Aprende a disfrutar de la comida, del sexo y de tus relaciones de una forma saludable

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“La patata Sabe de ti”, el nuevo libro de Mayte Pascual, nos habla directo al corazón a través de tres mujeres y sus parejas sobre cómo la evolución del ser humano es una realidad final, a poco que lo intentemos.

Nos habla sobre los vínculos y las dependencias que inconscientemente dirigen nuestras vidas sin apenas verlo.

Para evolucionar realmente, hay que atravesar un sótano situado en la mente subconsciente, y darse cuenta de lo que habita en él.

Los humanos nos relacionamos con el placer de una forma muy particular, encontrando en él, los falsos patrones de seguridad y satisfacción que anhelamos desde que nacimos.

Ya sea el placer de comer, el placer del sexo, el placer de los vínculos y las relaciones con los demás; buscamos un mundo en el que refugiarnos cuando nos sentimos insatisfechos, inseguros, hundidos, solos.

Desde que somos conscientes, las emociones no comprendidas ni vividas son nuestra principal prisión. Al mundo no le mueve el dinero ni el poder. Le mueven  las emociones.

¿Conocemos cómo la falta de autoestima nos va conduciendo al un sótano desde el que nos encontramos con un depredador que nos exige tomar cualquier placer como base y estructura de nuestro decrecimiento?

Si no nos damos cuenta, analicemos nuestros principales vínculos o relaciones y hallaremos respuestas.

El origen de nuestra dependencia emocional estriba en lo que llamo “puntos ciegos”.

Los puntos ciegos forman surcos neuronales o mentales repetitivos, los cuales hacen que nos encontremos ante un laberinto sin salida y, aunque hayan pasado muchos años seguimos tropezando con las mismas respuestas ante las mismas o parecidas situaciones.

Provienen de las resistencias que se enquistan ante el miedo a lo nuevo. En nuestro “sótano”, existen tres personajes que hemos de rescatar si queremos ser libres. De un personaje somos más conscientes: es la niñ@ herid@. Se quedó allí porque nadie la enseñó a crecer, nadie la acompañó a seguir adelante. Y nosotros también la olvidamos.

Los otros dos personajes son menos reconocidos en el trabajo consciente: uno es el depredador” y otro es el moribundo”.

El depredador está muy vivo, tiene mucha fuerza, nos aprisiona en la falsa seguridad para “no intentar” nada que nos conduzca a nuevos parajes. Tampoco quiere crecer ni que crezcamos, al igual que la niñ@ interior herida. Se justifica principalmente en nuestra incapacidad y en nuestra falta de valía. A poco que bajemos a nuestro sótano, todos reconocemos en mayor o menos medida a este personaje.

El depredador aparece con fuerza especialmente cuando deseamos enfrentarnos a algún miedo o crecimiento, sea laboral o personal, como encontrar el amor.

El moribundo (que no la muerte) es uno de los personajes que más nos lleva a la libertad si le trabajamos y atendemos. También es el que más nos mantiene prisioneros de una forma “sorda y ciega”, sin que podamos darnos cuenta de él, al contrario que el depredador.

Quien haya tenido en su casa una persona enferma que está muriéndose poco a poco, y sin embargo sigue ahí, sin adelantar ni retroceder en su situación, sabe que se encuentra prisionero de una falta de libertad sin límites.

¿Quién puede irse de viaje con un moribundo en casa? ¿Quién puede abrirse al amor cuando alguien se encuentra en ese estado cerca? ¿Quién puede ilusionarse por nuevos proyectos cuando alguien está estancado y situado ante la muerte?

El moribundo representa todo aquello que no dejamos morir porque estamos inmersos en el miedo y, por tanto, en las resistencias.

Creo que una persona que no ha muerto al menos una vez en esta existencia, no ha vivido todavía. Es a través de mi experiencia profesional cuando llego a estas conclusiones.

No morimos cuando mantenemos algo es suspense de forma indefinida, cuando por miedo, no cambian vínculos importantes que están sujetos bajo la falsa apariencia de la estabilidad y en cambio están maniatados y moribundos sin hacerles caso.

Para nacer hay que morir, y para llenarse de plenitud y de energía de vida, hay que acabar aquello que nos mantiene prisioneros durante años y a veces décadas.

Cuando no somos conscientes de que llevamos mucho tiempo con un moribundo en nuestro sótano, surgen las adicciones a relaciones tóxicas o maltrato hacia nosotros mismos. Necesitamos algo “fuerte” que nos dé la vida que no tenemos.

Pero nada más lejos, los surcos de placer-evitación del dolor, no nos conducen sino a una prisión que nos aleja de sentir nuestro valor.

Cada vez necesitamos más atiborrarnos de placer adictivo en la comida, de sexo desprovisto de toda energía pura y liberadora, de relaciones que nos ensalzan el ego y nos hunden cuando estamos en soledad.

Pero ¿cuándo acaba esto y aparece una pequeña luz en la sombra?

Se necesitan dos requisitos:

  1. Un vínculo que nos haga cuestionarnos. Y…
  2. Que ese vínculo “vea” más allá de nuestras falsas apariencias.

Con esto, poco a poco, bajaremos a nuestro sótano y daremos a nuestra figura del moribundo lo que tanto necesita: nuestro “reconocimiento”.

Mucha gente me pregunta cómo matar a la figura del moribundo. Nada de eso. No hay que matarlo.

Hay que “reconocerlo” y él hará el resto, puesto que desea su propia liberación.

¿Qué significa reconocer a alguien?

Muy buena cuestión. Sólo puede reconocer quién ha sido reconocido. Esto significa que anteriormente a haber sido reconocido, esa persona estaba carente de reconocimiento.

Aunque la palabra parece indicar que volvemos a conocer a la persona en cuestión y que anteriormente, en otro tiempo, fue reconocida, en el mundo de la psicología no es así.

El reconocimiento profundo no tiene antecedentes. Es por eso que los humanos nos sentimos tan perdidos y tan solos.

La mayoría de las personas jamás han sido reconocidas en su vida. Me refiero a ser realmente valoradas. No tiene que ver con el éxito social ni nada de eso. Tiene que ver con el “despertar” a nuestro valor.

Si bien es cierto que para ser reconocido es deseable abrirse antes a reconocerse; yo mantengo algo inverso. Para conectar con nuestro valor profundo, solo hay un paso: haber recibido amor de la fuente, y eso solo puede darse en un vínculo humano, incluso a veces animal.

Deepack Chopra dice:

“En la medida que conoces el amor, te conviertes en amor”

Reconocer desde el lado más hondo y poderoso es dar valor a ese ser, a esa persona. Y en los vínculos solo “podemos dar valor” cuando tras haber pasado por ese camino de soledad y abandono, difícil y tortuoso, hemos tomado conciencia de que se necesita una fuerza y una convicción muy fuerte para salir de él.

Al igual ocurre en las falsas relaciones, en las adicciones que nos alejan de nuestro valor. Desde ahí, no solo mantenemos al moribundo en su lecho de muerte eternamente, sino que nos alejamos de nuestro propio reconocimiento, y de nuestro sentido existencial.

Para salir de los surcos mentales que nos conducen a una existencia sin valor es deseable cumplir un requisito: creer que existe más allá de lo que vemos ahora, de lo que sentimos ahora, de lo que nos atrapa ahora… Aunque es muy valioso reconocer desde el momento presente nuestro sótano y nuestra prisión.

Os diré tres pilares de mis creencias más profundas:

  • Nada es lo que parece.
  • Debajo de cada nivel existencial siempre existe otro nivel más profundo.
  • Cualquier cosa es posible.

Y para terminar, un precioso proverbio chino:

“Si plantas para un año,
Que sea maíz.
Si plantas para diez años,
Que sea un árbol.
Si plantas para un siglo,
Que sea un hombre”

Gracias a todos, todos somos uno. Si alguien sana, todos sanamos. Y así es.

Mayte Pascual
https://www.facebook.com/mayte.pascualrodriguez