La inseguridad, el Duende Verde que llevamos adentro

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Una mirada irracional

¿Me amará?, ¿estará conmigo toda la vida?, ¿debo de confiar?, ¿sus acciones no corresponden a sus palabras?, ¿si me traiciono una vez, lo seguirá haciendo?, ¿por qué debo seguir en esa relación?, ¿será el amor de mi vida?, ¿llegare a tener éxito algún día?, ¿para qué me esfuerzo si nadie lo reconoce? Las inseguridades como un monstruo, pueden dormir al interior de nosotros mismos, y cuando menos lo esperamos hace su fatal acto de presencia, nos ponen en situaciones de duda y de incertidumbre; hacen que nuestro cuerpo vibre, que nuestra tranquilidad se diluya y se transforme en desconfianza. En tal sentido, la intención del presente texto es adentrarnos a ese Duende Verde que habita en nosotros, y que emerge cuando menos lo esperamos; pero sobre todo, entender el poder que puede llegar a tener en nosotros mismos, si así lo deseamos, ya sea para destruirnos, o para dar ese impulso que necesitamos para el siguiente plano, al irracional.

El monstruo debajo del colchón

Las inseguridades se desprenden de los vacíos existenciales, representan esa hambre no saciada, ese apetito de un muerto viviente “zombie”; que por más que busquemos alimentarnos con cualquier manjar, o alimento exótico, jamás podremos saciar el hambre. Las inseguridades simbolizan ese monstruo debajo de nuestro colchón, ese Duende Verde listo para emerger de nosotros mismos, ese alíen que le hemos permitido habitar en nuestro cuerpo; que se alimenta día, a día de nuestra energía vital, de nuestras emociones, de nuestras ideas y pensamientos; es abrumante cuando nos desvela, cuando nos quita la tranquilidad, cuando nos sumerge en ese mar de dudas, de desconfianza, de sueños rotos; cuando por más palabras de aliento que nos quieran dar nuestros seres queridos, o algún amigo, no son suficientes, debido a que esa duda, esa desconfianza nos asfixia el alma, y retumba en nuestro pecho ese sonido que carcome nuestra existencia.

Las inseguridades siempre estarán ahí, pero tendrán la fuerza que nosotros queramos, serán tan dominantes e imponentes como le permitamos estar; serán tu Goliat personal, que podrás vencer con una onda y piedra si tú lo deseas. Pero para ello, requieres de puntería y de mucha fuerza de voluntad, para que no te acobardes en el momento crucial, o mejor dicho, para que no te arrepientas de las decisiones que estés tomando para salir adelante, o lo que comúnmente se dice “flaquear ante las decisiones”.

Reconocer tus inseguridades no te hace más débil, al contrario, eso refleja el tamaño de tu fortaleza

Podríamos preguntarnos en este momento ¿de dónde vienen las inseguridades?, hay quienes dicen que se originan de los vacíos existenciales, y que son proporcionalmente a éstos y a la manera en la que son atendidos. En teoría pareciera fácil lograr identificar las inseguridades, simplemente identifica el vacío, y atiéndelo. Sin embargo, ya en la práctica me parece que es como encontrar una aguja en un pajar, y no siempre a la primera búsqueda, o a la segunda se puede identificar; sobre todo por nuestros egos y miopías que no nos permiten ver más allá de nuestros pretextos, mentiras e ideaciones.

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos que las inseguridades son parte de nosotros mismos, de nuestra humanidad, en ocasiones estrechamente relacionadas con la incertidumbre, y con las dudas existenciales; al no encontrar nuestro camino, propósito en la vida, es de esperarse que surjan tales inseguridades, que a lo mucho las hemos atendido con distractores del ego (reconocimientos, aplausos, egoteca personal, logros de papel, entre otros), o placebos externos (dinero, trabajos, cosas materiales, circos mediáticos, y un sinfín de distractores). Ese alimento de la carne, pero no del espíritu, que a fin de cuenta, jamás saciaría el vacío, al contrario, como abismo negro seguirá creciendo.

Las inseguridades representan esos dragones a vencer, esos castillos fortificados con pretextos y temores; custodiados con fantasmas del pasado, y monstruo de tres cabezas como Cerbero el perro del dios Hades. Que el atravesarlos o vencerlos puede representar la más épica de las aventuras, como esa Odisea de Homero, que tras diez años de travesía logra regresar a su hogar, gracias a que es capaz, de sortear los continuos problemas a los que ha de enfrentarse por designio de los dioses; gracias a diversas artimañas, o con audaces y engañosos discursos de los que se vale para conseguir sus objetivos. Sin embargo, no todos gozamos con tales fortalezas, o con objetivos claros, de ahí que nuestra cruzada pueda tardar más de diez años.

Me parece que las inseguridades, en ocasiones representan como ese canto de sirenas que narra el mismo Homero en su Odisea, y que son capaces de enloquecer al más cuerdo, pero aunque quisiéramos taparnos los oídos como él lo hizo y su tripulación, de igual manera seguiríamos escuchado esa voz seductora y manipuladora que nos lleva al desfiladero, o a la locura humana.

Reconozco que no hay una receta de cocina para lidiar con nuestras inseguridades, podría en el más optimista de los casos aludir a las recomendaciones de los profesionales de la salud mental, o de cualquier otra área de la Ciencias de las Humanidades y de Conducta, los coaching, los guías espirituales, los motivadores, o cualquier otro profesional que genere metodologías para fortalecer emocional o anímicamente a los sujetos; quienes a partir de sus especialidades han acuñado términos como autoestima, amor propio, resiliencia, empoderamiento, fuerza de voluntad, coraje, liderazgo, entre otros, encaminados para apoyar a las personas en su desafío por salir de sus propias “cuevas o cavernas”.

Planteamiento que fue considerado por el filósofo griego Platón, quien hace unos 2.400 años se planteó el siguiente dilema ¿cómo podemos estar seguros, de que lo que observamos es la realidad? Después de todo, mucho de lo que experimentamos es el producto de nuestra percepción y está mediado por nuestras vivencias internas. Generando a partir de tal premisa, su explicación mediante el “mito de la caverna”, que se ha convertido en una parábola muy interesante sobre el significado de la vida en sociedad y la naturaleza de la realidad, que a la letra explica:

“Platón nos cuenta que un grupo de hombres han sido condenados desde su nacimiento a permanecer encadenados en las profundidades de una caverna. Nunca han podido salir de ella, y tampoco tienen la posibilidad de mirar hacia atrás para comprender el origen de esas cadenas, o ver qué sucede a sus espaldas, fuera de la cueva. Por tanto, se limitan a mirar únicamente las paredes de ese sitio. Cada cierto tiempo por la entrada de la cueva pasan otras personas y animales. Los hombres encadenados solo pueden ver sus sombras y ecos, que se proyectan sobre las paredes de la gruta. Los prisioneros perciben esas sombras y las nombran, creyendo que perciben cosas reales ya que no son conscientes de que son tan solo proyecciones de la realidad. Sin embargo, un buen día, liberan a uno de los prisioneros. Este sale a la luz, pero el sol lo ciega, encuentra que todo a su alrededor es caótico ya que no logra darle un sentido. Cuando le explican que las cosas que ve son reales y que las sombras son meros reflejos, no puede creerlo. Finalmente se adapta y decide volver a la caverna para contarle al resto de los prisioneros su fantástico descubrimiento. Sin embargo, acostumbrado a la luz del sol, sus ojos tienen problemas para distinguir las sombras en la oscuridad, por lo que el resto de los hombres encadenados creen que su viaje lo ha hecho estúpido y ciego. Por tanto, se resisten a creerle y ser liberados, recurriendo incluso a la violencia”.

Fuente: rinconpsicologia, 2019

Es decir, en ocasiones aunque reconozcamos que puede existir otra realidad, una en donde no tengamos inseguridades, donde no haya desconfianza, donde la certidumbre sea nuestro pan de todos los días, y donde la felicidad sea plena en todo momento, no creemos en eso, al contrario nos aferramos a nuestros mundos miseria, esos espacios donde todo lo padecemos, todo los criticamos, donde nunca estamos conformes, y donde siempre deseamos las pertenencias de los otros, y donde no valoramos el gran regalo de la vida.

Si no creemos que es posible cambiar nuestra vida, sería como estar ciegos en nuestras propias cavernas, y pese a que tuviéramos la posibilidad de ser libres, decidiríamos por miedo, el seguir ahí; viviendo esa mentira llamada realidad a la que nos hemos aferrado, en la cual solo impera una ley, la de las inseguridades y desconfianza de todo, que me parece que al final del día, eso no es vivir, sino sobrevivir.

Saliendo de la caverna

No sé qué sea más terrorífico, si los delincuentes que puedes toparte en un callejón obscuro, o tus propios espectros, esos seres siniestros que habitan en uno mismo, que pueden emerger cuando duermes, y te roban tu tranquilidad, te hacen desconfiar de las personas, te crean inseguridades, te animan para alejarte de todos por ese temor de que te traicionen, y de que te usen; las inseguridades al final del día representan tu propia caverna, que estará en ti, si deseas o no salir de ella, y para ello, deberás encontrar tu propio camino, la llave de la cerradura, de esa celda que te aprisiona.

Te podrías considerar una persona fuerte, que pensaba que esa fortaleza era porque no te permitías llorar, o al menos en público, que no mostrabas tus emociones por creer que eso era síntoma de debilidad. Sin embargo, es lo opuesto, en realidad lo que te convierte en un desvalido, es el no expresar lo que sientes, el ocultar tus sentimientos, tus emociones en lo más profundo del armario. Al no expresar tus sentires, no se está generando esa conexión contigo mismo, ni con el otro, ni mucho menos con el universo.

El camino por el despertar de consciencia, que de igual manera sería como el salir de tu caverna, lo percibo como una vereda de un monte, que a simple vista presenta obstáculos, es rocoso, pero en su contraste, posee bellos paisajes, hermosas estampas visuales; y te genera mucha paz y tranquilidad para tu alma. Durante el trayecto, y conforme avanzas, deja de tener importancia muchas cosas que te preocupan, empiezas a soltar lastres, o cadenas que te aprisionan; de hecho con el transitar, ya no importa tanto la distancia, ni tampoco los obstáculos, el destino final perdió interés, solo con el andar fue más que suficiente para darte cuenta de lo que necesitabas, y lo que te hacía verdaderamente feliz.

En el andar por dicho sendero, te irás dando cuenta de tu propia fortaleza espiritual, que te posibilitará elevarte a mayores planos. Te dará esa serenidad que necesitas para identificar aquello que te ha generado la inseguridad, aquel vacío de tu alma que lo detonó todo, que representó ese monstruo debajo de tu colchón, ese Duende Verde que te lleva a cometer todo tipo de acciones destructivas para ti mismo, y para los otros.

Identifica tu vacío

Un maestro espiritual me comentaba cierto día, que cuando el ser humano alcanza ese equilibrio espiritual, llega a comprender premisas tan profundas como “el sentido de la vida y la muerte”, que al final del día no representan más que una sola cosa, ese continum de nuestras propias existencias. Tal premisa hasta el día de hoy, la sigo meditando, y me han llevado a plantear premisas como por ejemplo si ¿se puede tener muchas muertes dentro de ese continum? Considero que sí, y se da cuando algo en nosotros cambia, deja de existir, o mejor dicho se transforma a algo distinto; en el transcurso de la vida es posible experimentar múltiples muertes: se muere de tristeza, de soledad, de desamor, de decepción, de agonía, de incertidumbre, de vivir en la zozobra por no saber de alguien o de algo, cuando esperamos esa noticia que nunca llegará, o cuando esperamos más de lo que nos llegará en la vida, y que a fin de cuentas está relacionado con siempre tener expectativas. Se pensaría que tener expectativas es el origen de las grandes decepciones, y que al no tenerlas, se resolvería todo, sin embargo, considero que ahí no radica la situación, no es tanto en las expectativas, sino en la manera en la que se busca llenar los vacíos.

Es decir, por ejemplo, si se hace lo que comúnmente se llama “un favor” la pregunta sería ¿por qué se hace?, para ayudar a la otra persona, o para recibir algún tipo de agradecimiento. Si la cuestión es por ayudar al otro, me parece que la meta está cumplida al momento que se hace la acción, y no debería de haber conflicto en no recibir nada a cambio, el desinterés, el ponerse en el zapato del otro, el simple deseo de ayudar sería más que suficiente. Pero, en el caso de estar esperando algún tipo de agradecimiento, pues ahí será donde se detonará el malestar, la frustración, por la famosa expresión de “esperar algo”; y ese esperar solo estará dibujado en la propia mente del sujeto, no en la de los otros, se albergará en sus expectativas, en sus vacíos que desea llenar. Sin embargo, será imposible saciar ese apetito del ego, y de reconocimiento público, por el simple hecho de que el ego nunca se llena, al contrario, es un monstruo insaciable que siempre quiere más y más.

Al final del día, de igual manera tendríamos que preguntarnos ¿qué es lo que mueve la conducta humana?, en un principio básico podríamos señalar, que el ser humano se mueve por impulsos, en búsqueda de atención a alguna necesidad. En tal sentido, Abraham Maslow (1908-1970), psicólogo estadounidense que explicaba acerca de las necesidades instintivas, hace una distinción entre necesidades “deficitarias” (fisiológicas, de seguridad, de afiliación, de reconocimiento) y de “desarrollo del ser” (autorrealización). Señala que la diferencia existente es que las “deficitarias” se refieren a una carencia, mientras que las de “desarrollo del ser” hacen referencia al quehacer del individuo (cuadro 1). Las necesidades humanas, y los impulsos que se encaminan, nos llevan a reconocer que si no hemos cubierto esos vacíos se estará generando como una bola de nieve, y sin darnos cuenta, nos cimbrarán toda nuestra estructura emocional y por ende nuestro equilibrio.

Cuadro 1. Necesidades de Maslow

Necesidades fisiológicas Incluyen las necesidades vitales para la supervivencia y son de orden biológico. Dentro de este grupo, se encuentran necesidades como: necesidad de respirar, de beber agua, de dormir, de comer, de sexo, de refugio. Así pues, en este estrato de necesidades se encuentran aquellas que hacen posibles los procesos biológicos más fundamentales que hacen que la existencia del cuerpo sea viable. Estas necesidades son las más básicas en la jerarquía, ya que las demás necesidades son secundarias hasta que no se hayan cubierto las de este nivel.
Necesidades de seguridad Las necesidades de seguridad son necesarias para vivir, pero están a un nivel diferente que las necesidades fisiológicas. Es decir, hasta que las primeras no se satisfacen, no surge un segundo eslabón de necesidades que se orienta a la seguridad personal, al orden, la estabilidad y la protección. Tienen que ver con las expectativas y con el modo en el que las condiciones de vida permiten desarrollar proyectos a medio y a largo plazo. Aquí figuran: la seguridad física, de empleo, de ingresos y recursos, familiar, de salud, etc.
Necesidades de afiliación Estas necesidades son reconocidas como las menos básicas, y tienen sentido cuando las necesidades anteriores están satisfechas. Esta necesidad se expresa cuando las personas buscan superar los sentimientos de soledad y sentir que hay vínculos afectivos entre ellas y ciertas personas. Es decir, cuando se intenta trascender el ámbito individual y establecer vínculos con el entorno social. Estas necesidades se presentan continuamente en la vida diaria, cuando el ser humano muestra deseos de casarse, de tener una familia, de ser parte de una comunidad, ser miembro de una iglesia o asistir a un club social.
Necesidades de reconocimiento Este nivel de la jerarquía de necesidades humanas también es conocido como necesidades de estima, y tiene que ver con el modo en el que nos valoramos nosotros y nos valoran los demás, el resto de la sociedad. Cuando estas necesidades no son satisfechas, las personas se sienten inferiores y sin valor. Esta necesidad se entiende mejor como una manera de sentirse bien con el propio autoconcepto a través de esas cosas de nosotros mismos que vemos reflejadas en el modo en el que los demás nos tratan. Existen dos necesidades de reconocimiento: una inferior, que incluye el respeto de los demás, la necesidad de estatus, fama, gloria, reconocimiento, atención, reputación, y dignidad; y otra superior, que determina la necesidad de respeto de sí mismo, incluyendo sentimientos como autoconfianza, competencia, logro, independencia y libertad.
Necesidades de autorrealización Por último, en el nivel más alto se encuentran las necesidades de autorrealización y el desarrollo de las necesidades internas, el desarrollo espiritual, moral, la búsqueda de una misión en la vida, la ayuda desinteresada hacia los demás, etc. Este nivel los rangos de la jerarquía de necesidades más difíciles de definir, porque tiene que ver con objetivos altamente abstractos y que no se consiguen con acciones concretas, sino con cadenas de acciones que se producen durante periodos relativamente largos. Por consiguiente, cada individuo tendrá necesidades de autorrealización diferentes y personalizadas.

 

En tal sentido, ejemplificaría narrando la anécdota del “profe bipolar”, un día una alumna con una capacidad intuitiva sorprendente me decía “profe como anda hoy, de qué lado se levantó de la cama, que ánimo le amanece…”, ante dicho comentario le pregunté: ¿por qué lo dices?, respondiéndome: porque últimamente he notado con una actitud dispareja, como bipolar, como si tuviera personalidades múltiples, como la película Split “Fragmentado” (filme estadounidense de terror psicológico y suspenso del 2017, que narra la historia de Kevin, un hombre con 23 personalidades). Dicha anécdota y cometario, me deja la reflexión que vivimos en sociedades donde se espera que siempre tengamos la misma actitud de vida, las mismas expresiones, cumplamos los mismos roles, porque de no hacerlo, seremos catalogados con algún padecimiento de la mente, o como enfermos mentales o estúpidos.

¿Cuantas veces al día nuestros estados de ánimo pueden cambiar?, claro está, que los estados anímicos nos ponen en personajes, y en posiciones de vida donde debemos asumir ciertos roles, ciertas actitudes que “mejor convenga”, pero al final del día rostros fragmentados de uno mismo. Pero al lograr el equilibrio, ese perfecto balance, podremos lograr armonizar todas nuestras conductas, hacia una sola congruencia, o congruencias. Que representarán nuestras fortalezas antes los embates de nuestros demonios, o fantasmas del pasado, o de aquello que nos aqueja; que nos despierta en las noches o que nos transforma en el máximo nivel de las 23 personalidades de Kevin, en “La Bestia”, ese superhumano que modifica nuestro cuerpo y de capacidades sobrehumanas, como trepar muros o doblar barras de hierro; personificación de la misma violencia.

Las inseguridades, como La Bestia, pueden estar habitando en nosotros, y no nos hemos dado cuenta, y puede emerger cuando menos lo esperemos. La cuestión es ser conscientes de ello, y encontrar la manera de encauzar su fuerza sobrehumana, que en el mejor de los casos sea para construir, para un fin propositivo, para impulsarnos en nuestro caminar por ese sendero del despertar de consciencia, para darnos la fuerza para sortear nuestros obstáculos, y vencer todos nuestros retos, para dar ese salto, hacia ese plano tal anhelado como puede ser el irracional.

Consideraciones últimas, pero no definitivas

El universo actúa de maneras misteriosas, y te ayuda cuando lo necesitas, te da fortaleza cuando la requieres, te alimenta el espíritu cuando flaqueas; el universo te proveerá de lo que necesites, e incluso te protegerá de ti mismo y de tus estupideces. El universo tiene claro tu propósito, y como migajas de plan te pondrá en tu sendero las señales para que lo descubras, esperando pacientemente que te alimentes de esas migajas para que seas cada vez más fuerte y cumplas con lo que está escrito para ti. Pero lo más sorpréndete, es que te acerca a las personas que necesitarás en tu cruzada, en tu tarea épica, en tu odisea personal, y llegarán como ángeles de carne y hueso, y se quedarán a tu lado, y no te dejarán solo, aúun cuando por tus acciones los lastimes; pero son más sabios que tú, y tanto es su amor, que permanecen a tu lado para seguir caminando juntos y ayudarte a dar el salto hacia tu siguiente nivel.

Al final del día, cuando has dado esos saltos, deja de tener importancia el preguntarte sobre ¿si la persona que está en tu vida te ama?, por el simple hecho que agradeces cada segundo que comparte contigo, cada palabra, cada caricia, cara mirada, cada instante de su ser. De igual manera, deja de tener sentido el angustiarte por si ¿estará contigo toda la vida?, sobre todo porque ya has entendido el principio de la vida y la muerte, ese eterno continum que marca las propias existencias. Y que decir, sobre el tema del ¿debo de confiar?, cuando has dado el salto a tu propio plano irracional, lo único que albergas en tu corazón son buenos deseos y bendiciones para los otros, y la confianza se desborda infinitamente para todos; sin cuartel o restricción, ya que no esperas nada a cambio, siendo lo único que deseas el compartir lo que en tu corazón existe.

Y en el caso de que te preguntes de que si ¿sus acciones no corresponden a sus palabras?, recordemos lo siguiente, en el plano irracional se considera que toda persona responde a su propia versión de congruencia, basada en su sentir, pensar y actuar, que si bien la puede encaminar a un plano positivo, o a un plano negativo, al final del día, es su propia versión de congruencia, pero tanta será tu capacidad de amar, que eso lo entenderás cabalmente y dejara de quitarte el sueño.

Ahora bien, en caso de que te hayan lastimado y te preguntes ¿si me traiciono una vez, lo seguirá haciendo?, reflexionemos por un segundo lo que motivan las acciones de las personas, sus impulsos y la naturaleza de ellos, recordemos que los impulsos pueden venir de cinco puntos del ser humano, como son: los sexuales, los viscerales, los emocionales, los intelectuales, y los espirituales. Cada acción que se desprenden de dichas fuentes, tiene su propia carga anímica, su propia fuerza y finalidad, y por lo regular las acciones que más nos lastiman, se desprenden de lo visceral, de ahí radica lo que comúnmente se conoce como lo “toxico”, lo que viene sin filtro, lo que te lastima. En tal sentido, el entender que si nosotros respondemos con la misma fuente de impulsos, pues sería como avivar un fuego, en vez de apagarlo. Tendríamos en todo caso el responder con otros niveles de impulsos, más empáticos como los emocionales, o más racionales como los intelectuales, o de mayor trascendencia como los espirituales, y al hacerlo estaremos en un nivel mayor, más sano, y saludable para nosotros, y los demás.

Ahora bien, en caso de que te preguntes de que si ¿debes de seguir en esa relación?, soy de la idea de que cada persona que llega a tu vida, llega a enseñarte algo que debes de aprender, hay quienes están de paso, y otras que se quedan por más tiempo, e incluso hay quienes llegan para quedarse el resto de su vida contigo, o de sus vidas, por el simple hecho de que sus destinos están unidos a un nivel cósmico. Al dar tu propio salto, a un plano irracional, dejas de preguntarte si debes o no quedarte con esa persona, y solo agradeces el que ya haya llegado a tu vida.

Existe otra premisa que puede llegar a moverte, el preguntarte si la persona que llega a ti ¿será el amor de tu vida?, desde un plano racional sería complicada la respuesta, porque tendríamos que entrar al mundo de los indicadores, de las reacciones del cerebro ante los estímulos, el revisarte los neurotransmisores, o como experimento Pavloviano y ver tu nivel de salivación ante dicha persona. Pero en su opuesto, desde el plano irracional es más simple, solo lo sientes y punto, y al sentirlo, todo te quedara claro.

Bajo otro orden de ideas, sobre todo cuando se habla de las famosas expectativas de la vida, y aquello en lo que nos han presionado, como lo es “el éxito”, es común el preguntarse si ¿llegaré a tener éxito algún día?, soy de la idea de que esto está ligado con los distractores del ego, y los placebos externos, que lo único que buscan es alimentar la carne, pero no el espíritu, que a fin de cuenta jamás saciaría el vacío, al contrario, como abismo negro seguirá creciendo. En la medida que tengas claro tu propósito en este plano, dejarás de distraerte con la zanahoria llamada “éxito”, y al hacerlo, ya tendrás éxito en tu vida.

Y muy relacionado al anterior párrafo, sobre todo en ese plano de las expectativas, al momento que se cuestiona sobre el ¿para qué me esfuerzo si nadie lo reconoce?, y como decíamos con anterioridad, todo tiene que ver, con el sentido de las acciones, y si éstas se hacen para buscar el reconocimiento, o son producto de la generosidad de la persona, y en el caso de que toda acción se desprenda de la primera posición, pues lamentablemente jamás te llenará esa gratificación, ese vacío del reconocimiento, ni con todo el oro del mundo, o las palabras de aliento y de admiración, o con los reconocimientos públicos, al contrario, solo harán más grande el ego, y te distraerán del verdadero propósito de las cosas. Para lo cual, solo me remito a señalar que cuando te encuentres con ese famoso apetito del ego, solo da el salto al siguiente nivel, y tu sed y hambre se saciaran.

Las inseguridades son como ese monstruo debajo de nuestro colchón, como ese Duende Verde que nos transforma, como esa “Bestia” que nos vuelve agresivos y que revela un tipo de naturaleza, la más destructiva de todas. Ser irracionales nos da esa mirada distinta, para poder comprender, si es que se desea, el aprender más sobre ese titán que nos quita el sueño, que nos puede tener en la zozobra, que a fin de cuenta, representa ese gran maestro que nos muestra algo, y que necesitamos aprender.

Aprendamos la lección que la inseguridad nos muestra, y agradezcamos por su enseñanza.

Jesús Acevedo Alemán
Doctor en Trabajo Social.
Saltillo, Coahuila México.
jesusaceve@hotmail.com