Determinadas actividades que el ser humano puede realizar están rodeadas de un cierto misterio.
Percibir que somos capaces de generar una vibración que denominamos “Amor” supone una capacidad de síntesis hacia la interiorización y su experiencia. Lo identificamos a través de recibir manifestaciones positivas desde el exterior. Es entonces cuando el afecto, el cariño, se convierte en algo “reconocible” de forma instantánea y, podríamos decir, casi instintivo.
Emitir esa energía es una capacidad que vamos desarrollando según las experiencias que vivimos, las síntesis intelectuales y la capacidad de “buscar la mejor expresión de uno mismo”. Todo ello hace que tomemos la opción, progresivamente, hacia lo que denominamos Amor Puro o Amor Incondicional.
Vitalidad – Amor – Sonido
Las propiedades y el potencial que posee el sonido humano están empezando a ser intuidos por muchos de nosotros.
El Arte de la Voz Verdadera se puede hacer presente, gracias a un mayor conocimiento técnico (y tecnológico) y gracias también al hecho de asumir con mayor precisión el binomio materia/energía, que nos configura como seres terrestres y seres de luz. Comprendiendo que nuestra energía tiene las mismas capacidades de la luz, que puede transformarse en calor, en cromatismo y en vibración sonora (audible) y energía sónica (inaudible par el odio humano) es realmente un punto exponencial. Hemos aprendido a hablar y a emitir sonido melodioso en el canto, igual que hemos aprendido a usar los cubiertos en la mesa. Y en realidad, el proceso de aprendizaje es “por empatía”, no sólo por repetición. Este parámetro también es energético, ya que “el campo” que se crea cuando el adulto rodea al niño en relación a cualquier aprendizaje, favorece la asimilación de la práctica y potencia las experiencias que nos dan seguridad: hay una buena intención y una emisión amorosa por parte del que enseña.
Si lo contemplamos desde el ámbito de la conciencia, la Energía Primigenia se “desdoble” en vibración. Está representado por un sonido (OM), por una explosión (lo que denominamos el BigBang) y por la aparición de un océano vibracional o campo cuántico que ha hecho posible la vida tal como nosotros la conocemos. Curiosamente, esto se describe en todas las culturas, en todas las filosofías ancestrales.
El Don de la Voz representa una capacidad especial de organizar vibraciones en el contexto de “modulación de ondas” o de “ondas moduladas”.
Si desarrollamos este Don, podremos incorporar el formato ondular de la voz vibraciones que presentan otro rango, como es el corazón, con lo que denominamos vibraciones cordiales. Y por otro lado, la energía vibracional de pensamiento, que promueve, vincula o sintetiza emociones también se integra, al principio de forma automática e inconsciente, en la impronta que el sonido deja en el aire, desde el emisor a la persona receptora.
La capacidad de unificar o “trenzar” (esta es la expresión que utiliza D. Winter para explicar lo que sucede en el ADN, flexible en su movimiento, interactivo con los mecanismos de la emoción humana) es fundamental para integrar este concepto sobre la importancia de la emisión vocal de calidad, tanto física como espiritualmente.
El Don de la voz es sinónimo de un tesoro vibracional –por supuesto– que permite configurar formatos ondulares con significación trascendente (si así lo elaboramos conscientemente), al igual que el niño realiza caminos con la arena de la playa. Se produce una alquimia en la energía, que va teniendo acceso a la escala de franjas dimensionales.
La textura del sonido se sutiliza con las otras vibraciones que estamos mencionando: del corazón, del pensamiento, de la intención y de otros niveles de conciencia; esta situación de las ondas así moduladas (o modeladas, con esos ingredientes que explicamos) traspasa el ámbito de la esfera terrestre, se mueve en el inconsciente personal en principio, grupal y colectivo según avanza, y se abre a través de otras ondas (theta, delta y más allá) hacia franjas de conciencia en donde se manifiestan los contenidos, las informaciones, los sentimientos de orden superior que poseen un rango similar vibracional con el cual pueden acoplarse, ensamblarse, coexistir y co-crear desde ese nivel de vibración (en el océano cuántico desplegado).
El Don de la voz, nos permite pues, actuar en una capacidad de comunicación multidisciplinar, se convierte en una posibilidad de “multi-tarea” y se transforma, se conecta con el espacio-tiempo multidimensional.
- Es multidisciplinar, porque reúne técnicas y vitalidad para transmitir conocimientos en las distintas áreas de la vida y posee efectos benéficos en la persona (respiración, salud, emociones, comunicación, orientación pedagógica, coaching evolutivo…).
- Es multitarea porque cumple varias funciones: la expresiva, la de intercambio, la afectiva, la de orientación, la de conexión supra-planetaria, etc.
- Es multidimensional porque está capacitado para emitir y recibir más allá del contexto terrestre.
El ser humano, como punto central de comunicación tiene la oportunidad de:
- Verbalizar en sentido horizontal en el lenguaje humano
- Expresar su identidad, como ser encarnado
- Vibrar en sentido vertical para promover una comunicación dimensional y experimentar estados vibratorios en otros niveles de conciencia.
El Don de la voz nos capacita para el virtuosismo de la expresión de nuestra Conciencia
El aprendizaje es gradual, desde el modelo parental, en donde los padres proporcionan un entorno o ambiente vibracional con la suma de todos los componentes: es el primer ámbito del que se nutre el bebé recién llegado. El modelo escolar nos va insertando en la comunidad, con un entorno vibracional en el que encontramos muchas personalidades singulares, es como tener un montón de árboles pequeñitos, distintos, creciendo juntos.
El modelo social, que nos ofrece el perfil de nuestra propia personalidad frente a otros perfiles, con el contraste de experiencias favorables o impactos que consideramos “desagradable”.
El modelo de identidad, donde tomamos decisiones trascendentes para “rastrear” lo que significa el contacto con uno mismo y la meta de realización en esta biografía (o lo que denominamos Misión de Vida).
El modelo dimensional en donde constatamos la capacidad profunda de expresar nuestra singularidad de conciencia, nuestro ser esencia e irrepetible.
Esta secuencia de aprendizaje abre el potencial hacia una consolidación profunda o una integridad comprendida de “quién soy yo”. El mejor ejemplo sería el de una flor que ofrece su perfume en el tiempo en que está floreciendo.
Este Don de la voz es similar a ese perfume. Es el ”perfume vibracional del alma”, como una especie de melodía aromática, que tiene vida propia y se desplaza por los espacios cuánticos que ofrecen otras franjas dimensionales más sutiles de la Existencia.
Ese perfume vocal, que da soporte a nuestra identidad de conciencia, a nuestra singularidad, es el elixir que se mueve en forma de elevación hacia otros lugares sutiles, que recogen, identifican, comparte y generan nuevas respuestas en esa comunicación vertical.
Hay que decir que la voz de cada persona podría considerarse única e irrepetible, como la huella digital.
Nuestra mente tiene la capacidad, por ejemplo, de recordar con precisión las características vocales y emotivas de la voz de un ser querido que ya no está con nosotros. Existe, al parecer, una zona del cerebro que puede reproducir el recuerdo sónico de esa voz en particular, aunque no podríamos expresarla físicamente.
Sabiamos que las vibraciones de la voz unidas a las del alma se transforman en seres amantes en el reino de los cuerpos de luz”
(Memoria de Esenio. Daniel Meurois-Givaudan).
Macarena Miletich
macarenamiletich@gmail.com