En nuestra cultura occidental, especialmente desde que la religión cristiana
se hizo con el monopolio de las creencias, el sexo se demonizó asociándolo
con lo negativo, lo pecaminoso, lo mundano y todo lo contrario a la espiritualidad
o lo sagrado, y tan sólo se veía lícito su uso con fines
procreativos. Sin embargo el pueblo practicó el sexo para satisfacer sus
apetitos a pesar de las promesas condenatorias para quienes lo hicieran, asociándose
a su práctica un sentimiento de pecado y de culpa que aun hoy arrastra
nuestra sociedad.
En el lejano Oriente, concretamente en la India, ocurría todo lo contrario,
el sexo como cualquier otra actividad de la vida era experimentado de manera consciente,
y el fruto de esa experiencia se dedicaba a acercarse más a la divinidad.
Cualquier acto de la vida debía vivirse intensamente desde las prácticas
religiosas, pasando por el trabajo, el ocio y cualquier actividad doméstica,
sacando de ellos toda la experiencia posible. No existía nada negativo,
el único mal era no vivir con consciencia.
Pero en concreto el acto sexual se convirtió en toda una vía de
misticismo, con complicados rituales y protocolos preparatorios. A este camino
en la India se le llamó Tantra, que significa unión. Y ese es el
objetivo de este camino, enlazar la materia con el espíritu, lo que está
abajo con lo que está arriba, y en esa unión transformarse en algo
nuevo, de ahí que en la iconografía tántrica se encuentre
plagada de referencias a la muerte y a su diosa Kali, pues la muerte es el paso
necesario para un nuevo nacimiento o nuevo estado. Si bien el acto sexual tántrico
se divide en dos tipos dependiendo de su objetivo. El primero, el procreativo,
aquel que tiene por fin concebir y perpetuar la especie. El segundo objetivo es
despertar las fuerzas creativas que cada ser humano tiene dormidas, que se denomina
Kundalini y esta fuerza a su vez despierta los centros psíquicos o chacras.
Si bien ambos tipos de relación se realizan de igual modo, con la misma
carga emocional y de consciencia, pero su objetivo final no es el mismo.
En las escuelas tántricas existía todo un protocolo para las parejas
que se iniciaban en sus prácticas. El primer paso era que el individuo
conociera profundamente su cuerpo, y que desde luego no sintiera vergüenza
o miedo de ninguna parte de él. Luego de que cada miembro de la pareja
se conociera, tenían que conocer el cuerpo del otro, las primeras semanas
el conocimiento era sólo visual, y cuando el maestro o Gurú reconocía
que la pareja tenía la suficiente pureza de mente y alma comenzaban a tocar
sus cuerpos, explorándolos, sintiendo la energía que circundaba
por ambos. Cabría destacar que cada vez que sentían un impulso sexual
se les enseñaba a transmutarlo, fundamentalmente con técnicas respiratorias
y mantras, con el doble fin de eliminar toda pasión animal a la vez que
sublimaban la energía sexual, la cual posee el poder de crear la vida,
canalizando esa energía con el fin de crear o reconstruir su alma. Después
se pasaba al coito; éste comenzaba de manera lenta, suave, viviendo cada
movimiento, cada contacto. Luego se iban entrenando en diferentes posturas, cada
una de ellas con un fin, como podía ser desde la curación de un
órgano del cuerpo o el desarrollo de alguna faceta espiritual. Pasado bastante
tiempo de práctica, se producía el éxtasis, una percepción
en la que se sentían ambos como un solo ser, y en el que experimentaban
la conciencia divina. También aprovechaban la energía que se iba
liberando para eliminar o transformar algún defecto, trauma, o problema
ya fuera individual o común de la pareja. Hay que resaltar que en esta
forma de sexualidad la mujer pasa a ser un elemento activo, y en muchos casos
es ella quien marca la pauta, el ritmo en la relación. Y lo más
importante es que la búsqueda del éxtasis es común, los dos
disfrutan de esta experiencia, eliminado el machismo que ha predominado en el
sexo desde siempre.
Estas técnicas se practicaron desde hace milenios y se extendieron por
el resto de oriente, en China se conocen como Alquimia Taoísta, y configuran
todo un sistema especialmente enfocado a la salud y la prolongación de
la vida. En el budismo tibetano se convirtió en todo un camino de iniciación
esotérica, y se pueden apreciar cientos de imágenes de dioses, diosas
y budas en posturas sexuales simbolizando diferentes grados de unión con
la divinidad.
Pero también en occidente existió este conocimiento sólo
que oculto, reservado a los ojos inquisitivos de las religiones, y muchas veces
su iconografía se podía encontrar en forma simbólica en las
propias iglesias y catedrales. Pero fundamentalmente es en la tradición
Alquímica donde podremos encontrar mayores referencias, en los grabados
de varios tratados como el Mutus Liber o el Vidriarium Quimicum donde se pueden
apreciar escenas semi-eróticas en las que al final se llega a la creación
de un ser con ambos sexos como símbolo de la unión profunda e íntima
de la pareja y de la realización final de la alquimia, la creación
de una nueva sustancia, el elixir vitae, también llamado elixir de la larga
vida o piedra filosofal, aquélla que curaba las enfermedades y prolongaba
la salud y la vida.
Pero además existen en occidente otras tradiciones donde encontramos principios
similares a los tántricos, por ejemplo la tradición hebrea. Para
ellos la sexualidad también es un medio de llegar a Dios, y cuentan con
complicados rituales para la ejecución del acto sexual, de hecho un requisito
básico para ser rabino es estar casado, como símbolo de que se trabaja
con las fuerzas creadoras, estando así en contacto con la divinidad. También
en el Islam, especialmente entre los sufíes y derviches se considera el
sexo como un camino hacia la experiencia divina.
Pero a pesar de que el cristianismo hizo su cruzada contra el sexo, primero entre
el clero y luego hacia todos los creyentes, no fue así desde los albores
de esta religión. Lo primero es que casi todos los evangelistas estaban
casados, incluyendo a San Pedro, el primer Papa. Las prohibiciones al clero hacia
el matrimonio aparecen a partir del año novecientos de nuestra era, antes
de eso lo normal es que estuvieran casados, y de hecho sólo el catolicismo
obliga al celibato, el resto de congregaciones cristianas como la ortodoxa, la
copta, veterocatólica, etc., no lo hace. Pero si estudiamos la gnosis,
rama esotérica del cristianismo de los primeros siglos de nuestra era,
y sus evangelios como el de Tomás, María Magdalena o el de Felipe,
podemos leer claramente como el sexo no es algo negativo, sino que el propio Jesús
exhorta a su práctica con espíritu de pureza como un medio más
para llegar al padre. Pero en la propia concepción de Jesús, realizada
por obra y gracia del espíritu santo, se nos habla de una concepción
producida con pureza, con amor divino, de la cual surgió un ser evolucionado
y puro, con un nivel de consciencia superior a lo normal, tal como enseñan
los textos tántricos y taoístas a la hora de concebir desde una
óptica espiritual.
Pero siquiera que en la tradición occidental lo referente a la sexualidad
sagrada quedó en deposito de unos pocos iniciados y en grupos de carácter
esotérico, especialmente por las persecuciones y rechazo de que fue objeto,
se tubo que esperar a la segunda mitad del siglo XX para que se tradujeran los
textos clásicos del tantrismo y el taoísmo, dándose a la
luz en occidente, teniendo desde el primer momento una aceptación notable
en nuestra sociedad. Hoy son muy comunes en cualquier librería libros que
aborden esta temática, e incluso se ha caído en que el mercado editorial
aprovecha el tirón del tema para publicar obras sobre sexualidad que responden
a cualquier argumento menos al tantrismo.
Quizá esta nueva forma de amar más pura, más sublime y espiritual
nos ayude en occidente a erradicar los sentimientos de culpa e ignorancia en torno
al sexo, y equilibrar el otro lado de la balanza ya que después de casi
dos mil años de cruel represión se ha caído en el libertinaje
irresponsable en el que se puede perder toda posibilidad de vivir una sexualidad
al servicio del amor.