Hablemos del Amor

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El amor… extraño sentimiento que es difícil explicar con palabras y que, por otra parte, es sujeto de múltiples interpretaciones y acepciones. Según los grandes maestros y enseñanzas espirituales somos amor, la esencia que conforma nuestro Ser es amor incondicional, sin embargo, el ámbito donde más se aplica este concepto es en el de las relaciones de pareja.

Desde tiempos inmemoriales la especie humana ha venido reproduciéndose, como otras tantas especies, a través de las relaciones sexuales, sin que por ello mediase necesariamente ningún vínculo afectivo. Según la época y la cultura han existido unas estructuras y organizaciones sociales diferentes que permitían el cuidado de la prole hasta que ésta fuese autónoma.

El descubrimiento de la participación del hombre en la concepción, unido al asentamiento de los grupos humanos y al desarrollo de la propiedad privada, trajo consigo la exclusividad. Así, para poder heredar los bienes del padre, debía existir algo denominado fidelidad que, sobre todo, se apoyaba en la castidad o limitación de las mujeres para tener relaciones con otras parejas sexuales. La mayoría de estas alianzas y matrimonios se concertaban por razones de índole económica y social (algo que aún pervive en algunas culturas).

Posteriormente, al matrimonio monogámico se le quiso conferir un toque de romanticismo al dotarle de connotaciones de carácter amoroso, es decir, buscando afinidades emocionales. Actualmente es la forma que prima en nuestras sociedades modernas. Las parejas se tratan por un tiempo, tienen relaciones sexuales y más adelante, si la relación funciona, se comprometen mediante un contrato llamado matrimonio o pareja de hecho.

Desgraciadamente, las promesas de amor eterno suelen durar muy poco. No hay más que ver la cantidad de divorcios que se producen, incluso en parejas que llevan mucho tiempo conociéndose. Y si antes de que existiesen leyes que facilitasen estas rupturas las parejas se mantenían juntas, era por obligación y condicionamiento social, ya que generalmente, la mujer estaba en una situación de dependencia respecto al marido en todos los aspectos.

El amor romántico es, a todas luces, un engaño, una estratagema social que nos impulsa a buscar fuera lo que siempre ha estado dentro. El mito de la media naranja ha hecho y sigue haciendo mucho daño porque parte de una idea de necesidad. Si necesitas que alguien te complemente y te haga feliz vas listo/a. Eso te coloca en una situación dependiente porque estableces que tu felicidad depende del Ser Amado y de lo que quiera ofrecerte. Así, la relación gira en torno a necesidades, proyecciones y expectativas.

Además, el poder del amor es lo opuesto del amor al poder. ¿Por qué digo esto? Pues porque la relación de pareja puede ser a veces una plataforma para que una de las partes ejerza su control sobre la otra mediante el chantaje emocional, económico, la violencia… un sinfín de formas de comportamiento que nada tienen que ver con el amor y mucho con el sufrimiento. Así, una relación que fue idílica en un principio, puede transformarse en un auténtico infierno. Y esto sucede también en las parejas del mismo sexo.

Además, considero que se hace poco el amor. La mercantilización y el utilitarismo del que es objeto el cuerpo (especialmente el femenino), hace que la percepción se quede atascada en la superficie, en la apariencia puramente carnal. Por eso la expresión “hacer el amor” casi siempre significa tener relaciones sexuales. Muy a menudo se “hace el amor” porque toca, porque al otro/a le apetece o te sientes coaccionado/a…

Entregarte de verdad, en cuerpo y alma, sólo puedes hacerlo si te sientes libre para ello y la relación es auténticamente gozosa para ambas partes. Y otras expresiones recién incorporadas gracias al cine como “follar”, se alejan aún más de su auténtico significado: fusionarse con la persona a la que amas, una experiencia que puede llegar a ser casi mística. Sólo quien haya experimentado ese placer verdadero sabe de qué estoy hablando.

El AMOR es mucho más…

El amor no es posesión, no es querer dominar o cambiar aquello que amas. EL AMOR ES UN ESTADO, por tanto, considero que no se debe circunscribir con exclusividad al ámbito de las relaciones de pareja. El AMOR es un sentimiento universal que lo inunda todo como una enorme fuente que mana de nuestro corazón y te embarga, te traspasa, te eleva. No depende de nada ni de nadie pues está dentro de ti, de mí, de toda la VIDA.

Además, existen una serie de señas de identidad que enriquecen la capacidad de amar: la amabilidad, el respeto, ver la mejor versión, apreciar la belleza, aceptar a al otro/a tal como es… Todo esto requiere que ese amor se manifieste en primer lugar hacia nosotras/os mismas/os, porque no podemos compartir nada si antes no estamos llenos/as de él.

Quienes leáis estas reflexiones probablemente las compartáis, sin embargo una cosa es pensarlo y, otra muy distinta, es llevarlo a la práctica, sobre todo, porque pesan años de condicionamientos y de hábitos muy poco amorosos. Y quienes tengáis el propósito real de hacer cambios, os animo a que no lo demoréis, pues cada paso que damos para despertar esa fuente de amor incondicional genera tanta paz y felicidad, que te preguntas ¿por qué no me puse antes a ello?

Cultivar el amor a nosotros/as mismos/as suele confundirse con el egoísmo, un tipo de comportamiento que está censurado socialmente. Para mí existe una gran diferencia entre ser egoísta y sentir amor hacia uno/a mismo/a. En el primer caso la atención está centrada en el exterior. La persona egoísta siempre busca su beneficio afuera: acapara cosas, manipula personas y utiliza cualquier estrategia para lograr sus objetivos, caiga quien caiga. Nunca tiene suficiente pues, cuando ha conseguido lo que quería, ya tiene otra nueva meta. Además, es esclava de una actitud altamente insana que nunca le traerá la felicidad: está siempre comparando sus logros con los del resto.

La persona que se quiere a sí misma enfoca su atención en el interior: se valora, es amable consigo misma, respeta sus tiempos, se aparta de toda hostilidad, cuando siente que se ha equivocado es capaz de perdonarse y siempre trata de ofrecer al mundo su mejor versión. Así se entra fácilmente en un estado de paz y de gratitud que le lleva a ver lo mejor que le trae la vida, incluidas todas las personas y conciencias que le rodean. Lo más fascinante es que, cuanto más se quiere a sí misma, más cantidad de amor comparte, porque otra cualidad importante que desarrolla es la de la empatía.

Activar esa fuente de amor incondicional es el mejor regalo que nos podemos hacer. Al estar enfocados/as en nuestro universo interior podemos alcanzar una alegría y felicidad que nunca pueden proporcionar los logros mundanos porque éstos siempre traen fecha de caducidad. El activar la fuente de amor que somos nos hace entrar en una energía de permanente gozo y armonía, es lo que yo llamo VIVIR EN ESTADO DE GRACIA.

También es el mejor regalo que podemos hacer al mundo porque irradiamos una vibración dulce y amorosa que puede inspirar a otras conciencias. Al sentir amor y paz interiores abandonamos toda lucha y nos abrimos a la maravilla que es vivir. Esto no quiere decir que las experiencias sean siempre fáciles y fluidas, sin embargo, se vivencian desde otra actitud: la de la ACEPTACIÓN. Si no las eludimos y aprendemos a vivirlas desde la comprensión, veremos que todas esas situaciones se presentan para nuestro aprendizaje y mayor bien.

Leí hace años una idea que me inspiró mucho: LA TAZA DE AMOR. Pido disculpas por no recordar el autor/a, pero me parece conveniente compartirla en este contexto. “La taza de amor” es una imagen mental que nos puede ayudar a hacer acopio de grandes cantidades de amor en nuestro interior. Se trata de visualizarte como un recipiente que acoge esa fuente infinita. Para llenarla es preciso dedicarte tiempo a ti misma/o para practicar la meditación, la respiración consciente, relajaciones guiadas, realizar actividades que te hagan feliz (no incluye aquellas que te generen tensión), elogiarte, conectar con tu niño/a interior… estos son algunos ejemplos porque cada cual ha de encontrar aquello con lo que más resuena.

El AMOR tiene otra característica, que es omniabarcante, se puede extender y expresar más allá de nuestros límites físicos porque es una energía. Desde mis preferencias humanas, yo amo profundamente a los árboles, a los pájaros y a las piedras, pero también me embarga una sensación indescriptible al ver imágenes de la Tierra y del cosmos. He sentido un amor intenso interactuando con un bebé o viendo a alguien que es feliz ofreciendo sus talentos al mundo. Me llena de esperanza ser espectadora de cualquier acto de solidaridad y de amabilidad entre seres humanos, porque cuando nos reunimos en grupo por causas nobles y justas fortalecemos los vínculos de amor y de unidad que nunca han entendido de fronteras.

Si nos quedamos en la apariencia de las personas y las cosas nos perdemos la vivencia de la conexión de la VIDA TODA. Si sólo miramos la superficie, no vemos nada. VER implica ir un poco más allá y sumergirte en lo más íntimo de la conciencia que está delante de ti. Si logras esta hazaña, descubrirás que, igual que tú, tiene un corazón que desea abrirse como una flor y compartir su fragante aroma.

María del Mar del Valle
Educadora Social