“Los cuentos nos ayudan en el tránsito de la muerte con su magia y sabiduría, sin importar la edad que tengamos”
¿Alguna vez ha fallecido una persona querida para ti?, ¿alguien significativo?, no sé como habrá sido tu experiencia, pero en muchos casos alrededor se produce un denso silencio, quizás no el día que sucedió o en el velatorio, pero posteriormente es frecuente que se nombre poco a quien ha fallecido, sobre todo con quien se considera que está sufriendo su pérdida, por temor a hacerle sufrir más. Es frecuente oir o pensar “Mejor no le pregunto nada porque así va a revivirlo y va a sufrir más”. Sin embargo, sucede justo al contrario, cuando tenemos la posibilidad de expresar nuestro sufrimiento, tristeza o rabia a otra persona que nos escucha y acepta sin juzgarnos nos será de gran ayuda al poderlo compartir y expresar.
Sabemos que la muerte es parte de la vida, o como decimos, es de lo único que podemos estar seguro, pero también es comprensible querer escapar si oímos que se acerca, como nos dicen en el cuento asturiano “El Güercu” recogido en el libro “La muerte y el duelo a través de los cuentos”:
Nadie sabe bien cómo es el Güercu, pero se aparece con la figura de un hombre vestido de negro y callado, muy callado, y cuando alguien lo ve: se acabó. A veces se aparece en forma de pájaro negro.
Dicen que una vez se presentó el Güercu en forma humana a un paisano que tenía muchos hijos porque hacía mucho que estaba casado. Y dicen que al Güercu debió de darle pena el paisanín y todos aquellos hijos que se quedaban sin padre, porque se le apareció mientras estaba cavando en la huerta el día antes de que le tocase llevárselo y le dijo:
- Xuan, eres el próximo en mi lista, así que mañana a las doce de la noche voy a venir a por ti, te aviso para que te prepares, que sé que tienes mujer y todos esos hijos, así que te quiero avisar para que no anden diciendo por ahí que no tengo corazón.
Y se fue.
Xuan se quedó frío, terminó lo que estaba haciendo y se volvió a su casa, más muerto que vivo. Cuando vio a su mujer, le contó lo que le había sucedido, y la mujer, toda acelerada, comenzó a dar voces:
- ¡Ayyyyyy!, ¡Qué va a ser de nosotros!, ¡No puede ser, no puede ser, hay que hacer algo porque esto no puede ser!
- Mujer, ¿qué quieres hacer?. Me tocó y me tocó…
- Pues no, de ninguna manera, si el Güercu quiere trabajar, que se vaya a otro lado a buscar a quien llevarse. ¡No puede ser y no puede ser!.
- Pero ¿qué vamos a hacer?. Estoy en la lista.
- ¡Pues ya sé lo que vamos a hacer!. Tú eres muy peludo, y encima vas por ahí con esas greñas que metes miedo. Voy a cambiarte tanto que parecerás otro, y así no te conocerá. A ver si nos libramos de ésta.
Con que agarró al hombre, lo bañó bien bañado, le cortó el pelo y le rapó hasta las pestañas, pidió un traje prestado a las vecinas y al día siguiente, a las once de la noche, lo mandó a la taberna. Lo echó de casa tan limpio y repelado que no lo conocía ni la madre que lo parió.
A eso de las once y media llamó el Güercu a la puerta:
- ¿Anda Xuan por aquí?
- No, Xuan se fue, no sé dónde andará – contestó la mujer al Güercu.
El Güercu echó a andar y, como no lo encontraba, se fue a la taberna a buscarlo. El tabernero estaba en una esquina del mostrador y Xuan estaba sentado en una mesa, en el rincón más oscuro de la taberna. El Güercu entró y preguntó:
- ¿No han visto por aquí a Xuan de la Quica?
El tabernero se quedó callado.
- No, hoy no lo he visto. Lo vi ayer que se iba del pueblo – contestó Xuan con una voz que apenas le salía de la garganta.
- Pues tengo que encontrarlo –dijo el Güercu–, y se marchó.
Xuan respiró. Cuando faltaba un minuto para la medianoche, se abrió la puerta y se oyó que el Güercu decía:
- Bueno, no encuentro a Xuan y no puedo perder el viaje, así que me voy a llevar a ese calvo de ahí que con el traje que lleva nos ahorramos el sudario.
Y se acabó.
Y salir corriendo espantados de la muerte como decimos es natural y humano, pero ojo, porque si siempre volvemos la mirada hacia otro lado nos estaremos perdiendo la gran enseñanza que nos trae y cómo la muerte se puede convertir en nuestra amiga. ¿Amiga?, sí, amiga y consejera, como bien recoge Paulo Coelho en su libro Maktub:
Dice el maestro:
Gran parte de las civilizaciones primitivas acostumbraban a enterrar a sus muertos en posición fetal. “Nace a una nueva vida, así que vamos a colocarlo en la misma posición que estaba cuando vino a este mundo”, comentaban. Para estas civilizaciones, en constante contacto con el milagro de la transformación, la muerte era simplemente un paso más en el largo camino del universo.
Poco a poco, el mundo fue perdiendo esa suave visión de la muerte. Pero no importa lo que pensamos, lo que hacemos o en qué creemos: todos moriremos algún día. Es mejor hacer como los viejos indios yaquis: usar la muerte como una consejera. Preguntarse siempre: “Ya que voy a morir, ¿qué debo hacer ahora?”
Y sí, esta sabia pregunta nos puede ayudar a encontrar o reencontrar el sentido de nuestra vida, tomar decisiones o elegir caminos por los que transitar y cómo hacerlo. En definitiva, si me pregunto y vivo plenamente “Ya que un día voy a morir, ¿qué debo hacer ahora?” podré vivir más plenamente cada momento, con mayor paz y bienestar interior.
La luz y la oscuridad van de la mano, no nos olvidemos de ello cuando nos encontramos en la noche del duelo al tener una pérdida de alguien o algo significativo para nosotros, tras la noche llegará la luz del día y nos dejará el poso de sabiduría que nos puede dar atravesar una pérdida significativa. Aunque esto no significa que sea fácil y como expresaba al inicio del artículo, a veces podemos vivirla con gran soledad, sufrimiento, dificultad.
He escrito el libro “La muerte y el duelo a través de los cuentos” por una parte para recuperar a la muerte como compañera y consejera y para poder apoyar a quien haya tenido una pérdida y pueda comprender mejor lo que le está pasando, tanto adultos como niños y adolescentes, qué fases o etapas se suele pasar y cómo todo ello puede servirnos de enseñanza y un conocimiento personal más sincero y profundo. Al igual que nos enseñan y acompañan los cuentos, por ello en el libro podrás encontrar una recopilación de cuentos de diferentes culturas sobre la muerte y el duelo.
La dificultad para acercarnos a la muerte y el duelo se hace imponente cuando esta pérdida sucede en una situación tan dolorosa como es un suicidio, lo cual se convierte en un tema aún más tabú y aún más difícil para quien está inmerso en una espesa niebla donde se le perdió el sentido de la vida y se plantea quitársela o a quienes han sobrevivido al suicidio de un familiar. Afortunadamente hay en estos momentos iniciativas para apoyar en ambas situaciones, como es la reciente creación del Teléfono contra el suicidio (910 380 600) para acompañar telefónicamente a quien lo necesite.
Y al final resulta que gran parte de nuestras dificultades nos vienen porque hace mucho … mucho tiempo un mensaje nos llegó incompleto:
El mensaje de la liebre (cuento africano)
Un día Luna, viendo que los hombres vivían angustiados pensando en la muerte, decidió enviar a la liebre para que les contase la verdad: los hombres y las mujeres han sido hechas a imagen y semejanza de Él y por eso no mueren, sino que, igual que Luna, comienzan a menguar, a apagarse, hasta desaparecer; pero al poco tiempo, como Luna, vuelven a la vida, grandes y resplandecientes.
Pero la liebre se entretuvo por el camino y se le olvidó el mensaje de Luna. Cuando se encontró ante un hombre, comenzó a titubear:
- Ehhhh, esto…. que me envía padre Luna a deciros que … que… como Él, menguaréis y os apagaréis hasta desaparecer. Pues … sí… esto es lo que me ha mandado deciros Luna.
Luego la liebre se fue y regresó temerosa ante Luna. Cuando Luna se enteró del mensaje incompleto que había transmitido a los hombres, enfadado, la agarró de las orejas y la lanzó contra la Tierra partiéndole el morro para siempre. La liebre, dolorida, cogió su manta, la calentó al fuego y, cuando estaba ardiendo, la lanzó contra Luna provocándole quemaduras. Es por eso por lo que la luna tiene manchas, es por eso por lo que las liebres tienen el morro partido y es por eso por lo que hombres y mujeres creemos que nos morimos …
Carmen Moreno Lorite
Psicóloga social, profesora y acompañamiento
carmenmlorite@gmail.com