es conocido de todo el mundo menos,
según parece, del Ministerio de Sanidad y es que “no existen enfermedades
sino enfermos”. Aquí radica el problema de nuestra desigual lucha.
Nosotros somos los médicos de la salud y ellos, más amigos de “la
enfermedad”, gústeles o no esta manera de llamar pan al pan y vino
al vino. Ellos, repetimos, son los médicos de la enfermedad y casi siempre
del fármaco tóxico, con sus efectos secundarios, secuelas gravísimas
y demás zarandajas nocivas.
Nosotros queremos ser, y somos, ciudadanos del mundo libre, para ser felices,
para reír y para que nadie se angustie, para no tener dolor y menos aún
enfermedad. Nosotros queremos responder de la salud.
Ellos necesitan enfermos para vivir, para hacerse ricos, para ser poderosos, para
imponer su “licenciatura”. Por eso necesitan, cuantos más mejor,
a los clientes-enfermos.
Un simple refresco o un helado, una copa, etc., es un negocio para el que, por
ejemplo, lo fabrica y para el que cura sus efectos colaterales. Porque un refresco
es agua con añadidos de gasificación, edulcoración, coloración,
etc., aditivos que no matan pero dañan acortando la vida y perdiendo calidad
al comprobarse, con el transcurso de los años, el gran cúmulo de
tóxicos no deseados en el organismo que perturban, dañan, mutilan
o reducen las expectativas de vida y de felicidad en el que cae en ese liviano
error. El mejor refresco y el más barato, es el agua pura o el zumo, que
además es nutricional.
La bulimia, la anorexia, el asma, el alcoholismo, el estreñimiento, la
alergia, la depresión, la diabetes, el reumatismo, el lumbago, etc., todas
esas patologías pueden erradicarse fácilmente con tratamientos naturales,
ayuda psicológica, estímulos condicionados, meditación, etc.,
¿Por qué no se hace? Sencillamente porque no interesa a los laboratorios,
farmacias, médicos, veterinarios y demás acólitos en este
mercado de despropósitos ilegales, acusación que formulo al amparo
del artículo 20 de Constitución (Derecho de expresión) sin
ánimo de ofensa para nadie, pero con el firme propósito de acabar,
de una vez por todas, con el esperpéntico desmadre de la Administración
Pública que, para que medren ¿más aún? las multinacionales
de la química y sus “amigos”, todos los cuales presionan a
los políticos de turno para que sólo se “dialogue” con
ellos. No con nosotros que somos los únicos interlocutores sobre la materia.
La medicina preventiva corrige estos desfases de salud sin necesidad, en la casi
totalidad de los casos, de fármacos. Este hipermercado de enfermos es imprescindible
para la subsistencia de la medicina del fármaco tóxico. Equivale
a crear una “iguala” de tributación periódica profesional
para, al final:
– “Vuelva Vd. mañana” o “dentro de x días”,
para controlar su enfermedad y así sucesivamente, en claro abuso, dicho
sea sin ánimo de ofensa.
– Someter a un enfermo a una enfermedad que no existe, porque lo que existe es,
repetimos, el enfermo, pero no la enfermedad, creemos que se acerca a lo punible.
Nosotros, los Médicos Naturistas, nos comprometemos formalmente a acabar
en tiempo récord con estas patologías, y tantas otras similares
que constituyen un verdadero azote para la humanidad, la convivencia, la calidad
de vida, etc., no sólo en España, sino en el mundo entero.
La Medicina Natural puede eliminar esas patogenias y no nos cansaremos de decir
que muchas más o, por lo menos, reducirlas a la mínima expresión,
por vía preventiva y en tiempo breve, a través de la alimentación,
el masaje, los estímulos condicionados, la meditación, el yoga,
la acupuntura, la naturopatía…
Pero entonces ¿qué haremos con los licenciados en Medicina y Cirugía?
¿No es más humano, honesto y económico ayudar a la erradicación
de esas patologías que consentir que continúen ahí, para
que los licenciados puedan seguir viviendo?
No olvidemos que no existe la enfermedad, sino el enfermo. Y que el eminente alemán
Dr. Ryke Geerd Hamer, afirma que “la psique, el cerebro y la Nueva Medicina
solucionarán para siempre esta equívoca situación”
para alegría de los afectados y sus familias.
El monopolio del fármaco es incompatible con la democracia. Hace veinte
años la OMS dijo que con 320 fármacos bastaba para atender y mitigar
todas las patogenias. Hoy se fabrican en cada país miles de ellos ¿No
es esto una explotación sin fin y un engaño y estafa escandalosos
contra la salud? Y el monopolio, ¿por qué se consiente el monopolio
inconstitucional? ¿Y las basuras de productos tóxicos que estos
laboratorios generan? ¿Por qué no nos tomamos este tema más
en serio?
¿Para qué sirve la Constitución española que en su
artículo 45 dice concluyentemente?:
1. Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo
de la persona, así como el deber de conservarlo.
2. Los poderes públicos velarán por la utilización racional
de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de
la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable
solidaridad colectiva.
3. Para quienes violen lo dispuesto en el apartado anterior, en los términos
que la ley fije, se establecerán sanciones penales o, en su caso, administrativas,
así como la obligación de reparar el daño causado.
La Constitución ¿es un simple florero o la bendita ley que nos hace
a todos iguales? La Medicina Natural se acredita sola, ya que es más barata,
fácil de aplicar, efectiva, segura, indolora, preventiva, sin secuelas
ni efectos secundarios, sin sangre, sin drogas, que vale para casi todas las enfermedades,
sin riesgos, propiciando la longevidad, calidad de vida, alegría de vivir
y que está siendo utilizada por más de dos tercios de los ciudadanos
del mundo, (asiáticos, africanos, indios, oceánicos, y más
de la mitad de europeos y americanos).
El concepto: “Médico es el que cura” ya es irrevocablemente
legal. Efectivamente el Tribunal Supremo, mediante sendas Sentencias, que constituyen
jurisprudencia penal de fechas 19/6/89 y 5/7/92, dice: “El Tribunal Constitucional
corroboró tales Sentencias al emitir un Auto, con posterioridad, por el
que no admitió a trámite un Recurso de Amparo promovido por el Colegio
de Médicos de Sevilla pidiendo la anulación de tales Sentencias,
porque, dice el Auto, los argumentos empleados son los mismos esgrimidos ante
el T. S., y por lo tanto, es “cosa juzgada”.
Así las cosas, ante un atropello jurídico como éste, no tenemos
más remedio que afirmar que el “imperio de la Ley” está
siendo sustituido por la ley de la selva, y por ende, España ha dejado
de ser un Estado de Derecho. La Carta Magna de los Derechos Humanos junto con
la Constitución quedan relegadas a simples floreros.
Y todo, ¿por qué? Porque lo exigen, contra todo derecho y ley, las
multinacionales del fármaco y sus acólitos, los Colegios de Farmacéuticos
y Licenciados en Medicina con su gigantesco y avasallador corporativismo. Es la
Ley del multipoderoso Goliat que, a lo Frankenstein, arroya y masacra al pequeño
David.
Más de 30 años pidiendo diálogo a la Administración
y siempre silencio, ¿por qué? Porque no tienen argumentos para defenderse
ante la ignominia. ¿Dónde está la dignidad de los Médicos
Naturistas?