Perfumes y pesticidas tienen en común uno de los más agresivos contaminantes ambientales y peligroso agente patógeno para la salud, los ftalatos, disruptores endocrinos que se relacionan con casos de pubertad precoz, cáncer infantil y autismo.
Estos disruptores endocrinos se incorporan a productos tan dispares como perfumes y pesticidas para «plastificar» los fluidos y fijar los olores o la permanencia del producto en la superficie en la que se aplican y hacerlos más comerciales, pero pocas veces son componentes estructurales o que no se puedan sustituir.
Entre las recomendaciones establecidas cabe destacar la importancia del etiquetado en los productos, para identificar sustancias de riesgo, (en nanotecnología y transgénicos) y ante las nuevas enfermedades relacionadas con los campos electromagnéticos, cáncer, entre otras, fijar limites legales máximos de contaminación, a nivel internacional. Sobre el impacto en la salud humana de los contaminantes orgánicos persistentes, como los disruptores endocrinos, los expertos destacan su relación probada con alteraciones en el sistema reproductor masculino (criptoquidia, hipospadias y reducción de la calidad del semen) y femenino (pubertad precoz, reducción de la fecundidad, abortos espontáneos, ovarios poliquísticos, endometriosis) y cánceres en órganos hormono dependientes como mamas, próstata, testículos y tiroides.
Se estableció, por otra parte, la relación de estos disruptores con daños en el sistema neurológico y la causa de enfermedades metabólicas como diabetes y obesidad o del sistema neuroinmunológico, como el SQM, fatiga crónica, fibromialgia y esclerosis múltiple.
La respuesta de la sociedad y la administración a estos descubrimientos científicos debe ser la prohibición total de los disruptores en los productos de consumo.