Advaita Vedanta

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Nuestro esquema mental occidental nos conduce, irremisiblemente, por la encrucijada del encajonamiento o el encuadre de cualquier palabra que escuchamos, leemos o pensamos. Y ello desemboca en una pérdida sustancial de su verdadero significado. El Advaita Vedanta es una experiencia en sí misma, que resulta imposible de comprender a través de la mente o del habla.

Hace cinco mil quinientos años (teniendo en cuenta la imprecisión de la India en la datación de su historia) se produjo la gran unión (yoga), de arios (invasores) y dravidianos (invadidos) en los valles de los ríos Indo y Saraswati, en los territorios que hoy se corresponden con India y Pakistán. Los primeros, dirigidos por una casta sacerdotal, portadores, por un lado, de “lo recordado” (shruti), los Vedas no escritos, y por otro, de “lo oído” (sriti), compuesto por leyendas que nos llevan hasta el origen, que darían lugar mucho más adelante al Ramayana y al Mahabharata, así como de una rudimentaria miscelánea de fonética, ritual, gramática, etimología, métrica y astronomía.

Los dravidianos, por su parte, eran depositarios de un método científico psicosomático para mejorar la salud, prolongar la vida y ampliar la consciencia denominado Yoga, así como de una cosmovisión dualista de la realidad denominado Samkhya, ambos de origen desconocido.

Esta unión sexual ario-dravidiana concibió un nuevo ser denominado actualmente hinduismo o, más exactamente Sanatana Dharma, que no es más ni menos que la ley natural que mantiene el orden en todos los planos de existencia y conciencia.

Una vez transcritos los primeros Vedas, comienzan a florecer las Upanishads, como bellas flores diseminadas por la pradera de lo más hondo de la consciencia y lo más elevado de la sabiduría.

Existe una clasificación, mayoritariamente admitida, de este océano casi ilimitado de sapiencia, hoy en día denominado hinduismo. Darshana es un “punto de vista” o un “aspecto” de la realidad, que normalmente se viene traduciendo como “escuela filosófica”, aunque resulte ser algo mucho más amplio de lo que implica esta definición tan escueta. Darshanas que erigen a los Vedas y las Upanishads como enseñanzas reveladas a los rishis (sabios iluminados), de origen divino, y que por ello se consideran ortodoxas; y darshanas que, aún respetando profundamente estos textos, no les confieren este origen celestial. Dentro éstas últimas, podría citarse el Budismo, el Jainismo y los Charvakas. Dentro las primeras, se encuadrarían el Samkhya, el Yoga, el Vaisheshika, el Nyasa, el Pruva Mmimamsa y el Uttara Mimamsa o Vedanta. Vedanta con tres connotaciones: dualista (Dvaita), no dualista cualificado (Vishishtadvahita), y no dualista (Advaita).

El Advaita Vedanta constituye un sistema que va mucho más allá de lo puramente filosófico. Místico, atemporal, trascendente, eterno, metafísico, espiritual. Asentado en los Textos Sagrados fundamentales del hinduismo. Sus pilares más evidentes se sustentan en los Vedas, las Upanishads, el Bhagavad Guita, y los Brahma Sutras, sin descartar notorias coincidencias con el Shivaismo Tántrico de Cachemira.

Podría decirse que Gaudapada escribió la primera obra estrictamente advaitavedantina: un comentario en verso de la Munduka Upanishad. Ahora bien, no existe mucha discusión en cuanto a otorgar a Sánkara (siglo VIII, discípulo de Govinada, a su vez discípulo de Gaudapada) el título de fundador de esta darshana. Y desde él, un linaje ininterrumpido que pasa por la inconmensurable figura de Sri Ramana Maharsi (1879-1950).

Para el Advaita Vedanta, Brahman es la única realidad, y Eso (Brahman) eres tú.            Todos los textos vedantinos coinciden en la importancia de la figura del Gurú, así como en la disposición y las cualidades del discípulo que pretende sumergirse bajo las aguas de esta disciplina. El aspirante debe estar dotado de un claro discernimiento entre lo que es real y lo que no lo es (viveka); un total desapego a lo mundano (vairagya); las seis virtudes, a saber: una mente aquietada (sama), dominada (dama), recogida (uparati), paciente (titiksa), confiada (sraddha), y estable (smadhana); además, debe estar guiado por un ferviente anhelo de liberación (mumuksuta). Esta disposición existencial es necesaria para poder cruzar el océano de la rueda de nacimiento y muerte (samsara) y alcanzar la verdadera liberación.

El método a utilizar es la autoindagación (vichara). A través de él, el aspirante irá penetrando en la esencia de sus diferentes cuerpos. Se dará cuenta de que el testigo (turiya), el observador, no es el cuerpo grosero con el que se había venido identificando, compuesto por las siete sustancias (dhatus), ni por la combinación de los cinco elementos densos (tierra, agua, fuego, aire y éter).

Esa desidentificación con su propio cuerpo le permitirá indagar en espacios más profundos, como su cuerpo sutil. Discernirá la energía vital (prana), en sus cinco funciones de apropiación (prana), expulsión (apana), distribución (vyana), asimilación (samana), y emisión sonora (udana), como aquello que impulsa el hálito de vida a ese cuerpo grosero. Y descubrirá el gran misterio humano: su órgano interno; el cual, cuando realiza la función de pensar, se le llama manas; cuando razona, decide o discierne, se le llama budhi; cuando recuerda se le llama chita; y cuando se identifica consigo mismo se le llama aham-kara. Inspeccionará, uno a uno, los cinco órganos de acción (panca karmendriyas), que sustentan a manas: voz, aprehensión, locomoción, excreción y generación; así como los cinco órganos de percepción (pancha jñannmendriyas) que alimentarán a budhi: ojos, orejas, nariz, lengua y piel. Se irá alejando de ellos para llevarlos a su propio centro.

El adepto, una vez concebido que tampoco es este cuerpo sutil, estará en disposición de adentrarse a experimentar en las entrañas de su cuerpo causal. Allí, desde muy cerquita, casi, casi tocará a la ignorancia (maya), entretejida por sus tres cualidades que lo impregnan todo: la pureza (sattwa), la actividad (rajas) y la inercia (tamas), para formar los cinco elementos en estado puro. Verá el universo reflejado en ella. Ya sólo le quedará dar el gran salto, para asumir que maya no es existente ni no existente, ni igual ni diferente, que no está compuesto de partes.

Y llegará al paso definitivo, al gran suicidio del ego: trascender maya, y realizar a Brahman. Entonces, maya se disipará, al igual que desaparece la serpiente cuando el discernimiento revela que es una cuerda, y se revelará la verdad.

Las preguntas cesan. Se manifiesta una única respuesta. La dualidad se difumina. Nada está separado de nada, y todo forma parte de todo. El apego deja de existir, y la luz del discernimiento derrota a la oscuridad en la que, hasta entonces, habían discurrido sus vidas pasadas. Sólo existe Brahman. Nada es que no sea Brahman. Brahman es uno, eterno, indivisible, indiferenciado, sin principio ni fin, sin efecto ni causa. Es existencia, consciencia y dicha. El uno sin segundo. Eso es Brahman. Eso eres tú. A esta experiencia se llega meditando en el loto del corazón.

En el camino de la auto-indagación, el practicante deberá sortear los obstáculos que el mundo le va a ir colocando a su paso; los manjares que la mente le pondrá delante para distraerlo. Es importante, en estos casos, reencontrarse con ese espacio de silencio que reconduce a “el testigo” que sólo observa, sin implicarse. Y, cuando la identificación cesa, el desapego eclosiona, y el gozo de esta experiencia se desborda en el océano de la eterna felicidad.

El paso más complicado consiste en desidentificarse y abandonar la propia identidad. Esta pérdida, supone la ganancia de lo infinito. Y, el supuesto menoscabo, se convierte en un logro imposible de explicar conceptualmente.

El liberado en vida (jivan mukta) es aquel cuya mente permanece sumergida en la eterna felicidad. Libre de ansiedad. Independiente de las ideas de “mío” y tuyo”. Contemplador de lo diferente con una única mirada. Ya no busca, porque ha encontrado. Sumido en la profundidad del silencio, porque sabe que la palabra es la primera distorsionadora de lo real. Y cuando el verbo cesa, el sujeto, el objeto, y el predicado, dejan de tener significado. Es entonces cuando los resultados de las acciones acumulados durante miles de ciclos (karma) quedan aniquilados. Esa es la simiente de la que resurge la liberación (moksha).

No se trata de un proceso conceptual, sino de una experiencia total. Se trata de utilizar la mente para llegar a la no mente. La técnica consiste en la permanente concentración. Hasta que llega el momento en que se abandona el mismo método. Entonces, no hay nacimiento. No hay muerte. No hay buscador. No hay nada que buscar. Todo es Brahman.

Decía Ramana Maharsi en su Upadesa Sara:

La mente es meramente pensamientos. De todos los pensamientos, el pensamiento “yo” es la raíz. Búscalo en tu interior. Entonces se desvanece. Esa es la verdadera búsqueda de la sabiduría”

Afirma Krishna en el Bhagavad Guita que:

de todos los caminos, el del jñana yoga es el más elevado”

Y esta es la senda del Advaita Vedanta.

Ángel Gracia Ruiz
Abogado. Profesor de Yoga, Tantra y Masaje Holístico. Escritor.
angelgra@telefonica.net
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