Lograr la autorrealización con la flauta shakuhachi

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El shakuhachi es un instrumento simbólico dentro del Zen. Fabricado de bambú es una flauta con cinco agujeros y se toca verticalmente.

Este instrumento fue tocado desde muchos siglos atrás por una grupo de monjes llamados Komuso (Monjes del Vacío). Debido a la tradición de estos monjes convirtieron el instrumento exclusivo para ellos. Desarrollan un repertorio llamada Honkyoku que traducido significa “piezas originales o fundamentales” con este repertorio los monjes practicaban un medio para lograr la autorrealización.

La música instrumental es una rareza en toda práctica budista donde los instrumentos generalmente acompañan a los cantos rituales. Con la prática del suizen, tocar el shakuhachi como ejercicio espiritual es el núcleo de la práctica religiosa, lo que lo hace único en el mundo del budismo.

El concepto y creencia de “ichi en jo butsu”, el logro de la iluminación a través de la práctica del la flauta shakuhachi, se convirtió en un aspecto importante para los monjes Komuso y su camino espiritual, tal como se desarrolló en períodos posteriores.

No se considera tan importante el sonido producido por el instrumento o las melodías, aunque la tradición disfrute de un patrimonio musical extenso, es la práctica de soplar lo que conduce a la iluminación.

En el año 1823, Hisamatsu Fūyō publicó su breve tratado sobre la práctica del shakuhachi, Hitori Mondō “auto cuestionamiento”. En esta obra, Hisamatsu Fūyō habla de “ir todo el camino con intelecto y luego ir más allá del intelecto” en el camino hacia la iluminación. Podemos observar como se refiere a dar primero prioridad a la parte intelectual musical, técnica, melódica para posteriormente dirigir la práctica hacia lo no observable.

El repertorio de shakuhachi deriva de las piezas en solitario originales, el Honkyoku. Para los practicantes de suizen, estos se interpretan tradicionalmente en la forma de una práctica espiritual personal y no como una actuación pública, o en el entorno de artes escénicas.

Son en años posteriores que con la desaparición de este grupo religioso, el shakuhachi se introduce en un entorno artístico musical, y se empieza a transmitir en calidad de música.

Hay muchos ryū 流, o escuelas, de honkyoku en Japón cada uno con su propio estilo, énfasis y métodos de enseñanza.

El movimiento en honkyoku es significativamente estático, precisamente por el dominio del propósito y la función sagrada y, en cierta medida también está sujeto a la meditación de la respiración.

Existe muchos valores de la actitud y mentalidad Japonesa que influye siempre en las artes del Japón. Una de las cosas a resaltar es el protagonismo del silencio, como el silencio dentro de la música Honkyoku es tan importante como la ejecución del propio sonido.

Muchas de las obras tradicionales para shakuhachi están ausentes de rítmica, pero dispone del Ma (Espacio).

En el budismo zen, la realidad radica en la distancia entre el hombre y la naturaleza. En el honkyoku, se logra una buena expresión al encontrar la distancia correcta o ma (espacio) entre dos notas y dos frases. Que profundamente el intérprete de shakuhachi considera el significado de ma, decide la calidad de su desempeño en su interpretación.

Rodrigo Rodríguez

Nació en Argentina (1978), residió en España a partir de 1986, donde permaneció la mayoría de su infancia. A temprana edad empezó a estudiar música clásica y moderna. Desde su niñez tuvo la necesidad de imitar la música y sonidos que escuchó en su mente. Estudió música clásica y tradicional en Japón bajo los linajes de Katsuya Yokoyama en “The International Shakuhachi Kenshu-kan School” a cargo del Maestro Kakizakai Kaoru. Posteriormente se convierte en discípulo del músico y compositor Japonés Kohachiro Miyata, unos de las leyendas vivientes del Shakuhachi en Japón.