Trabajar nuestro cuerpo y nuestra
mente con una misma terapia y a través de la superficie de la piel. Esto es lo
que consigue la reeducación neuromusculoesquéletica que, además, permitirá un
cambio de registros
El
Método de Reeducación Neuromusculoesquelético trabaja en el ámbito corporal
sobre la superficie de la piel, produciendo unas series de respuestas, debido a
que el paciente se informa de manera exterior por medio de los diferentes
mecanismos propioceptores: presiones, trazos, elevaciones… en el tejido
conectivo. Incrementa, de esta forma, una retroalimentación al córtex cerebral,
el cual producirá un reordenamiento de las estructuras neuromusculares y del
organismo en general. Con ello, estamos reeducando la inteligencia
somatoemocional del ser. Por tanto, debemos tener presente cuando realizamos la
evaluación dinámica de las estructuras las disfunciones producidas por las
alteraciones posturales, neuromúsculoesquelético y la gravedad, además de otros
factores bioquímicos que producirán cambios en los fluidos orgánicos. La
realización del método permitirá un cambio sustancial de la información de la
que se tenía y de la que hará cambiar los nuevos registros.
La idea consciente que tiene el individuo del movimiento
permitirá que la información influya de manera consensual sobre el tono
corporal, a raíz de su sensación anticipadora. Cuando realizamos los trazos
sobre el tejido conectivo, por ejemplo, éste se alarga; el umbral de
excitabilidad de los husos musculares se sobrepasan más rápidamente haciendo que
las moto-neuronas alfa reaccionen excitando la musculatura de trabajo, lo que
nos entregará un aumento en el tono, además de interactuar otra serie de
mecanismos a nivel del córtex cerebral. Esto que sucede entonces con su actitud
corporal, desde el punto neurofisiológico, nos muestra su estado emocional.
Para lograr que la terapia cumpla las proyecciones deseadas
debe existir una actitud de ambos. El compromiso consiste, por esta razón, en
que el terapeuta debe haber trabajado consigo. No podemos entender y comprender
a los demás, si no nos hemos reconocido nosotros mismos en las faltas y
cualidades. Para esto debemos despertar la conciencia del ser.
Conciencia corporal
Este concepto puede recibir muchas críticas, ya que puede ser
objetivado como sólo una percepción y no una situación clínica donde existe un
registro. Se produce todo un proceso desde que muy pequeños realizamos nuestros
primeros movimientos de apoyarnos sobre el abdomen para luego girar y quedar
sobre la espalda. Esto hace que nuestro cerebro vaya madurando y organizando
todos nuestros movimientos hasta que nuestra posición de pie sea controlada y
equilibrada.
Cuando pedimos al paciente que preste atención a la zona, le
estamos indicando al cerebro que con su mapa interior desarrolle una imagen con
su estructura nerviosa, realizando una selección entre las informaciones
entrantes. Por ejemplo, los mensajes propioceptivos que efectuamos sobre el
tendón de Aquiles producen una inclinación del cuerpo hacia atrás. Ahora bien,
cuando realizamos las manualidades de una extremidad y luego volvemos a decirle
que realice una toma de conciencia corporal y compare esa zona con lo que era
antes, no sólo ese lado habrá modificado su estado sino que, además, habrá
desarrollado la información necesaria para aprender.
Es bien sabido que a toda acción hay una reacción y toda
fuerza aplicada desde el exterior desata una reacción interna en busca de un
nuevo equilibrio.
Posición y movimiento
El mantenimiento de una posición y la realización del
movimiento son dos funciones diferentes y complementariamente opuestas. Los
receptores propioceptivos musculares son los más contribuyentes en el sentido de
la posición y del movimiento.
En cuanto a la marcha, su observación será realizada por el
quiroterapeuta en un espacio físico de 6 a 10 metros de largo, ya que los
primeros 5 pasos no serán una buena referencia. Si observamos el miembro
inferior del lado derecho, éste será estudiado en todo su ciclo hasta el
siguiente contacto con el mismo talón.
La ubicación del terapeuta será más provechosa de perfil, ya
que podrá apreciar la armonía y regularidad del paso y luego los movimientos
sagitales del pie la rodilla y cadera. En la observación de frente y de espaldas
sólo podrán ver la separación de los pasos de las rodillas y sobre todo las
asimetrías laterales de la pelvis. La distancia recorrida nos permite poder
observar la velocidad o que nuestra visión no sea tan oblicua en la observación.
Sólo el terapeuta con destreza podrá determinar y conformar una buena imagen con
pocos pasos. Debemos tener presente que existe dos fases del ciclo de la marcha:
uno será el del apoyo plantar, y el otro será la oscilación cuando va hacia
delante.
El paso deberá ser armonioso, económico sin interrupciones,
renquera o zancadas. Su longitud será igual entre los dos pasos, con idéntica
velocidad la derecha que la izquierda. Asía, se observa la velocidad de la
marcha al ritmo propio del paciente y luego con variaciones.
En la marcha normal caminando encontramos que los pacientes
presentan problemas del tipo de uñas encarnadas, calzado inadecuado, hormas
estrechas y otras, que producirán que éste se desplace con una marcha antálgica,
quedándose sobre la extremidad afectada por un corto tiempo. También podemos
encontrar alteraciones en el apoyo del talón sobre el suelo debido a procesos
doloroso porque el individuo presente un espolón calcáneo, y esto provoca la
marcha desigual. Además, la rodilla si se encuentra con un debilitamiento
funcional muscular del cuádriceps y una flexión de la articulación producirá un
mayor desbalance e inestabilidad de la misma.
El apoyo plantar en un pie normal se siente como si estuviera
en tres puntos a manera de un trípode. Cuando las condiciones morfológicas del
individuo no son las óptimas nos encontramos con pies planos rígidos donde
aparecen los arcos caídos. Incluso las callosidades también pueden implicar una
marcha defectuosa. Las caderas, en el desplazamiento de la marcha, tendrán un
desnivel promedio de 2,5 centímetros de desplazamiento lateral sobre el lado de
la carga. En el caso de que el individuo padezca de una limitación articular en
la zona metatarsofalangica se verá imposibilitado de realizar una hiperextensión
de la misma, debido a que el impulso final se realiza con el dedo gordo, por lo
que se verá forzado a realizar el empuje con la zona lateral y anterior del pie.
Ubicación del paciente
La utilización de las diferentes ubicaciones del paciente
será llevada a cabo cuando nuestra evaluación final de la marcha identifique las
exigencias que realiza el individuo. Corporalmente habrá alguna disfunción y
sobre este parámetro realizaremos nuestro trabajo. En cada sesión volveremos a
evaluar las nuevas demandas y exigencias corporales sin dejar para la próxima
sesión algún segmento que luego sea evaluado en disfunción y poca armonía con el
resto.
Nuestro planeta está sometido a la fuerza de gravedad; por
eso, nosotros cambiamos el influjo de esta fuerza y nuestro sistema nervioso
central en cada momento del día, por lo que nuestro sistema músculo esquelético,
ya sea estando de pie o tumbado, tiene que adaptarse, pues nuestro cuerpo
necesita de bases de apoyo para sentirse seguro. Para ir desarrollando este
método se busca lo que sea más efectivo y funcional. Hay que tener presente que
es el terapeuta con sus manos el que despertará las respuestas deseadas.
Sedestación
La base en la que puede descansar la pelvis, el tronco, la
cintura escapular y la cabeza puede ser en un taburete de base fija o en un
balón de 55 centímetros de diámetro. La base en la cual estará sustentada la
pelvis demandará la función del sistema nervioso sobre el tono postural, ya que
en esta zona descrita anteriormente se encuentra gran número de mecanismos
receptores, los cuales podrán transmitir gran cantidad de información.
El estímulo que produce el terapeuta, con los dedos de su
mano sobre los paravertebrales con un movimiento de flexión y extensión del
tronco en ambos lados, producirá un registro en el sistema vestibular como
respuesta, un cambio en el tono postural de enderezamiento.
El paciente estará sentado sobre un balón de 55 a 65
centímetros de diámetro y con los pies apoyados y separados para que los brazos
cuelguen dentro del espacio. Desde un lado del paciente, el terapeuta le pide
que se incline hacia delante llevando los brazos por dentro y colgando. Nuestros
dedos, en ángulos de 45º bajo el borde occipital a un lado de la vertebral, van
realizando un trazado acompañándonos con el enderezamiento del tronco y
respiración del paciente. El trazo será rítmico, sin presión excesiva, hasta la
zona sacra altura S3. Devolviéndonos hacia la postura del inicio y exhalando en
este último trayecto, la maniobra se ejecutara 3 a 5 pasadas a cada lado hasta
sentir que los paravertebrales han aflojado. Luego, en sedestación realizará una
fricción larga por el borde de cada dorsal ancho, como también sobre cuello7 y
en zona anterior sobre y bajo zona clavicular y esternocleidomastoideo.
En bipedestación, desde el lateral observando en el caso que
el paciente presente su lordosis leve y una cifosis aumentada, si ésta se
corrige y aumenta la lordosis como compensación, realizamos otra postura,
bipedestación prona. La evaluación no es estática, se realiza una marcha para
valorar la exigencia.