Había un mundo donde todos sus habitantes estaban locos. Un día, uno de esos locos que vivía como ellos, se preguntó qué hacía él allí, entre tantos locos. Él no era de allí, quería irse. Se sentía raro, no era como los demás. Uno de aquellos locos le preguntó qué le pasaba, y el hombre le contestó:
–Yo no soy de aquí, yo no pertenezco a este planeta, a este lugar.
–Este está loco –pensó el loco de aquel hombre– ¿cómo que no eres de aquí, si aquí estás?
Gran dilema tenía aquel hombre. ¿Cómo explicar a un loco, que está loco? ¿Cómo explicar a los locos, que él no lo está? El hombre lo intentó, y habló con cuantos locos se le acercaron con curiosidad o interés.
–Está loco –comentaban entre los locos a escondidas del hombre.
Un día llegó otra persona, uno que hasta no hace mucho había estado loco, pero que ya se le había pasado la locura, y acercándose al hombre le dijo:
–Hola, tienes razón, estos están locos. Me acabo de dar cuenta.
–¡Qué bien! –dijo el hombre–, ya no estoy solo.
Pasó el tiempo, y algunos locos fueron dejando de estar locos, y se juntaron todos en un grupo al que denominaron, aquellos que ya no están locos. Así que los habitantes de ese planeta estaban divididos en dos grupos, los locos y los que ya no estaban locos.
Los locos seguían viviendo con su locura, y los que ya no estaban locos, se apartaban de los locos para que estos no les contagiaran la locura. Se creían mejores que los locos, y no querían juntarse con ellos.
Muchos de los que ya no estaban locos, querían convencer a los locos de su propia locura, para que así dejaran de estar locos y todos estuvieran cuerdos.
Pasado el tiempo, el hombre que formaba parte del grupo de los que ya no estaban locos, se dijo:
–¿Qué está pasando? Aún estoy loco –no entendía qué le pasaba. Él descubrió que la gente estaba loca, y que él ya no, pero ahora de nuevo había descubierto que estaba loco, ya que aquellos que creían que ya no estaban locos, aún lo estaban, aunque al igual que los locos no lo sabían.
Así que volvió de nuevo con los locos. Vivía como los locos, pero había vivido como los que en teoría ya no estaban locos, así que eso le permitía vivir sin locura. Pero aquel hombre que había vuelto con los locos, los que creían que ya no estaban locos le criticaban y decían que volvía a estar loco.
Algunos de los que creían que ya no estaban locos decidieron vivir sin intentar convencer a los locos de su propia locura, ya que entendieron que ellos no podrían convencer a un loco de su propia locura, que eso era cosa de ellos. Era como querer que un sordo escuchase o un mudo hablase.
Aquel hombre y unos cuantos más, vivían entre aquellos locos y aquellos que creían que ya no estaban locos pero que aún se separaban de los demás, sin aceptar a nadie y creyéndose mejores. Aquel hombre y esas pocas personas más, que un día habían estado locos y que se habían dado cuenta de su locura, ahora ya no se separaban de nadie, tan sólo vivían con su cordura en un mundo de locos.
Todo aquel que sea consciente que estaba loco (dormido en la inconsciencia), si se separa de los demás, juzga o se cataloga como diferente, se está separando y aún seguirá estando loco en otro tipo de inconsciencia. Aquel que está cuerdo de verdad, es aquel que puede vivir en un mundo de locos sin necesitar y sin intentar que nadie despierte de la inconsciencia. Es aquel que vive con plena Aceptación de lo que Es, y aquel que ya no desea nada del mundo de los locos ni nada del mundo de los que se consideran que ya no están locos. Aquel que ya no juzga ni a unos ni a otros. Aquel que vive en concordancia a la cordura, comprendiendo que aquellos locos son presa de la locura.
El auténticamente cuerdo, es aquel que permanece sin sufrimiento, que vive y permanece en Paz.
Locura = inconsciencia = sufrimiento
Cordura = Consciencia = Aceptación = Tranquilidad = Uno mismo
Autor del libro: Viaje a la Divinidad, publicado por Natural Ediciones. http://naturalediciones.com/producto/viaje-la-divinidad/