Cuando trato de definir la agricultura ecológica, me queda pequeño este artículo ya que tendría que estar escribiendo varias horas para poder explicar toda la grandiosidad que abarca. Reduciendo a lo más estricto, puedo decir que, “es una forma de producir alimentos para seres humanos, no sólo respetando al máximo el medio ambiente, sino también mejorándolo paulatinamente, lo mismo que la salud propia, la de sus familiares, amigos y clientes, merced a los componentes alimenticios que contienen dichos productos, pero en especial, la vitalidad que nos aportan al organismo”.
Para que transmitan a nuestro organismo esa “vida”, nosotros los agricultores ecológicos tenemos que respetar el medio ambiente de nuestra finca, desde el subsuelo, suelo, plantas cultivadas hasta la hoja más alta de los árboles pasando por los insectos que en ellos habitan, sean buenos, malos o regulares, a fin de mantener un equilibrio estable.
El conocimiento del suelo la vida en él existente y el respeto que merece; así como las energías que emergen a influyen en nuestros cultivos, las tendremos en cuenta a la hora de hacer las labores, riegos, abonados naturales, coberturas, y las formas idóneas para cultivar.
Las plantas que cultivemos no las pondremos siempre en el mismo lugar, sino que cada año las cambiaremos de sitio para que la tierra no se agote o canse. También asociaremos unas con otras, teniendo en cuenta su desarrollo foliar y radicular; a su ayuda mútua por los olores y colores para despistar insectos parásitos. La mejor manera de no tener que hacer tratamientos contra plagas, es usar semillas sanas autóctonas y fuertes.
Si no queda más remedio sólo usaremos productos naturales de plantas, animales o rocas.
La máxima debe ser: “prevenir mejor que curar”. Cuando se conoce el terreno, nosotros no llamamos a las advertencias “malas hierbas”, sino “plantas indicadoras” de lo que sobra o falta al suelo. Así que trataremos de alimentar la vida del suelo y armonizar sus elementos.
“Cada maestrillo, tiene su librillo”, con este refrán quiero indicar que cada maestro que nos ha precedido ha creado su escuela y ha aplicado unas técnicas determinadas. En el esquema o bases fundamentales todos coinciden en la defensa del medio ambiente y el respeto hacia la persona que se va a alimentar de sus productos, por tanto nada de tratamientos químicos; uso de abonos naturales, no quemar los rastrojos, etc.
Nuestros cultivos reciben, grandes influencias energéticas tanto del cosmos como del suelo y subsuelo. Hay que conocer dichas energías para que les sean lo más provechosas posibles a nuestras plantas y no les perjudiquen por exceso o por defecto.
Los astros y sus confluencias o divergencias pueden influir en los cultivos positiva o negativamente y habrá que tener en cuenta a la hora de sembrar o plantar. Las energías del suelo tampoco son homogéneas y hay plantas “felices o infelices” en un mismo terreno. Las primeras se desarrollan de maravilla, pero las segundas tendrán deficiencias, enfermedades, plagas o morirán antes de finalizar su proceso natural. Los animales de compañía así como los de producción (ganadería), tienen que ser parte integrante y complementaria del paisaje en las fincas ecológicas. También como cualquier animal del entorno: pájaros, peces, abejas, abejorros, etc.. Por tanto les facilitamos elementos donde puedan desarrollarse con plena libertad: setos, bosques, cobertizos, estanques y lagos.
En el proceso de transformación desde la agricultura industrial, contaminante y destructiva a la agricultura ecológica es de especial importancia la actitud positiva ante la vida del futuro agricultor ecológico.
Según evolucione él interiormente, evolucionará también su huerto. A mí me ha servido de una gran ayuda en mi evolución personal, mejorar mi calidad de vida, en especial, recuperar la salud perdida a lo largo de 22 años que viví en Madrid. También ha sido una gran satisfacción personal el haber enseñado mis experiencias de 25 años a unos quinientos alumnos que han pasado por mis cursos.