Es posible que no haya tenido nunca problemas por exceso de
peso, pero es improbable que entre sus familiares y amigos no existan personas
que sufran de obesidad o que vivan en una eterna lucha contra la balanza,
bajando y subiendo de peso, con el sufrimiento y deterioro de la salud y la
autoestima a la que conducen esas conductas. Ahora, la psicología, la hipnosis y
la reprogramación subliminal le acercan a un nuevo tratamiento para sostener en
el tiempo los resultados obtenidos, no a partir de dietas mágicas, sino de
cambios estructurales de conducta
El problema de la obesidad
se va expandiendo por el mundo de una manera alarmante: la cantidad de personas
obesas en Europa y Asia Central se triplicó en las últimas dos décadas según los
registros de la Organización Mundial de la Salud. Si la tendencia no varía, en
el año 2010 uno de cada diez niños y uno de cada cinco adultos serán obesos.
De acuerdo con un informe del Parlamento Europeo, se calcula
que unos catorce millones de niños de los Estados miembros tienen sobrepeso,
mientras que otros tres millones son obesos. En algunas regiones de Europa,
hasta el 27 % de los hombres y el 38 % de las mujeres son obesos.
Un drama particular
Ser gordo es una grave carga en nuestra sociedad. Quienes no
lo son, quienes nunca han tenido que luchar contra su apetito, quienes nunca han
escuchado en un negocio de ropa que le digan «No tenemos tu talla», lo ignoran.
Muchos han creído la historia del «gordito simpático» desconociendo la historia
patética que se esconde detrás de esa conducta, aprendida en la niñez, como un
recurso extremo para ser ?de alguna manera? aceptado entre los «otros», entre
los delgados.
A quienes somos gordos, la naturaleza nos ha jugado una mala
pasada, porque a nuestro lado conviven personas que comen igual o más que
nosotros? ¡Y no engordan!
Esas personas comen cualquier cantidad, utilizan lo que su
organismo necesita y el resto lo desechan sin consecuencias. Nosotros tenemos
organismos «ahorrativos»: el excedente no utilizado de calorías ingeridas lo
ahorramos almacenándolo en forma de tejido adiposo. Incluso hay algunos entre
nosotros que pertenecían al bando de los flacos hasta que algo pasó: un parto,
la menopausia, una rotura de meniscos, etc., y a partir de ese día, todo cambió.
Nosotros, si colocamos en una balanza de dos platillos las
calorías que ingerimos y en otro las que gastamos en la actividad diaria,
tenemos que la única manera de bajar de peso es que las calorías ingeridas sean
menos que las consumidas. Esto es una verdadera ley invariable para nosotros y
no debemos olvidarlo nunca.
O sea que debemos comer menos. ¡Pero eso es lo que hemos
hecho una y otra vez, en cada dieta que hemos emprendido y el resultado final es
que estamos cada vez más gordos! ¿Cómo es posible?
Todos los obesos podríamos parafrasear a Mark Twain que dijo:
«Dejar de fumar es muy fácil. Yo mismo he dejado de fumar docenas de veces» ya
que, en reiteradas oportunidades, hemos alcanzado el peso deseado y, a
continuación, vuelto a subir. Con el agravante de que cada vez nos resulta más
difícil bajar (nuestro cuerpo aprende a vivir con menos calorías durante tiempos
de dieta) y a la vez recuperamos más velozmente los kilos perdidos. A tal punto
es así, que un autor mexicano, registrando el hecho de que, cuantas más dietas
hacemos más gordos estamos, escribió un libro titulado: «Las dietas engordan».
Razones naturales
Casi todos los mamíferos cuentan con un recurso que les ha
servido a través de toda la historia para sobrevivir a sequías y hambrunas:
cuando en la pradera, el bosque o el habitat natural falta el alimento, los
animales disminuyen su gasto calórico a niveles inimaginables, y además van
perdiendo su peso hasta morir de inanición. Pero ¿qué pasa cuando la sequía
termina y vuelve a haber alimentos, con los animales que han sobrevivido, aunque
estén muy flacos? Un mecanismo atávico que probablemente esté inscripto en el
hipotálamo hace que cada uno recupere de forma rápida todo el peso perdido y
algo más, como reserva adicional para futuras hambrunas.
Este mecanismo está presente en el género humano y es la
explicación a ese fenómeno repetido de que, cuanto más enérgica ha sido una
dieta, al dejarla, nos basta con «respirar profundo» y ya engordamos. Además,
con cada dieta, nuestro cuerpo aprende cómo defenderse, o sea, como resistir la
«hambruna» y como recuperarse (reengordar) más rápidamente.
Razones culturales
Uno de los mayores logros de cualquier niño en crecimiento es
dejar atrás los pañales. Un bebé comienza a crecer y la madre le dice:
«Cuando quieras hacer pipí avísame rápido para llevarte al
baño». El niño lo hace y aprende de esa manera a escuchar las señales que le
envía su vejiga. Luego, se repite la enseñanza y el niño aprende a escuchar a su
esfínter. Pero? ¿Qué sucede cuando el mismo niño dice: «Basta mamá, no deseo
comer más?»
En ese caso, las madres ordenan o amenazan o chantajean?
Inclusive les dicen: «Si comes toda la comida yo te premio con tu postre
favorito». O sea, «si ignoras las señales de tu cuerpo y te comes toda la comida
yo te premio con más comida». No solamente no le enseñamos a los niños a
reconocer las señales que le envía su estómago sino que, prolijamente, les
enseñamos a desoírlas.
Y alrededor de esto creamos toda una cultura que se inscribe
en el hemisferio derecho del niño y que lo acompañará para siempre: «La comida
no se tira; el plato debe quedar vacío; debes comerlo porque hay muchos niños
que se mueren de hambre en el mundo», etc. Y luego nos asombramos cuando la
gente come hasta que la comida se acaba o hasta que no cabe más en nuestro
estómago. Y siempre cabe más, aunque sea «este poquito».
Razones psicológicas
Cuando los gordos comenzamos una dieta, lo primero que
preguntamos es: «¿Cuándo se sale?», o sea, ¿Cuándo podremos volver a comer de
todo? Nuestra actitud es la misma que si hubiéramos entrado en una cárcel o en
un sanatorio. Y nos comportamos como presos que van anotando en la pared de su
celda la cantidad de días que le faltan para la ansiada libertad. Y maquinamos
venganzas y fantaseamos atracones. La clave de toda dieta es la prohibición y
según describió Lacán: «La prohibición engendra el deseo».
Y continuamos acumulando presión, hasta que un día algo
sucede: la balanza no responde, o nos peleamos con alguien o alcanzamos un
determinado kilaje o se enferma un ser querido, o? (complete usted con lo que
desee) y llegamos a un punto de quiebre donde nos decimos irremediablemente: «Me
cansé. Ahora como y el lunes arranco de vuelta». Y luego decimos «El día ya está
perdido» y entonces, todo vale. Comemos cuanta cosa encontremos, en cualquier
orden y en cualquier cantidad. Y el alud se precipita, y la bola de nieve no
hace sino aumentar y si el lunes recomenzamos, el martes volvemos a suspender y
otra dieta más para nuestra historia. Y si bajamos cinco kilos en un mes y medio
engordaremos siete en apenas dos semanas.
Podríamos comparar comer con comprar con una tarjeta de
crédito. Porque en ambos casos hay una distancia entre el momento del placer
(comprar/comer) con el del displacer: pagar el resumen, subirse a la balanza.
Supongamos que usted ha decidido cuidarse estrictamente en los gastos porque
está sobregirado, pero que se tentó y en un shopping se acaba de comprar un
costoso par de zapatos. ¿Cuál es su reacción natural? Seguramente comenzará a
devanarse los sesos para ver en qué puede ahorrar como una forma de compensar y
minimizar las consecuencias de su exceso. Seguramente no se le ocurriría decir:
«Ya está; la semana ya está perdida» y, a continuación, comprarse cinturones,
carteras, etc.
Y de esa manera obramos los obesos. ¿Estamos locos? No. La
razón es que nos comportamos como los presos a cadena perpetua. Si un condenado
a cadena perpetua logra escaparse y sabe que inevitablemente lo van a detener en
pocos días ¿Porqué se privaría de hacer nada malo? ¿Por qué dejaría de robar,
tomar, violar? Si igualmente lo van a detener y devolver a la cárcel y su
condena no puede ser mayor.
La banda gástrica ajustable es un excelente recurso
quirúrgico que consiste en dividir el estómago en dos partes, como si fuera un
reloj de arena, con una banda o cinturón que puede ser ajustado aún más desde
afuera, de tal manera que la parte superior es la que finalmente funcionará como
receptora de los alimentos. Y esa parte tiene un volumen muy pequeño, semejante
al de dos huevos medianos.
Aún así, hay un porcentaje de pacientes que no adelgazan y
aún que engordan. ¿Cómo es posible? Es así porque, si bien desaparece el lugar
adonde «poner» la comida que se ha ingerido, continúa intacto el apetito que,
contrariamente a lo que la gente supone, no está en el estómago sino en nuestra
cabeza. Por eso, algunos pacientes entran en desesperación y comienzan a
consumir helados, cremas, chocolates que se escurren fácilmente o, cuando
prefieren los alimentos salados trituran y licúan las pizzas y las hamburguesas.
La operación reduce el estómago pero deja intacta la «cabeza
de gordo». No es ésta una crítica a ese excelente recurso quirúrgico, ya que
muchas veces es indispensable para salvarle la vida al hiperobeso. Al contrario,
de él hemos tomado prestado el nombre y en muchas ocasiones le hemos colocado la
Banda Gástrica Virtual ® a pacientes que tenían ya colocada la quirúrgica para
permitirle cambiar sus conductas.
La Banda Gástrica Virtual
Por esas razones es que aunamos nuestros conocimientos
profesionales a nuestra larga experiencia como obeso para diseñar un tratamiento
psicológico que atacara la obesidad, no como una dieta más para bajar de peso,
sino como una reprogramación para no volver a engordar luego, a partir de la
incorporación al inconsciente de nuevas pautas de conducta frente a la comida.
La Hipnosis Clínica aplicada por los psicólogos no se parece
al espectáculo al que nos tienen acostumbrado el cine y la televisión. Se trata
de un estado muy placentero de relajación, donde los pacientes entienden y
recuerdan todo y no llegan a estar inconscientes nunca, aunque por la
disminución de algunas inhibiciones conscientes, alcanzan recursos y potenciales
usualmente dormidos o inalcanzables pudiendo, de esa manera, inscribir de manera
muy profunda ideas y convicciones, tal como sucedió en la primera infancia,
cuando fuimos educados y formados por nuestros padres. En una sesión, que puede
ser grupal o individual, los pacientes incorporan tanto consciente como
inconscientemente nuestra filosofía y las consignas que se van a convertir en
conductas automáticas frente a la comida, facilitándoles la pérdida de peso.
Además se les entregan dos grabaciones que deberán escuchar al menos una vez al
día. Una de las mismas es de inducción al sueño y deberá escucharla cada noche
al irse a dormir. En realidad se quedará dormido escuchándola, con lo que
?adicionalmente- podrá solucionar casi todos sus problemas de insomnio o de mal
descanso: muchos de nuestros pacientes, además de adelgazar, dejan de tomar
ansiolíticos o hipnóticos para lograr descansar. La otra deberá ser escuchada en
vigilia, al menos una vez al día. La reiteración diaria de las consignas permite
su inscripción en el inconsciente y su reaparición en la conciencia como surgida
desde adentro. O sea, que no hacemos más gruesos los barrotes de la celda:
logramos que la modificación de las conductas frente a la comida sea una
decisión autónoma, evitando así esa presión acumulativa que conduce
inevitablemente a las recaídas. La consecuencia esperable es una disminución
drástica del apetito a menos del 50%. Por supuesto que esto no garantiza, de por
sí, la bajada de peso, a menos que sea acompañada de correctas elecciones. Y así
se puede lograr el viejo sueño de los gordos: bajar de peso sin seguir una dieta
estricta: «cuidándose».
No competimos
Nosotros no damos dietas, porque la Banda Gástrica Virtual no
es un tratamiento médico, pero es perfectamente integrable con cualquier dieta
que el paciente quiera o deba cumplir: precisamente una de las instrucciones que
se le implantan día tras día es la de «cumplir la dieta con alegría», ya que esa
es la única manera de mantener una conducta estable en el tiempo frente a un
plan de alimentación.
También aquellos que han sido sometidos a alguna cirugía
pueden encontrar en este tratamiento el recurso que les permita no sufrir más
por la disminución de comida.
Desde principios de 2008 hemos elegido a los más destacados
profesionales en cada área y los formamos para que puedan aplicar este
tratamiento: España, México, Venezuela, Colombia y Uruguay ya cuentan con
terapeutas preparados. Muchos ellos son profesionales que ya trabajaban
previamente con obesos pero que estaban decepcionados porque verificaban con
dolor cómo, una y otra vez, sus pacientes abandonaban el tratamiento o, al
alcanzar su peso, recuperaban rápidamente los kilos perdidos. Y precisamente, la
Banda Gástrica Virtual nació para enfrentar estas situaciones.