La gratitud

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La gratitud es una de las formas más elevadas del amor. Pero la gratitud bien entendida, no es sólo la expresión de agradecimiento hacia lo que consideramos desde el ego bueno, bonito o amable de vivir o experimentar. La verdadera gratitud es la que sentimos y expresamos ante todo lo vivido, ante todo lo experimentado, incluyendo especialmente aquello que es, a ojos de nuestro ego, desagradable o doloroso.

En la gratitud ante lo que mi ego considera no deseable expreso la comprensión de mi verdadera naturaleza eterna, la sabiduría de que cada experiencia contiene una lección, de que cada sonrisa y cada lágrima tienen un por qué y un para qué, el entendimiento de que los juicios de mi ego son vanos, inútiles y de que nacen de un falso concepto de la verdadera realidad que vivimos. Al agradecer lo que como ego me ofende y duele, expreso también mi confianza en que el universo, en su infinita sabiduría, deposita en mis manos aquello que necesito vivir en mi camino, no mis caprichos y necesidades egoícas, si no lo que verdaderamente necesito experimentar en el camino evolutivo de mi alma.

Pero, sobre todo, expreso la comprensión de que la gratitud es amor, y de que el amor, base y fundamento de todo lo que vivimos en cualquier plano, dimensión o vida, multiplica la Luz y disuelve la oscuridad, y que al agradecer demuestro que entiendo su naturaleza, la naturaleza del amor, y que deposito mi confianza en ella, no en la naturaleza intrascendente de mi ego, con sus limitaciones y creencias restrictivas.

Al agradecer el dolor lo disuelvo, y manifiesto ante el universo, que comprendo que contiene una lección, que comprendo que es sabio dejar fluir al universo y que acepto las lecciones que el dolor trae a mi vida, dejándolo así partir en el momento en que el universo, como eco y reflejo de mi alma, decida en su infinita sabiduría. Y añado así a todo lo anteriormente aprendido la lección de la humildad, la lección de que mi ego es mortal e intrascendente, que es ciego pues no ve la verdadera realidad del universo que vivimos, que es sordo pues no oye la verdadera sabiduría, y que es mudo pues sus palabras son solo ruido, vacío conocimiento egoico, no auténtica sabiduría.

Y la gratitud, como una de las formas más elevadas del amor, multiplicará en mi vida la Luz, disolverá la sombra y me enseñará humildad, pues no responderá ante los cómos y cuándos que mi ego exija saber, si no sólo ante las necesidades de mi alma. La gratitud se convierte así, en la más poderosa de las herramientas, el más sabio de los instrumentos, permitiéndonos desprendernos de esta máscara mortal, limitada, intrascendente que hoy portamos para comunicarnos con nuestro verdadero rostro. El rostro de la eternidad, el rostro de la unidad, un rostro que no distingue siguiendo criterios limitados, fragmentados, egoicos en definitiva, entre las experiencias y vivencias buenas y malas, deseables o indeseables, tal y cómo lo hace el ego.

Qué gran bendición es desarrollar la confianza en el universo, en su sabiduría y sus ritmos, y aprender a fluir abriendo nuestros brazos a aquello que el universo trae, y dejando partir aquello que debe partir sin las restricciones y juicios que nuestro ego impone, si no confiando en que el universo, espejo de nuestro alma, supera en bondad, sabiduría y luz a nuestro fragmentado y limitado ego.

Aprender a agradecer es disponer del mayor decreto, aprender a vivir en el no juicio, sin el constante enjuiciamiento, crítica y división en la que el ego se fortalece, si no debilitando nuestras creencias egoicas, y permitiendo que nuestra trascendencia se asome cada vez con mayor claridad debajo de esta máscara que, durante breves décadas, portamos. ¿Qué mejor manera de hablar a nuestra divinidad, a nuestro verdadero ser, que expresar nuestra gratitud y confianza de forma consciente y permanente mediante una simple palabra, que es el mayor de los secretos, el más poderoso de los instrumentos y que a nadie se le niega? Una herramienta de evolución que a todos se otorga en unidad, pues en unidad somos y evolucionamos.

Gracias por cada lágrima vertida, gracias por cada sonrisa esbozada, pues todas y cada unas de ellas contienen una lección. Gracias, pues ninguna es aleatoria, fortuita o casual. Gracias, pues ninguna de nuestras experiencias es inútil, superflua o carente de significado. Gracias pues todo lo que llega a mi vida es necesario, útil e imprescindible.

Gracias. Simplemente gracias, la más poderosa de las palabras, que a todos se otorga y a nadie se niega.

¿Y qué me devolverá el universo? ¿ Qué me devolverá ante el amor y la gratitud? ¿Ante la comprensión de mi verdadera naturaleza, no anclada a las limitaciones de mi individualidad, de mi identidad, de mi ego? ¿Qué me devolverá si no amor y luz, si no el cierre de los ciclos unidos a las lecciones que ahora vivo, para traer a mis brazos las experiencias unidas a nuevas lecciones? Nuevas energías, que bajo la forma de nuevas experiencias, vivencias y personas llegarán a mi vida.

La gratitud disuelve bloqueos, la gratitud expresada ante lo que nos es desagradable de vivir nos desarraiga de ese dolor, y permite que las lecciones sean asimiladas e integradas de forma más simple, sin que el orgullo y la ceguera de mi ego, sin que su necesidad de control, bloquee la lección. La gratitud como humildad, que hace que me fusione con el natural ritmo, con la perfecta sincronía del universo, sin que la máscara que hoy porto, y que pronto me arrancaré, obstaculice el aprendizaje. Sin que mi individualidad frene ritmos que no comprende, sin que mis miedos sean timonel de mi vida, y mis vanos deseos y caprichos se conviertan en mi única guía.

La gratitud, que nos abre puertas al universo. La gratitud, que nos une a su ritmo y sincronía, que rige el movimiento no sólo del mayor de los astros, si no también del más pequeño grano de arena. Y en este ritmo la gratitud nos ancla, nos conecta y fusiona, permitiéndonos vivir y experimentar con mayor plenitud, sabiduría y amor las lecciones oportunas en nuestra vida.

Gracias y el amor se multiplica. Gracias y la oscuridad se disuelve. Gracias y mi camino se une al universo en perfecta sincronía. Gracias, pues hoy comprendo que mi verdadero rostro es el rostro de la eternidad. Gracias y recibo en mi presente las bendiciones de mi futuro. Gracias y permito fluir mi pasado. Gracias y me anclo en el no juicio. Gracias, pues confío en el universo, reflejo de mi alma.

Gracias, pues mi camino no lo forjan mis falsos miedos, mis falsas expectativas ni mis falsos razonamientos, si no mi verdadera naturaleza eterna, mi verdadero ser que en esta palabra se expresa y asoma.

Gracias, pues no hay mayor sabiduría para el ego que renunciar a la verdadera sabiduría. Gracias, pues comprendo que mi orgullo es una traba, que mi humildad me Hermana y hace uno con aquellos que considero ajenos a mí mismo. Gracias y el universo sonríe y me bendice. Gracias y la luz brota en mí y se hace fuerte, desarraigando el constante juicio y la constante crítica.

Gracias por todo lo vivido. Gracias.

Cuento Canalizado por Alberto López
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