Meditación en el Agua

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Awa es una meditación que se hace en agua. Es un encuentro íntimo y profundo con nosotras y nosotros mismos, donde interviene la acción conjunta del agua y nuestra atención al momento presente. Esta forma de meditación ha sido creada por Marina Borruso, aplicando las enseñanzas de Eckhart Tolle, en la práctica del poder del ahora. En este tiempo actual, el agua nos pone en contacto con lo femenino, la energía que ahora está “regresando” a la humanidad. Cuando lo femenino comience a manifestarse, lo masculino será equilibrado y podremos comenzar a vivir en un mundo más nutriente, pacífico y creativo. El agua nos guía, es la que nos permite volver a la armonía. Meditar en el agua, nos hace recordar esta armonía y nos comunica inmediatamente con la vida.

 “Cuando estoy en un estado de meditación en el agua siento paz y como si una sonrisa se extendiera por todo mi cuerpo. Mi cuerpo se mueve solo. A la vez es algo tan sencillo, tan natural”, nos explica Joseba. Olatz añade “Cuando estoy en el agua siento una gran alegría, mucho amor, siento una unión muy íntima conmigo misma y con la persona a la que acompaño. No hago nada, me dejo ser. Siento que algo se expande dentro de mí”. 

La sesión en el agua puede durar una hora aproximadamente, luego es importante tumbarse para integrar la vivencia. Las personas se acuestan, se relajan, están arropadas con una toalla seca para estar calentitas y cómodas. Permanecen unos veinte minutos descansando. Ese pasaje es importante para que la sesión concluya pues todo lo que se movilizó, aunque se salga del agua, continúa su proceso. Después de ese tiempo de integración se realiza un compartir. Es una fase valiosa pues nos da la oportunidad de escuchar lo que han vivido los demás y expresar nuestra propia vivencia. En ese intercambio aportamos y aprendemos de los demás. 

Marina Borruso ha expresado que meditar en agua acelera el despertar de la conciencia. Lo hace desde su propia naturaleza: fluyendo. El agua facilita la meditación, que a veces se hace difícil sentados en un cojín, pues se vuelve algo natural, espontáneo, posible. Después, en la vida cotidiana, notamos que todo se simplifica: decisiones, elecciones, respuestas a los desafíos, sabiduría para resolver las relaciones difíciles, las emociones se integran, todo se vuelve más fluido, todo se vuelve una corriente abrazada por la Existencia. Apoyados en lo femenino vamos al encuentro de lo masculino. Este es el milagro de la curación que el agua ofrece siempre a todos los que quieran encontrarla.

Una sesión de grupo 

Un encuentro grupal de meditación en agua comienza reuniéndonos en la sala junto a la piscina. Nos sentamos un rato y comenzamos a tomar conciencia de nuestro cuerpo. Es esencial habitar el cuerpo, sentirlo, conectar con el estado meditativo. Es algo muy sencillo: la mirada en lugar de ir hacia fuera, como es habitual, va hacia adentro. Por ejemplo podemos sentir la vibración de vitalidad que anima nuestro cuerpo; nos ayuda la respiración, una respiración consciente; sentir ese ritmo que va y viene, llenándonos y vaciándonos. A veces cantamos sonidos simples, sintiendo como vibra el sonido en la garganta, en el cuerpo. Así nos despegamos de la mente racional, de los pensamientos y nos ponemos en contacto con la dimensión más profunda, con nuestra verdadera naturaleza que podemos llamar el Ser o la Conciencia. 

Nos damos cuenta que estamos presentes pues sentimos una quietud interior, una serenidad, una sensación de espaciosidad. 

Luego, despacio, manteniéndonos en ese estado, nos deslizamos al agua, entrando en contacto íntimo con ella; el agua se abre como espacio para dejarnos entrar. Permanecemos atentos y sintiendo la vibración vital que se asoma espontáneamente.

El agua está calentita y ese primer contacto es muy maternal, muy dulce. Invita a relajarnos más. Entonces nos vamos ubicando donde lo sentimos, dejándonos ir sobre la superficie del agua, flotando, sin hacer movimientos. Cerramos los ojos; eso permite que cada uno esté consigo mismo y en contacto con el agua que lo rodea, que lo sostiene y que verdaderamente lo abraza. Lo más sugerente es abandonarse: no-hacer. Eso no significa quedarnos quietos, inmóviles, petrificados; el agua nunca está quieta; nos volvemos muy semejantes al agua: flexibles, dúctiles. Si hay un movimiento surge del interior, de la vitalidad que poseemos. Ese movimiento no está dictado por la voluntad de la cabeza, o con un propósito que sigue a un pensamiento, sino que surge acompañando el mismo movimiento del agua que nos contiene, o la misma agua nos mueve. El movimiento surge de la conciencia. 

Ese estar en el agua y abandonarnos, ese estado de rendición, de sensibilidad, incluso extático, permite recuperar una memoria muy antigua. 

A veces el cuerpo se sumerge y permanece en el interior del agua, como en el seno materno; cuando el cuerpo necesita respirar, sólo, espontáneamente se asoma a la superficie. Después se vuelve a hundir. Es muy lúdico. No todas las personas sumergen la cabeza. Cada uno sigue su propia naturaleza y de acuerdo a su momento. Es parte de la sanación ir aflojándonos y perder el miedo, sobre todo perder el miedo a controlar lo que va a suceder. Para algunas personas comienza perdiendo el miedo al agua. Sanando memorias de haberse ahogado.

Lo esencial es observar y observarse, aceptando lo que ese momento nos brinda sin oponer resistencia. Sin controlar la experiencia. Por eso es meditación. 

Cuando hacemos ese pasaje, de la racionalidad al ser, estando en el agua ocurre algo muy significativo, allí no hay fuerza de gravedad, hay mucho silencio pero también hay un movimiento constante con mucha armonía, donde el agua es la verdadera guía, la maestra: enseguida nos enseña algo, o nos muestra o nos revela aspectos nuestros inconscientes o hace aparecer alguna memoria muy vieja, algún recuerdo. Nuestra percepción está muy despierta y expandida. Hay un contacto consciente con nuestra propia naturaleza que es agua y esa es la base de la transformación. Todo el trabajo lo hace el agua, que nos envuelve y a la vez nos sostiene, y de forma muy sencilla, incluso placentera, nos permite liberar cosas viejas que almacenábamos, nos permite sanar capas profundas.

Lo único que tenemos que hacer es mantenernos en ese estado de rendición. Eso es posible pues hay una confianza en los guías que están cuidando al grupo. 

Los cuidadores o guías también están en un estado meditativo. Eso les permite conectar intuitivamente con las personas. Acuden cuando sienten que tienen que acudir, o tocan a las personas en el lugar preciso, en el momento preciso. Es una verdadera comunión. A veces sienten que las personas necesitan ser abrazadas, acunadas, a veces por el contrario sienten que la persona tiene que estar sola. Si alguna persona está muy rígida, con cuidado le pueden ir moviendo las piernas o los brazos para que sea consciente de esa rigidez y se permita relajarse. Todo ese movimiento es muy suave, muy sutil, pues se trata de no manipular, de no interferir en el proceso de cada uno. Se trata de acompañar.

Cuando meditamos en el agua nos volvemos muy vulnerables y sensibles como bebés. Por eso los facilitadores son suaves y delicados. Eso permite una relajación muy profunda y una sanación con memorias del nacimiento, cuando tal vez no nos trataron con esa delicadeza, o nos tocaron sin estar conectados a lo que en aquel momento sentíamos.

La meditación en agua crea un espacio para una sanación que abarca toda nuestra vida desde el momento de la concepción, los 9 meses en el útero, el nacimiento, los primeros años de vida, y muchos antiguos traumas o bloqueos tienen la oportunidad de transmutarse o ser liberados. El estado meditativo nos da la posibilidad de observarnos a nosotros mismos, eso generalmente permite que seamos conscientes de lo que se está sanando.

El agua asimismo hace de transmisora. Por eso la esencia de la práctica es estar muy presentes: los que guían y los que reciben la sesión. Toda emoción o pensamiento se comunica instantáneamente.

Algunos testimonios

En ese estado, que es muy receptivo, con la sensibilidad que se amplía, a veces hay experiencias muy curiosas. Algunas personas cuentan que sus cuerpos, o sus brazos o sus piernas, se movían independientes de su voluntad. Una persona comentó que en medio de una sesión, estaba flotando boca arriba con los brazos cruzados sobre el vientre, entonces se acercó uno de los guías y le movió un brazo poniéndolo en el agua, cuando hizo eso, el otro brazo por si solo se movió hacia el agua. La sensación que tuvo es como si el agua lo hubiera movido. 

A veces afloran memorias con una gran claridad, como en el testimonio de un hombre:

Por momentos sentí como si estuviera en el vientre materno, contactando con unas emociones muy primarias de rabia y frustración, ligadas íntimamente con el miedo, las cuales pude identificar como habituales en mi vida. Sentía que mi respiración se alteraba y comencé a temblar de arriba abajo pero dejé que sucediera. Al permitirme sentir esas emociones, sin juzgarlas, respaldado por el permanente acompañamiento de ambos guías, pude dejar que todo ese “inconsciente”, todo eso, con las emociones que estaban como atrapadas en una “tela de araña”, salieran. Después de esa sesión pude descansar dos noches muy profundamente. Sentí que había soltado “lastre” y que había permitido a mi cuerpo que se reorganice por dentro. 

Otra persona después de la sesión contó:

Por primera vez en el agua he visto que podía estar sin hacer nada. Todo el tiempo estuve muy relajada, en un estado de presencia, sin hacer ningún esfuerzo. He visto un milagro inesperado: mi cabeza se movía hacia adelante pero sentía que el movimiento no lo hacía yo. Tenía la sensación de que era un pez. Pude aceptar de una manera nueva que todo es posible.

Una mujer contó:

Siempre sentí rabia cuando me tocaban la nuca, incluso en sesiones de Reiki. Esa rabia estaba asociada al momento de nacer pues probablemente me tomaron con demasiada presión en la cabeza y me hicieron daño. (Esa información había surgido en sesiones anteriores). En el agua la guía me tocaba la nuca delicadamente y dejé que lo hiciera, estaba muy atenta. Toda mi atención estaba en la nuca. Entonces sentí como si el agua de la piscina fluyera dentro de las vértebras del cuello. Sentía como si un chorrito circulara entre mis cervicales. Fue una sensación maravillosa. En realidad lo que sucedió es que el agua de la piscina se comunicó con el agua de las vértebras. Luego sentí mucha alegría.

En el agua podemos reencontrarnos con los orígenes. Con experiencias que están más allá de este tiempo. Una vivencia en un encuentro grupal da testimonio de esto:

Me gustaba estar sumergida y me sentía profundamente rendida. Dejaba que me moviera el agua. Los guías también nos movían y de vez en cuando algún cuerpo me rozaba, tenía sensaciones completamente diferentes a las habituales, como si fuera la primera vez que sentía esas sensaciones, por ejemplo una larga cabellera ondulando pasó y me tocó la cara, era algo suave; de repente una barba se acercó a mi brazo, era rasposa, pero no había juicio ninguno, era pura sensación, como una aventura…, lo más extraño que sentía es que era algo nuevo. Yo simplemente exploraba lo que me sucedía y era muy placentero. Tampoco me interesaba averiguar quien era la persona que se me acercaba. En realidad no tenía pensamientos, los pensamientos estaban ligados al sentir: ahora es algo blando, ahora es algo agudo, ahora es suave, ahora es más duro…, en esos términos. Estaba completamente absorta en ese mundo de sensaciones, aceptándolas todas y ¡gozándolas todas! De repente me pareció que estaba en un mundo diferente, como en medio de un cardumen de peces.

Cuando meditamos en el agua en grupo, muy fácilmente podemos sentir la unidad, se disuelve la ilusión de separación. El contacto del agua nos hace entrar en contacto con la memoria de la vida.

Las sesiones individuales

También es posible tener una sesión individual. La estructura del encuentro es la misma que con el grupo. Se comienza meditando en la sala, tomando contacto con el cuerpo, respirando y luego entran juntos en el agua él o la guía y la persona que va a recibir la sesión. Es un contacto íntimo entre los tres: el guía, la persona y el agua. La dinámica es semejante a la grupal sólo que permite un contacto más prolongado o enfocado. Si la persona está en un estado verdaderamente meditativo y se abandona completamente, se puede realizar una verdadera danza entre los cuerpos. 

Una persona después de recibir una sesión individual comentó que se sentía como si estuviera en los brazos de una madre que la comprendía, ella constantemente la tocaba donde era necesario. En un momento empezó a dolerle el pecho y la mano de la guía vino al pecho. En otro momento tuvo un recuerdo que la entristeció y la guía la abrazó con mucha ternura. Sentía un amor muy grande, una sensación de protección que la aliviaba y le permitía abandonarse más, sobre todo descansar…, y confiar.

Beneficios

La meditación en agua nos permite gozar de la propia sensualidad de una manera inocente, nos permite aprender a confiar en nosotros y en los demás, relacionarnos con los demás desde la unidad, observar el miedo sin asustarnos, observar las emociones sin dejarnos poseer por ellas, llevar a la vida cotidiana una dimensión de quietud interior, una alegría de vivir, ser testigos de los propios pensamientos sin involucrarnos con ellos. Nos ayuda a transformarnos, acelera el despertar de conciencia, aumenta la vitalidad. Permite resolver miedos, fobias, ataques de pánico, nos ayuda a sanar el miedo al agua. Asimismo cuando las practicas son muy frecuentes permite modelar el cuerpo, mejorar la postura o la forma de movernos.

Olatz Salaberría y Joseba Zapirain
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