La práctica de la jardinería es, evidentemente, algo
artificial que responde a necesidades humanas de belleza y contacto con la naturaleza.
Desde un enfoque convencional, estas necesidades se cubren tratando las plantas
como objetos que se ubican, podan y ordenan según criterios funcionales
o estéticos, sin tener muy en cuenta sus necesidades naturales. Los insectos
y demás micro fauna, son considerados enemigos de las plantas y se combaten
con plaguicidas venenosos que se esparcen sin importar las consecuencias. La
materia orgánica que genera el jardín, es destruida sistemáticamente.
Se abona con productos sintéticos contaminantes, en los que sólo
cuentan las unidades NPK (nitrógeno, fósforo, potasio). Todo ello
desde una actitud prepotente y sin intentar entender las dinámicas naturales.
El primer cambio y muy importante debe darse en el pensamiento del jardinero,
en el sentido de encarar los problemas con mayor flexibilidad, tolerancia y
calma.
Es mejor tomarse tiempo para resolver un problema que resolverlo rápido
y mal. Por ejemplo, si tenemos una planta afectada de hongos, nunca deberíamos
aplicar un funguicida:
? Porque sabemos que eso va a afectar a las micorrizas que en simbiosis
con las raíces le proporcionan fósforo hierro y diversos micronutrientes.
Como consecuencia, la planta a la larga se va a debilitar propiciando algún
que otro problema.
? Porque además de acabar con el hongo, acabaremos también
con sus organismos antagonistas. Como consecuencia de lo cual, cíclicamente
tendría hongos la planta, y aplicaríamos de nuevo un fungicida
creando un circulo vicioso.
Si aparece en nuestro jardín un insecto parásito al que le da
por roer nuestras plantas, deberíamos agotar todas las posibilidades
antes de echar un veneno para deshacernos de él:
? Porque afectamos a otros organismos sumando nuevos desequilibrios a
los que propició la plaga. Y siempre dañamos al depredador que
podría controlarla más que a la propia plaga.
? Ante un problema, es mejor preguntarse primero y disparar sólo
cuando no hay más remedio.
? Porque puede ser que sea la consecuencia de una mala ubicación
de la planta o de su cultivo.
? O algo circunstancial, debido a causas naturales, que sin intervenir
desaparecerá al poco tiempo.
A veces convertimos en problema lo que puede ser una ventaja. Por ejemplo: unos
pocos brotes con pulgón no es una plaga, sino la garantía de que
sus depredadores tienen alimento en el jardín, y podrán mantener
una población mínima.
En cualquier caso el objetivo siempre debe ser alimentar y propiciar la vitalidad
de la tierra para que crezcan en ella plantas sanas que sean más capaces
de hacer frente a los eventuales problemas, sean estos: cambios climáticos
bruscos, parásitos o enfermedades.
Siendo conscientes de que un jardín es algo artificial, el enfoque ecológico
en jardinería intenta:
? Hacer compatibles nuestros intereses y preferencias con la naturaleza
de las plantas y la fauna asociada a ellas. Se busca el objetivo de que el jardín
se aproxime lo más posible a un ecosistema natural. Esto deja fuera de
toda consideración cualquier práctica o productos agresivos que
interfieran en la dinámica de sus equilibrios.
? Potenciar la biodiversidad, siendo conscientes de que cuanto más
amplia sea, más estable se vuelve el sistema. Cuanto más biodiversidad
y mayor complejidad tiene un ecosistema, con más vitalidad tiende a neutralizar
los desequilibrios materializados en plagas y enfermedades.
? Rechazar aquella estética social que exige jardines impactantes,
impolutos, y perfectos, lejos de la estética natural, con un gran coste
de mantenimiento, polución y degradación ambientales.
? Reintegrar al jardín la materia orgánica que genera, en
forma de acolchados que protegen y alimentan la vitalidad de la tierra, o abono
orgánico una vez compostada.
Para manejar de forma ecológica los problemas que sobrevienen en la práctica
de la jardinería, aparte de la intención de resolver un problema
debe haber también un interés por comprender su significado y
humildad en la interpretación.
La naturaleza no es un conjunto de objetos diferentes que podemos tratar por
separado, sino un todo en permanente interrelación. La fauna no es la
enemiga de las plantas sino una parte importante del ecosistema de la que no
podemos prescindir alegremente.
Un jardín cultivado durante años con medios convencionales, no
puede regenerarse y desarrollar sus equilibrios ecológicos de la noche
a la mañana.
Le va a costar un tiempo, que será más o menos largo, dependiendo
en cada caso del estado inicial en que se encuentre y de las buenas o malas
prácticas de quien gestione el jardín.
Normalmente resulta muy útil aportar grandes cantidades de materia orgánica
para recuperar el nivel ideal de humus -que en cultivo químico suele
ser muy bajo- y regenerar la vida microbiana de la tierra. Empezaremos añadiendo
dosis generosas de compost y estiércoles diversos, a fin de mejorar su
estructura, aumentar los niveles de humus y fomentar su biodiversidad, pudiendo
complementarlo realizando abonados verdes.
Seguidamente empezaremos con el cultivo ecológico, conscientes de que
el jardín va a pasar un tiempo convaleciente y necesitará algo
más de cuidados de nuestra parte.
La tierra es un gran ecosistema formado por otros ecosistemas menores. Estos
a su vez engloban otros más pequeños, en una larga sucesión
que abarca toda la biosfera hasta los pequeñísimos ecosistemas
en los que evoluciona la microfauna.
Nuestro jardín -que alberga multitud de microclimas con sus ecosistemas
y sus poblaciones de seres vivos cuyos equilibrios están relacionados-,
está integrado en este complejo entramado, y pertenece a otro ecosistema
mayor cuyos equilibrios o desequilibrios le afectan.
La zona geográfica donde está ubicado nuestro jardín puede
estar desequilibrada, y ese desequilibrio quizás se concrete en la mayor
proliferación de un parásito por haber perjudicado a sus antagonistas
o depredadores, o por haber favorecido su medio de vida. A poco que se debilite
una planta, tendrá más probabilidad de ser atacada mientras no
se corrija el desequilibrio que ha propiciado la plaga.
Del mismo modo, si el aire del ecosistema que incluye nuestro jardín
tiene por ejemplo un contaminante que debilite las plantas con respecto a una
cierta enfermedad o parásito, será inevitable que mientras eso
no se arregle, debamos incluir en el mantenimiento algunas prácticas
muy selectivas que lo compense, y que no afecten al resto del ecosistema.
De todo esto se deduce que dado lo afectados que están todos los ecosistemas
por la actividad humana, será muy difícil llegar a una situación
de nivel 0 de problemas. Aunque la experiencia demuestra que con el tiempo,
tendremos muchos menos problemas que en jardinería química.
No tiene sentido ser esclavos de nuestro jardín en lugar de disfrutar
de él. El nivel de mantenimiento se reducirá cuanto más
se acerque nuestro jardín a un ecosistema natural. Así que debemos
planificarlo teniendo en cuenta esto, de modo que con el mínimo mantenimiento,
los humanos, las plantas y los animales satisfagan sus necesidades. Para ello
elegiremos plantas que hagan su ciclo anual con la mínima intervención
humana, usándolas para funciones que se adapten a su porte natural. Siguiendo
el modelo de la naturaleza, intentaremos, si es necesario con la creación
de microclimas, que cada planta tenga unas condiciones lo más parecidas
posible a las de su hábitat natural.
Elegiremos una combinación de plantas autóctonas o bien adaptadas,
(preferentemente vivaces y arbustivas). Ubicadas en asociaciones simbióticas
y estéticas de modo que se favorezcan mutuamente y que sus floraciones
o elementos de interés, se repartan por todo el jardín a lo largo
del año, y den refugio y alimento a la fauna asociada naturalmente a
ellas.
Esto supone una gran inversión de trabajo al principio, para después
traspasarle el protagonismo al propio jardín y disfrutar de la dinámica
que vaya tomando. Nuestro trabajo se reduce entonces a tutelar esta dinámica
para evitar desviaciones que le llevarían a tener un aspecto asilvestrado,
parecido al de su entorno no cuidado.
Es el precio que pagamos mientras nuestra estética se diferencie de la
estética natural.
En la práctica de la jardinería ecológica también
es aconsejable:
? Prescindir de borduras y setos formales.
? Podar sólo lo imprescindible
? Plantar pocos macizos de flores.
? Acolchar sistemáticamente la tierra allí donde no lleguen
las plantas tapizantes.
? Plantar la menor extensión de césped posible, excepto
en climas lluviosos.
? Aceptar la presencia de algunas adventicias, allí donde no sean
un problema.
? En climas secos conviene diseñar el jardín para un consumo
mínimo de agua.