Ecología y salud infantil

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    Cada 45 minutos mueren niños equivalente al total de pasajeros de un
    avión jumbo. La Dra. Gro Harlem Brundtland, pionera del desarrollo sostenible
    y Directora General de la Organización Mundial de la Salud, ha presentado
    por vez primera en público su nueva iniciativa de gran alcance para hacer
    frente a la crisis ambiental mundial que afecta a la salud de los niños.

    ?Nuestra principal prioridad en materia de salud y desarrollo debe ser
    la de invertir en el futuro: en los niños y en los jóvenes, un
    grupo particularmente vulnerable a los peligros ambientales. Quiero inaugurar
    en el día de hoy un movimiento masivo en pro de la salud ambiental de
    los niños, un movimiento cuyo principal objetivo es prevenir cada año
    millones de defunciones y discapacidades que afectan a los niños, en
    particular los pobres, y mejorar la calidad de vida de los niños?,
    declaró en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible la Dra. Brundtland,
    que abogó asimismo por que la meta de contar con entornos saludables
    para los niños fuese una de las máximas prioridades sociales y
    políticas del presente decenio.


    Un problema complejo y extendido que castiga sobre todo a los niños pobres

    Según los datos más recientes de que se dispone, los entornos
    poco saludables se cobran la muerte de muchos niños. No menos de una
    tercera parte de las 13.000 defunciones infantiles que se registran cada día
    se deben a los peligros que están presentes en los entornos en que viven,
    juegan y aprenden los niños. En otras palabras: las enfermedades relacionadas
    con el medio ambiente matan cada 45 minutos a un número de niños
    equivalente al de los pasajeros de un avión jumbo.
    Los niños que logran sobrevivir a esos peligros pueden quedar física
    o mentalmente impedidos para el resto de sus vidas, de modo que serán
    incapaces de desarrollar al máximo su potencial y de contribuir plenamente
    al desarrollo de sus respectivos países.
    Los peligros ambientales son cada vez más numerosos. Entre los factores
    que afectan al entorno en que les ha tocado vivir a los niños de hoy
    destacan la creciente industrialización, el explosivo aumento de la población
    urbana, la falta de medidas para luchar contra la contaminación, las
    deficiencias en materia de eliminación de desechos, el consumo en condiciones
    no sostenibles de los recursos naturales y el uso indebido de sustancias químicas.

    Según se desprende de las estimaciones provisionales, cerca de una tercera
    parte de la carga mundial de morbilidad (para todas las edades) es atribuible
    a factores de riesgo ambientales. Más del 40% de esa carga recae sobre
    los niños menores de cinco años, cuando éstos tan sólo
    representan un 10% de la población mundial. En el caso de los niños
    menores de cinco años, cabe achacar a los entornos poco saludables la
    mayor parte de los 1,3 millones de muertes por enfermedades diarreicas, de los
    2 millones de muertes por infecciones respiratorias agudas, del millón
    de muertes por paludismo u otras enfermedades infecciosas y de las 400.000 muertes
    imputables a los accidentes, lo que asciende a un siniestro total de 4,7 millones
    de muertes evitables en el año 2000.
    Aunque la carga atribuible a los problemas de salud asociados a motivos ambientales
    afecta a todos los niños, con independencia de su nivel socioeconómico,
    los niños pobres son los que corren mayores riesgos, ya que la pobreza
    acentúa los efectos de los factores de riesgo ambientales. Esos niños
    expuestos a altos riesgos no sólo viven en las regiones y en los países
    pobres, sino también en comunidades y familias pobres de los países
    ricos.
    En los lugares más pobres del mundo, uno de cada cinco niños no
    supera los cinco años de edad, debido en buena parte a enfermedades relacionadas
    con el medio ambiente. Sin embargo, uno de los objetivos de desarrollo de la
    Declaración del Milenio acordados por la comunidad internacional es reducir
    para el año 2015 en dos terceras partes la tasa de mortalidad de los
    niños menores de cinco años.
    Los niños son sumamente vulnerables a los peligros ambientales porque
    respiran más aire y consumen más agua y comida en relación
    con su peso que los adultos. Su sistema inmunitario, su aparato digestivo, su
    aparato reproductor y su sistema nervioso central son más vulnerables
    que los de los adultos. Además, los niños viven más cerca
    del nivel del suelo, lo que hace que estén más expuestos a condiciones
    insalubres y a sustancias químicas peligrosas.
    Los dos problemas principales que los entornos no saludables provocan en los
    niños son el padecimiento de enfermedades infecciosas debido a la falta
    de agua salubre y de saneamiento y la aparición de infecciones respiratorias
    agudas cuando a unos altos niveles de contaminación del aire en espacios
    cerrados se suma la precariedad de las viviendas. Los niños también
    pueden padecer otros problemas de resultas de un entorno poco saludable, por
    ejemplo asma, trastornos neurológicos o cáncer.


    Movilizar a todos los actores en seis esferas

    Para prestar a los niños -desde los lactantes hasta los adolescentes-
    la protección especial que requieren, urge adoptar medidas contra la
    insalubridad en lugares tales como las viviendas, las escuelas, los lugares
    de trabajo, los lugares de esparcimiento y las calles. Es preciso asimismo modificar
    factores de insalubridad tales como la falta de higiene, el hábito de
    hurgar en las basuras, o jugar con materiales peligrosos, y la nutrición
    inapropiada y hay que atajar de raíz las causas subyacentes.
    La iniciativa promovida por la Dra. Brundtland, basada en datos científicamente
    comprobados, abarca seis esferas importantes de riesgos ambientales que acechan
    a los niños del mundo entero: calidad del agua utilizada para fines domésticos
    y acceso a ésta; higiene y saneamiento; contaminación del aire
    en espacios cerrados y en el exterior; vectores de enfermedades (por ejemplo,
    mosquitos que transmiten el paludismo); sustancias químicas (plaguicidas
    y plomo); y accidentes y traumatismos.
    Las medidas de intervención clave consisten, entre otras cosas en lo
    siguiente: mejorar los servicios de abastecimiento de agua y las instalaciones
    de saneamiento; hacer comprender lo importante que es lavarse las manos con
    agua y jabón; instalar hornillos o cocinas más seguros y ventilar
    suficientemente las viviendas; utilizar gasolina sin plomo en los vehículos;
    dormir con mosquiteros tratados con insecticidas para protegerse contra los
    mosquitos que transmiten el paludismo; y amamantar a los lactantes.
    ?Los entornos peligrosos y poco saludables constituyen una violación
    del derecho de los niños a la salud e impiden satisfacer sus necesidades
    básicas de supervivencia. Debemos acabar con esto antes de que sea demasiado
    tarde. No existe ninguna excusa para no hacerlo: disponemos ya de instrumentos
    y estrategias relativamente poco costosos y de eficacia probada que permiten
    reducir y eliminar los peligros biológicos, químicos y físicos
    que están presentes en el entorno en el que viven los niños. Es
    urgente asegurar en todas las partes del mundo el acceso a esos instrumentos?,
    declaró la Dra. Brundtland.


    Una alianza mundial, para encabezar el movimiento y catalizar la acción

    En el marco de la iniciativa Entornos Saludables para los Niños, se tratará
    en primer lugar de lo siguiente: movilizar tanto a los asociados como a las
    personas para que participen en un movimiento de amplia base, popular y participativo;
    dar a los gobiernos y a sus interlocutores locales los medios para ampliar e
    intensificar sus actividades; asegurar el acceso a la información científica
    relativa a los factores de riesgo y a las intervenciones más costoeficaces;
    fomentar la cooperación entre las naciones del mundo y dentro de los
    diferentes sectores de cada país (por ejemplo, los dedicados al medio
    ambiente, el transporte, la energía, la vivienda, etc.); y avanzar hacia
    el objetivo fijado utilizando como base la labor llevada a cabo en el pasado
    por instancias decisorias, profesores, profesionales de la salud y organizaciones
    no gubernamentales comprometidos, y por el sector privado y las familias.
    Dado que la tarea que nos proponemos emprender supondría un reto insalvable
    para una sola entidad, cualquiera que ésta fuera, el movimiento estará
    encabezado por una alianza mundial integrada por instituciones y organizaciones
    de importancia clave. Se espera que dicha alianza, que se creará en los
    meses siguientes a la Cumbre de Johannesburgo, sea plenamente operativa para
    comienzos de 2003.
    Las alianzas nacionales y locales, sirviéndose de los datos pertinentes,
    ordenarán los problemas según la importancia que revistan en su
    zona geográfica y decidirán qué medidas resultan costoeficaces
    e idóneas para obtener resultados en un plazo determinado. Puede que
    un país opte por centrar la atención en asegurar un abastecimiento
    de agua potable, sin riesgos para la salud, mientras que otro tal vez prefiera
    concentrar sus esfuerzos en la prevención de los traumatismos, y un tercero
    quizás se fije como prioridad absoluta el objetivo de hallar formas de
    proteger a los niños contra las quemaduras del sol y la excesiva exposición
    a elevados niveles de radiación ultravioleta.
    ?Una vez se cuente con entornos saludables, se habrá dado un paso
    importante hacia la protección del potencial intelectual, social y económico
    de los niños, que son el futuro de nuestras sociedades. El desarrollo
    sostenible sólo podrá hacerse realidad si velamos por que los
    entornos en que viven los niños sean saludables y seguros. Debemos asegurarnos
    de que así sea?, afirmó la Dra. Brundtland.