Salud y Evolución

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    Nuestra evolución
    es una bella historia de unos 4.600 millones de años. Aprendimos a sobrevivir
    adaptándonos, moldeándonos, interaccionando. Nos arrastramos, más tarde
    despegamos nuestro vientre del suelo y luego nuestras manos. Nos erguimos sobre
    nuestros pies, caminamos, pudimos mirar tanto el suelo como el cielo y a los
    ojos de nuestros semejantes.

    Es una bella historia que late en nuestro
    interior. En ella radica la sabiduría de nuestra naturaleza, la capacidad de
    recuperación y supervivencia de nuestro organismo. Cuando perdemos el contacto
    con ella, nos salimos de sus caminos de adaptación y evolución, y enfermamos.

    En este camino se desarrollaron los
    sistemas vitales que nos forman, se integraron e interrelacionaron. Podemos
    acceder a ellos, escucharlos si nos paramos a sentirnos, sentir el equilibrio,
    la verticalidad, la dinámica, las funciones autónomas, la vida. Si nos paramos a
    «percibirnos», entonces entramos en estado de «percepción propia», entramos en
    el mundo de la «propiocepción».

    La mayoría de las lesiones que llegan a
    nuestras consultas, tienen sus orígenes en procesos de adaptaciones a
    incorrectos estímulos propioceptivos, causados por problemas en los centros de
    información de este sistema. Nuestro equilibrio estático y dinámico, al igual
    que la mayor parte de nuestras sensaciones y emociones, depende de ellos. Todo
    nuestro aprendizaje ha sido posible gracias a la propiocepción y los sistemas de
    información y adaptación que lo componen. Gracias a toda la información que se
    analiza en estos centros de información, y la relación entre ellos, estamos en
    constante equilibrio estático y dinámico.

    El motor de arranque, el comienzo tiene
    lugar en el sistema vestibular. Despierta en la etapa intrauterina, los
    movimientos de la madre embarazada, su forma de caminar, su ritmo y cadencia,
    los movimientos pélvicos al subir y bajar escaleras, la forma en que ella se
    mueve al bailar, son determinantes para el despertar y desarrollo del sistema
    vestibular y en consecuencia del resto de los centros de información indicados.
    En la pelvis se encuentra el centro de gravedad físico, pero en el cráneo se
    encuentra el centro de percepción y emisión de estímulos para el movimiento.

    En la postura de equilibrio del ser
    humano, la cabeza debe estar justamente en la vertical de la cazueleta pélvica
    (el mentón en la línea de plomada de la sínfisis púbica). Esta postura es vital
    para nuestro organismo, para las respuestas de supervivencia en general. Desde
    ella estamos en predisposición de comunicarnos, dar respuestas de acercamiento o
    de huida, nos infunde una sensación de seguridad necesaria para la vida. El
    cuerpo hará lo posible y lo imposible para mantenerla.

    Sabemos que el sistema vestibular informa
    de la posición y movimientos de la cabeza, de los efectos de la fuerza de
    gravedad sobre el cuerpo, de la aceleración lineal y la atracción de la fuerza
    de gravedad, y nos pone en contacto con las tres dimensiones en las que nos
    movemos.

    Una de sus funciones principales es
    mantener el equilibrio controlado de la cabeza en relación con la actividad y
    equilibrio ocular hacia el entorno (reflejo vestíbulo-ocular). O sea, relaciona
    nuestro equilibrio interno y la percepción del mundo que nos rodea. Podemos
    comprender que el sistema vestibular, al hacernos conscientes del espacio (las
    tres dimensiones), nos pone en predisposición al movimiento, y al movernos, y
    esto es muy importante, entramos en relación con el tiempo (cuarta dimensión),
    relación ésta con profundas implicaciones emocionales y vitales.

    Nuestra forma de «movernos y de ver» el
    mundo, de integrarnos en él, dependerán de todas estas relaciones.

    Un problema de información en el reflejo
    vestíbulo-ocular podrá ser adaptado en los músculos suboccipitales, encargados
    del mantenimiento postural y de la correcta maniobrabilidad de la cabeza en
    relación con la mirada. Una vez sobrecargados estos músculos, las siguientes
    adaptaciones pasarán a los ojos.

    El sistema vestibular no se puede adaptar,
    su función es guiarnos. Si él se ve obligado a buscar adaptaciones, nos torcerá,
    colocando nuestra cabeza fuera de su equilibrio natural, pero en una postura en
    la que él se siente equilibrado (adaptado). Si tenemos una mala información
    vestibular, pasaremos un tiempo de adaptación, en la que nuestra estructura
    busca el equilibrio para no caerse. Con el tiempo, al adaptarse en una postura
    deformada, me sentiré seguro en mi equilibrio físico, pero muy inseguro en la
    vida.

    El ojo es un sistema que se adapta
    fácilmente, desarrollando miopías, hipermetropías o estrabismos, dependiendo de
    la necesidad adaptativa. Pero recordemos que en nuestra postura de
    supervivencia, la cabeza se encuentra sobre la vertical de la cazueleta pélvica,
    esta es una postura primordial, además de que debemos mantener una mirada
    frontal para un enfoque correcto, y reconocer distancia y entorno. Una mala
    información en estas relaciones nos llevará a adaptaciones cráneo-sacras y
    futuras escoliosis.

    Cuando caminamos existe una sincronización
    conocida como «reflejos cloacales» sumamente importante. Relaciona por un lado,
    los ojos y el sistema oculomotor con el movimiento pélvico; y por otro, la
    actividad de los músculos suboccipitales con la dinámica sacro-coccígea. Si
    estos reflejos no son correctos haremos adaptaciones en nuestra forma de
    caminar, rotaremos un pie, o ambos, alargaremos un paso más que el otro,
    provocando rotaciones en la membrana dura-madre y fijaciones vertebrales,
    especialmente en la occipito-atloidea y lumbosacra.

    Muchos de los problemas motores en la
    infancia, de fracaso escolar, problemas estructurales crónicos en adultos, e
    incluso orgánicos y emocionales, tienen su origen en un mal desarrollo
    propioceptivo. Una falta de gateo, intoxicaciones, golpes en la cabeza, zapatos
    inadecuados para bebés o en la primera infancia, el uso de taca-taca, la
    limitación espacial y visual del jardín de infancia, etc. pueden provocar una
    falta de integración propioceptiva.

    Podremos encontrar, entre una gran
    variedad de cadenas patológicas, niños despistados, hiperactivos o hipoactivos,
    inseguros, que posteriormente desarrollarán problemas visuales en la primera
    infancia, que aparentemente se corregirán a los siete u ocho años, reapareciendo
    en forma de escoliosis, u otros problemas posturales u ortodónticos, entre los
    siete y doce años aproximadamente.

    Problemas que posiblemente sean
    compensados, corregidos o adaptados, pero padecerán una especie de dislexia
    entre el mundo interior y el exterior. Tendrán problemas para comprender y
    comprenderse, que se adaptarán con posturas o comportamientos patológicos.

    Juan Francisco Ballesteros

    Kinesiólogo