El arte de preguntar

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La Real Academia de la lengua considera que una pregunta es una interrogación que se hace para que “alguien” responda. Ese “alguien” en muchas ocasiones somos nosotros mismos cuando preguntamos internamente, ese “alguien” es a veces otro interlocutor con quien deseamos entendernos, ese “alguien” es el universo cuando lanzamos nuestros dilemas al aire esperando que su eco devuelva alguna certeza que pueda consolar nuestra alma:

  • ¿Quién soy yo?
  • ¿Cuál es el sentido de la vida?
  • ¿Cómo puedo contribuir a hacer un mundo mejor?…

La pregunta es una de las claves esenciales de toda comunicación y ha sido el impulsor clave para que el ser humano evolucione. No se hubiera descubierto la gravedad si Newton no se hubiera preguntado ¿Por qué ha caído del árbol esta manzana? La teoría de la relatividad de Einstein surgió de la pregunta ¿A qué se asemejaría el universo si estuviera cabalgando sobre el final de un haz de luz a la velocidad de la luz? Watson y Crick se preguntaron ¿Qué pasaría si imagináramos el ADN en 3D? Jung no hubiera descubierto el inconsciente colectivo si no se hubiera preguntado ¿Por qué los mismos inventos emergen en distintas partes del planeta simultáneamente? ¿Cómo es que hay símbolos similares en la artesanía de lugares tan distantes? Buda comenzó su peregrinación vital para encontrar respuestas a una pregunta que latía en su corazón una y otra vez: ¿Cuál es el sentido del sufrimiento?

Si se interroga a los seres humanos haciendo bien las preguntas, ellos descubrirán por si mismos la verdad de las cosas.

PLATÓN

Una de las presuposiciones iniciales de la Programación Neurolingüística, –disciplina que ayuda a explorar como pensamos, sentimos y nos comunicamos– afirma que el cerebro humano difícilmente puede no responder si se le hace una pregunta, pues ante una pregunta el cerebro pone en marcha todos los ajustes internos necesarios para poder generar una contestación. El cerebro está programado para contestar las preguntas que se le hacen. ¡Es por ello imprescindible mejorar la calidad de las preguntas que nos hacemos a nosotros mismos y que se le hacen a los demás!  

Por ejemplo, si te hago la pregunta: ¿Cuál es la experiencia más gratificante que has tenido en los últimos dos días?”

Para contestar es preciso enfocarse en lo gratificante y entrar en ese estado para construir una contestación. Esto explica uno de los enormes beneficios de las preguntas: la posibilidad de redireccionar tu atención a un estado deseado, hacia una actitud que me permita disfrutar y me posicione en la mejor versión de mí.

Si yo te pregunto: ¿Por qué no puedes salir de ese lío?

Es posible que te venga a la mente alguna situación compleja de tu vida y tras evocarla como si la estuvieses viviendo en ese momento generes una contestación: “porque no tengo claro qué he de hacer, porque me cuesta enfrentarme a personas que quiero, porque habría que hacer mucho esfuerzo para cambiarlo, etc.

Ahora bien, si en vez de sobre el estado problema “lio” preguntamos: ¿Qué estoy aprendiendo de esa situación?

Accederíamos a respuestas e información mucho más útil que la que se enfoca en el lío. El resultado será que empezaremos a recibir nuevos enfoques y aprendizajes sobre la situación que vivimos. La pregunta sobre el lio expande el estado problema y la pregunta sobre el aprendizaje abre posibilidades y horizontes. La pregunta es una manera muy potente de inducir estados. Se consciente de qué estado estás convocando con ella.

Recuerda: dónde está tu atención, está tu energía. Las preguntas son como un enorme faro en una noche de luna nueva. Cuando el faro redirige su enorme haz de luz hacia un determinado lugar todo ese espacio se aclara, dejando otras zonas en oscuridad. Es fundamental tomar conciencia de hacia dónde estamos enfocando, en qué estamos invirtiendo toda esa energía. De ahí la tremenda importancia que tiene estar atento a cultivar flores en el jardín de la mente y plantar pensamientos y preguntas que sean semillas llenas esperanza, endorfinas, buen rollo y potencial.

Si tuviera un problema y mi vida dependiera de la solución emplearía los primeros 55 minutos en formular la pregunta adecuada, porque una vez bien definida la pregunta se podría resolver el problema en cinco minutos.

EINSTEIN

Para llegar a contestar “Comenzar a ser plenamente feliz” ¿Cuál podría haber sido tu pregunta?

Si queremos mejores respuestas es imprescindible hacer mejores preguntas.

A lo largo de nuestra vida nos hemos hecho infinidad de preguntas a nosotros mismos. Muchas de ellas nos han ayudado a decidir, a posicionarnos en una dirección o a tomar una actitud diferente en una situación.

Hemos lanzado preguntas limitantes y preguntas potenciadoras.

Preguntas potenciadoras como ¿Qué conclusiones saco de esta experiencia? ¿Qué te impide hacer eso que deseas? ¿Cuándo comenzaré a ser yo mismo? te hacen avanzar.

Preguntas limitantes como ¿Y si me atrevo y me vuelven a hacer daño? ¿Y si fracaso? imaginan el peor de los escenarios, bloquean el fluir y restringen posibilidades previniendo cosas que posiblemente jamás ocurran. Este tipo de preguntas anticipatorias son un pasaporte seguro a amargarte la vida.

Tras una pregunta siempre late un valor o contravalor, una creencia potenciadora o limitante que la impulsa y la da vida: miedo-valentía, incertidumbre-confianza, carencia-abundancia, inestabilidad-constancia, inquietud-serenidad, conflicto-armonía, ambigüedad-claridad, separación-unión, insatisfacción-alegría… elige conscientemente una y otra vez el tipo de semilla que quieres plantar y regar.

Da el arquero en el blanco sólo si él mismo viaja en su pregunta.

PROVERBIO ZEN

Las preguntas potenciadoras:

  • Promueven una nueva comprensión
  • Llevan la atención a un lugar de exploración relevante
  • Se focalizan en las soluciones
  • Mueven a la acción y a la exploración (de intenciones, actitudes, emociones, creencias)
  • Ayudan a responder a la situación
  • Pueden dar un sentido más profundo a la vida
  • Pretender aprender a partir de una situación concreta
  • Sirven para transformar un estado limitante en una oportunidad de potenciación
  • Unen puntos, nos conectan a recursos externos e internos
  • Empoderan y refuerzan nuestra identidad

Las preguntas limitantes:

  • Focalizan en el problema o estado del que nos queremos alejar
  • Agrandan el problema y nos asocian a él emocionalmente
  • Tienden a crear bucles mentales repetitivos, parálisis por análisis y una sensación de estar dando vueltas en un laberinto complejo
  • Suelen hacernos sentir solos, separados, indefensos, inculcan miedo y baja auto estima

Las preguntas adecuadas son la piedra angular de todo ser humano que escucha con verdadero interés a su interlocutor.

Creo que en esta vida cada uno tiene un peregrinar único, personal e intransferible. Nuestro camino estará marcado por algunas preguntas que nos acompañarán a lo largo de la vida. Determinadas pruebas, eventos inesperados, separaciones, enfermedades y pérdidas de seres queridos nos embarcarán en un viaje interior en busca de respuestas.

Muchos de nosotros tenemos alguna pregunta esencial pendiente. Sencillamente la tapamos, la sumergimos hacia dentro, la cubrimos de mucho hacer y no le damos el espacio necesario, sin embargo el vacío o nudo emocional de la no respuesta permanece dentro, a la espera. Muchas de estas preguntas esenciales pendientes se generaron en momentos de impacto emocional durante la niñez. ¿Tuve la culpa de la separación de mis padres? ¿Si me esfuerzo por ser guapa o exitosa me aprobará papa? ¿Por qué Dios permitió que se fuera mi hermanito?… A veces nos montamos todo un estilo de vida intentando huir de esa pregunta interna. Sin embargo muchos eventos vitales o bien cuando comenzamos un camino de crecimiento personal emerge la niña o el niño buscando una contestación, necesitando recursos de la parte más adulta y más esencial de nuestro ser. No eludas esas preguntas. Dalas espacio cuanto antes y dalas respuesta. Te darás cuenta de que la respuesta es la adecuada no porque sea la más lógica o sabia. Cuando llegues a “tu respuesta” te darás cuenta: será una respuesta sencilla, dirigida a ese niño, a esa niña y te aportará una profunda paz y una indescriptible presencia.

Bienaventurados los que se preguntan y dudan, porque ellos seguirán apasionados, porque ellos se mantendrán despiertos y vivos. La curiosidad activa tu cerebro y las ganas de vivir.

Según un estudio dirigido por Matthias Gruber, investigador de la Universidad de California, tener curiosidad por algo activa el sistema de recompensa del cerebro y se segrega dopamina, un neurotransmisor que nos lleva a lograr objetivos. El hipocampo, fundamental en la formación de la memoria, también se beneficia de las expectativas y se activa más cuando mostramos interés. La expectación/curiosidad que genera un tema pone al cerebro en un estado que le permite aprender y retener cualquier clase de información. En este estado, nuestra mente no solo absorbe lo que nos interesa sino que retiene todos los datos que rodean a la materia de nuestro interés. Eso explica por qué a veces cuando leemos una novela memorizamos sin esfuerzo detalles del argumento y en cambio cuando tenemos que estudiar nos cuesta más recordar los datos.

Los discursos y relatos siguen el rumbo que marca el fluir de su prosa. Las preguntas abren puertas nuevas, lanzan flechas capaces de cambiar los acontecimientos. Es interesante reflexionar también sobre qué nivel de vibración, qué nivel de conciencia instauro con ellas. Para ello es fundamental considerar

¿Desde dónde preguntas?

Las preguntas que te cambian la vida se suelen hacer cuando has parado, has vuelto a ti y has hecho silencio. No pretenden obtener ninguna ganancia secundaria ni justificar nada. Tu alma viaja en ellas latiendo en un firme compromiso y entrega. Las preguntas que te cambian la vida se suelen hacer desde la humildad y la rendición del que admite que no lo sabe todo, del que asume estar ciego a muchas cuestiones en las que sencillamente no puso atención. ¿Qué no estás viendo? es una pregunta de la que siempre obtendremos valiosa información.

Como bien apunta el gran maestro de Mindfulness Thich Nhat Hanh: La condición básica para ser felices es concentrarse en ser felices. Ojala todas las preguntas que recrees en tu interior y aquellas que lances como una flecha al corazón o a la mente de otros se concentren en una pura intención de ser felices y en procurar el mayor bien para todos los implicados.