El perdón

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¿De dónde nace el perdón? ¿Es verdad como se dice habitualmente que nace del amor? ¿No es más verdad que el perdón nace del juicio? ¿No es más verdad que el amor se ancla en el respeto absoluto, la libertad absoluta y el no juicio? ¿No es verdad acaso que el perdón nace del juicio?

Del juicio que nos separa, nos fragmenta y nos enfrenta. Del juicio en que yo, como ego, me considero capacitado para juzgarte, para criticarte, incluso para condenarte.

Del juicio que te considera ajeno a mí, que te considera incompleto, imperfecto. Del juicio en el que yo me considero superior a ti, revestido de la autoridad para juzgar el camino que, en Libertad, tu alma recorre. Del juicio en que te considero culpable, imperfecto, digno merecedor del castigo. ¿Y no es verdad que en el perdón me siento superior? Dotado, revestido, de la autoridad para ejercer o no, un castigo que ni siquiera a mí corresponde determinar. Y desde mi supuesto amor y bondad, de mi magnanimidad, te perdono, sin llegar a entender, que el verdadero Amor es la ausencia de juicio. Sin entender que el verdadero Amor respeta el camino de todas y cada una de las almas encarnadas y no encarnadas. Sin entender que el verdadero Amor es verse en los ojos del otro y saber que somos uno mismo, que somos una unidad de almas recorriendo un camino evolutivo, en el que nuestras acciones, palabras y omisiones vienen determinadas por nuestra naturaleza, esencia y momento evolutivo.

Que hacemos, decimos y omitimos lo único que estamos preparados para decir, hacer y omitir. Que el Amor que nos une y da forma no entiende de juicios ni castigos, ni de perdones innecesarios, pues todo es Amor. Y el Amor es Respeto, Libertad y no juicio. Que si no te juzgo, que si no me juzgo, no sentiré  la necesidad ni el deseo de perdonarte, ni perdonarme, pues comprenderé tu/mi/nuestro camino. Que en mis ojos sólo habrá Amor y ausencia de juicio, y el perdón solo será un concepto egoico innecesario en nuestro camino. Que el perdón, el castigo, la crítica o el juicio tienen origen en el mismo lugar, el ego, y que nuestras almas, desprendidas de ese instrumento evolutivo, sólo hablan y entienden el lenguaje del  Amor, cimiento, origen y fin de todo lo creado, donde los conceptos egoicos son sólo sombras que La Luz del Amor diluye y difumina.

Y no te perdonaré, porque no te juzgaré, porque en mis ojos solo habrá Amor, y el Amor solo entiende de sí mismo, no de juicios, castigos y perdones.

Que vuestro perdón no empodere al ego. Que vuestro perdón no le refuerce ni alimente, si no que la práctica constante del no juicio, del respeto a la libertad del otro, a mi propia libertad en mi camino evolutivo, sea expresión de la humildad que el ego debe mostrar. Que los juicios, los razonamientos y los paradigmas egoicos de los que nace el perdón sean dejados al lado, para que un verdaderoRespeto, una verdadera Libertad y un verdadero no juicio se expresen en nuestro camino.

El perdón nacido del juicio, de la separación y fragmentación, debe dejar paso al no juicio, a la auténtica comprensión de la naturaleza del verdadero Amor, que desde laLibertad y el Respeto, omite el juicio, la crítica, el castigo, y por tanto el perdón.

Y no, yo no os perdono.

Porque no os juzgo.

Porque el ego habla de juicios. El Amor habla de Libertad y Respeto.

Así conceptos como el perdón, el juicio, la crítica, el castigo, son exclusivamente creaciones de nuestra mente. Creaciones que se proyectan en las estructuras religiosas, culturales, sociales que nos envuelven, siendo única y exclusivamente competencias del ego, ya que el Alma no comprende, no utiliza, no crea, tales conceptos.

El concepto del error, el concepto del juicio, el concepto del perdón, nacen y se anclan en la estructura del ego. Nunca en la verdadera naturaleza y esencia del alma, que no juzga, que no castiga, que no condena, que no perdona, que no recompensa.

Todo aquello relativo a recompensas y castigos, a juicios y criticas, y como no al perdón, es simplemente estructura egoica. Conceptos que  el alma no entiende, que el alma no vive, que el alma no incorpora a su propia naturaleza y esencia. Pues el alma, en definitiva, sólo es Amor. Y desde el Amor no existe el juicio, no existe la crítica, la condena, no existe el castigo, y por supuesto, no existe el perdón.

¿Qué perdonar a los demás, cuando los demás no existen?

¿Qué perdonar a los demás, cuando los demás son uno mismo?

¿Qué perdonar cuando no existe el error, el juicio, ni la condena?

¿Qué error vamos a cometer si todo lo hacemos en perfección, si cada palabra, acto u omisión es reflejo de nuestra naturaleza, nuestra esencia y nuestro momento evolutivo? Si cada supuesto error no es más que un paso en nuestro camino evolutivo. Un camino que recorremos en unidad, enseñándonos y aprendiendo mutuamente los unos de los otros, es más, sin que existan los unos ni los otros, si no sólo la unidad, el vacío y el todo, en el que se refleja nuestra verdadera naturaleza.

Cada supuesto pecado que hay que perdonar, cada supuesto error que hay que perdonar, no es más que un acto de aprendizaje para todos, para la unidad. Y así lo viven y entienden nuestras almas, dejando a nuestros egos los juicios, críticas y castigos. Dejando a nuestros egos que se perdonen o no por aquello que no necesita perdón alguno, si no sólo la verdadera comprensión de nuestros actos, palabras y omisiones.

Sólo se perdona a quien se juzga. Sólo se perdona lo que es juzgado.

Cuando el juicio no existe, cuando el error no existe, el perdón desaparece, vacío, por completo, de significado.

Perdonar y amar, realmente amar, son opuestos, pues el verdadero Amor es Libertad y Respeto, no juicio. No el vano juicio del ego que clasifica y distingue, que separa aquello que considera correcto e incorrecto, bueno y malo, agradable y desagradable, oportuno e inoportuno, necesario e innecesario, Luz y sombra. Conceptos duales para un mundo dual, que nuestra alma experimenta, pero que no incorpora a su verdadera naturaleza y esencia, pues lo que sólo es Luz no conoce la sombra, lo que sólo es Amor no conoce el juicio, lo que solo es Unidad no conoce la separación, disgregación y enfrentamiento.

No se perdona a quien no se juzga.

No se perdona a quien no se condena.

No se perdona a quien es Unidad en La Luz, el Amor y la Sabiduría.