La Geobiología suscita un creciente interés, especialmente entre aquellas personas vinculadas al mundo de “lo alternativo”. Sin embargo, también tiene sus detractores, personas incrédulas que cuestionan la existencia de energías sutiles y proclaman que la Geobiologìa carece defundamento científico.
Coincido con estas personas en que no debemos creernos nada a priori. Realmente no debemos adoptar una nueva fe geobiológica, tenemos herramientas suficientes para comprobar por nosotros mismos cada una de las situaciones que necesitemos conocer.
En el mundo en que vivimos, donde la información y la desinformación corren tan unidas en función de intereses tan distintos, cualquiera que quiera apostar por la “verdad” no tiene más remedio que ser escéptico y asumir el riesgo de equivocarse.
Con frecuencia, algunos detractores de todo aquello que no llegan a comprender, o no han tenido la oportunidad de vivir, resuelven el tema de un modo drástico: “esto no es científico”. Invalidan así todo aquello que no pertenece al canon de un pensamiento establecido o de una experimentación no generalizable.
Sin embargo, el más hermoso espíritu científico lo he podido observar en los niños, cuando viven y juegan, cuando aprenden sin barreras y con la mente y el corazón abiertos; cuando además experimentan y disfrutan con lo que están haciendo. El verdadero espíritu científico no está separado en lo más mínimo de la vida, ni de la religión, ni de lo sutil; tiene que ver con una actitud ante la vida, una actitud que implique saber, saber de la verdad en un encuentro con lo que la naturaleza nos muestra, con los hechos y no con lo que opinamos sobre los hechos.
A los que la vida ha colocado en posiciones de responsabilidad, en “lugares en torno a la ciencia”, a los verdaderos buscadores y no a los que se esconden detrás de sus propios sistemas de encasillamiento y de creencias, les pediría que se abran a la clarificación de los sucesos que la Geobiología nos aporta. Que donde esté el error lo podamos desechar, y que todo lo aprovechable y lo por venir en estos dominios sean para el mayor crecimiento y desarrollo de la humanidad.
No pretendo con estas reflexiones hacer un planteamiento de los conceptos claves de la geobiología, que ya están bien desarrollados en las publicaciones que tratan del tema, para aquellos que quieran conocer a fondo y con claridad las áreas que abarca, a saber, las energías que se encuentran en interacción con cada uno de nosotros en los lugares que habitamos, bien sean naturales de tipo cosmotelúrico, radiactividad, bien sean artificiales como la contaminación electromagnética, materiales de construcción, bien sean sutiles como las emisiones de formas, bien las propias energías del ser humano en todo su potencial.
Mis reflexiones van dirigidas a mostrar algo de lo que me he ido encontrando con esta experiencia, a abrir nuevas preguntas e interrogantes, cada vez que doy lo que considero un nuevo paso en esta disciplina se abre un verdadero abanico de posibilidades, de hipótesis de sugerencias, de posibles líneas de aprendizaje, de estudio y de investigación.
Es cierto que uno no puede transmitir sino el hecho de su propia experiencia, y entramos en un terreno donde ésta es tan individual y tan subjetiva que uno no puede revelar sino algo relacionado con lo más íntimo de sí mismo, de sus propias actitudes ante la vida y de su manera de ser.
Esto no significa en absoluto que lo que podemos aportar no tenga rasgos comunes a otras experiencias o no pueda servir para establecer generalizaciones y continuar avanzando; con frecuencia le digo a los alumnos que han estudiado conmigo, que se dirijan a realizar cursos con otras personas que trabajan la geobiología.
Estoy convencido de que tratando los mismos temas la transmisión que realizamos es muy distinta, pues es la propia experiencia vital de cada cual la que se pone en juego. En todo caso hemos de tener la humildad de reconocer que estamos en un terreno del que sabemos poco, intuimos algo más y que están todas las puertas abiertas para poder saber.
La vida me dió la oportunidad de leer a Mariano Bueno, autor de “Vivir en Casa Sana”, que introduce en España la Geobiología tal como era ya conocida en Europa. Le agradezco el haberme abierto la puerta olvidada hace muchos años al mundo del “resentir”, al trabajo con las varillas, con el péndulo, con las manos; puertas que, una vez uno se ha introducido por ellas, son sin retorno, siempre en una espiral ascendente de percepción y de conocimiento. Es un libro que además tiene la frescura de la sencillez y cuya lectura os recomiendo.
La Geobiología tiene toda una parte de medición técnica con el uso correspondiente de aparatos para dar cuenta de fenómenos como los campos eléctricos y electromagnéticos, los contadores geiger para medir la radiactividad, el medidor de iones, los medidores de frecuencias de sonido, o el Geomagnetómetro para ver la influencia de las diferentes estructuras del terreno sobre el campo magnético terrestre; sin embargo, la parte más bonita que nos aporta es la que está directamente ligada a la radiestesia, incluso más aún, la parte de conocimiento a la que podemos acceder a través del “resentir”.
La palabra “resentir” es un galicismo. En francés se distingue “sentir”, muy similar en su significado a nuestro sentir, del ¿resentir? una palabra que hace referencia claramente, entre otras, a la percepción y conocimiento a través de la experiencia que no necesariamente tiene que relacionarse con la lógica o ser objetivable, sino que puede ser interna, perteneciente al mundo de la sensación. Y creo que acoge perfectamente en su significado el conocimiento que podemos llegar a tener a través de las percepciones subjetivas. Podríamos pensar que “resentir” es sinónimo de “radiestesia”, una de las técnicas que utilizamos en el conocimiento geobiológico.
Sin embargo, para mí es un concepto mucho más amplio, que se refiere al ser a nivel global. Si bien la radiestesia implica una técnica precisa de utilización de herramientas como el péndulo, o varillas a través del estado alfa, etc…, el resentir -que incluye entre otros el fenómeno radiestésico- implica la cualidad, cantidad y aspectos diferenciales de las energías que nos llegan. Implica todo el ser, no sólo a nivel corporal sino a nivel energético. Nos permite ante todo una mayor precisión de las energías con las que nos encontramos. Es necesario aprender un verdadero “vacío mental” para que éste tenga toda su operatividad.
Es importante aclarar que este “resentir” no es exclusivo de la geobiología, sino que es inherente al ser humano y por tanto sería aplicable a cualquier actividad que éste desarrolle. En Geobiología se trata de una herramienta excepcional por cuanto nos permite acceder a una serie de energías en la interacción vivienda – persona – salud, que si no sería difícilmente detectable con nuestras máquinas.
Aquí cobran importancia dos hechos fundamentales del ser humano. Uno es la posición vertical del mismo, la función de antena (al igual que los árboles), donde las energías entran por los pies en un movimiento ascendente (evolutivo) y salen por la cabeza, o donde otras energías pueden entrar por la cabeza y, en un movimiento involutivo, salir por los pies. Especialmente las que nos llegan a través de los pies nos sirven para captar las energías telúricas, algunas de las cuales podremos medir con el geomagnetómetro, pero otras son muy sutiles y más fáciles de captar por el propio cuerpo humano. Por otro lado está el hecho de que tenemos dos hemisferios cerebrales, el izquierdo que cumple con funciones más de carácter lógico y racional, y el derecho que cumple con funciones más directamente relacionadas con el conocimiento global e intuitivo.
En nuestra cultura se ha desarrollado mucho más el hemisferio izquierdo en detrimento del derecho, pero podemos preguntarnos ¿por qué hemos de limitarnos en nuestro potencial? Si la naturaleza nos ha dado dos hemisferios con funciones específicas para ambos, ¿por qué dejar uno de ellos de lado?, ¿es necesario vivir castrados a este nivel?, ¿no seremos realmente mucho más completos si logramos ser capaces de activar el potencial que ambos
hemisferios tienen juntos?. A veces estamos tan identificados con nuestras propias limitaciones que catalogamos de ¿absurdo? todo aquello que nos saque de rutinas establecidas. Pero la Geobiología nos enseña precisamente el acceso tan interesante a un conocimiento difícilmente cuantificable con nuestra tecnología moderna y sin embargo tan asequible si nos entrenamos un poco.
Hasta aquí se trata de fenómenos y reflexiones que la propia radiestesia viene haciendo desde hace tiempo, especialmente la denominada “mentalista”, pero hemos de añadir algo más para poder entender el verdadero fenómeno radiestésico y del “resentir” en toda su dimensión en lo sutil. Es fundamental para entender este proceso añadir los datos que hoy en día se investigan y circulan ya sobre los Centros Energéticos y su relación con los llamados Cuerpos Sutiles.
En este sentido, aporto una intuición propia (pero que está también fundamentándose en todos los médicos e investigadores de la perspectiva energética), pues no podemos separar esta percepción global que nos llega de las energías que canalizamos en nuestra verticalidad sin entender como se mueven a través de los distintos centros energéticos. Estos centros, que algunos relacionan con determinados colores (diferentes en ocasión según los sistemas de referencia en el tiempo y en el espacio) y que otros relacionan con Espacios de Consciencia, muestran una relación de las distintas partes del cuerpo con las emociones, enfermedades, potencialidades y cualidades de las personas.
En este recorrido a través de la columna, las energías pasan por los distintos centros energéticos, en otras culturas llamados chakras, del cuerpo energético del ser humano. Cuerpo energético, campos energéticos, es decir, una estructura energética alrededor del cuerpo físico que, independientemente del nombre que reciba según los distintos investigadores o culturas, rompe las fronteras del cuerpo y de la percepción humana tal como fueron entendidas de un modo oficial en Occidente hasta hace muy poco tiempo. Incluso en psicología han aparecido nuevas líneas de investigación (Transpersonal, Medicina Energética…) que tienen en cuenta estos criterios para la comprensión del ser humano.
Son ya muchos los que, desde distintas áreas, nos vienen hablando de estos campos de energía. El neurofisiólogo José Delgado habla de ¿campos mentales?, el biólogo Rupert Sheldrake especula sobre los “campos morfogénicos”. El Dr. Harold Saxon Burr, de Yale, los llamaba “campos vitales”. En los años treinta, los científicos soviéticos los denominaron “campos bioplásmicos”. Podemos añadir a ello las diferentes explicaciones dadas por distintos videntes en distintas culturas, las fotografías de tipo Kirlian que se han experimentado con todo tipo de seres vivos; y aunque es cierto que nos pueden faltar muchos datos para completar las explicaciones, se perfila una verdadera línea de investigación que nos permitirá llegar mucho más lejos en la comprensión de todos los fenómenos que involucran las percepciones subjetivas, no susceptibles de demostración o generalización.
Uno de los términos más comunes actualmente con los que se aglutina estos campos de energía es el del aura. Como desarrolla el ya citado Dr. Badgley en sus libros sobre Medicina energética y Chakras, “el aura humana es la red de comunicación entre las energías sutiles del entorno y las antenas del sistema nervioso en el cuerpo físico. Estas relaciones no son inesperadas. El cuerpo físico está constituido por trillones de células. Cada célula contiene millones de moléculas y cientos de miles de reacciones químicas, que están ocurriendo simultáneamente. Parte del sistema está degenerando y muriendo al mismo tiempo en que otras partes están siendo reemplazadas y re-creadas. Se sabe que el sistema entero tiene la capacidad de autocurarse”.
La inmensa complejidad del sistema completo del cuerpo físico nos permite inferir la influencia y control de un campo omnipenetrante, el Campo Vital Universal. El campo del aura comunica las energías del campo universal con el cuerpo físico a través del sistema nervioso y el sistema glandular que, a su vez, regulan el funcionamiento de los tejidos musculares.
Cada vez se desdibujan más los límites con los que nos hemos acostumbrado a pensar el mundo físico existiendo una mayor interacción, ya reconocida desde la física, entre el propio ser humano y su realidad existencial, su realidad de pensamiento, su realidad emocional. Algo que las distintas culturas tribales como la de los aborígenes australianos o los pueblos indios de Norteamérica, ya nos decían sin tener que recurrir a la técnica. A ello podemos añadir la concepción de la trama energética que Didier nos introduce en “Lado cruz – lado cara”: “A modo de tejido invisible está en toda cosa, desde la estrella hasta el átomo, y colma el universo”. De lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño, “todas las energías que circulan en el universo no se vehiculan en la nada, utilizan la trama como soporte y siguen rutas precisas de circulación”.
Existe una interacción total entre el campo energético humano y todo lo que le rodea; especialmente con la Tierra que lo sostiene. Recientemente realicé un estudio sobre una vivienda. Después de haber establecido la presencia de agua subterránea, las líneas del campo magnético y cuestiones claves de radiactividad, electromagnetismo, emisiones de formas, etc… hablaba con las personas que vivían en el piso de un “resentir” que había tenido. Había podido sentir en el lugar unas enormes energías de sufrimiento, pero ¿cómo podía demostrarlo?, energías de sufrimiento y también de posibles enterramientos, o muertes, etc… Era algo que sentía y que desgraciadamente no podía demostrar. Cuál fue mi sorpresa cuando un mes más tarde estas personas me comentaron que, a través de unas obras que se han realizado en el garaje del edificio en el que viven, se han encontrado búnkers de la guerra española. ¿Cómo es que yo había podido percibir algo de esto, cómo podía saber que existía algo de estas características sin saberlo? No es la primera vez que me sucede algo similar, y sin embargo, pasa. Son muchas las personas con las que hemos compartido experiencias de este tipo; tanto en los grupos de trabajo de medicina energética como en GEA, por no citar los múltiples casos que podemos recorrer en la literatura actual.
Es abriéndonos a estas energías y a estas posibilidades que encontraremos el verdadero camino del “resentir”, y no solamente en el campo de la geobiología sino en la vida en general. Al fin y al cabo, aunque la intuición no tenga un lugar muy adecuado en nuestra cultura, la usamos desde siempre; y si no, pensemos como hemos tomado las decisiones más importantes de nuestra vida, o de que manera hemos seguido no pocas veces los impulsos de nuestro corazón a pesar de que la lógica nos señalaba un camino distinto cuando no contrario.
Sin embargo hemos de ser cuidadosos, no hay ninguna garantía de que esas percepciones no pertenezcan a nuestra subjetividad y no formen parte de la realidad energética del lugar. Cuanto más capaces seamos de afinar nuestro propio instrumento, que es el cuerpo y la mente, más capaces seremos de afinar en las percepciones que nos vamos encontrando.
No hay que empezar por grandes cosas, sino comenzar a sentir las que hacemos a diario, a veces tomarnos el tiempo de oler una flor, de pararnos en el discurrir de todos los días, de sentir si la atmósfera del lugar es agradable o no, de intentar sentir esas energías de la comida, las de la casa, las del bar. Sentir cada una de las situaciones de la vida cotidiana, comenzar a observar de otra manera los problemas que “se nos repiten en la vida”. ¿Son culpa de los demás, o de la propia vida?, ¿o quizás se nos repiten tanto que debamos pensar que tienen que ver con nosotros? Cada vez que nos paramos a sentir en cualquier aspecto de la vida, estamos dando un gran paso. Cierto entrenamiento posterior por vías que la radiestesia, la medicina energética, distintas técnicas de movimientos conscientes (taichi, Chi kung, sourcing), etc… entre otras nos permitirán el acceso a todo un conocimiento a través de nuestro hemisferio derecho.