Entrevista con Michio Kushi

    1916

    Como pionero de la Paz Mundial a través de la macrobiótica, el
    trabajo de Michio Kushi viene desarrollándose desde hace más de
    50 años. La macrobiótica busca comprender la interacción
    entre nosotros y la alimentación que llevamos, el estilo de vida que
    elegimos y el entorno en el que vivimos. Una dieta macrobiótica consiste
    en alimentos completos y naturales cuya base esencial consiste en granos de
    cereal como el arroz integral o el mijo y en una variedad de verduras y legumbres,
    cosecha de la región.
    Michio Kushi ha asesorado a organismos internacionales, como la ONU y la Organización
    Mundial de la Salud. En 1998, el Museo Nacional de Historia de América
    le entregó un reconocimiento oficial tanto a él como a su esposa
    Aveline por su contribución en el desarrollo de un movimiento decisivo
    hacia hábitos alimenticios más naturales y saludables, educando
    así a la población mundial sobre los beneficios de la dieta macrobiótica.
    Hemos visitado a Michio Kushi en su sede internacional del Instituto Kushi,
    en el corazón de las montañas de Berkshire, en Massachussets.
    Nos sentimos afortunados al ser invitados a la comida solemne del Día
    de Año Nuevo que preparó Kushi personalmente. Tormentas de nieve
    prolongadas retrasaron nuestra partida y la agenda apretada de él hicieron
    retrasar nuestra entrevista varias veces. Esto nos permitió, no obstante,
    adquirir con calma una comprensión profunda de este hombre y su labor.
    Vestido con su acostumbrado traje con chaleco y dando una impresión pausada
    y carismática, Michio Kushi nos habló de su filosofía y
    de cómo surgió, durante la postguerra de Japón, para convertirse
    en el líder más prolífico del movimiento americano para
    una salud natural.


    Pregunta: ¿Puede contarnos algo sobre su infancia y juventud?

    Respuesta: Nací el 17 de mayo de 1926 en Wakayama, en
    el Japón central. Mis padres eran los dos maestros y me mudaba mucho
    de sitio durante mi infancia. Cuando tenía 12 años empezó
    la guerra entre Japón y China y cuando tenía 16 años, Japón
    entró en la segunda guerra mundial. Mientras estudiaba en la universidad
    de Tokio, extensas áreas de la ciudad fueron destruidas por los B-29
    y la comida empezaba a escasear cada vez más. Cuando se intensificó
    la guerra se me esbozó un traslado a las islas sureñas de Okinawa.
    La mitad de mis compañeros de clase murieron cuando el barco se hundió
    en el trayecto. Yo me quedé en Kyushu residiendo en la estación
    de Tosu, a una hora de Nagasaki.
    El 6 de agosto de 1945, la comunicación con Hiroshima cesó de
    golpe. Hubo mucha especulación. Más tarde nos enteramos que Hiroshima
    había sido destruída completamente y tres días después
    fue bombardeada Nagasaki. Ayudamos a muchas personas heridas que fueron transportadas
    en tren fuera de Nagasaki.

    P.- ¿Cómo cambió usted de soldado a activista
    por la paz mundial?

    R.- Como toda la gente joven, yo no me preocupaba de la muerte,
    pero después de terminar la guerra, me di cuenta que tenía que
    continuar viviendo. Mientras estudiaba en la escuela para graduados se me hizo
    evidente la necesidad de una federación mundial para que nunca más
    hubiese guerra. Empecé a mantener correspondencia con America’s
    United World Federalists (Federalistas mundiales unidos de América).
    Me comunicaron que existía una asociación de gobierno mundial
    en Tokio. Fui a visitarla y me encontré con mi maestro George Ohsawa
    (nacido en 1893). Él no hablaba sobre ciencias políticas sino
    sobre filosofía, vida y Yin y Yang. Vine a América en 1949 para
    asistir a un congreso de la Federación Mundial. En aquellos tiempos,
    muy poca gente podía salir de Japón. Afortunadamente, uno de los
    federalistas mundiales, Norman Cousins, se ofreció como garante. Me animaron
    a quedarme y entrar en la Universidad de Colombia donde empecé a reunir
    las ideas de varias personas del Plateau, entre ellas conecté con Thomas
    Mann, quién concibió un orden mundial armonioso.
    Cuando tenía 25 años, empecé a pensar que aun cuando se
    creara un gobierno mundial, a menos que el ser humano se volviera realmente
    pacífico, no sería un medio de asegurar la armonía. Se
    seguiría necesitando leyes estrictas, un ejército y policía,
    lo cual no sería una paz verdadera. En su lugar tenemos que desarrollar
    una naturaleza humana más pacífica y amorosa. Es muy fácil
    hablar sobre fraternidad y paz pero esa clase de cualidad humana tiene que nacer
    naturalmente y desde dentro. Deseaba recibir consejo de mis Federalistas Mundiales
    más mayores y visité al Dr. Einstein, Norman Cousins, Thomas Mann
    y muchos otros. Sin embargo, sus respuestas eran: “No sabemos; no sabemos
    cómo volver la naturaleza humana pacífica”. Me decían:
    “Solamente tienes que comprenderte a ti mismo.”

    P.- ¿Y encontró la respuesta en la alimentación?
    R.- Bueno, dudé si continuar estudiando ciencias políticas.
    Deseaba conocer lo que era la humanidad y cómo los seres humanos podían
    volverse pacíficos, y así decidí abandonar mis estudios.
    Me presentaba todos los días en Times Square. Y desde la mañana
    hasta la noche observaba a miles y miles de personas. Cada una era diferente.
    Algunas andaban deprisa, otras despacio; algunas eran altas, otras bajitas,
    algunas eran rubias, otras morenas. Me preguntaba por qué teníamos
    dos ojos, dos orejas y una nariz. ¿Por qué? ¿Por qué
    tenemos pensamientos y qué es intuición e imaginación?
    ¿Qué es la memoria? Me preguntaba sobre todas estas cosas mientras
    veía pasar a la gente… Entonces, (castañetea los dedos) me vino
    un “flash”: todos los seres, no solamente los humanos, sino también
    los animales y las plantas, estamos gobernados e influenciados por nuestro entorno,
    los cambios estacionales y las fuerzas cósmicas. Pensé que si
    hubiese algunos factores que pudiésemos controlar, podríamos cambiar.
    Empecé a considerarlos uno a uno descartando aquellos que no podemos
    controlar: la luz del sol, el aire, etc., hasta que quedó uno solamente.
    Éste era la comida. La alimentación; podemos controlarla al 90%.
    Pensé que se podría cambiar al ser humano a través de la
    alimentación.


    P.- ¿La alimentación afecta a nuestros pensamientos y acciones?

    R.- Los alimentos no están solamente para sostener el
    cuerpo. Ellos se convierten en vibraciones a través de la digestión.
    La energía y las calorías son todas vibraciones que cambian nuestra
    manera de pensar. Los pensamientos son vibraciones. Así que, si nos alimentamos
    de una forma, nos volvemos más competitivos, materialistas o agresivos
    y si lo hacemos de otra manera, podemos volvernos más pacíficos
    y espirituales, especialmente si esto se mantiene por generaciones. Siguiendo
    una dieta macrobiótica, la mente se vuelve tranquila y serena.


    P.- ¿Cómo nació la macrobiótica?

    R.- En efecto, los principios básicos de la Macrobiótica
    eran conocidos por filósofos y físicos a través de la historia.
    El modelo actual se desarrolló a partir de las ideas de Sagen Ishizuka
    (nacido en 1851), un médico del ejército que formuló una
    teoría dietética para sanar enfermedades. Él adoptó
    tanto la medicina occidental como las tradiciones orientales. Cuando mi maestro,
    George Ohsawa era joven, contrajo tuberculosis. Después de leer el libro
    Shoku You (Alimento nutritivo) de Ishizuka, puso en práctica la dieta
    y se curó. Ohsawa se hizo discípulo de Ishizuka y extendió
    la teoría. Él incorporó el concepto de Yin y Yang y lo
    bautizó con el nombre de “Macrobiótica”, palabra griega
    que significa longevidad. Mi esposa Aveline era estudiante de George Ohsawa
    en Tokio. Ella llegó a América aproximadamente dos años
    y medio más tarde que yo. Con ella formulé mis ideas para establecer
    una macrobiótica estándar.


    P.- ¿Puede explicarnos más sobre el Yin y el Yang?

    R.- Todo fenómeno cambia constantemente entre dos tendencias
    antagónicas o complementarias; expansión-contracción, hacia
    arriba-hacia abajo, la fuerza ascendente de la tierra y la fuerza descendente
    del cielo. Todo esto se llama ampliamente Yin y Yang, siendo el fundamento de
    filosofías orientales. En tiempos antiguos, esto era estudiado por todo
    líder político, pesador y médico, si no ellos no hubiesen
    sido capaces de entender la vida. Todas las tradiciones orientales están
    basadas en esta idea, ya sea desde los arreglos florales hasta el Aikido. También
    tiene su aplicación en la alimentación. Alimentos tipo Yin, como
    la fruta o las hortalizas, contienen una fuerza expansiva terrestre. Alimentos
    tipo Yang, tales como la zanahoria o la bardana, tienen la fuerza celeste que
    es más contractiva. Tenemos que procurar un buen equilibrio en nuestra
    dieta.


    P.- ¿La Macrobiótica prohíbe el consumo de carne?

    R.- En la evolución, los mamíferos están
    muy cerca de nosotros mientras que los peces están más lejos.
    Así que si usted quiere comer productos animales sería mejor una
    pequeña ración de pescado. La macrobiótica no es un marco
    rígido sino que contempla lo que realmente es necesario para cada persona;
    uno tiene la libertad de elegir. La macrobiótica ofrece pautas y dentro
    de éstas se puede comer carne de vez en cuando. Sin embargo, se debería
    tener en cuenta que la ingestión de carne entorpece la calidad espiritual.


    P.- ¿Por qué y cómo acudieron tantos “hippies”
    a estudiar con usted en los años 60?

    R.- En aquellos tiempos daba conferencias en Nueva York pero
    necesitaba mudarme a Boston, el centro intelectual de América, para poder
    influenciar realmente. Preveíamos que quizás vendrían estudiantes
    de Harvard pero en su lugar vinieron algunos hippies de San Francisco. Luego
    éstos empezaron a llamar a sus amigos. Por el año 1960, varios
    centenares de hippies se juntaron en Boston. Los hippies eran anti-sistema.
    Ellos querían un mundo nuevo por lo que mis conferencias y escritos encajaban
    con sus filosofías. Entonces establecimos un centro de estudios dónde
    enseñé el masaje de Shiatsu y mi esposa, Aveline, daba clases
    de cocina. Así empezó todo. Mucha gente tomaba drogas como marihuana
    y LSD. A fin de parar aquello, les dijimos que el arroz integral y la sopa de
    mijo colocarían aún más. Las autoridades sospechaban que
    yo era el cabecilla de una organización de drogas y fui efectivamente
    vigilado por la policía. El té Mu, que es una bebida macrobiótica
    hecha de nueve tipos de hierbas, fue analizado bajo sospecha de droga (risas).
    Ahora suena divertido pero entonces era muy serio.


    P.- Usted dice que es importante hacer lo que a uno le gusta. ¿Nos puede
    dar un consejo?

    R.- ¡No venda su vida! Siempre lo digo en mis conferencias.
    Hoy en día, desde el jardín de infancia se trata siempre de educación,
    educación, educación y competición. El objetivo es vender
    su vida al mejor precio. Luego uno empieza a trabajar en una empresa o en el
    gobierno donde todo gira alrededor de posición y salarios más
    altos. Todos los días: ¿cuánto?; todas las semanas: ¿cuánto?;
    todos los meses: ¿cuánto? Está usted vendiendo su vida
    como cortando a tajadas un pastel de pescado kamaboko. Cada año usted
    espera vender a un precio más alto. Luego, casi llegando a los 60 años,
    queda sólo un resto que nadie compra. Así que se jubila… y luego
    muere. Entretanto, usted ha vendido toda su vida.
    ¡No venda su vida! ¡haga lo que sea y que realmente quiera hacer!
    Tiene que obrar como dueño de su vida y así alcanza la libertad.
    No importa lo difícil que resulte, no importa el poco éxito que
    prometa, ¡haga todo lo que realmente desea hacer!

    P.- ¿Cuál es su meta para el futuro?
    R.- Seguir este sueño. En primer lugar, un entendimiento
    mejor de los alimentos y del medio ambiente animaría al ser humano a
    evolucionar de forma pacífica y espiritual. En segundo lugar, cambiaría
    el sistema económico e industrial para usar nuevas tecnologías
    que no contaminen. Como tercer punto crearía un gobierno mundial y como
    cuarto punto desearía una raza humana espiritual y que esta civilización
    espiritual poblara el mundo entero. ¡Esto es mi sueño y en el fondo
    es su sueño y el sueño de todo ser humano!

    P.- ¿Qué significa “michi” (el camino)?
    R.- ¡Mi nombre! (se ríe). También es el
    camino del universo, o el Yin y el Yang. Michi significa interpretar y actuar
    de esa manera. Sin embargo, de una forma conceptual, pensar que debería
    hacer esto o lo otro no es nada bueno. En su lugar, los actos y pensamientos
    correctos deberían surgir de una forma natural. Para que esto ocurra,
    tenemos que comer bien. En una persona “sana” esta armonía
    brota sin ningún planteamiento previo, como un acto natural. Esto es
    michi.
    A través de una mayor comprensión del alimento y del medio ambiente
    animaría a la humanidad a desarrollarse en la paz y espiritualidad…
    este es mi sueño.