Masaje

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    ¿Le duele la espalda? ¿Sufre una contractura? Si necesita un
    masaje, se lo ponemos fácil. Esta es una guía con las formas de frotar y
    presionar que se practican en el mundo. Terapia sueca, shiatsu japonés, rolfing
    americano? Sepa cuál le conviene.

    La mano cálida presiona la piel y provoca la liberación de
    una hormona conocida como oxitocina, que reduce el estrés y alivia los dolores.
    Aquí radica el secreto del masaje, o la terapia manual, como se conoce en el
    argot profesional. Al mismo tiempo estimula la producción de endorfinas, las
    llamadas «hormonas de la felicidad», que ayudan a que nos sintamos mejor,
    respiremos con mayor tranquilidad y nos relajemos.

    Y de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la
    Salud, nos hace falta. La OMS cifra en varios cientos de millones el número de
    personas que padecen trastornos del sistema músculo-esquelético. En España,
    entre el 75 y el 90 por ciento de la población sufre dolores de espalda alguna
    vez en su vida. La prevalencia anual oscila entre el 15 y el 45 por ciento,
    siendo mayor en mujeres a partir de 50 años: entre el 60 y del 70 por ciento los
    padecen. Aunque la mayoría de los episodios son benignos, acostumbran a
    repetirse y son la causa más frecuente de consulta médica por dolor crónico,
    después de las cefaleas.

    La culpa es de nuestro modo de vida. Pasamos demasiado tiempo
    sentados, hacemos poco deporte y padecemos un estrés excesivo. Todo ello provoca
    contracciones musculares que agarrotan las fibras, robándole a los vasos
    sanguíneos el espacio que necesitan para transportar la cantidad de sangre
    adecuada a los músculos.

    Otras dolencias se deben a la cicatrización del tejido tras
    una lesión o a la pérdida de movilidad muscular, debida al reposo que sigue a
    una intervención quirúrgica. También pueden producirse adherencias en los
    tejidos conjuntivos tras episodios de inflamación, irritación o sobreesfuerzo.
    La consecuencia: mayor rigidez si cabe.

    Resolver esto es el objetivo de la mayoría de las terapias
    manuales. Hay muchas modalidades, pero todas tienen un punto en común: la
    ausencia de riesgos serios o de efectos secundarios. Sin embargo, no todas
    cuentan con respaldo científico.

    Un aval que sí tiene el masaje clásico, también llamado
    masaje sueco por el país de origen de su creador. El profesor de gimnasia Per
    Hendrik Lig desarrolló en el siglo XIX esta modalidad, que regula el tono
    muscular, aumenta el flujo de la sangre y linfa, alivia dolores reumáticos y de
    espalda, puede frenar la pérdida de masa muscular debida a estados de
    inactividad y elimina el estreñimiento. Incluso hay indicios de que ayuda a
    ganar peso a los bebés prematuros.

    ¿Cómo lo consigue? A través de cinco técnicas: el masaje
    superficial, que viene a ser una primera toma de contacto con las contracturas
    del paciente; el amasado, que devuelve su elasticidad a los músculos; los
    rápidos movimientos de la fricción y el golpeteo; y por último, las breves
    sacudidas de la vibración.

    El cuerpo se adapta a las lesiones y, además, tiene buena
    memoria. Si nos torcemos un tobillo, cargamos el peso en la otra pierna. Si la
    situación se prolonga, los músculos se amoldan tanto, que seguiremos cojeando
    una vez curada la torcedura. La consecuencia puede ser una desviación de cadera
    que acabará provocando dolor en la región lumbar. Un buen terapeuta es capaz de
    seguir la cadena hasta llegar al origen, incluso cuando la lesión inicial ya ha
    desaparecido. Para tratar estos cuadros crónicos, una técnica eficaz, aunque
    dolorosa es el rolfing. Desarrollado en los años 60 por la norteamericana Ida
    Rolf, trabaja principalmente sobre las capas de tejido conjuntivo que dan forma
    a los músculos. Durante estas sesiones, muchos de los roces del especialista
    apenas llegan a sentirse, pero de vez en cuando el paciente debe apretar los
    dientes por culpa del dolor.

    En realidad, esta técnica hunde sus raíces en la osteopatía,
    desarrollada a finales del siglo XIX por el médico norteamericano Andrew Taylor
    Still. Todas las partes del cuerpo humano, afirmaba, se hallan en constante
    movimiento; es decir, no sólo se mueve el sistema locomotor formado por huesos y
    músculos, sino también los distintos órganos. Si algo se lo impide, pueden
    aparecer enfermedades.

    Los osteópatas alternan técnicas de presión y estiramiento
    con el fin de relajar los tejidos y estimular su movilidad. Así consiguen un
    flujo más intenso de sangre y linfa, de manera que los tejidos y órganos reciben
    un suministro mayor de nutrientes, y eliminan con mayor eficacia los residuos
    del metabolismo.

    Otra alternativa es la quiropraxia, conocida sobre todo por
    las recolocaciones de las vértebras acompañadas de unos espectaculares
    chasquidos. Pese a que cuenta con respaldo científico, provoca reparos por su
    relativa brusquedad. Sin embargo, según el doctor Sagrera, médico quiromasajista
    licenciado en EE.UU. y director de la Escuela de Masaje Manual de Barcelona,
    «esta técnica es altamente beneficiosa para todo lo que sea articular, es decir,
    para reponer el equilibrio en articulaciones alteradas, mientras que los daños
    musculares son tratados siempre por masajes».

    A diferencia de otros métodos, la reflexología podal centra
    su atención en el masaje de los pies. Para el doctor Sagrera, se trata de un
    «útil equilibrador del sistema nervioso y se utiliza en niveles de estrés o de
    ansiedad altos». Su creador, el norteamericano William Fitzgerald, consideraba
    que en los pies se encuentra reflejado todo el organismo, como si fuese un mapa.
    Determinados puntos ?llamados «zonas reflejas»? se corresponden con los órganos
    y regiones del cuerpo. Así, por ejemplo, si la presión ejercida por el terapeuta
    sobre el «punto del seno frontal» (ubicado en las puntas de los dedos) produce
    dolor, podría indicar una infección en esa zona.

    Pero esta explicación no convence a los científicos. En un
    estudio llevado a cabo por Edzard Ernst, catedrático de Medicina Complementaria
    de la Universidad de Exeter, dos reflexólogos tenían que diagnosticar las
    enfermedades que padecían 18 pacientes. No acertaron y, además, se contradijeron
    entre ellos. «Pero ?concede el profesor? «un método efectivo puede basarse en
    unas suposiciones falsas». Así, un estudió de la Universidad de Innsbruck
    constató que, esta técnica, activa la circulación sanguínea en el intestino y
    los riñones y apuntó que parecía paliar los dolores crónicos de cabeza.

    Las terapias asiáticas también se basan en concepciones
    incomprensibles para la medicina occidental, como la existencia de unos
    meridianos a través de los cuales circularía la energía vital Qi. Sin embargo,
    se sabe que la actuación sobre los puntos sensibles situados a lo largo de estos
    meridianos presenta efectos positivos. La acupuntura por presión o digitopuntura,
    por su parte, relaja la musculatura y mejora la circulación sanguínea. En cuanto
    al shiatsu, no sólo consigue una profunda relajación, sino que también ?y está
    demostrado científicamente? palia los dolores de la parte inferior de la
    espalda.

    Tampoco podemos olvidar los beneficios de las terapias
    manuales sobre la mente. «Sabemos, por ejemplo, que el masaje clásico ayuda en
    el tratamiento de enfermedades psicológicas, como las depresiones o los
    trastornos por ansiedad», explica Edzard Ernst.

    Así pues, siempre con las debidas cautelas, los masajes ofrecen múltiples
    alternativas. Todo es cuestión de encontrar la apropiada.